Principios de economía física
La infraestructura
eurasiática y la noosfera
por Jonathan
Tennenbaum
El
doctor Tennenbaum, asesor científico del Instituto Schiller,
presentó la siguiente ponencia en noviembre de 2001 en Moscú, en
la conferencia “La materialización del concepto de la noosfera en
el siglo 21: La misión de Rusia en el mundo hoy”, misma que fue
auspiciada por el Museo Geológico Estatal Vernadsky y el Instituto
Schiller. Añadimos los subtítulos.
En mis
apreciaciones me concentraré primero en lo que quizá parezcan ser
cuestiones puramente económicas, y luego mostraré su profunda
conexión con la obra de[l científico ruso–ucraniano Vladimir
I.] Vernadsky y su concepto de la noosfera.
Desde
1988, y en especial desde 1992, centramos nuestra atención en el
potencial único de rápido desarrollo económico que tiene la
masa terrestre eurasiática para las décadas inmediatas por venir.
Sobre la base de los principios de la economía física elaborados
por Lyndon LaRouche, hemos identificado un estrategia específica que es
al mismo tiempo necesaria y suficiente para iniciar un período de
desarrollo económico sostenido en Eurasia en los próximos 50
años.
La
médula de esta estrategia consiste en crear una red de corredores de
infraestructura este–oeste y norte–sur que conecten las principales
regiones y las grandes concentraciones de población de Europa y Asia, con
eje en ferrovía de alta velocidad y de levitación
magnética, combinadas con modernos sistemas de generación y
distribución de energía, oleoductos, canales y sistemas
hidráulicos, y sistemas de comunicación avanzados.
Las
áreas en un radio de 50 kilómetros alrededor de estas
líneas eurasiáticas principales de transporte y energía,
devendrán en zonas de inversión de alta eficiencia en la
industria, la agricultura intensiva, la construcción urbana y el
crecimiento poblacional, irradiando desarrollo económico a los
territorios circundantes. La creación de semejante red de corredores
eurasiáticos de infraestructura ofrece la base para enfrentar de forma
simultánea algunos de los problemas mas difíciles que enfrentan
las naciones de Europa y Asia para el período venidero.
Primero
está la relación complementaria entre las necesidades cada vez
mayores que tienen las naciones en vías de desarrollo del oriente y el
sur de Asia, de modernos bienes de capital de alta tecnología, por un
lado, y las necesidades que tienen Europa y Rusia, y también
Japón, en tanto exportadores de tecnología. Los corredores
eurasiáticos de infraestructura proveen la banda de transmisión
física, así como un mercado ampliado para tales exportaciones de
bienes de capital. Aunque China e India tienen capacidades tecnológicas
significativas, es imposible que satisfagan las necesidades de sus más de
dos mil millones de habitantes sin enormes cantidades de equipo,
tecnología y conocimiento técnico modernos de fuera; entre otras,
tecnologías que aún no están del todo
desarrolladas.
Segundo,
los corredores de infraestructura proveen el principal método
práctico para propagar el desarrollo económico al interior
relativamente subdesarrollado de Eurasia; por ejemplo, mucho del norte y el
lejano oriente de Rusia, Asia Central, y las regiones central y occidental de
China.
Tercero,
está el problema inmediato de superar los efectos de las profunda crisis
económica y financiera que afecta hoy a la mayoría de las naciones
de Europa y Asia, brindando un nuevo aliento a la inversión en la
economía real, para el empleo, una demanda continua en la
producción industrial y un aumento de la productividad física en
general de las naciones participantes. Ésta fue la médula de la
exitosa política del presidente Franklin Roosevelt en los 1930, para
ponerle fin a la Gran Depresión en los Estados Unidos emprendiendo el
desarrollo de infraestructura a gran escala y mejoras relacionadas en la
economía real, financiado en lo principal mediante la creación de
crédito del Estado. El sólido crecimiento económico actual
de China en gran medida es resultado de políticas parecidas de desarrollo
de la infraestructura a gran escala.
