Cuando el
5 de abril Bush visitó las oficinas de la agencia federal de Deuda
Pública en Parkersburg, Virginia Occidental, en un acto de demencia, hizo
alto frente al archivero que contiene los 1,7 billones de dólares en
valores del Tesoro que constituyen el fondo del Seguro Social, y dijo que esos
bonos no eran “activos reales”. “No hay ningún fondo
fiduciario. Sólo hay unos vales que yo vi de primera mano”, dijo.
Hay
claros indicios de que la locura ha hecho presa de la Casa Blanca de George W.
Bush.
Esta
publicación y LaRouche PAC, el comité de acción
política del economista y dirigente político demócrata
Lyndon LaRouche, recibieron informes de varias fuentes muy confiables en
Washington, D.C., al efecto de que Karl Rove, el estratega político del
presidente Bush, y otros funcionarios de la Casa Blanca le echaron en cara a un
prominente senador republicano de los Estados Unidos sus supuestas
“conexiones con Lyndon LaRouche”. El senador, quien de hecho no
está relacionado de modo alguno con LaRouche, negó las
acusaciones, pero los funcionarios no le creyeron y, según las fuentes,
le exigieron emitir una declaración pública en contra de LaRouche
para “probar” su lealtad. El senador sí profirió un
ataque contra el Partido Demócrata, pero se abstuvo de nombrar a
LaRouche.
LaRouche
comentó que el incidente, junto con la conducta que mostró Bush en
su conferencia de prensa el 28 de abril, prueba que la camarilla a cargo de la
Casa Blanca está loca de remate. Esta locura, y el ataque temerario en
reacción a la creciente influencia política de LaRouche,
representan una grave amenaza a la seguridad nacional de los EU, en momentos en
que encaran la desintegración del sistema monetario mundial de tipos de
cambio flotantes, basado en el dólar, que remplazó al sistema de
Bretton Woods en 1971–1972, y también la pérdida inminente
de las capacidades productivas físicas combinadas de las industrias
aeroespacial, aérea y automotriz, como muestran los casos de la General
Motors y la Ford, que están al borde de irse a la quiebra.
‘No me
importa lo que digan los panfletos’
El
desquiciamiento de Bush y los suyos al parecer viene de su frustración
por el hecho de que a pocos meses de haber iniciado su segunda
administración de gobierno, el Presidente está quedando como un
mero figurón. Según las encuestas más recientes, el apoyo
popular de Bush había bajado a niveles no vistos desde que el
desacreditado Richard Nixon cayó en desgracia. La pieza central del
programa de gobierno de Bush, la privatización del Seguro Social, cada
día cuenta con menos adeptos, aun entre las huestes republicanas. Y el
Presidente culpa de ello a. . . ¡Lyndon LaRouche!
Esto
quedó de manifiesto el 26 de abril en Galveston, Texas, ciudad que el
Presidente visitó durante su primera gira de “60 ciudades en 60
días”, para vender su plan de privatización del Seguro
Social. Según Bush: “Si estás jubilado, si nacistes antes de
1950, el sistema cuidará de ti. No tienes de qué
preocuparte”. “No me importa lo que digan los
panfletos”, añadió, en una clara alusión (su
tercera durante la gira) a los únicos “panfletos” que
circulan en los EU sobre el Seguro Social en estos momentos
—Bush’s Social Security Privatization. Foot in the Door for
Fascism; su versión en español, La privatización del
Seguro Social: Bush le abre la puerta al fascismo; y Bush’s Social
Security Fraud: Stop George Shultz’s Drive for Fascism (El fraude del
Seguro Social de Bush: ¡Alto a la marcha de George Shultz hacia el
fascismo)—, todos publicados por LaRouche PAC, y de los cuales el
Movimiento de Juventudes Larouchistas ha repartido millones de
ejemplares.
Otro
indicio de que la resistencia catalizada por LaRouche y su movimiento contra la
privatización del Seguro Social ha sacado a Bush de quicio, se vio
durante la conferencia de prensa del 28 de abril, cuando el Presidente dijo que
era “importante que nuestros conciudadanos sepan que no hay una cuenta
bancaria aquí en Washington, D.C., donde guardemos los impuestos sobre
sus ingresos, para luego devolvérselos cuando se jubilen. Nuestro sistema
es uno de pagar los gastos cuando vayan surgiendo. El Gobierno gasta el dinero
en los jubilados actuales, y con el dinero que sobra financia otros programas
gubernamentales. Y lo único que queda son unos archiveros llenos de
pagarés”. Lo último fue una clara referencia a los bonos del
Estado que recibe el Seguro Social a cambio del dinero que le presta al
gobierno. Su implicación fue obvia: él no tiene la menor
intención de rescatar esos bonos cuando venzan.
