por Vladimir
Ivanovich Vernadsky
La
siguiente es, hasta donde sabemos, la primera versión al español
que se publica, del artículo que el innovador biogeoquímico ruso
escribiera en 1938.
En la
transliteración de los nombres rusos no se ha seguido un sistema
uniforme. En las referencias bibliográficas que aparecen en las notas, se
ha procurado seguir el sistema de las instituciones académicas
principales de habla hispana. En el texto, sin embargo, los nombres más
conocidos, incluido el de Vernadsky, se escriben siguiendo su forma más
difundida en Occidente, aunque no siempre es la que mejor refleja la
pronunciación en ruso.
Las
notas numeradas al pie de página son de V. I. Vernadsky. Sus
referencias parentéticas a “Secciones” se refieren a las
secciones numeradas del propio artículo. Las adiciones aclaratorias que
aparecen entre corchetes en el texto son de los traductores.
Prefacio
Tres
años han pasado antes de que el autor pudiera volver a Problemas de
biogeoquímica.[1] Ocupado
recientemente en el libro Los conceptos básicos de la
biogeoquímica en relación con la comprensión
científica de la Naturaleza, el autor considera útil
—sin esperar a terminarlo, lo que necesariamente se demorará— apartar y exponer por separado, en Problemas de biogeoquímica, ciertas cuestiones específicas, tocadas en el libro, a las que encuentra
necesario llamar la atención ahora mismo. Uno de esos problemas,
empíricamente establecido por el autor en esta segunda edición de Problemas de biogeoquímica, es la distinción
energético-material fundamental de la materia viva en la biosfera, de
todos los otros objetos y sucesos naturales de la biosfera, distinción
que no admite excepción.
El autor
ha abordado esta cuestión a partir del estudio de la vida como la
totalidad de todos los organismos vivos del planeta —esto es, la materia
viva del planeta—, tomando en cuenta la estructura especial del dominio
habitado por la materia viva: la biosfera, la sola área del planeta que
está conectada necesariamente con las extensiones del espacio
cósmico. Al autor le parece que, hasta ahora, nadie había abordado
el fenómeno de la vida desde este ángulo, pero que esta nueva
perspectiva conduce a consecuencias enormes, que se pueden verificar por la
experiencia y la observación. El autor considera que el cuadro que
aparece abajo no incluye hipótesis o teorías, sino que más
bien constituye una presentación exacta de hechos científicos y
generalizaciones empíricas que fluyen de esos hechos. El cuadro no se
sale del marco de la ciencia para entrar dominio de las nociones
filosóficas, pero al mismo tiempo revela aguda y decisivamente la
importancia de la vida —la materia viva— en la biosfera, como un
fenómeno planetario.
En lo
tocante a las cuestiones generales aquí planteadas, el autor, en un
tercer escrito ahora en preparación para su publicación, plantea
la cuestión aún más general de “los estados del
espacio físico”, que concierne, no sólo a la
biogeoquímica, sino a todas las investigaciones de la Naturaleza, y que
está inseparablemente conectada con los problemas de la
biogeoquímica. El autor espera publicarlo en un futuro próximo.
Los asuntos de estos dos escritos están estrechamente
conectados.
—
Moscú, septiembre de 1938.
I. Conceptos
básicos
Materia
viva, la biosfera como envoltura del planeta. Su nuevo estado geológico:
la noosfera. Cuerpos naturales y los fenómenos naturales de la biosfera:
inertes, vivos y bioinertes. Su sistema: el aparato científico. Mano
izquierda y mano derecha en la materia viva como manifestación del estado
del espacio que ocupa. La energía libre de la biosfera como
manifestación de la energía biogeoquímica de la materia
viva en la biosfera.