Ahora,
tras el desplome de la gigantesca burbuja financiera de Wall Street y el sistema
financiero internacional en general, que amenaza al mundo con meterlo en una
depresión económica profunda, más y más voces abogan
en los EU y en otras partes por un regreso al modelo “Franklin
Roosevelt” y a las experiencias del período de
reconstrucción de la posguerra, de fines de los 1940 hasta los 1960. En
ese período la reconstrucción y modernización de la
infraestructura básica, además de los proyectos de alta
tecnología tales como el desarrollo pacífico de la energía
nuclear, desempeñaron una función crucial en los llamados
“milagros económicos” de Alemania Occidental, Francia, Italia
y Japón, por ejemplo.
Cuando
Lyndon LaRouche y el Instituto Schiller empezaron a hablar de la creación
de una red eurasiática de corredores transcontinentales de
infraestructura, pudo parecerle sólo un sueño a alguna gente. Pero
en los últimos años ya se han dado pasos importantes en esa
dirección. . .
Desde una
perspectiva superior
Pero,
ahora veamos estas cuestiones económicas desde otro ángulo, desde
una perspectiva superior, a saber, la de la noosfera y la economía
física.
Vernadsky
caracterizó la noosfera como una nueva etapa de desarrollo de la
Tierra, en la cual el hombre ha surgido como la “fuerza
geológica” cada vez más dominante de la biosfera. Esa
“fuerza” la ejerce, no sólo mediante el metabolismo
biológico de la población humana —su nutrición,
excreción y esfuerzo muscular—, sino, más que nada, a
través de los flujos mucho mayores de materia y energía ligados a
la actividad físico–económica de la sociedad humana.
Al
estudiar la economía física conforme al método de LaRouche,
primero separamos los aspectos financieros y monetarios de la economía, y
tratamos a la economía del mundo, de una nación o de una
región como un solo proceso físico integrado que se
autorreproduce, como una entidad análoga a un organismo vivo. El
“metabolismo” de la economía física abarca la
totalidad de los procesos físicos organizados por el hombre, por los
cuales la población humana preserva su existencia continua en este
planeta: la generación y distribución de energía, la vasta
red de procesos productivos interconectados de la agricultura, la
minería, la industria y la construcción, el transporte, la
distribución y el consumo de bienes; además de actividades no
productivas necesarias como la educación, los servicios de salud, la
investigación científica, las actividades estatales y culturales,
etc. Es a través de esa actividad físico–económica,
ligada a una escala e intensidad crecientes de flujos antropogénicos de
materia y energía en la biosfera, que el hombre ejerce una influencia
cada vez más dominante sobre la biosfera, incorporando cantidades siempre
mayores de materia viva y no viva al “metabolismo” de la
economía física humana y, a la larga, ampliando incluso la
biosfera más allá de los confines de la Tierra.
El
carácter único de la economía física en tanto una
clase especial de sistema vivo, es que evoluciona bajo la influencia de los
procesos mentales cognoscitivos humanos. Esto lo ejemplifica con mayor claridad
el efecto del progreso científico y tecnológico: a través
del uso de las facultades mentales creativas individuales, un científico
descubre y demuestra de forma experimental un principio físico nuevo;
otros científicos, ingenieros, inventores y trabajadores incorporan la
demostración experimental del nuevo principio a nuevas familias de
tecnologías y procesos técnicos, y los introducen a la red de
producción. Al integrar estos nuevos principios y procesos, el
“metabolismo” de la economía física se transforma,
amplía e intensifica. Así, la “fuerza
geológica” de la humanidad trae desarrollo sobre la base de una
acumulación interminable de contribuciones creativas de un gran
número de seres humanos individuales que trabajan en todos los niveles de
la economía física.
Todo
esto, por supuesto, es bien sabido, pero las implicaciones para la
medición científica de los procesos económicos y de
la noosfera rara vez son apreciadas a cabalidad.
