Internacional
Diálogo con LaRouche:
'Son las capacidades productivas las que tenemos que proteger'
A continuación publicamos tres preguntas de la dirigencia demócrata en el Senado de los Estados Unidos de América, escogidas de entre todas las que Lyndon LaRouche recibió vía correo electrónico de varias instituciones importantes de Washington, D.C., tras la conferencia que dio por internet desde esa ciudad el 7 de abril.
Pregunta: Usted ha mencionado el capital financiero y el capital físico, pero creo que debemos abordar la cuestión del capital político. . . Cuando el Presidente de los EU llama “nada” a los bonos emitidos por el Tesoro estadounidense —y sé que está al tanto de la gracia con la que salió en Virginia Occidental—, eso va a la médula de su forma de pensar (ver artículo en pág. 4—Ndr.). Parecería que a la crisis que enfrentamos en términos de una carencia de capital físico y financiero, la exacerba un grave déficit de capital político. ¿Cómo le sacamos la vuelta a eso?
LaRouche: Desde la secuela inmediata de la elección general de noviembre, la popularidad del presidente Bush y su Gobierno ha venido decayendo a un ritmo ahora cada vez mayor. Los principales factores de este decaimiento los han representado, más que nada, el asunto de lo del Seguro Social y, en segundo lugar, las cuestiones de salud como tales. Aparte del asunto de las nuevas guerras que el Gobierno amenaza con emprender, estos factores del decaimiento y otros relacionados son, en lo más inmediato, reflejos de los efectos de un desplome continuo de la economía física de los EUA. La población estadounidense aún no percibe con claridad el hecho de que este desplome de la economía de los EU es un reflejo de la desintegración de todo el sistema monetario–financiero que ahora embiste al mundo, pero los efectos de este proceso se sienten dentro de los propios EU y producen lo que mejor podría describirse como respuestas a “nivel viceral” expresadas como una ansiedad creciente por el propio Gobierno de Bush, tanto como por la economía que ese Gobierno da la sensación de estar maladministrando.
Yo calculé, al hacer el pronóstico que fue parte de mi intervención poselectoral por internet del 9 de noviembre, que, a condición de que el Partido Demócrata enfrentara el asunto de la supresión generalizada del voto que orquestó el Gobierno en la elección general, el gran asunto político determinante sería ahora la pretensión del Gobierno de saquear el sistema del Seguro Social con el fin de rescatar un Wall Street en peligro. En tales condiciones, el Presidente con tanta pompa reelegido retomaría el cargo para convertirse, más y más, en un virtual “figurón” desde el principio de su nuevo término en adelante. Dicho cálculo ha probado ser correcto.
Este nuevo estado de los asuntos nacionales en gran medida ha de adjudicársele a esas figuras del Partido Demócrata a las que el recuerdo de los éxitos de las medidas de recuperación económica del presidente Franklin Roosevelt ha reanimado. También es un reflejo de la inquietud creciente que sufren muchos senadores y representantes republicanos en su conciencia. Cada vez más, la actual política electoral expresa el reflejo de los resultados anticipados de las elecciones intermedias del 2006. La nueva composición del Congreso ya en ciernes influencia a los poderes Ejecutivo y Legislativo en funciones. La tendencia que las propensiones percibidas en la situación económica y social a nivel nacional e internacional en gran medida determinan, puede considerarse con justicia como el Gobierno futuro que ya está formándose, en especial conforme la preocupación por el futuro inmediato tiende más a convertirse en un factor político que la situación actual inmediata.
