La Estrategia
Vernadsky
“Aunque
hay cierta tendencia a limitar las proposiciones actuales de desarrollo de la
infraestructura a ‘una nueva Ruta de la Seda’, semejante
eslabón de transporte, por sí mismo, no cubriría las
necesidades de un ascenso general y sostenible del desarrollo económico
de Eurasia. Lo que se necesita es, más que una mera ‘nueva Ruta de
la Seda’, una red de corredores de transporte, generación y
distribución de electricidad, grandes obras hidráulicas y cambios
semejantes, todo a los largo de rutas de desarrollo de hasta cien
kilómetros de ancho”.
por Lyndon H.
LaRouche
26 de
abril de 2001.
Resumen
ejecutivo publicó originalmente este documento en su edición de
la segunda quincena de junio de 2001, pero, por su importancia hoy, lo volvemos
a reproducir aquí.
Como lo
he subrayado repetidas veces, en nuestros días hay solamente tres
culturas nacionales capaces de concebir la iniciación de soluciones de
conjunto a problemas mundiales actuales como el hundimiento cada vez más
acelerado del actual sistema financiero mundial. Lo repito: son los Estados
Unidos, Rusia y la monarquía británica. Dada esa tragedia
olímpica conocida entre el público como el Gobierno de Bush,
sólo alguna combinación de Estados eurasiáticos en
cooperación, que incluya a Rusia y a Europa Occidental continental,
sería capaz en la actualidad de cultivar la clase de iniciativa que se
necesita con urgencia hoy en día.
Por
razones que pondré aquí de relieve, la personalidad del
biogeoquímico V. I. Vernadsky debiera servir de figura unificadora
esencial para la contribución de la ciencia de Rusia y Ucrania al
desarrollo unificado de Eurasia en su conjunto. Este programa de desarrollo
eurasiático ha de considerarse el rasgo central de una perspectiva de
desarrollo económico general tanto para América como para
África. En verdad, en las condiciones mundiales presentes, dicho
desarrollo eurasiático es indispensable para que sobreviva no sólo
África, sino también las naciones de América en tanto
Estados nacionales viables.
Repasemos
el asunto, primero, desde el punto de vista de la cuestión continua de la
llamada “geopolítica”, y localicemos luego las maravillosas
implicaciones del legado de Vernadsky para la ciencia y la economía, no
sólo para Eurasia, sino para toda la humanidad.
¡Geopolítica,
a estas alturas!
En
sí misma, la cuestión estratégica en la que ubico esta
discusión no es nueva. Más o menos desde 1877, la monarquía
británica había hecho girar siempre su doctrina geopolítica
en torno a asegurar el fomento de conflictos mutuamente devastadores entre
Alemania y Rusia, como rasgo central de su gran estrategia. Todas las
iniciativas importantes para el mejoramiento de la humanidad, desde la Guerra de
Secesión de los Estados Unidos, han girado en torno a la
cooperación implícita de los EUA con las naciones principales de
Eurasia continental en pro de la clase de desarrollo económico inherente
a la orientación de Benjamín Franklin, Alexander Hamilton,
Federico List y Henry C. Carey.
Debiera
recordarse que la derrota de la conspiración confederada, instrumento de
la monarquía británica, a manos del Presidente de los Estados
Unidos Abraham Lincoln, y la adopción del modelo económico
estadounidense por Rusia, la Alemania de Bismarck, Japón, etc,
después de la Exposición del Centenario realizada en Filadelfia en
1876, crearon las condiciones para construir en el continente eurasiático
redes ferroviarias transcontinentales inspiradas en el precedente
estadounidense. Esto, por razones que ya detallé en trabajos previos, fue
el acicate de los programas conjuntos geopolítico y de
construcción naval de la monarquía británica en el lapso
que culminó con la manipulación de Francia y Rusia por parte de la
Gran Bretaña para desatar la Primera Guerra Mundial contra Alemania, con
el apoyo de instrumentos de Londres como los presidentes estadounidenses Teodoro
Roosevelt y Woodrow Wilson, hijos fieles de la traicionera
Confederación.