Por
ejemplo, ¿cómo debe definirse y medirse el crecimiento
económico? La escuela de economía occidental hoy dominante
mide el crecimiento económico en términos de la llamada
contabilidad del ingreso nacional, en lo principal como un incremento del
producto interno bruto (PIB). Pero el cálculo del PIB no hace ninguna
distinción esencial entre las actividades productivas y las no
productivas; contabiliza el ingreso de los casinos y la venta de
pornografía al parejo del de la producción agrícola o
industrial. Por esta y otras razones relacionadas, una política
económica orientada al máximo crecimiento del PIB ¡seguido es
una que destruye la base productiva de un país al ritmo más
acelerado! Un caso extremo de esto es la “nueva economía” en
los EU durante la segunda mitad de los 1990, cuando el crecimiento dizque
espectacular de la economía era todo una ilusión basada en una
enorme expansión del circulante monetario por parte del banco central, lo
que llevó a la creación de la mayor burbuja financiera
especulativa de la historia moderna, y de flujos netos gigantescos de bienes y
capitales del exterior. Ahora que la burbuja reventó, es claro que la
economía real de los EU de hecho ha venido derrumbándose de forma
continua a lo largo de los 1990.
Un
enfoque al parecer opuesto al método del PIB, consiste en medir el
crecimiento en términos de los parámetros de la producción
física, como kilovatios–hora de generación eléctrica,
toneladas de trigo y acero, toneladas transportadas por kilómetro, y
así por el estilo. Pero, aunque dichos parámetros están
más cerca de la realidad que las meras cifras monetarias contables, no
captan el aspecto más esencial de la economía física, de
que todo lo demás depende: la actividad cognoscitiva de la
población. Por ejemplo, no es del todo plausible tener un crecimiento
impresionante en los parámetros de la producción física, al
mismo tiempo que el progreso científico y tecnológico disminuye,
los recursos esenciales se agotan sin remplazarse, el nivel cultural y educativo
de la población se estanca, y la eficiencia física general de la
economía cae. Hay bastantes ejemplos de esto en la historia de las
llamadas economías socialistas.
Al
reflexionar en lo que dije antes, debería ser evidente que el desarrollo
de la población humana, y en especial de sus facultades cognoscitivas,
tiene que ser el centro de cualquier enfoque adecuado para medir el
“crecimiento económico real”. Es más, tenemos que
proscribir la clase de crecimiento nocivo de corto plazo que ocurre a costa de
la supervivencia exitosa de largo plazo. Por ejemplo, una sociedad puede dejar
de invertir en la investigación y educación científica
fundamental, e invertir los recursos correspondientes en áreas que
producen una ganancia rápida. El resultado puede ser un auge aparente en
el crecimiento en el corto plazo, pero esa sociedad se ha autocondenado a la
desintegración en el largo plazo.
La densidad
relativa potencial de población
Así
que, lo que tenemos que examinar no es el estado físico momentáneo
de la economía y su población, sino más bien el
potencial de la sociedad para mantenerse a un nivel dado de existencia,
en el futuro. Desde esta perspectiva, la producción esencial de
una economía física no son los bienes físicos per se, sino
el potencial. Lo que tenemos que medir es el efecto de la
actividad económica actual al ritmo de cambio de ese potencial, cuya
fuente esencial son las facultades cognoscitivas de la población. El
desarrollo y ejercicio de esas facultades cognoscitivas, en cambio, dependen de
mejoras constantes en las condiciones materiales de la sociedad, la
educación, la materialización del progreso científico y
tecnológico, etc.
Estas y
otras consideraciones relacionadas, que no puedo desarrollar más
aquí, nos llevan a la noción del “ritmo de cambio de la
densidad relativa potencial de población”, introducida por Lyndon
LaRouche como el cimiento para la ciencia de la economía física.
Aunque parece muy simple, es uno de los conceptos más profundos de toda
la ciencia.
En una
primera aproximación muy rudimentaria, definimos la densidad potencial
de población de una economía como el número
máximo de seres humanos individuales que, en potencia, pueden mantenerse
por kilómetro cuadrado de tierra habitada, sobre la base de la
tecnología y los modos de la producción social que imperan en
dicha economía.