Ésta, propongo, es la realidad que subyace en la situación política presente de los EUA. Esto significa que en la medida que una mayoría de los miembros del Congreso reacciona, más y más, rebasando las divisiones partidistas, el Congreso entra en una situación en la que el peso moral de la influencia del Senado sobre el poder Ejecutivo tiene que hacerse mayor que los impulsos de la toma de decisiones del propio Gobierno de Bush. No me refiero a un cambio de un sistema de gobierno presidencial a uno parlamentario. Debemos repudiar esta última alternativa, en especial al observar hoy la impotencia sistémica de suyo axiomática de los sistemas parlamentarios de Europa. Como demuestra la experiencia, nuestra Constitución federal ha sido diseñada de manera eficaz en cuanto a la necesidad de contar con la función de ese órgano, en especial cuando circunstancias excepcionales lo requieren, como una conciencia de control de la nación sobre las facultades de la propia Presidencia. La crisis de nuestra república hoy es tal, que ahora tiene que llamarse a una mayoría del Senado a desempeñar la función de ponerle freno al clavado temerario en la ruina que encabeza el Presidente en funciones de la república. El Senado no debe asumir facultades y responsabilidades ejecutivas; pero, en ocasiones como ésta, tiene que frenar los impulsos hacia las formas decadentes de acción o de inacción moral e intelectualmente irresponsables del propio poder Ejecutivo. Ahora estamos en una situación tal.
Por ello, estoy redactando una propuesta que emitiré en el transcurso de esta semana, una propuesta a presentar a los miembros del Congreso estadounidense, en especial al órgano del Senado, en el que hago uso de mi autoridad probada como pronosticador económico de largo plazo para bregar con esa amenaza a la existencia de nuestra nación que representa una crisis de desintegración general del actual sistema monetario–financiero, el mentado sistema del FMI, que ahora embiste al mundo.
Hemos entrado a un período de crisis monetario–financiera y económica mundial que representa una emergencia nacional de la mayor urgencia para nuestro gobierno federal. El fracaso de la Presidencia en funciones en reconocer siquiera la realidad de esta situación mortal, constituye una amenaza inmediata a la soberanía, la defensa y el bienestar general de nuestra república. Sería monstruoso dejar que impidan que esta catátrofe mundial que arremete en lo inmediato sea corregida hasta la próxima elección general. De ahí que alguna institución pertinente tenga que dar pasos que, en efecto, definan el carácter anticonstitucional del yerro del Presidente en funciones al no encarar la realidad de la situación actual. La suya ha representado, hasta ahora, una forma de negligencia que podría compararse en sus efectos con rehusarse a resistir una invasión enemiga.
En esta situación el Congreso, y el Senado con mayor claridad, tiene que declarar la existencia de la emergencia que hay, como si fuese a declarar un estado de guerra. Tiene que movilizarse a la nación para su defensa contra la amenaza creciente que hay en lo inmediato. También tienen que definirse los medios lícitos para derrotar dicha amenaza.
Por tanto, necesitamos que un grupo de los senadores que redactarán una propuesta de ley presenten un escrito declarando el estado de emergencia y planteando las medidas pertinentes principales que el Gobierno tiene que adoptar de inmediato en esta coyuntura. Yo estoy redactando una propuesta para tal efecto, con la intención de que incite a algunos a considerarla, entre ellos miembros del Senado.
El eje inmediato de los efectos físico–económicos de esta crisis son los aprietos que vive el sector de la industria automotriz. De perder la capacidad física de esa industria, del que su sector vital de máquinas–herramienta es el puntero, los EU sufrirían un daño prácticamente irreparable en tanto nación. No podemos permitir la liquidación de esas capacidades físicas ni de la organización de esas capacidades productivas. Por tanto, se requieren medidas federales de emergencia que creen la autoridad para recibir, proteger y administrar estas preciosas capacidades productivas por medios que incluyan el uso de semejante potencial productivo en otras misiones productivas adecuadas de gran importancia nacional, tales como, por ejemplo, la creación de un nuevo sistema ferroviario nacional y otras obras que garanticen el empleo útil continuo de una fuerza laboral que cuenta con una de las mayores capacidades de alta tecnología en la producción de herramientas.