1
En mi
trabajo biogeoquímico, que he seguido de manera sistemática y sin
interrupción desde comienzos de 1916, recientemente he sentado
conclusiones que apuntan a la distinción profunda e insalvable —de
carácter energético-material— entre los fenómenos de
la vida y todos los otros procesos que ocurren en la biosfera, distinción
que, por un lado, puede expresarse con precisión cuantitativa, pero que,
por el otro, exige nuevo trabajo matemático en el dominio de la
geometría. Manifiesto ante nosotros, se encuentra un nuevo campo del
estudio de los fenómenos de la vida, que descubre nuevas facetas de estos
fenómenos y nuevas posibilidades para el trabajo científico. Por
tanto, considero útil llamar la atención a estos conceptos, en vez
de esperar a que termine de reelaborar mi trabajo de
biogeoquímica.
2
Los
fundamentos de la biogeoquímica se forman a partir de unos cuantos
conceptos básicos que no contienen hipótesis alguna, sino
que son conceptos científicos precisos y claros —generalizaciones
empíricas científicas de la experiencia y observación del
naturalista—. Sobre todo, el concepto mismo de la materia viva de la
biosfera representa semejante generalización empírica
científica, que es tan indisputable como un hecho correcta y
científicamente establecido. La materia viva de la biosfera es el
agregado de todos sus organismos vivos.
En lo
sucesivo, habré de utilizar, en vez del concepto de “vida”, el concepto de “materia viva” en
el sentido indicado.
Desde el
punto de vista de la biosfera, el organismo vivo individual por lo común
se pierde de vista; en primer lugar, aparece el agregado de organismos: la
materia viva. En la biogeoquímica, sin embargo, en algunos casos
estrictamente definidos, es a veces necesario prestar atención al
organismo discreto, a su individualidad. Es indispensable hacer esto en los
casos en que la actividad del Hombre aparece como un factor geológico,
como lo vemos suceder ahora, y la personalidad individual a veces se torna
intensamente manifiesta, y se refleja en los fenómenos de gran escala y
carácter planetario. La personalidad humana cambia, acelera y provoca
procesos geológicos de enorme importancia, a causa de su presencia en la
biosfera.
Vivimos
en una época geológica brillante y totalmente nueva. El Hombre,
por medio de su trabajo —y su relación conciente con la vida—
transforma la envoltura de la Tierra, la región geológica de la
vida, la biosfera. El Hombre la lleva a un nuevo estado geológico: a
través de su trabajo y su conciencia, la biosfera está en proceso
de transición a la noosfera.[2] El Hombre crea hoy
día procesos biogeoquímicos que nunca antes habían
existido. La historia biogeoquímica de los elementos químicos
—un fenómeno planetario— cambia drásticamente. Se
crean en la Tierra enormes masas de metales libres (como el aluminio, el
magnesio y el calcio) y sus aleaciones, que nunca antes existieron aquí.
Se cambia y altera la vida vegetal y animal de la manera más
drástica. Se crean nuevas especies y razas. La faz de la Tierra cambia
profundamente. Se está creando la fase de la noosfera. Dentro de la
biosfera de la Tierra, un intenso florecimiento está en marcha, cuya
historia posterior, nos parece, será grandiosa.
En este
proceso geológico —que es fundamentalmente
biogeoquímico— una sola unidad individual de materia viva, de entre
la totalidad de la humanidad —una gran personalidad, sea un
científico, un inventor o un estadista— puede ser de fundamental y
decisiva importancia conductora, y puede manifestarse ella misma como una fuerza geológica. Este tipo de manifestación de la
individualidad en procesos de enorme importancia biogeoquímica es un
nuevo fenómeno planetario. Surgió, y comenzó a manifestarse
con agudeza y profundidad cada vez mayores en el curso del tiempo, en las
más recientes decenas de miles de años, con el trasfondo de
los miles de millones de años de la historia previa de la biosfera,
cuando este fenómeno no existía.