De modo
parecido, al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Gran Bretaña
quedó reducida a la condición de potencia mundial de segunda
clase, ésta, valida tanto de métodos venecianos tradicionales como
de agentes y agentes de influencia británicos dentro de los Estados
Unidos, orquestó la creación de un conflicto nuclear entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética. De ese modo, Londres pudo
explotar los efectos de la crisis de los proyectiles para producir la
autodestrucción, pasada la crisis de los proyectiles, de los dos
principales rivales estratégicos de Londres, lo que condujo a la forma
angloamericana presente de dominio mundial, así como a que el mundo en
general se vea empujado no sólo al mayor desastre financiero de la
historia, sino al borde económico de la nueva Era de Tinieblas que
amenaza a todo el planeta.
De 1861 a
2001, la cuestión práctica central de la política mundial
cobra la forma presente de la disyuntiva entre la dedicación eficiente al
desarrollo económico cooperativo entre cuando menos la mayoría de
los pueblos de Eurasia continental, o el dominio mundial de una nueva forma de
la vieja potencia imperial marítima de la oligarquía financiera de
Venecia, un “nuevo Imperio Romano” angloamericano, gobernado por el
puño del “gigante tonto” estadounidense mangoneado como un
lacayo inmanejable y bruto del Imperio Británico, a la manera de los
presidentes estadounidenses Bush pasado y presente.
El
período más parecido de la historia es uno que estudiara el gran
dramaturgo William Shakespeare. La amenazadora situación que enfrenta el
mundo en la actualidad es casi equiparable a la historia de Europa a lo largo
del prolongado y ruinoso reinado de los Plantagenet (1154–1485), de
Enrique II a Ricardo III.
Esta Casa
de Anjou, en tanto aliada del poder marítimo imperial de Venecia, tuvo
parte importante en la repetida ruina de Europa durante todo ese lapso. Este
papel de la Casa de Anjou, así como el que tuvo en acciones
“ultramontanas” para aplastar los intentos, como los que se hicieron
bajo los Hohenstaufen, en especial Federico II y Alfonso el Sabio de
España, por instaurar Estados nacionales, llevaron inevitablemente no
sólo a la Era de Tinieblas de la Europa del siglo 14, sino también
a tales horrores continuos como la “guerra de los Cien Años”
y las “guerras de las Rosas” dentro de la propia
Inglaterra.
Dicha
alianza de Venecia con la Casa de Anjou ha de compararse con la aflicción
semejante que azotó a Europa en la forma de las guerras religiosas que,
en torno a los Habsburgo, tuvieron lugar entre 1511 y 1648, período que
los historiadores califican a veces, con razón, de “Era de
Tinieblas menor” en la historia europea.
El hecho
estratégico esencial que han de reconocer todas las personas que no
deseen que las juzguen con razón enfermas mentales, ignorantes o
estúpidas, es que el mundo entero —incluida la situación
interna de los propios Estados Unidos— se enfrenta de inmediato a una
crisis histórica equiparable, en sus amenazadoras implicaciones, al
legado del prolongado dominio imperial de los Plantagenet en varias partes de
Europa, en épocas variadas, y en Inglaterra todo ese tiempo. Con la ayuda
de criaturas como Ariel Sharon y del “choque de civilizaciones” y
locuras semejantes, estilo “Proyecto Democracia”, del Samuel P.
Huntington de Zbigniew Brzezinski, el mundo se tambalea precariamente al borde
de un estallido general de guerra religiosa como la que sufrió Europa de
1511 a 1648.
No es
posible que los Estados Unidos sobrevivan la continuación de las
directrices actuales del Gobierno de Bush. O se eliminan a corto plazo esas
directrices y cualquier cosa parecida, para volver a algo parecido a las medidas
de recuperación económica de Franklin Roosevelt, o la
autodestrucción económica de los Estados Unidos será pronto
inevitable. Sin embargo, en ese caso, el que se mantenga un dominio mundial
angloamericano como el que pusieron en marcha las medidas de Thatcher y Bush de
1989–1991 significaría el hundimiento prácticamente
inevitable de todo el planeta en una nueva Era de Tinieblas igual de grave o
peor que la de mediados del siglo 14 en Europa.
