por Daniel Sturman, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas
Filadelfia (EIRNS)El Movimiento de Juventudes Larouchistas (MJL) recibió la visita de un ángel el 25 de marzo en la ciudad de Nueva York, en la forma de una mujer llamada Amelia Boynton Robinson; ella irradió la bella naturaleza de lo sublime a un público de 45 personas, entre jóvenes y otros mayores. Sus palabras abordaron la lucha por los derechos humanos civiles, no sólo al presente, sino en el pasado, cuando ella y su esposo trabajaban en Selma, Alabama, para educar y elevar a los negros pobres. Luego visitó Filadelfia, Pensilvania, y la respuesta de las más de 40 personas de diversas generaciones fue fenomenal e inspiradora.
El marco en el que ocurrió la gira de la señora Amelia, es uno de necesidad extrema, uno de necesidad de valores morales. Durante sus años en Selma, ella pasó sus primeros días en la lucha por la humanidad, junto con su esposo, brindando servicios a la comunidad negra. Aunque sus productos y servicios eran los mismos de los blancos, muchos en la comunidad negra desaprovechaban su uso como un recurso para elevarlos de la esclavitud de segunda clase en la que vivían. La señora Amelia habló del lavado cerebral que sufrían sus propios hermanos; el miedo a perder su vida mortal por hacer el bien o por trabajar con gente buena era la forma en que se las arreglaron para destruir mentalmente a la población, situación que pronto acarrearía el sublime movimiento de los derechos civiles.
En su propia bella manera, con su suave pero firme voz, pudo transmitir la historia de las luchas de su época y relacionarlas con los tiempos siempre amenazadores de hoy día. Si pudieras imaginar a miles de almas, almas oprimidas por el trabajo esclavo, por la faena diaria, ¿qué querría tu amo que pensaras de la persona que trataba de salvar tu humanidad? Ésta es la geometría en la que Amelia batalló para garantizarle un futuro a la humanidad, contra todo recelo y polémica.
Antes de que la señora Amelia comprometiera al reverendo Martin Luther King en los 1960 con el movimiento de los derechos civiles en Selma, se le acercaron organizaciones muy prominentes de negros para asegurarse de que el "comunista" doctor King no entrara en su lucha, en especial por lo de la amenaza comunista; la señora Amelia detectó muy bien todos los embustes y calumnias. Con Dios como su guía, siguió las enseñanzas de su educación moral cristiana y pudo distinguir la verdad en lo que el doctor King estaba haciendo por liberar a la humanidad de las cadenas de la esclavitud mental.
Hasta la fecha, la señora Amelia (que ya anda en sus 90) nunca ha dejado de luchar por hallar gente y organizaciones que estén tan dedicadas, si no es que más, a la lucha por la cual el doctor King vivió y murió. En los 1980 ella dio con alguien llamado Lyndon LaRouche y con el Instituto Schiller. Había escuchado en todo el mundo de sus propuestas de infraestructura a gran escala para construir la paz, en vez de pelear por ella. Como no sabía quién era este hombre, preguntó por todos lados; de una docena de amigos y colegas, sólo unos pocos habían oído del hombre, pero sólo oído de él. Lo que habían oído no la convenció, así que empezó a averiguar de verdad.
Con la ayuda de la guía divina, pilas de material de lectura y algunos diálogos muy importantes, la señora Amelia terminó como la actual vicepresidenta del Instituto Schiller. Lo que encontró en Lyndon LaRouche, su esposa Helga ZeppLaRouche y su movimiento mundial es, como ella dijo, algo a lo que el doctor Martin Luther King hubiera estado orgulloso de pertenecer. Ella pudo detectar las anécdotas ficticias sobre la historia y el movimiento de LaRouche, y entender lo que el movimiento de LaRouche y su política económica combatían: las mismas instituciones bancarias racistas que destruyeron el legado del presidente Franklin Delano Roosevelt, los mismos individuos que promovieron la esclavitud y la limitación de la educación y derechos para los otrora esclavos, que son los mismos individuos que harían lo que fuera por destruir la reputación de quienquiera que pretenda recuperar la tradición de la Revolución Americana y del Sistema Americano de economía política.
Esto fue lo que Amelia Boynton Robinson le llevó a su público. Este informe político y moral sobre la necesidad histórica de contar con gente como ella, y en especial con la expansión del MJL (al cual ella tanto alabó como la solución a la crisis económica y moral que padece el mundo), quedó de manifiesto en sus relatos de los viejos días y en su penetrante visión del futuro, pues conoce a los enemigos a los que se enfrenta.
Después de las reuniones, la señora Amelia dedicaba bastante tiempo a responder preguntas, autografiar libros y tomarse fotos. Para mi sorpresa, a su joven edad madura de poco más de 90 años de experiencia, hablaba largo y tendido, y parecía terminar con más energía que cuando empezaba; decía que es el diálogo con la gente, su amor por la humanidad, lo que la hace luchar con mayor ahínco. Con almas bellas como ésta, ¿acaso puede ganar nunca el pesimismo cultural?