Pregunta: Yo no veo a la Reserva Federal como la institución mediante la cual podemos emprender un esfuerzo de reconstrucción; les preocupa mucho más la salud del sector bancario que la de la nación. ¿Sería necesario crear el equivalente de un Banco de Reconstrucción nacional? De ser así, ¿podría comentar un poco más sobre cómo habría de estructurarse y administrarse un esfuerzo tal?
LaRouche: Concuerdo con las observaciones.
El gobierno federal tiene que actuar para crear formas sociales de transición que conserven capacidades productivas vitales y brinden empleo adecuado a su fuerza laboral, hasta ver el desenlace del período de intervención de entidades productivas esenciales de importancia nacional. Ha de considerarse que, en una fase posterior, las incorporaciones privadas convenientes liberarán las capacidades rescatadas de manos del gobierno.
Esto significa crear capital en la forma de una deuda a largo plazo que debe hacerse convertible en una capitalización privada en algún futuro apropiado. El Gobierno de los EU tiene que dar a conocer la creación de dicha deuda bajo sus facultades constitucionales con el consentimiento del Congreso.
El siguiente comentario adicional es necesario de forma implícita.
La orientación a la misión de la administración actual de la General Motors y demás, ha representado una parte integral de la filosofía de mala administración que en buena parte ha creado el desastre actual de la General Motors y demás. Desde mediados de los 1950, fomentar ingresos netos aparentes de la venta de autos nuevos ocultando un margen de endeudamiento en las existencias de autos usados de la nación, ha sido una tendencia duradera en la industria automotriz. Esta clase de imprudencia la llevaron a un extremo pertinente en las condiciones que siguieron al derrumbe, en el 2000, de la burbuja especulativa de la informática creada en los 1990. Lo que en tono de burla llaman “la filosofía de la admninistración de Enron” ha hecho presa de Wall Street, todo agravado por el auge que hubo después de 1987 en el uso de lo que de forma genérica se da en llamar “derivados financieros”. La filosofía administrativa implícita que esa página de la historia entraña ha representado un factor importante en el estado general de las firmas manufactureras y distribuidoras automotrices de Europa y los EU por más de una década.
Así, la eliminación de ese factor importante en la creación del margen actual de bancarrota en esa clase de casos y en otros comparables, es un componente esencial de cualquier medida correctiva ahora.
Pregunta: Se habla mucho del hecho de que necesitaremos una intervención federal para rescatar a la General Motors. Sin embargo, los términos de ese rescate podrían significar salvar a la GM en lo financiero, pero no necesariamente la capacidad productiva. Disponer dinero para pagarle a los acreedores de la GM haría felices a éstos, pero no salvaría ninguna plaza de trabajo. Pero, aun si los fondos fueran destinados a mantener la producción, gran parte de la producción de esa empresa ya tiene lugar en plantas que están allende las fronteras de los EU. ¿Cómo abordaría la cuestión de un rescate de la GM?
LaRouche: Usted expresa mis temores. La reorganización tiene que hacer del sustento del empleo de la fuerza laboral productiva afectada en el lugar en el que vive y trabaja en la actualidad, su prioridad. Son las capacidades productivas las que tenemos que proteger. Que los cuerpos administrativos de las empresas que supervisaron la creación del desastre y los intereses financieros responsables carguen con el muerto, no el empleado productivo ni su familia. Son los propietarios financieros los que generan la bancarrota y, así, heredan la carga de absorver la pérdida. Ellos tomaron el riesgo y lo administratron mal. Son los propietarios y la administración financiera los que fracasaron, y son ellos quienes se ganaron la oportunidad de pagar el precio. Ésa es la “ley de la libre empresa”, ¿qué no?
En cuanto al asunto crucial de interés nacional, si perdemos esas administraciones financieras, perdemos menos que nada. Si perdemos la capacidad productiva erigida en torno a un conjunto de especialistas en máquinas–herramienta, dejamos de ser una economía moderna.