La opción a
mano
Mientras
el Gobierno de Bush mantenga sus locas directrices actuales, solamente en
algunos círculos del Reino Unido y en la cooperación entre la
Rusia del presidente Vladimir Putin y otros Estados de Eurasia continental
existe alguna posibilidad activa de iniciar de veras la adopción de una
alternativa eficaz a las horribles consecuencias de lo que tendría para
la generalidad del mundo el que se mantenga el rumbo de Bush.
En el
propio Reino Unido, aun entre muchos cuyas orientaciones no son, digamos, las
mejores, hay cierto pavor por las implicaciones de la vil locura del Gobierno
estadounidense actual, así como de un Congreso de los Estados Unidos que
sigue arrastrándose, como una recua de oportunistas cobardes o algo peor,
ante las exigencias del Gobierno de Bush y otras parecidas.
Más
importante es el papel esencial de Rusia, de ligar los intereses vitales de las
naciones de Europa continental Occidental y Central con los intereses
equivalentes del centro, el sur, el sudeste y el este de Asia.
Para
decirlo con toda la sencillez y exactitud que la brevedad admite, la
economía real de Europa continental Occidental y Central no puede seguir
sobreviviendo sin una economía alemana relativamente saludable. La
economía de Alemania, a su vez, no puede eludir el hundimiento sin la
renovación sustancial del peso relativo de su antiguo papel de exportador
de tecnología. Ninguno de estos y otros problemas conexos de Europa
continental y Eurasia en su conjunto se pueden domeñar sin un nuevo
sistema de crédito, sustentado en los poderes soberanos de los Estados,
para adelantar crédito a largo plazo para construir infraestructura en
gran escala y aumentar tecnológicamente de otras maneras la capacidad
productiva física del trabajo por toda Eurasia.
Los
métodos para revivir así la economía de Alemania y de la
generalidad de Europa continental son los que el doctor Lautenbach le propuso
que adoptara a una reunión de 1931 de la Sociedad Federico List de
Alemania, proposición que, si se hubiera aprobado, pudo haber evitado el
ascenso de Hitler al poder y, con ello, la Segunda Guerra Mundial
también. Se trata, en lo esencial, de los mismos principios expresados
venturosamente por el presidente Franklin Roosevelt, de los Estados Unidos. Los
mismos métodos surtirían efecto hoy día, aun en las
condiciones económicas y financieras actuales de Europa y los Estados
Unidos, que, en combinación, son mucho peores que las que subyacen en el
crac de 1929–1931. Se necesitaría sencillamente echar al basurero
todas y cada una de las orientaciones tolerables al Gobierno de Bush o al ex
vicepresidente Al Gore, al menos hasta ahora.
El
andamiaje general que hace falta para rescatar a naciones como las de Europa
continental del desastre de otro modo inevitable al que se dirigen, debe
definirse en torno a un sistema de tipos de cambio fijos, control de capitales,
control de cambios y métodos proteccionistas de acuerdos de precios y
comercio entre las naciones participantes. Esto quiere decir, por supuesto,
abandonar las recientes y ruinosas modas del “libre comercio”, la
“desregulación” y la “globalización”, para
volver al modelo proteccionista, también llamado
“hamiltoniano”, del Estado nacional soberano. Quiere decir la
reorganización en gran escala de la masa actual de obligaciones
financieras mundiales, que nunca podrán liquidarse, reorganización
que ha de realizarse con reglas que correspondan a la idea del Gobierno de
Franklin Roosevelt de la reorganización por quiebra.
Como
nacida del instinto, hay en Alemania y otras partes de Europa continental una
tendencia en esa dirección, si bien no todavía la buena gana de ir
a los “extremos” que exigiría el emprender dicha
recuperación económica exitosa para Europa. Si Europa desea
sobrevivir, debe ir hasta el fin, de acuerdo con las conclusiones que la
situación le demande.
Sin
embargo, por más que Francia simule ejercer verdadera soberanía en
algunas ocasiones escogidas, el resultado combinado de las dos guerras
mundiales, la crisis de los proyectiles de 1962, etc, es que ninguna
nación de Europa continental Occidental o Central tiene un instinto
actual por iniciativas de política nacional de veras soberanas que
pudieren ser contrarias a las potencias angloparlantes. Piensan dentro de los
límites autoimpuestos de lo que sospechan que sus señores
angloamericanos les permiten pensar. Pueda que tengan el corazón donde
debe estar, pero los puños no los sacan de los bolsillos.
