Fue
gracias a las capacidades de la industria automotriz
que el hombre puso pie por
primera vez en la Luna.
(Foto: NASA).
por Marsha
Freeman
Sectores
enteros de la industria automotriz estadounidense están ahora al borde de
la bancarrota y su virtual desaparición. Aunque hay una capacidad sobrada
en la industria en términos del hoy deprimido mercado automotriz, esta
industria alberga las mayores capacidades industriales de
máquinas–herramienta, ingeniería y fuerza laboral calificada
de los Estados Unidos. En los 1970 uno de cada 13 empleos en esta nación
dependía de la industria automotriz. Semejante infraestructura invaluable
tiene que preservarse.
Los
pioneros de vanguardia en la industria automotriz nunca consideraron que esta
capacidad de producción en masa impulsada por la tecnología
estuviera limitada a producir sólo automóviles. La Ford Motor
Company, por ejemplo, en un tiempo fue la principal fabricante de tractores y
otro equipo agrícola en este país. Las capacidades manufactureras
a gran escala de la industria le permitieron a los EU convertirse en el
“arsenal de la democracia” del presidente Franklin D. Roosevelt
durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo que es
menos sabido es que sin estas capacidades del sector automotriz y sus miles de
industrias subsidiarias de máquinas–herramienta de alta
tecnología y otras, con sus trabajadores calificados, los EU no hubieran
podido ir al espacio.
En 1934
un joven ingeniero llamado Russ Colley, mientras trabajaba para la B.F. Goodrich
en Akron, Ohio, en la producción en masa de llantas para
automóviles, desarrolló el primer traje de presión.
Éste les permitió a los pilotos de aviones volar por primera vez
más allá de los 30.000 pies de altura. A principios de 1961 Colley
diseño el traje espacial que protegió a los primeros astronautas
de la NASA, en el programa Mercurio. En los 1970 la Goodrich Corp. pasó a
producir los neumáticos, los sistemas de frenado, las ruedas y el tren de
aterrizaje de cada uno de los transbordadores espaciales.
Con el
anuncio del presidente John F. Kennedy el 25 de mayo de 1961, de que para fines
de esa década los EU “pondrían a un hombre en la Luna y lo
traerían sano y salvo de regreso a la Tierra”, la industria
automotriz y las empresas de máquinas–herramienta que la
abastecían movilizaron y ampliaron sus recursos para desempeñar
una función destacada en éste que fue el mayor reto
tecnológico de todos.
En
realidad no es de sorprender que la industria automotriz sea tan fundamental
para la aeroespacial. La propia industria aeronáutica tiene el mismo
origen que la industria del vehículo motorizado que la antecedió,
en la misma parte del corazón industrial de los EU. En la Segunda Guerra
Mundial la convocaron a pasar de producir carros a fabricar aviones.
Y la
única experiencia de los EU con los vuelos en los 1950 fue en el aire, en
los albores de la era espacial.
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Empresas como la Chrysler participaron en la construcción del Apolo 11, haciendo realidad el alunizaje en 1969.
(Foto: NASA). |
La Luna y
más allá
El
desarrollo del cohete Saturno V que llevó a los astronautas
estadounidenses a la Luna, en el Programa Apolo, formó parte sustancial
de la mayor movilización industrial de la historia de esta nación
en tiempos de paz. Este enorme cohete medía mas de 110 metros de altura y
pesaba casi 3 mil toneladas al momento del despegue. Su construcción
requirió el mayor nivel de precisión, a márgenes de
tolerancia hasta entonces sin precedentes, y el desarrollo de tecnologías
totalmente nuevas para soportar los rigores del vuelo espacial.
La
Chrysler, con sede en Detroit, fue la contratista principal en la
fabricación de 20 modelos de investigación y desarrollo del cohete
alemán Redstone, derivado del V–2, en los 1950, y construyó
todos los modelos operativos del Centro Aeroespacial Marshall de la NASA en
Huntsville, Alabama. Alan Shepherd subió a un cohete Redstone en 1961
para convertirse en el primer estadounidense en el espacio.
La
Chrysler hizo una oferta, y el 17 de noviembre de 1961 la seleccionaron de entre
otros cinco contratistas para diseñar y fabricar la primera fase del
cohete Saturno V. La planta de ensamblaje de Michoud, en las afueras de Nueva
Orleáns, donde la Chrysler empleaba a 2.000 trabajadores que fabricaron
tanques durante la guerra de Corea, fue reequipada para construir la primera
etapa del cohete lunar. Las instalaciones constaban de 186.000 metros
cuadrados.
Hoy la
planta Michoud produce los tanques de combustibles externos del transbordador
espacial, cuyas dimensiones son comparables a las del Saturno V, y es la mayor
instalación manufacturera de los EU.
Al
comienzo de la era del transbordador espacial, en 1970, la Chrysler
recibió un contrato de 750 mil dólares para realizar uno de varios
estudios de diseños para naves espaciales reutilizables.
En los
1960, casi 200 partes de la mayoría de los automóviles
estadounidenses eran manufacturados en la división automotriz de la TRW
Corporation, con sede en Cleveland. En los 1960 la TRW empezó a construir
motores de piloto automático para el cohete Saturno V del programa
Apolo.
Las
empresas automotrices establecieron divisiones espaciales, no sólo para
contribuir con los programas de la NASA financiados por el gobierno, sino para
traer la tecnología espacial al mercado comercial.
La Ford
Motor Company estableció una división espacial en 1976 y, hasta
que vendió la unidad a Loral en 1990, diseñó y
manufacturó avanzados satélites comerciales de telecomunicaciones
para uso nacional y para la exportación. La TRW también devino en
un fabricante de satélites comerciales.
La
industria automotriz y su gran cadena de abastecedores también
contribuyeron fabricando partes fundamentales de muchos satélites
científicos no tripulados.
El 5 de
abril pasado la NASA anunció que financiaría una extensión
de 18 meses a la misión de las dos sondas móviles en Marte. Las
sondas móviles Spirit y Opportunity, que fueron diseñadas para
funcionar al menos 90 días, ya han estado explorando Marte por mas de 15
meses.
Ambas
sondas, que han revolucionado nuestro entendimiento de Marte y siguen
funcionando en condiciones extremas de frío, polvo y oscuridad, usan
cojinetes de municiones de precisión diseñados por la abastecedora
automotriz Timkin Company en Canton, Ohio.
Pero las
destrezas que nos dieron la capacidad de poner hombres y máquinas en el
espacio están amenazadas. La Timkin, por ejemplo, pasa por una
relocalización de la mayoría de sus plantas manufactureras a
China, al tiempo que tapia sus plantas en los EU.
Como
está demostrado, con el liderato y las medidas económicas
adecuadas, la fuerza manufacturera y de ingeniería calificada de la
industria automotriz puede aprovecharse en los retos más exigentes. Ahora
debería ampliarse para emprender una vasta ampliación de los
programas de exploración espacial.
No hay
tiempo que perder.