Es obvio
que la densidad potencial de población así definida
dependerá de muchas condiciones naturales, tales como el clima y la
geografía. Un nivel de tecnología que es bien adecuado para
sostener a una población promedio de 100 personas por kilómetro
cuadrado en los fértiles deltas del Nilo o del Brahmaputra,
difícilmente podría mantener a 5 personas por kilómetro
cuadrado en el norte de Siberia. Por esta razón, LaRouche
“normaliza” el concepto de “densidad potencial de
población” definiéndola como relativa a una calidad
dada de tierra, condiciones climáticas, etc. De modo que obtenemos una
noción de “densidad relativa potencial de población”
que nos permite comparar las facultades productivas de economías o
subeconomías en regiones con diferentes condiciones naturales.
El hecho
de que cualquier modo fijo de producción tiende a agotar de forma gradual
los recursos necesarios para su continuación futura, nos lleva al
resultado paradójico de que aun un valor hipotético constante de
la densidad potencial de población sólo puede mantenerse mediante
un cierto nivel mínimo de progreso científico y
tecnológico. Sin embargo, si examinamos los registros
paleontológicos e históricos, encontramos que no sólo la
densidad potencial de población, sino también la propia densidad
de la población humana en la Tierra ha aumentado por varios
órdenes de magnitud en el transcurso del desarrollo del hombre. Uno puede
calcular que, sobre la base del llamado modo de existencia de “caza y
recolección”, la población humana total del planeta no
podría pasar de unos cuantos cientos de millones. Hoy, de usarse a
plenitud y de forma óptima en todo el mundo las tecnologías
conocidas más avanzadas, podría mantenerse a una población
humana total de al menos 12.000 millones, quizás 20.000 millones, con
niveles y expectativas de vida mucho mejores que los que pudieran haberse
soñado en períodos previos.
El
“ritmo de aumento de la densidad relativa potencial de
población” es la medida primaria del crecimiento económico
verdadero y del desarrollo de la noosfera. Con todo, es aun más
fundamental el ritmo de cambio de la proporción entre la densidad
(relativa) potencial de población y la densidad de población real.
Este parámetro es una medida del desarrollo del poder per cápita
que tiene el hombre sobre la naturaleza, del modo que ese poder cobra
expresión en términos de la capacidad para sostener y ampliar la
actividad humana en el universo. Por tanto, es un parámetro fundamental
de la noosfera.
Cuando
definimos “crecimiento económico” de la forma indicada, es
fácil de ver que tiene una correlación muy fuerte con un aumento
en la densidad de los flujos antropogénicos de energía y
materiales, per cápita y por kilómetro cuadrado de la superficie
de la Tierra, así como con un aumento en la calidad tecnológica de
dichos flujos. Por ejemplo, la densidad de flujo energético (densidad de
energía) de los procesos técnicos, expresada (en una primera
aproximación) en vatios por centímetro cuadrado de la superficie
de trabajo, aumenta dando “saltos” sucesivos en el transcurso del
desarrollo tecnológico.
No
obstante, la densidad potencial de población es más que nada una
función del estado de desarrollo de la infraestructura económica
básica, en especial del transporte, la energía, los sistemas
hidráulicos, así como sistemas de salud y educación. Al
observar el futuro de Eurasia, vemos que la infraestructura determina tanto el
potencial para mantener a las zonas muy populosas de China e India, como para
colonizar y desarrollar regiones remotas de Siberia y el Lejano
Oriente.
La
complicación maltusiana
Sin
embargo, antes de hacer algunas observaciones finales en cuanto al desarrollo de
la infraestructura eurasiática, quiero abordar un problema que hoy
seguido lleva a una interpretación falsa de la noosfera y de su
relación con la economía física. Este problema está
ligado a la propagación de ideas neomaltusianas en la política, la
economía y las ciencias naturales en los últimos 30 años.