Aquí
entra Rusia. El hecho de que Europa Occidental no pueda sobrevivir las
tendencias presentes, salvo a través de la cooperación pertinente
a largo plazo apoyada en la buena disposición de la Rusia del presidente
Putin, y el hecho de que Rusia, por su instinto cultural nacional profundamente
arraigado, sea capaz de pensar en soluciones mundiales, le da a Europa
Occidental continental mucho, si bien no todo, de ese grado de aliento que, de
otro modo, le falta para proceder al servicio de sus intereses vitales soberanos
en estas cuestiones.
De modo
parecido a lo que toca a Europa Occidental y Central, Rusia tiene también
importancia crítica para la cooperación entre los Estados de Asia
oriental, central y del sur, sobre todo. Un grupo de naciones, reunidas merced a
la cooperación triangular entre Rusia, China y la India, en el que por
eso toman parte la mayoría de los Estados de Asia, nos ofrece una
perspectiva razonable de cooperación a largo plazo, bien fundada,
cooperación que de otro modo sería prácticamente imposible
de conseguir. En las condiciones económico-estratégicas que
arremeten actualmente, en las que el poder financiero angloamericano se evapora,
es probable que se pongan sobre la mesa nuevas opciones, incluso con buen
éxito.
Las
posibilidades de cooperación continental eurasiática a largo plazo
(incluido Japón, por supuesto),[1]
da así la piedra angular de la que depende la posibilidad de
recuperación económica mundial. Sin esa piedra angular, la
situación de la arruinada África es indescriptiblemente
desesperada, y la situación de las naciones reunidas recientemente en
Quebec es también desesperada.
He
subrayado a este respecto, en trabajos publicados con enterioridad, que el
desarrollo de la infraestructura económica básica de los
territorios del centro y el norte de Asia, incluidas las regiones de la tundra,
es indispensable para que la clase de desarrollo económico mundial a
largo plazo que yo he planteado tenga buen éxito. Como lo he subrayado en
esos trabajos, para asimilar lo que el desarrollo implica para la
práctica debemos ver el desarrollo necesario de la infraestructura
económica básica con los ojos del gran biogeoquímico
V. I. Vernadsky.
Como lo
subrayé en esos trabajos, debemos reconocer que lo que llamamos
infraestructura económica básica es un mejoramiento de la biosfera
más allá de la capacidad de ésta de desarrollarse y
defenderse sin la intervención cognoscitiva humana. Debemos ver la
biosfera mejorada así por el hombre como algo que representa lo que
Vernadsky llamaba “productos naturales” de la cognición
humana, producidos como las mejoras cualitativas de la biosfera necesarias para
elevar la biosfera a la forma cualitativamente superior de la
noosfera.
Nunca
debemos tomar el desarrollo de la infraestructura económica básica
como una intrusión destructora en la biosfera, sino más bien como
una mejora necesaria de la calidad de la biosfera en tanto biosfera, así
como una forma de mejoramiento que eleva la biosfera al nivel superior de ser
parte integral de la noosfera. En verdad, esa regla no es meramente una defensa
de la urgencia de desarrollar y mantener la biosfera por medio de la
infraestructura económica básica, sino que representa
también la regla por la que debemos gobernarnos al cambiar la biosfera
por medio del desarrollo de la infraestructura.
Aunque
hay cierta tendencia a limitar las proposiciones actuales de desarrollo de la
infraestructura a “una nueva Ruta de la Seda”, semejante
eslabón de transporte, por sí mismo, no cubriría las
necesidades de un ascenso general y sostenible del desarrollo económico
de Eurasia. Lo que se necesita es, más que una mera “nueva Ruta de
la Seda”, una red de corredores de transporte, generación y
distribución de electricidad, grandes obras hidráulicas y cambios
semejantes, todos a lo largo de rutas de desarrollo de hasta cien
kilómetros de ancho.