En los
procesos biogeoquímicos —fuera de los límites de estos
fenómenos— la totalidad de los seres vivos —la materia
viva— sigue desempeñando el papel básico. Se caracteriza
como la totalidad de todos los organismos, matemáticamente expresada como
la totalidad de organismos vivos promedio. La biogeoquímica
estudia, sobre todo, la manifestación de la totalidad, no de la unidad
indivisible promedio. En la mayoría de las otras ciencias
biológicas, estudiamos principalmente la unidad indivisible promedio; y
en las ciencias de la medicina y la cría de animales, la unidad
indivisible, la individualidad, o la personalidad única, ha sido de
notable importancia en los últimos milenios.
Morfológicamente,
la materia viva se manifiesta en la biogeoquímica como una especie, un
género, una raza, etc. Distinguimos materia viva homogénea —perteneciente a un género, una especie, etc— y materia
viva heterogénea, como el bosque, la estepa o una comunidad
biótica en general, que se compone de formas homogéneas de materia
viva, en ciertas proporciones.[3] La
conveniencia de esta aproximación a los fenómenos de la vida
descansa en el hecho de que no nos extraviamos, en nuestros juicios y
concepciones, al vacilante dominio de las hipótesis y las
interpretaciones filosóficas acerca de la vida, como las que dominan el
pensamiento en la biología. No nos apartamos del dominio de los hechos
científicos y las generalizaciones científicas empíricas;
pisamos su firme terreno.
3
Junto al
concepto de materia viva, planteamos otras dos generalizaciones
empíricas: el concepto del medio de la vida, como la
biosfera; y el concepto de cuerpo natural vivo. La materia viva se
encuentra en nuestro planeta únicamente en la biosfera, que es el
dominio de la vida.
Esta
caracterización define los límites de la biosfera con absoluta
precisión. Conforme a esta definición, toda la troposfera de la atmósfera pertenece a la biosfera. Y ahora, los organismos vivos
—los seres humanos y sus inevitables compañeros: los insectos, las
plantas y los microorganismos— penetran aún más alto, por
sí mismos o con asistencia mecánica, en la estratosfera. Al
mismo tiempo, la humanidad civilizada (junto con sus inevitables
compañeros vivos) penetra varios kilómetros por debajo de la
superficie de la Tierra, muy por debajo de los límites del terreno
superficial que está en contacto con la troposfera. Hoy día,
también reconocemos la importancia planetaria del descubrimiento que se
hiciera a fines del siglo pasado, de que la vida —principalmente materia
viva anaeróbica, microbiana— puede encontrarse en regiones
subterráneas de más de tres kilómetros de profundidad y
probablemente más hondas. El límite inferior de la biosfera yace,
pues, varios kilómetros por debajo de la superficie del
geoide.[4] El océano entero del
mundo pertenece a la biosfera.
La
biosfera constituye una envoltura geológica definida,
nítidamente diferenciada de todas las demás envolturas
geológicas de nuestro planeta.[5] Esto es así, no sólo porque la biosfera está poblada de
materia viva que tiene enorme importancia como una fuerza geológica que
reelabora por completo la biosfera y transforma sus propiedades físicas,
químicas y mecánicas. Además, ésta es la
única envoltura del planeta penetrado de manera estimable por la
energía cósmica, que la transforma aún más que la
materia viva. La principal fuente de esta energía es el Sol. La
energía del Sol —energía térmica, luminosa y
química [es decir, ultravioleta]— es, junto con la energía
de los elementos químicos, la fuente primaria para la creación de
materia viva.
La
materia viva se extiende por la biosfera y, en gran medida, la crea. La materia
viva acumula la energía de la biosfera, principalmente la energía
térmica y química de la radiación solar, y la
energía química de los átomos de la Tierra. Es posible que
la energía radioactiva desempeñe cierto papel en
esto.[6]
4
Material
y energéticamente, la materia que que forma la biosfera es agudamente
heterogénea. Desde este punto de vista, debemos distinguir el volumen
principal de su materia, que no pertenece a la materia viva, y que
llamaré inerte, materia no viva. La mayor parte de ésta,
por lo que hace a su peso, se compone de rocas sólidas. Pero el mayor
volumen pertenece a cuerpos líquidos y gaseosos: el océano y la
atmósfera. Aquí se encuentra —aquí vive— la
totalidad de los organismos vivos del planeta, su materia viva.
