Los banqueros
desmiembran a la General Motors
Lyndon
LaRouche le ha exigido al Congreso de los EU intervenir para salvar de los
banqueros a la fuerza laboral y la capacidad productiva de la industria
automotriz.
por Nancy
Spannaus
Tal como
advirtió Lyndon LaRouche, uno de los dirigentes del Partido
Demócrata, los banqueros están respondiendo a la desesperada
crisis financiera de la General Motors Corporation (GM) y de otros fabricantes
automotrices importantes, exigiendo su desmantelamiento y la liquidación
de sus partes integrantes para sacar ganancias, en vez de proteger su capacidad
productiva. La cada vez más precaria situación financiera de la
GM, y las exigencias de estos banqueros, subrayan la urgencia del llamado que le
hizo LaRouche al Senado de los Estados Unidos, para que tome medidas de
emergencia para salvar a la industria automotriz y al sistema
económico–financiero de los EU de una quiebra
desastrosa.
El
memorando con las medidas de emergencia que propone LaRouche, mismo que su
comité de acción política, LaRouche PAC, está
circulando en Washington, D.C., insta al Senado a poner en marcha un programa a
lo Franklin Roosevelt par salvar la capacidad de
máquinas–herramienta del quebrado sector automotriz, y que luego
emitiría crédito con respaldo del gobierno para aprovechar dichas
capacidades en programas acelerados de reconstrucción de la
infraestructura económica física, como lo serían sistemas
ferroviarios, hidráulicos y de energía. El Gobierno de los EU
tiene que “garantizar que el empleo continuo de la fuerza laboral de esa
industria [automotriz] siga funcionando, en todos y cada uno de sus lugares
actuales de empleo, al margen de lo que pase con la arquitectura financiera
asociada con la propiedad actual de ese conjunto de empresas”, insiste
LaRouche.
El desastre
financiero
No hay
duda que en lo financiero la GM y su rival, la Ford, están en la quiebra.
La GM anunció el 20 de abril que sufrió pérdidas de 1.100
millones de dólares en el primer trimestre de 2005, y ahora rehusa
proyectar cuál será su posición fiscal para fines de
año. Según cableó Bloomberg.com el 20 de abril, la
situación es peor de lo que parece, pues las cifras de la GM muestran que
en el primer trimestre tuvo un flujo negativo de efectivo de 4.700 millones
de dólares. Aun con los 25 mil millones de dólares de reserva
que la GM dice tener, semejante flujo pronto arrasaría con la capacidad
de funcionar de la empresa.
¿Cómo
es que la empresa automotriz estadounidense por excelencia cayó en tan
precaria situación? No todos sus problemas pueden explicarse desde el
interior de la industria automotriz. Por un lado, han convertido el negocio del
financiamiento automotriz en otra burbuja financiera, prestándole
ingentes cantidades de dinero para vehículos sobrevaluados a una
clientela cada vez con menos posibilidades de pagar. La GMAC, el brazo de
financiamiento de la GM, emprendió otras operaciones especulativas tales
como la de bienes raíces, y las ventas de automóviles han ido en
picada a pesar de enormes incentivos y descuentos. Con estos factores en mente,
los tiburones financieros de la agencias calificadoras han elevado cada vez
más la sobretasa que la GM tiene que pagar por sus bonos, los que ahora
están a un pelo de caer a la categoría de chatarra.
Pregúntale
a la administración de la GM cuál es el problema, y mentirá
diciendo que es una consecuencia del alto costo de las prestaciones
médicas y las pensiones de los retirados. En una conferencia
telefónica el 20 de abril el jefe de finanzas de la GM, John Devine,
amenazó con saquear el fondo de 20 mil millones de dólares que la
GM tiene destinado para los trabajadores sindicalizados estadounidenses y sus
dependientes, de no mejorar la situación financiera de la
empresa.
Quieren hacerla
pedazos
Sin
embargo, los banqueros (los mismos que sienten frustración por no haber
podido avanzar en su robo del fondo del Seguro Social) tienen algo aun
más destructivo en mente: cerrar sectores enormes de la empresa, despedir
a los trabajadores y hacer pedazos las operaciones, para hacer de la
amortización de la deuda la prioridad.
Rod Lache
y Michael Heifler del Deutsche Bank dijeron que la GM quizá se vea
“obligada a emprender una gran reestructuración, que podría
significar el cierre de cuatro plantas de ensamblaje y la eliminación de
entre 20.000 y 30.000 plazas de trabajo en Norteamérica”,
según informó el Detroit News del 19 de abril.