En esta
forma, no sólo el crecimiento económico a lo largo de la ruta de
transporte reduce el costo neto efectivo del transporte de bienes a
través de Eurasia muy por debajo del costo del transporte
marítimo. Con dichos métodos, las regiones de Asia Central y del
Norte escasamente pobladas en la actualidad se tornarían más
fructíferas y populosas, y hasta las que son en la actualidad zonas
funcionalmente desiertas emergerían como zonas de desarrollo
económico. En esas condiciones, dichas regiones de Asia se
volverían, por su relación con otras partes de Asia densamente
pobladas, las regiones de avanzada más grandes y ricas del mundo para el
crecimiento económico futuro inmediato del planeta entero.
Cuando
esas oportunidades se toman junto con los recursos naturales de la región
en la que ha de ocurrir este desarrollo de la infraestructura, la
cooperación eurasiática en torno a esta perspectiva se vuelve la
gran oportunidad para toda Eurasia, así como el motor económico
necesario para el desarrollo de África y la revitalización de los
Estados de América que tomen parte como socios de esta
empresa.
La
naturaleza peculiar de las tareas que esto demanda para el desarrollo de ancha
base de la infraestructura económica básica trae al proscenio al
personaje de Vernadsky, en tanto figura científica central a tener en
cuenta para toda esta cooperación con centro en Eurasia.
Donde hay vida,
hay esperanza
Concentremos
ahora la atención en dos de las afirmaciones principales del
biogeoquímico Vernadsky sobre la manera en que la Tierra, tomada en su
conjunto, se organiza naturalmente.
Subrayó
el hecho anómalo pero ineludible de que los procesos vivos producen en
los procesos no vivos cambios físicos medibles que los propios procesos
no vivos no producen. Esto es lo que definió como la biosfera.
Subrayó
también, de modo parecido, que la intervención de las facultades
científicas creadoras humanas en la biosfera produce formas medibles de
mejoramientos físicos en la biosfera, los cuales no se generan sin dicha
intervención humana. Definió nuestro planeta, en el que los
procesos vivos transforman a los no vivos, y en el que los procesos
cognoscitivos transforman a los procesos vivos, como una
noosfera.
Subrayó
el hecho de que los efectos experimentalmente distinguibles de los procesos
vivos, que no son producidos por procesos no vivos comparables, son productos
naturales de la acción de los procesos vivos sobre los no vivos. De
modo parecido, los efectos que sólo la acción cognoscitiva humana
produce como mejoramientos de la biosfera son definibles experimentalmente como
productos naturales de la cognición humana.
Con
sólo una notabilísima omisión doble, la organización
de Vernadsky de sus descubrimientos experimentales de anomalías y
principios, y los descubrimientos de otros, en la forma de un concepto de la
noosfera, representó una revolución necesaria en el modo de pensar
del mundo acerca del conocimiento científico en general. A pesar de la
omisión mencionada, de la que trataré en su debido momento, la
importancia de la obra de Vernadsky para el desarrollo de Eurasia en su conjunto
tiene las expresiones siguientes, más o menos obvias.
Primero,
por motivos que ya señalé, la profundidad y el alcance del
desarrollo de la infraestructura económica básica y sus corredores
de desarrollo anexos pone en jaque las nociones científicas y
económicas ordinarias del dominio de la biosfera, parte de una noosfera,
más allá de cualquier cosa que se haya emprendido previamente. El
revolucionario concepto de Vernadsky de la biosfera representa un cambio
importante, en profundidad, en el modo en que los planificadores deben pensar
respecto a la biosfera y la infraestructura económica básica como
tal.
Segundo,
en el desarrollo de la infraestructura económica básica de Asia
Central y del Norte en la escala indicada apostamos mucho, por lo menos por un
cuarto de siglo, a la prudencia de las opciones que se nos presentan. Debemos
darle la importancia correspondiente a la aceleración del desarrollo
científico fundamental y conexo por nuevas rutas de investigación,
ya implícitas en la obra de Vernadsky.