El caso más conspicuo es el famoso libro del Club de Roma sobre los
mentados Límites al crecimiento. Ese libro —y el modelo
matemático de Forrester y Meadows en el que está basado—
desatiende en esencia la característica clave de la noosfera, que
es el impacto del progreso científico y tecnológico, y de otros
efectos de la actividad cognoscitiva humana. El resultado fue la
predicción de supuestos “límites” al crecimiento
poblacional y a los niveles de vida, que son toda una consecuencia de los
supuestos arbitrarios del modelo matemático, y no existen en una sociedad
humana verdadera que está en un estado de progreso científico y
tecnológico. Uno de los principales orígenes de los
“límites” que postula el Club de Roma, era la alegada finitud
de los recursos naturales disponibles para el desarrollo
económico.
De hecho,
siempre pongo de relieve que los conceptos de “recursos naturales” y
“materias primas” son sólo relativos, y no un concepto
absoluto. Lo mismo se aplica a los llamados “límites” a los
recursos, que nunca existen en un sentido absoluto, sino sólo relativo a
una estado dado de conocimiento y tecnología humanos. La
definición de lo que constituye un “recurso natural” depende
de la relación del hombre con la naturaleza. Pero esa relación
cambia todo el tiempo como una función del progreso
científico y tecnológico, así como de los factores de
naturaleza política y cultural. Una característica del progreso
científico y tecnológico es que transforma de manera
constante la serie de cuerpos naturales que funcionan a modo de
“recursos” para la existencia humana. Nuevas clases de recursos
aparecen, mientras que al mismo tiempo el rango de las clases de recursos
existentes que pueden aprovecharse de forma económica está
ampliándose constantemente.
Así,
por ejemplo, para el hombre de la llamada “Edad de Piedra”, el
concepto de “mineral de hierro” no existe. De forma parecida, antes
del descubrimiento de la fisión nuclear el concepto de “combustible
de uranio” no existía, pero ahora, usando reactores de
fisión nuclear, ¡a 1 kg de uranio podemos extraerle el equivalente
calórico de 50.000 kg de carbón! De modo similar, la
materialización de la fusión nuclear controlada
transformará de súbito al isótopo deuterio que contienen
las aguas oceánicas del mundo en una fuente de combustible
gigantesca.
De forma
menos impresionante, pero igual de importante, tenemos una tendencia constante
al crecimiento de las reservas explotables de recursos minerales, como resultado
de una acumulación en marcha de miles de pequeñas mejoras
introducidas cada año en las técnicas de exploración,
extracción y procesamiento de materiales. Así, por ejemplo, las
reservas mundiales de petróleo explotables son hoy mucho mayores
de lo que eran hace 30 años, cuando el estudio del Club de Roma
Límites al crecimiento advertía que el petróleo
estaba por acabarse. Esto, de forma paradójica, a pesar del consumo de
vastas cantidades de petróleo desde entonces.
Por
consiguiente, para determinar si hay un crecimiento real sostenido, o
sólo uno aparente mantenido a expensas de saquear el potencial para el
crecimiento futuro, el parámetro decisivo es el ritmo de progreso
científico y tecnológico. Tenemos que comparar el ritmo
de agotamiento marginal de los recursos, tal como éstos son definidos en
términos del estado de desarrollo existente de la ciencia y la
tecnología, con el ritmo al cual el progreso de la ciencia y la
tecnología está transformando y ampliando la base efectiva de
recursos para mantener el crecimiento
físico–económico.
Con esto
vemos que el problema ligado a estos recursos no es que en realidad sean
limitados en un sentido absoluto. Más bien, todos los problemas
esenciales están conectados con un ritmo insuficiente de progreso
científico y tecnológico, del modo aplicado en realidad en el
progreso económico. Podemos ver exactamente este problema en el mundo
hoy.
Midiendo el
rendimiento económico real
Esta
discusión de los recursos es sólo un caso especial de un principio
general en la ciencia de la economía física. Para medir el
rendimiento real de una economía, en términos físicos,
primero tienen que compararse las tres magnitudes siguientes:
Una (T)
es el producto físico total de la economía, es decir, de
todo el proceso de producción agrícola e industrial.