También dijeron que eso puede significar la desaparición de una de
sus marcas —probablemente la Buick—, renegociar las prestaciones de
salud con el sindicato de la UAW, y cortarle otras prestaciones a los
trabajadores despedidos, quienes representan la mayor parte de su nómina.
“Recomendaron” una medida que recortaría 2.500 dólares
al año por trabajador en prestaciones de salud, y predijeron que la GM,
luego de seguir sus recomendaciones, “puede surgir como un fabricante
automotriz más pequeño, pero más saludable”.
Otros
“analistas” han “pronosticado” que la GM tendrá
que eliminar un “exceso de capacidad, que equivale a ocho plantas de
ensamblaje, en los próximos dos trimestres”. Todos estos planes
implican despidos generalizados que, en efecto, echarían por la borda a
gran parte de la fuerza laboral más calificada de la
nación.
Y no es
sólo la GM la que está en el destazadero. Los bonos de la Ford, la
segunda empresa automotriz de los EU, tienen la misma calificación
precaria que los de la GM, y Ford también ha anunciado la caída de
sus utilidades.
No es de
sorprender que la crisis de los principales fabricantes de automóviles
esté teniendo efectos colaterales sustanciales en la industria de abasto
de los talleres de máquinas–herramienta, como es el caso de Delphi
y Visteon, las que también están viendo mermados sus
ingresos.
Una crisis
sistémica
Los
anuncios de una reducción de la producción automotriz —que
la Ford y la GM ya hicieron— no crearán problemas en el abasto de
vehículos necesarios; los EU ya producen demasiados automóviles (y
demasiados “todo terreno”). Pero los EU no pueden darse el lujo de
perder su fuerza laboral productiva, que de inmediato debe emplearse en
reequipar las plantas para la producción vital en sectores del desarrollo
de la infraestructura.
Como
Lyndon LaRouche le dijo por teléfono a una reunión que tuvo lugar
en Lima el 20 de abril (ver pág. 24), la crisis de la industria
automotriz, tanto a nivel internacional como en los EU, no es sólo un
problema de producción sino de los detonadores potenciales de un derrumbe
impresionante del castillo de naipes que es el sistema financiero basado en el
dólar. Los cientos de miles de millones de dólares que adeuda el
sector automotriz, apalancados y multiplicados por un sistema financiero mundial
al que han presionado al máximo, y una crisis de confianza en dicho
sector, muy bien podrían ser los detonadores del desastre.
Pero esto
no quiere decir que lo que necesitamos es un rescate financiero de la industria
automotriz “a la Chrysler”, como en los 1970. Al contrario. LaRouche
ha insistido que nos deshagamos de las obligaciones impagables, pero que el
Gobierno de los EU ofrezca crédito (a largo plazo y bajas tasas de
interés) para garantizar que los trabajadores reciban sus prestaciones y,
lo más importante, que los operarios calificados trabajen en obras
prioritarias de reconstrucción. El gobierno federal puede encontrar con
facilidad los mecanismos para otorgar este crédito, dice LaRouche, de
ceñirse al modelo de Roosevelt y su Corporación de Financiamiento
para la Reconstrucción.
Los
funcionarios de la GM y sus acreedores han amenazado a los trabajadores con que
tienen que aceptar de inmediato la demanda de romper sus contratos y paquetes de
prestaciones y el cierre de plantas, o tomarán medidas aun más
drásticas en una reorganización por bancarrota a manos de los
acreedores. LaRouche ha opuesto esta perversión del concepto de
bancarrota, con la afirmación de que no debe haber ningún esfuerzo
para proteger las estructuras de la firma o la administración y los
valores financieros, y que la GM necesita someterse a una reorganización
supervisada por el gobierno, que impida que su administración y los
acreedores saqueen su capacidad productiva y su mano de obra
calificada.
Junto con
las medidas de emergencia internas, dice LaRouche, tendrá que darse una
reorganización financiera mundial en colaboración con otras
naciones que estabilice al dólar, reestablezca los tipos de cambio fijos
y reanude la cooperación en las grandes obras que se necesitan con
urgencia.
La crisis
automotriz está ayudando a forzar este gran cambio, que nos
regresaría a las condiciones que había antes de la ominosa
adopción del sistema que remplazó al de Bretton Woods en 1971,
dijo LaRouche. La alternativa es clara: o tenemos un desplome del dólar
estadounidense y de la economía, o un rescate rooseveltiano de la
economía física que empiece por tratar a la industria automotriz
como el bien nacional que es.