Iberoamérica

La derecha mexicana se enfila al desastre
Desafueran a López Obrador


Manuel López Obrador. La derecha mexicana y sus aliados en el PRI
buscan eliminarlo como factor en las próximas elecciones presidenciales.
(Foto: Chalao Ramírez/Gobierno del Distrito Federal).

por Rubén Cota Meza

Por una votación mayoritaria de 360 votos, el pasado 7 de abril la Cámara de Diputados del Congreso de México privó del fuero a Andrés Manuel López Obrador, jefe del gobierno del Distrito Federal, y le destituyó de su cargo. Lo anterior es el paso previo a que se enjuicie al alcalde de la capital mexicana por supuesto desacato a la orden de un juez que mandó suspender la construcción de un camino de acceso a un hospital privado. Con ello, se busca eliminar a López Obrador como posible candidato a la Presidencia de la República en las elecciones del próximo año. López Obrador aventaja con mucho a todos los otros posibles candidatos en todas las encuestas.

Irónicamente, las exitosas maniobras del Presidente de México, Vicente Fox Quezada, de su derechista Partido Acción Nacional (PAN), con la complicidad de la mayoría del PRI para desaforar a López Obrador, no reflejan su fortaleza política sino, más bien, la desesperación en la que están cayendo las fuerzas de la derecha en México, ante el derrumbe político de la segunda presidencia de George Bush en los Estados Unidos, y la rebelión de otros gobiernos de Iberoamérica en contra de los dictados tiránicos del Fondo Monetario Internacional y de la llamada “globalización”. También reflejan la desesperación ilusa de pretender que todavía existe la supuesta “posición privilegiada de México” como vecino de los Estados Unidos, ilusión que, en un momento dado, Vicente Fox le ofrecía al resto de Iberoamérica como el camino a seguir hacia “el puente” de la Norteamérica del TLC, el “puente hacia la prosperidad”. Hoy los principales países de la región están huyendo del camino que México ha recorrido hacia su autodestrucción, mientras que la derecha mexicana y los oportunistas del PRI se aferran al mismo.

El 20 de abril la Procuraduría General de la República (PGR) consignó el expediente de López Obrador ante un juzgado federal de la ciudad de México. Quien llevará el caso será el juez 12, Juan José Olvera, de 36 años de edad, quien ha llevado casos como el de Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

En cualquier caso, el que pierde es Vicente Fox. López Obrador ha insistido en que no interpondrá un amparo ni obtendrá la libertad bajo fianza, sino que irá a la cárcel y, desde ahí, contenderá por obtener la candidatura del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la Presidencia de la República.

¡El mismo PAN le paga la fianza!

Si el juez encuentra improcedentes los cargos consignados por la PGR, López Obrador se fortalece; si va a la cárcel, aumentará la percepción entre la población de que se le está enjuiciando por motivos políticos, y crecerá su figura política, lo contrario a lo que Fox y su grupo pretenden. Sin embargo, el circo ha llegado a tal grado que, inmediatamente después de consignar a López Obrador ante un juez federal, la PGR anunció que López Obrador podría comparecer ante el juez sin tener que ir a la cárcel, puesto que “ya goza de libertad bajo caución” debido a que “dos ciudadanos” pagaron su fianza, fundamentado en el artículo 416 del Código Federal de Procedimientos Federales.

Resulta que quienes pagaron la fianza ¡fueron los mismos panistas, a través de los diputados locales Gabriela Cuevas y Jorge Lara!

Lo que refleja la persecución y el acoso en contra del alcalde de la capital mexicana es la desesperación de la derecha mexicana por preservar un modelo económico fracasado. Lo que se presentó al mundo como “modelo a seguir” a principios de los 1990, el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) que negoció el Gobierno del PRI de Carlos Salinas de Gortari, se vino abajo con la crisis monetaria de diciembre de 1994, y el desplome de la economía mexicana de 1995. Con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la República, en marzo de 1994, se le franqueó el paso a la Presidencia de México a Ernesto Zedillo, quien empezó rescatando a la banca privada asumiendo como deuda pública las enormes pérdidas financieras resultado de sus propias políticas.

Zedillo también privatizó el sistema de pensiones en 1997, para inyectarle liquidez a los mismos bancos quebrados, a costa de los “ahorros” forzados de los trabajadores, y terminó maniobrando para hacer perder a su propio partido en las elecciones del año 2000 y entregarle el poder al Partido Acción Nacional (PAN), cuyos orígenes se remontan al asalto sinarquista franco–austríaco en contra de México conocido como el “imperio” de Maximiliano de Habsburgo.

Ahora, al término de la administración de gobierno del sinarquista Vicente Fox, la economía mexicana se encuentra en una parálisis peor que la de 1995–97, debido a que las fuerzas de la población se encuentran ya exhaustas después de más de veinte años de saqueo inmisericorde, y la situación financiera y monetaria del país está a punto de un nuevo estallido como el de 1994.

Hasta el supuesto “milagro” de las maquiladoras ha dejado de funcionar, y se vive una contracción en ese sector.

Con el desastre económico encima, el presidente Fox se manifiesta cada vez más desconectado de la realidad, haciendo pronunciamientos grandilocuentes y disparatados, como que el país “ha dado un salto cuántico” en la calidad educativa, cuando cada vez más niños y jóvenes abandonan la escuela para poder buscar el sustento en condiciones prácticamente de esclavitud; o que no le preocupan los diagnósticos severos y las críticas de los organismos internacionales, que casi a diario señalan las precarias condiciones de salud, empleo, educación y otras características demográficas, puesto que, según él, “sin los pobres, este país no tendría la energía que tiene”.

En medio de esta situación, y del derrumbe político de la segunda gestión de gobierno de George Bush, la derecha no tiene resuelta la sucesión presidencial a la manera tradicional mexicana, y ha optado por eliminar a uno de los contendientes, a la vez que, quizá, esté buscando manipular a sectores radicales de “izquierda” para desencadenar un proceso de violencia que induzca el mismo “voto del miedo” que llevó a Ernesto Zedillo a la presidencia, después de “la insurgencia armada” del EZLN y los asesinatos políticos de 1994.

Conciente de esto último, Andrés Manuel López Obrador, ante 300 mil personas reunidas en la plaza pública el 7 de abril, antes de comparecer ante la Cámara de Diputados en la que sería desaforado, manifestó que “tenemos que actuar con mucha inteligencia y decisión. Nada de violencia. Nada de caer en provocaciones. . . les pido encarecidamente: no hagamos nada que pueda propiciar el enfrentamiento. . . Pero quiero ser más preciso: nada de bloqueos de calles o carreteras; nada de tomar instalaciones públicas y privadas. Nada de actuar como lo tienen estudiado y previsto nuestros adversarios”.