El
segundo es el costo físico de mantener a la población
humana y su reproducción continua (V), incluyendo el consumo
hogareño directo e indirecto que produce la población, las
inversiones físicas necesarias en vivienda, los servicios educativos y de
salud, etc.
El tercer
parámetro es el costo físico (C) de mantener lo que
LaRouche llama el equipotencial de la naturaleza transformada por el
hombre, que es la base para mantener los niveles existentes de
producción y consumo en el futuro. La “naturaleza transformada por
el hombre” incluye los medios de producción —la maquinaria,
la infraestructura, la calidad de la tierra de cultivo, etc.—, así
como la base de recursos naturales y, de forma más amplia, la biosfera
misma, en la medida en que la actividad del hombre la transforma cada vez
más, en tanto sistema.
La
proporción entre el producto total T y la suma V+C de los dos costos
físicos antes definidos, nos da una primera aproximación de
medición de la productividad física real de una economía.
La práctica económica exitosa está caracterizada por un
ritmo constante de aumento en la proporción T/(V+C), en relación
con un aumento de la densidad potencial de población de la sociedad
humana. La definición y estimación de C y V plantean algunas
interrogantes fundamentales, en estrecha conexión con la obra de
Vernadsky, y que en realidad, en mi opinión, las aclaró por
primera vez Lyndon LaRouche en su trabajo sobre los fundamentos de la
economía física.
Primero
está la noción de “equipotencial”, que entra en la
determinación del costo “C”. Como remarcaba Vernadsky, el
hombre transforma de forma constante e irreversible la biosfera; ese
proceso de transformación e intensificación de la biosfera a
través de la actividad del hombre, que continúa el proceso de
evolución de la biosfera de una modo nuevo, es la característica
de la noosfera. De ahí que, “mantener el
equipotencial” de la naturaleza transformada por el hombre no
significa restaurar la biosfera a algún estado previo, ni converger en
alguna suerte de equilibrio asintótico del hombre con la
naturaleza, como los muchos llamados ambientalistas creen hoy. Al contrario: al
igual que la evolución biológica previa de la biosfera, la
noosfera evoluciona alejándose más y más del
equilibrio.
El
requisito es que el potencial de la naturaleza transformada por el hombre
para mantener los niveles existentes (o en aumento) de la población
humana y la actividad económica, tiene que mantenerse (y de hecho
ampliarse) en el transcurso de los ciclos sucesivos de transformación.
Eso implica un costo, que cobra expresión de muchas formas. Por
ejemplo, significa el mantenimiento y subsiguiente remplazo del equipo de
producción, de preferencia por equipo que incorpore tecnología
más avanzada; en la agricultura implica mantener o elevar la fertilidad
del suelo mediante varias clases de mejoras, entre ellas los sistemas de
irrigación; en la extracción de materias primas y otros recursos
naturales, estos costos pueden involucrar una combinación de
reciclamiento y reprocesamiento de materiales, y la aplicación de
innovaciones científicas y tecnológicas que, en efecto,
amplíen la base de recursos explotables a un ritmo mayor que el de su
uso. Eso incluye también el costo del tratamiento de aguas, de desechos
orgánicos e industriales de toda clase, y otras formas racionales para
compensar los efectos negativos de la actividad económica en el
funcionamiento de la biosfera.
Debo
recalcar una vez más que, contrario a los prejuicios ideológicos
del movimiento ambientista, el problema no es proteger a la biosfera del
Hombre, sino más bien asegurar que la economía física pueda
satisfacer los costos vinculados con la labor necesaria del hombre de
mejorar y expandir la biosfera. Esto incluye, por ejemplo, el uso de la
transferencia de aguas y (en el futuro) la desalación a gran escala para
“reverdecer los desiertos”.
Ahora
bien, el costo de mantener el equipotencial de la naturaleza transformada por el
hombre está creciendo de manera constante en términos absolutos.