Entre la
materia viva y la inerte de la biosfera, existe un solo y continuo
vínculo material y energético, que se mantiene ininterrumpido
durante los procesos de respiración, alimentación y
reproducción de la materia viva, y que es necesario para su
conservación: la migración biogénica de
átomos de los elementos químicos, de los cuerpos inertes de la
biosfera hacia los cuerpos naturales vivos, y de vuelta. Esto aparece en la
forma de movimiento: la partida y llegada de compuestos químicos
específicos de los organismos vivos y a ellos, como parte de los procesos
de alimentación, respiración, excreción y
reproducción, característicos de la materia viva. Estos procesos
definen la energía biogeoquímica de la materia viva, la
principal manifestación de la cual es la multiplicación de la
materia viva.
Todas
estas manifestaciones de migración biogénica y energía
biogeoquímica, son determinadas por las dimensiones, la
composición química y la energía de la biosfera. Por esta
razón, no puede existir ningún tipo arbitrario de organismo en la
biosfera, sino únicamente aquellos organismos estrictamente determinados
por la estructura de la biosfera. El organismo vivo y la materia viva son una
función prescrita de la biosfera. La gente a menudo olvida esto. Y de
manera errónea —especialmente en el discurso filosófico,
pero también en la biología— contraponen el organismo vivo a
su ambiente, como si fuesen éstos dos objetos independientes. Este tipo
de contraposición es un error lógico. Es especialmente evidente en
la filosofía, y socava la esencia de un gran número de sus
conclusiones. No me detendré aquí a considerar más
abundantemente este punto.
5
No menos
importante es el concepto de un cuerpo natural. Resulta bastante
extraño que este concepto básico, que en esencia empapa toda la
ciencia natural, se pase comúnmente por alto y no se sujete a un
análisis lógico serio. Y, aun así, los científicos
emplean el concepto, casi inconcientemente, a cada paso de su
trabajo.
En mi
juventud, tuve una experiencia clara y conciente de su importancia. Mi maestro
V. V. Dokuchayev, en su creativo trabajo sobre la ciencia del suelo,
propuso la idea de que el suelo es un cuerpo natural especial, diferente
de otras rocas. Como es bien conocido, probó esta tesis, e hizo posible
así que sus contemporáneos aprehendieran, por medio de este
notable ejemplo de una síntesis exitosa, las bases del trabajo creativo
en la ciencia natural.[7]
Pero
semejantes sucesos son raros en la historia de la ciencia y en la vida
científica corriente. Normalmente, los debates no abordan los supuestos
fundamentales del conocimiento científico. La gente no habla de estos
supuestos; se olvida de ellos.
Reflexionando
al respecto, es fácil convencerse de que toda ciencia natural
está basada en el concepto de un cuerpo natural, o un fenómeno
natural. En nuestra discusión ulterior, trataremos solamente de la
biosfera, y consideraremos fenómenos que conciernen a la materia
viva.
Los
científicos estudian en la biosfera sólo aquellos objetos creados
en ella por fuerzas que ocurren dentro de la misma, o fenómenos
producidos en ella por esas fuerzas. Los objetos con los que tratan, se pueden
denominar convenientemente cuerpos naturales de la biosfera, y los
fenómenos, sus fenómenos naturales. La tarea de la ciencia
es enumerar, describir e identificar todos los cuerpos naturales y todos los
fenómenos naturales que existen o han existido en la biosfera. Este es el
trabajo de generaciones de científicos, y hay miles de millones de
millones de hechos científicos y generalizaciones científicas
—es decir, cuerpos naturales y fenómenos naturales— por
aprehender de manera científica, por contar y sistematizar. Estos forman
la base de la ciencia; a partir de ellos, se construyen generalizaciones
científicas que se pueden llevar de vuelta a los cuerpos y
fenómenos naturales.