Tercero,
una de las implicaciones más importantes de la obra de Vernadsky en este
campo es el modo en que nos fuerza a prestar atención a rasgos conocidos
y antes desconocidos de los principios físicos que distinguen a los
procesos vivos de los no vivos. Apenas una de las implicaciones subsumidas de
esto es que el mundo se enfrenta a la explosión de una crisis emergente
en el dominio de las infecciones y enfermedades conexas de la vida humana,
animal y vegetal, dificultad que nos impulsa a buscar maneras más
profundas de abordar tales materias, aparte de los métodos existentes, en
vías de verse superados por el problema.
Esas tres
razones serían motivo bastante para poner la obra de Vernadsky en un
sitial de elevado honor en la labor del desarrollo eurasiático. Debemos
añadir dos consideraciones a las que acabamos de hacer.
Primero,
tal vez más que cualquier otro personaje del siglo pasado, Vernadsky
enfrentó al mundo científico a las implicaciones más
profundas de la obra de predecesores como el francés Luis Pasteur.
Segundo, esto dio, entre otros frutos, el de fomentar progresos
científicos conexos en Rusia y Ucrania, que todavía en los
decenios recientes han sido proseguidos mejor por los especialistas de
ahí, en algunos respectos, que en el resto del mundo. Es uno de los
campos en que los principales especialistas de ahí todavía tienen,
a pesar de los efectos ruinosos de los problemas económicos de los
decenios recientes, una contribución notable y más o menos
singular a la práctica y el progreso de la ciencia del mundo en
general.
Por estas
cinco y otras razones conexas, la imagen de las exigencias constantes que para
la ciencia y la técnica representa, del modo más vigoroso y
comprehensivo, la obra de Vernadsky, nos sirve ahora como la imagen tal vez
más apropiada y personalizada de los beneficios que para toda la
humanidad supone la procura del desarrollo esencial de la nueva
cooperación eurasiática, el desarrollo de su infraestructura
económica básica, obsequio duradero de esta cooperación a
toda la humanidad futura.
Llámenlo,
pues, “el síndrome Vernadsky”.
El asunto de
Riemann
La
naturaleza del argumento de Vernadsky sobre la noosfera, y los hechos a los que
hace refencia, tienen implicaciones tan profundas para todo el pensamiento
científico que, como en cualquier gran adelanto científico de la
historia pasada, un gran descubridor, como Johannes Kepler, por ejemplo, le deja
a sus sucesores más preguntas que respuestas completas. Así, la
obra de Vernadsky nos exige hoy día tomar en cuenta el significado de los
descubrimientos de Bernhard Riemann sin los cuales mucho del descubrimiento que
ofreció Vernadsky, fruto de su propia labor y la de otros, no
podría presentarse en una forma suficientemente integrada. De modo
parecido, sin situar la noción de la noosfera en el contexto de mi campo,
la ciencia de la economía física, no es factible la
aplicación práctica de la noción de la noosfera a la
economía nacional.
Como mis
propios descubrimientos originales en economía física me llevaron
a descubrir la importancia de la obra de Riemann como un modo de integrar esos
descubrimientos, mi propia confianza en la obra de Vernadsky creció en
incrementos más o menos discretos en el curso de los cuatro decenios
recientes.
El
problema conceptual que hay que considerar tiene los rasgos principales
siguientes.
Es
decisiva la idea de que existe un principio físico universal de la vida
como tal, principio diferente de cualquier cosa que se encuentre en procesos no
vivos, excepto por la intervención de procesos vivos. Este concepto tiene
una larga historia dentro de los límites de la propia física
matemática experimental.
El primer
ejemplo decisivo es el que resume Platón en su diálogo
Timeo, la idea, basada en las implicaciones anómalas del
descubrimiento del principio de los cinco sólidos platónicos, de
que hay un principio universal medible de la vida que no aparece en los procesos
no vivos.
Es
notable que Luca Pacioli y Leonardo da Vinci, dos seguidores del cardenal
Nicolás de Cusa, quien, entre otras misiones, fundó la ciencia
física experimental moderna, pusieran de relieve las pruebas de
Platón; lo mismo Johannes Kepler, seguidor declarado de Cusa, Pacioli y
Leonardo. Kepler basó en esos principios todos sus descubrimientos de
principio en la ciencia física, incluido su descubrimiento original de la
gravitación universal.