Por ejemplo, aun en el caso hipotético del “crecimiento
cero”, una economía física tenderá a agotar de modo
gradual los recursos con facilidad explotables para su existencia; en
consecuencia, es necesaria una inversión física siempre mayor para
abastecer a la economía con los recursos necesarios. Este aumento gradual
en los costos causa una tendencia al decrecimiento en la productividad neta de
la la economía física del hombre (como la definí antes) y,
por último, un desplome, a consecuencia de la naturaleza de suyo
“entrópica” de cualquier modo tecnológico fijo de
reproducción económica (¡el “desarrollo
sustentable” a un nivel tecnológico fijo es tan imposible como la
idea de que haya una “máquina de movimiento
perpetuo”!)
Sin
embargo, en la práctica humana exitosa esta tendencia entrópica la
supera el progreso científico y tecnológico, y otras mejoras
derivadas del ejercicio de las facultades cognoscitivas humanas. Por supuesto,
mantener el progreso científico y tecnológico implica costos
adicionales; requiere el desarrollo de la infraestructura, la
modernización continua de las plantas y el equipo, y un gasto mayor en
educación, actividades culturales, y en el consumo material de la fuerza
laboral. Los costos V y C aumentan muchísimo. Pero, para que haya un
ritmo lo bastante alto de progreso científico y tecnológico, y un
desarrollo adecuado de la infraestructura, el producto general de la
economía crece mucho más rápido que sus costos, y la
productividad neta T/(C+V) aumenta. La densidad relativa potencial de
población aumenta, tanto en términos absolutos como relativos a la
población actual.
Esto es
exactamente lo que hallamos en los períodos exitosos del desarrollo
humano. Las facultades de la cognición humana —ejemplificadas por
el descubrimiento exitoso de nuevos principios físicos y su
integración a la práctica social— son la única fuente
del crecimiento “antientrópico” de la economía
física, y en la que el surgimiento de la noosfera tiene su
base.
El desarrollo
eurasiático
Desde
esta perspectiva, volvamos al significado más profundo del desarrollo de
la infraestructura eurasiática.
El mayor
problema que enfrentamos es que la economía mundial está
funcionando al presente con una pérdida neta en términos
físicos. El producto físico actual de la economía mundial
es considerablemente menor de lo que sería necesario para mantener de
forma adecuada tanto a la población existente como el equipotencial de la
naturaleza transformada por el hombre. La densidad potencial de población
del planeta está cayendo por debajo de la población real. Algunos
ven esto como una “crisis ecológica”, otros como una
“socio–económica”, pero desde la óptica de la
noosfera ambas son en realidad la misma cosa.
Sería
un error fundamental, por ejemplo, suponer que un desplome de la economía
física beneficiaría a la biosfera, al reducir el
“disturbio” que causa la actividad humana. Al contrario, los flujos
de la materia y la energía ligados a la economía física del
hombre forman parte integral de la estructura actual de la biosfera, y de hecho
están sosteniendo esa estructura a un grado muy significativo. Esto
incluye la intensificación de la generación de biomasa, en
conexión con la agricultura moderna, y de forma indirecta con las
funciones de la industria y la infraestructura que sirven de apoyo a la
agricultura. Así, es inevitable que un desplome de la economía
física del hombre genere efectos del choque dentro de toda la biosfera,
activando una transición de la biosfera hacia estados de
organización inferiores, y llevando (entre otras cosas) a brotes
generalizados de enfermedades humanas, animales y de las plantas, viejas y
nuevas. Este fenómeno, del que LaRouche advirtió a mediados de los
1970, puede observarse de hecho en África y en otras regiones del mundo
que han sufrido un decaimiento económico impresionante, incluso en su
país. Al nivel de la sociedad humana, entre los efectos del desplome
físico–económico están, por ejemplo, una aumento
drástico de la inestabilidad política, el debilitamiento de las
instituciones de la civilización, y el potencial de sufrir epidemias de
conflictos étnicos y religiosos.
Así,
la creación de una red de corredores de infraestructura en Eurasia
—y proyectos análogos en otras regiones del mundo— no puede
verse como una mera empresa comercial. Junto con ciertas medidas de
estímulo al progreso científico y tecnológico, estos
proyectos brindan los medios más eficaces para darle marcha atrás
a la actual degeneración “entrópica” de la mayor parte
de la economía física del mundo, y para restaurar el crecimiento
real de conformidad con los requisitos de la noosfera.