Este
trabajo resulta en la creación del contenido básico de la ciencia,
para el cual, extrañamente, aún no hay ninguna expresión
generalmente aceptada. Tuve que nombrarlo, y, quizás, sea conveniente
llamarlo, el aparato
científico.[8] Este aparato
empezó a crearse en la astronomía miles de años antes de
Cristo, y se entendió —llegó hasta nosotros— en la
forma de información numérica sobre las posiciones del Sol, las
estrellas y los planetas en los compendios helenísticos (Hiparco,
Tolomeo). Este trabajo fue revivido en Asia Central durante la Edad Media. Por
todas partes, se hizo en las crónicas en la forma de registros precisos
de cometas, bolas de fuego, meteoritos, etc. A partir del siglo 16, hubo una
rápida acumulación de información, cuya evaluación
fue la base para hacer las primeras generalizaciones importantes. Pero aun en la
astronomía, el progreso básico, que ha sido continuo y
rápido desde entonces, comenzó en gran escala apenas en el siglo
18. En ese siglo —el siglo de la ciencia natural descriptiva—
el esfuerzo por enumerar, observar y describir precisamente cada cuerpo natural,
y de registrar cada fenómeno natural, se volvió una tarea
conciente de la ciencia natural exacta.
Apoyado
en el trabajo de naturalistas anteriores, Linneo (1707–1778) introdujo el
concepto del sistema de la Naturaleza, y por primera vez, calculó el
número de especies de animales y plantas —las especies de formas
homogéneas de materia viva— que habitan la biosfera. En
1758, conocía un total de 4.162 especies de animales (para 1768, el
número era 5.936), y en 1768, 7.788 especies de plantas. En total, para
1768, Linneo distinguió 13.724 especies de organismo vivos, y menos de
rocas y minerales. Hoy día, el número de especies de plantas se
aproxima a las 200.000, y posiblemente exceda las 300.000. El número de
especies de animales se acerca a las 800.000; en realidad, probablemente sean
varios millones, y quizá lleguen a los 10 millones. En esencia, el
“sistema de la Naturaleza”, entendido en un sentido amplio,
corresponde a lo que llamo el aparato científico.
La
colosal cantidad de información numérica que corresponde a
propiedades químicas y físicas de la materia —y que crece
como una bola de nieva, siempre en aumento con el transcurso del tiempo,
obtenida principalmente por medio de la experimentación
científico, más bien que a partir de la observación de
la biosfera, y creada primero en la biosfera por el trabajo científico,
que excede varias veces la cantidad de cuerpos naturales vivos y materia viva, y
no tiene límites—, en mi opinión, hace lógicamente
confuso, inconveniente y prácticamente inútil llamar a esa
información sistema de la Naturaleza. Por consiguiente, el concepto de aparato científico, que podemos apreciar sólo porque ha
sido reducido a un sistema científico, es más sencillo. Incluye
tanto al sistema de la Naturaleza como al aparato científico de las
humanidades, que es abarcable por un sistema científico, aunque
completamente impregnado por la individualidad.
6
Cada
objeto de la ciencia natural es un cuerpo natural o un fenómeno natural
creado por procesos de la Naturaleza. Hasta el momento, muchos trillones de
cuerpos y fenómenos naturales, si no es que más, se han recogido
científicamente, enumerado y científicamente definido en el
sistema del aparato científico. El número de cuerpos y
fenómenos crece continuamente, y el sistema del aparato científico
también se perfecciona continuamente. Gracias a esto, nos vemos
enfrentados, cada vez más agudamente, a una cantidad infinita de hechos
científicos por examinar. El contenido básico de la ciencia se
localiza en ellos. Reelaborados por medio de la generalización
científica, las hipótesis científicas provisionales y las
teorías, y abrazados por la deducción y el análisis
matemáticos, se convierten en verdad científica, cuya
precisión y profundidad crece con cada
generación.