Pero no
pasaron ni unos minutos, cuando en respuesta a la misma pregunta, Bush
añadió que quien no quiera arriesgar su pensión
apostándole a la bolsa de valores, puede “ir de bonos y acciones a
solamente bonos a medida que te pongas más viejo”. O sea,
¡invertir en los mismo bonos que acababa de decir que su Gobierno no va a
redimir!
Bush
también está topándose con otros huesos duros de roer. Uno
de ellos es que la minoría demócrata amenaza con recurrir al
filibusterimo para impedir que el Senado ratifique a una decena de jueces
nombrados por Bush, a quienes los demócratas consideran extremistas, por
pertenecer a la facción de la llamada “Constitución en el
exilio”, que quiere dar al traste con todos los programas de bienestar
social promulgados por el presidente Franklin Roosevelt.
La
mayoría republicana dice que en ese caso derogará el derecho al
filibusterismo, mismo que data de casi la fundación misma de los EU, y
garantiza que los derechos de la minoría no sean atropellados por una
tiranía de la mayoría. De imponer los republicanos su
anticonstitucional “opción nuclear”, los demócratas
obstaculizarán el funcionamiento normal del gobierno. Pese a la
propaganda propalada por Bush y sus huestes en el Senado y en las filas de los
fundamentalistas religiosos, la oposición de los demócrata a estos
jueces —muchos de los cuales Bush volvió a nombrar por segunda vez,
luego de no lograr su ratificación en su primer Gobierno— no es
porque se opongan al aborto, sino porque “tienen posiciones radicales en
lo relativo a la función de los estados”, explicó el senador
Joseph Biden en una entrevista de televisión el 17 de abril.
Como dijo
LaRouche, los presuntos jueces son partidarios de la Confederación
esclavista: “No sólo odian la Constitución, sino que
también odian la Declaración de Independencia. Estos son traidores
a los EU y, si prevalecen, entonces los EU serán destruidos”.
LaRouche dijo que de proceder los bushistas con su “opción
nuclear” (a lo que muchos republicanos se oponen, pues ellos
también se han valido del filibusterismo para bloquear el nombramiento de
jueces) e imponer a estos jueces, “esto pondrá en tela de juicio la
credibilidad de todo el sistema judicial federal”.
El
Gobierno de Bush también recibió un golpe duro cuando la
Cámara de Representantes decidió el 27 de abril, por un voto
abrumador de 406 contra 20, reestablecer el reglamento anterior de su
Comisión de Ética, lo que significa que ahora se llevará a
cabo una investigación cabal sobre las supuestas prácticas
corruptas del líder de la mayoría republicana Tom Delay, un aliado
clave y paisano tejano de Bush.
Encima,
el Senado, con la participación activa de varios republicanos, y en
especial del senador George Voinovich, pospuso la ratificación del
nombramiento como embajador a la ONU de John Bolton, el gallinazi neoconservador
de la pandilla del vicepresidente Dick Cheney. Por expresar sus dudas sobre
Bolton —a quien LaRouche viene atacando desde hace tiempo por amagar con
“satisfacer a todas las putas de La Habana”, luego de que mintiera
sobre unas supuestas armas biológicas desarrolladas por Cuba—, el
senador republicano Voinovich se ha ganado la enemistad de Rove, quien ahora ha
desatado una campaña de ataques en su contra.
Rove
amenaza con darle el “tratamiento Voinovich” a otros republicanos
que insistan en no acatar las órdenes de la Casa Blanca, y le ha pedido a
la Liga Antidifamación de la B’nai B’rith (ADL) que lleve a
cabo una campaña de ataques difamatorios contra ciertos
demócratas.
La Casa
Blanca tuvo que recurrir a la ADL luego de que el Comité de Acción
Política Americo–Israelí (AIPAC) se vio obligado a botar a
dos de sus más altos funcionarios, su director de política Steve
Rosen y su analista en jefe sobre Irán Keith Weisman, para tratar de
tapar la herida causada por el hecho de que ambos son investigados por el FBI,
por sospecha de pasarle secretos militares de los EU a Israel. Estos despidos,
junto con los escollos con los que chocó Bolton, crearon serias
dificultades para los planes de los neoconservadores de provocar un
enfrentamiento entre los EU e Irán, señaló el semanario
Forward el 29 de abril.
Y, por
primera vez que se recuerde, los EU no lograron imponer a su candidato como
secretario general de la OEA. Su primer candidato, el ex presidente
salvadoreño Francisco Flores, tuvo que retirarse a principios de abril, y
luego tuvo que hacer lo mismo el canciller mexicano Luis Ernesto Derbez,
dejándole el puesto al ministro de Interior de Chile, José Miguel
Insulza. Y como si eso fuera poco, la Condoleeza Rice, en su gira por cuatro
países americanos a fines de abril, no logró sumar a nadie
importante a su campaña para “cambiar el régimen” del
presidente venezolano Hugo Chávez.