La
relación entre el aumento en la densidad potencial de población de
un territorio dado y el mejoramiento de parámetros de infraestructura
decisivos, medidos per cápita y por kilómetro cuadrado del
territorio, tiene una importancia fundamental. Entre estos [parámetros]
están: 1) el abasto de energía, en varias formas; 2) la capacidad
y funcionamiento de los sistemas de transporte; 3) el abasto de agua dulce y
otra infraestructura relacionada con el agua; 4) el acceso a las comunicaciones,
la educación y los servicios de salud. El aumento de la productividad de
una economía física tiene una fuerte correlación con un
aumento en su densidad energética: la densidad de la
infraestructura (energía, transporte, etc.), combinada con la densidad de
la población y de la actividad económica. En particular, el costo
per cápita de proveer servicios de infraestructura esenciales disminuye
conforme la densidad de la infraestructura y la población aumenta.
Ésta es una de las razones principales de la alta productividad de las
ciudades, donde el costo per cápita de proporcionar
energía, transporte, agua, y servicios sociales esenciales es mucho menor
que en el caso de una población diseminada en una área grande. El
concepto un corredor de infraestructura aplica el mismo principio al
desarrollo de una región relativamente densa en forma de franja, en torno
a líneas importantes de transporte, brindando así los medios
eficientes para ampliar el desarrollo a las regiones interiores de
Eurasia.
Los
requisitos del desarrollo de la infraestructura eurasiática determinan ya
ciertas direcciones prioritarias que debe seguir el progreso científico y
tecnológico en el período venidero. Déjenme darles algunos
ejemplos:
1. Las
tecnologías para el transporte terrestre de alta velocidad. Además
de la tecnología convencional de los ferrocarriles de alta velocidad,
[implica] el desarrollo de sistemas automatizados de [transporte de]
levitación magnética de pasajeros y carga; el uso de ekranoplanos
y otras formas novedosas de transporte aéreo para el desarrollo de
Eurasia; [y] nuevas clases de sistemas de tránsito a gran escala y de
alta eficiencia para el desarrollo urbano.
2. El
desarrollo de formas avanzadas “intrínsecamente seguras” de
energía nuclear, destinadas al uso en gran escala en los corredores de
infraestructura eurasiáticos. La energía nuclear tiene la densidad
energética y la eficacia intrínseca más altas de todas las
fuentes de energía conocidas. [Implica] el uso de reactores nucleares
como fuentes de calor para usos industriales, la producción de
combustibles sintéticos, y la desalación de agua de mar a gran
escala; el desarrollo de la fusión controlada y de formas más
coherentes de energía nuclear; [y] la transmutación de
desperdicios nucleares.
3. El
desarrollo de combustibles sintéticos y [sistemas de] propulsión
eléctrica para automóviles, camiones y autobuses; [y] el uso de
pilas de combustible.
4. El uso
de métodos biofísicos revolucionarios en la prevención,
diagnosis y tratamiento de enfermedades, así como en la agricultura,
incluida la magnetobiología, los métodos biofotónicos y los
efectos biológicos de la radiación electromagnética
coherente. [Implica] las aplicaciones para [resolver] el problema de la
colonización de regiones con condiciones ambientales extremas. Estos
métodos que se basan en la distinción espacio–temporal
fundamental entre los procesos vivos y los no vivos ([según] Vernadsky y
Gurwitsch), son mucho más poderosos en potencia que la llamada
“ingeniería genética”.
Esta
corta lista de ejemplos recalca la participación absolutamente decisiva
de Rusia en el futuro de Eurasia. Rusia, por un lado, como el puente cultural y
de infraestructura entre Europa y Asia, y la región más grande de
desarrollo en la Tierra; Rusia, por el otro, en tanto una mina única de
capacidades científicas, tecnológicas y de ingeniería
avanzadas, y, junto con Ucrania, la tierra natal del concepto de la
noosfera.