Esto es
lo que distingue la ciencia exacta de la filosofía, la religión y
el arte, donde no hay un aparato científico, y donde la verdad
científica, en ocasiones descubierta por creatividad intuitiva, puede
reconocerse como tal sólo cuando ha sido científicamente validada.
Esta intuición creativa a veces viene mucho antes que su
comprensión científica, y es en estos dominios de la creatividad
humana donde se ocultan las verdades científicas del futuro, las cuales
son oscuras para los contemporáneos. Pero no podemos entenderlas con
precisión sin la ciencia, sin cimentarlas en el aparato
científico.
7
Es
posible distinguir tres tipos de cuerpos naturales en la biosfera: cuerpos
vivos (por ejemplo, una planta, un escarabajo, etc), cuerpos
inertes (por ejemplo, una piedra, un trozo de cuarzo, etc) y cuerpos
bioinertes (como el suelo, el agua de los lagos, etc).
La
biosfera se compone de dominios nítidamente delimitados, formados por
cuerpos vivos, inertes y bioinertes: aguas, materia viva, rocas, aire, etc. Una
transición de los cuerpos vivos a los cuerpos inertes toma lugar cuando
aquéllos mueren; cuando un cuerpo vivo deja de existir como tal, se
transforma en roca organogénica (por ejemplo, en biolitos) y cuerpos
inertes, como los gases.[9] Los biolitos a
menudo son cuerpos bioinertes. La generación directa de un organismo vivo
a partir de cuerpos inertes, nunca se observa: el principio de F. Redi (toda
vida viene de la vida) [omne vivum ex vivo], nunca se
viola.[10]
El
concepto cuerpos naturales inertes (muertos) y vivos, en tanto objetos
naturales claramente distintos, es una noción antigua y común,
inculcada por milenios de historia, un concepto de “sentido
común”. No puede provocar ninguna duda, siendo claro e inteligible
para todos.
En el
trabajo científico, ya por siglos, sólo pueden encontrarse unos
cuantos casos en los que hubo dudas sobre si un objeto natural específico
se debía considerar un ser vivo o un cuerpo inerte, si ese
fenómeno natural dado era una manifestación de lo vivo o de lo no
vivo. Un caso dudoso de ese tipo —tal vez el más profundo— es
la cuestión de los
virus.[11]
Otros
casos pueden ser las cuestiones que J. C. Bose sacó a
colación en Calcuta, acerca de si la vida no se manifiesta tanto
en la materia viva como en la inerte, pero en grados diferentes. Estos son, sin
embargo, problemas filosóficos que Bose trató de resolver
utilizando el método científico, tal como G. T. Fechner
plnateó el asunto, menos precisamente, en términos
filosóficos, antes, en Europa, en el siglo 19. En este caso, la
cuestión de la materia viva de la biogeoquímica no está
involucrada, ya que en la biogeoquímica la materia viva es la totalidad
de los organismos vivos, mientras que Fechner y Bose intentaban
escudriñar la substancia energético-material común al
cuerpo vivo y al inerte.
8
El
concepto de cuerpo natural bioinerte es un concepto nuevo, definido en
términos biogeoquímicos exactos y diferente de los conceptos de
cuerpos naturales vivos e inertes. Los cuerpos naturales de este tipo se
expresan claramente en la biosfera y tienen un gran papel en cómo se
organiza ésta.[12] Los cuerpos
bioinertes son característicos de la biosfera. Son estructuras ordenadas
que consisten en cuerpos inertes y vivos simultáneamente (por ejemplo,
los suelos), cuyas propiedades físico-químicas tienen que
ajustarse todas —a veces con correcciones muy grandes— si, al
estudiarlas, la actividad de la materia viva localizada dentro de ellas no se
toma en cuenta.