Sin
embargo, con el lanzamiento del empirismo, obra de Paolo Sarpi, la ciencia
oficial moderna ha quedado dividida entre la ciencia clásica de
Platón, Cusa, Pacioli, Leonardo, Gilbert, Kepler, Huygens, Leibniz,
Gauss, Monge, Alejandro de Humboldt, Riemann, etc, por un lado, y los empiristas
y cartesianos, por el otro. Es notable que todos los empiristas, en especial
esos empiristas radicales llamados positivistas lógicos, insistan en que
la vida es, en principio, producto de principios mecánicos. De esta
opinión extremista dan ejemplo las doctrinas reduccionistas, de torre de
marfil, de los que sostienen que la vida es meramente un producto de la
biología molecular.
Así,
la influencia de la escuela empirista y su progenie le ha cerrado el paso en
gran medida a lo que se hubiera realizado si el método reduccionista
radical no gozara de hegemonía relativa entre las ramas mejor financiadas
de la práctica científica. En gran medida por esto, las pruebas
del tipo a que se refiere Vernadsky, respecto al principio de la vida como tal,
se hallan dispersas aquí y allá, en montoncitos sueltos. Tenemos
un conjunto abundante de anomalías experimentalmente comprobadas, que
reflejan el hecho de que la vida es un principio físico universal
distinto, separado de los procesos no vivos; pero carecemos del trabajo de
equipo bien organizado que se necesita para darle a una gran variedad de
anomalías pertinentes y probadas la forma necesaria para acercarnos a la
condición en que, más adelante, podamos definir el correspondiente
principio universal de la vida como tal.
Vernadsky
tuvo razón en mencionar la proposición que recibió de que
el asunto de los nexos entre varios tipos de anomalías se debe abordar,
conceptualmente, desde el punto de vista de la obra de Riemann sobre las
multiplicidades multiconexas hipergeométricas. Ésta es
precisamente la situación a la que nos enfrentamos en mi especialidad, la
ciencia de la economía física, en la que se tiene que inferir un
principio de cognición a partir de su expresión efectiva en
diferentes medios, en lo cual el hecho de que la conexión es multiconexa
en el sentido riemanniano es decisivo.
Se tiene
que fomentar el trabajo de especialistas en los tipos pertinentes de efectos
biogeoquímicos anómalos, y se deben emplear y equipar grupos de
estudiantes talentosos y profesionistas para que podamos llenar las muchas
lagunas experimentales en nuestros estudios de las anomalías pertinentes.
Son de notable importancia los individuos de Rusia y Ucrania con antecedentes en
este trabajo. Correctamente reubicada en el dominio de la aplicación de
la ciencia de la economía física a la misión de la
infraestructura de Eurasia, la reconstrucción de la capacidad
científica en estas implicaciones de la biogeoquímica puede venir
a ayudar también a reconstruir la capacidad científica general,
agotada a últimas fechas, tanto de Rusia como de Ucrania, en
particular.
Finalmente,
las formas eficientes del trabajo científico fundamental son empresas
sumamente personalizadas. El sello mental característico del trabajador
científico destacado es parte integral de la competencia que esa
personalidad señera fomenta en el desarrollo de sus discípulos y
colaboradores. La ciencia es tan cooperativa como Arquímedes gritando:
“¡Eureka!” a todo el que pudiera oírlo; pero, al mismo
tiempo, es sumamente personal e individual. Cuando un estudiante trata de
revivir el acto comprobado de descubrimiento original de un principio
físico universal que hiciera un predecesor, dicho estudiante revive en su
propia mente ese momento de descubrimiento de la mente del predecesor. De modo
que los descubridores más grandes de la historia, aun cuando hayan muerto
desde hace mucho, siguen teniendo un tipo indispensable de efecto personal en
los procesos de pensamiento más íntimos del estudiante o el
trabajador científico de nuestros días.
Por eso,
que el genuino proceso de pensamiento del gran Vernadsky se reproduzca en la
mente de los profesionistas y estudiantes talentosos de la actualidad. Para
producir ese efecto deseado, debemos empezar por recordar su nombre.
_____________________
[1] Una
o dos líneas ferroviarias que, partiendo de Siberia, Corea o los dos
lugares, enlacen a Eurasia continental con las islas de Japón,
aclararía ese punto.