La
migración biogénica de elementos químicos (átomos)
desempeña un gran papel en sus propiedades, muy a menudo el papel
dominante.
Cualquier
suelo es un cuerpo bioinerte típico. V. V. Dokuchayev ya
había reconocido esto claramente.
La
abrumadora mayoría de las aguas terrestres son cuerpos bioinertes.
Sólo hay casos aislados en los que la materia viva no desempeña un
papel fundamental en ellas. No ocurre, por ejemplo, en las calientes aguas
volcánicas, ricas en ácidos sulfúrico y clorhídrico,
ni en el caso de aguas extremadamente salinas. Sin embargo, aun en el Mar Muerto
hay materia viva microbiana, aunque no desempeña un papel decisivo. El
agua de lluvia está libre de materia viva en sus primeros momentos. Todas
las aguas de los océanos y mares, de los ríos y lagos, así como sus fondos, son cuerpos bioinertes, El equlibrio gaseoso, la
composición química y los sedimentos de todas esas agua —su
química— están determinados básicamente por la
materia viva.
El papel
de los cuerpos naturales bioinertes es extraordinario, y aún no se ha
tomado apropiadamente en cuenta en cómo se organiza la
biosfera.
El
proceso de la erosión de las rocas es un proceso bioinerte, cosa
que por lo general no se tiene en consideración. Esta circunstancia,
creo, explica el atraso de esta área de la geología química
(la erosión de la corteza terrestre) en relación al nivel del
conocimiento contemporáneo. La perspectiva biogeoquímica debe
contribuir en mucho a la solución de este problema.
9
Hasta
ahora, no he pasado de los conceptos materia viva, la biosfera, cuerpos
naturales y fenómenos naturales (inertes, vivos y bioinertes), conceptos
basados en el enorme material empírico preciso de la experiencia y la
observación. Estos conceptos no pueden despertar ninguna duda
teórica ni requieren que se comprenda ninguna nueva hipótesis
científica o construcción teórica científica. Uno
puede serenamente proceder con el trabajo, tan fructífero para la
ciencia, de sistematizar los hechos científicos acumulados, y generalizar
a partir de ellos.
Pero,
para comprender las cuestiones que siguen ahora, necesariamente debo tocar dos
nuevos fenómenos de gran importancia, cuya investigación
científica no se puede llevar a cabo sobre la base de la mera
generalización de hechos científicos, sino que requiere de
introducir nuevos conceptos y de encontrar una nueva forma de comprensión
de los hechos. Ambos fenómenos se comprenden con demasiada pobreza desde
el punto de vista teórico, y su importancia científica no se ha
apreciado. Ahora están en la frontera del conocimiento científico
contemporáneo. Estos son, primero, el concepto de mano derecha y mano
izquierda, y, segundo, el concepto de energía
biogeoquímica.
Mano
derecha y mano izquierda son conceptos cotidianos, que existen desde los
primeros tiempos, y que difícilmente se ha comprendido de manera
científica y filosófica. Fue Luis Pasteur el primero que
prestó atención a su importancia capital para comprender los
fenómenos de la vida: el organismo vivo o la materia viva. De forma
independiente de Pasteur, y un poco antes, Bechamps se dio cuenta de esto, pero
Pasteur percibió la cuestión más profundamente, e
identificó dentro de ella fenómenos que nos permiten penetrar de
una manera científica precisa en este inmenso dominio de problemas, cuyo
completo significado Pasteur mismo no pudo prever.
Yo
introduje el concepto de energía biogeoquímica en 1925, en mi
informe a la Fundación Rosenthal de París, el cual nunca se
publicó completo. En mi libro, trato esta cuestión al extremo
posible actualmente. Examinemos primero la cuestión de la mano derecha y
la mano izquierda en su relación con la materia viva y con la
biosfera.
10
No
necesitamos tratar aquí del profundo naturalista y experimentador A.
Bechamps, contemporáneo mayor de Pasteur, su enemigo y rival, quien
sobrevivió a Pasteur por muchos años, pero fue incapaz de obtener
las condiciones necesarias para el trabajo sistemático. Partió
exactamente del mismo hecho que Pasteur: el descubrimiento, realizado a
comienzos del siglo 19 en una pequeña empresa de Alsacia, de la
transformación del ácido racémico [ópticamente
inactivo] o sus sales, en ácido levotartárico durante la
formación de moho del vino. Sobre esta base, se halló una nueva
forma de producir ácido levotartárico. Pasteur y Bechamps
—ambos profundos químicos— vieron en esta acción
química del moho como materia viva una notable propiedad exclusiva de la
vida —la materia viva—; algo no comprendido, inusual, desconocido y
aparentemente imposible en reacciones químicas ordinarias. El reflexionar
en esto y tomar nota de ello —ver el problema involucrado— ya era un
gran logro, pero sólo el primer paso. Era necesario investigar el
fenómeno, y expresarlo en hechos científicos
específicos.
Las
circunstancias de la vida de Bechamps no se lo permitieron. Pero Pasteur
conectó el nuevo fenómeno con una propiedad muy especial de los
cristales enantiomorfos, que distingue —bajo la influencia de la materia
viva— a los ácidos y sales racémicos. Como resultado de esta
acción, se producía un isómero —tan sólo el
dextrógiro o el levógiro, pero no el otro, que quizás era
consumido por el organismo. Pasteur vio en esto, con toda razón, una
violación drástica de la ley de simetría cristalina. Esta
violación aparecía en el hecho de que las formas dextrógira
y levógira manifiestan grados completamente diferentes de estabilidad en
la materia viva, y exhibiendo una conducta química muy lejos de ser
idéntica, algo nunca observado en ellas en los cuerpos naturales
inertes. Evidentemente, esto último no podía ocurrir.
Pasteur
le llamó a este fenómeno disimetría, pero ni lo
ligó con el ordenamiento normal de las estructuras morfológicas y
fisiológicas de la materia viva a mano derecha o a mano izquierda, ni
aquel fenómeno le hizo prestar atención a este hecho.
Estudió el fenómeno como cristalógrafo y como
químico, pero no como biólogo. Pasteur mismo no ofrece una
definición más precisa de la disimetría, y no
consideró los cambios que habían ocurrido en la
cristalografía cuando regresó a estos problemas en los
últimos años de su vida.
Mucho
más importante fue el descubrimiento de Pasteur de la disimetría molecular, completamente análoga a la
disimetría de los cristales poliédricos. Inició con ello
toda una nueva ciencia: la estereoquímica. Gracias a eso, la
química se enriqueció con el concepto de asimetría (es decir, la ausencia de simetría en la configuración espacial en las cercanías de un átomo de carbono). Este
término se utiliza simultáneamente en la química y en la
física en sentidos completamente diferentes, lo que genera
confusión.
11
El enredo
que surgió estorbó el trabajo. La disimetría molecular,
descubierta por Pasteur, mostró que la presencia de materia viva se
refleja en la fórmula química, aun en soluciones, y que las
estructuras atómicas de mano derecha y las de mano izquierda resultan
no equivalentes en las reacciones químicas. Son químicamente
distintas en la materia viva, pero químicamente idénticas en
medios químicos inertes. Pasteur no sabía que (como se
descubrió después de su muerte) éste era esencialmente el
mismo fenómeno que él mismo había descubierto en los
cristales. Porque en los cristales tenía una distribución espacial
de ordenamientos espirales derechos e izquierdos de átomos, análoga a la estructura atómica de las moléculas. Esta
conclusión surgió de una manera precisa, de la noción de espacio cristalino —hablando en lenguaje
contemporáneo— construido geométricamente por Ye. S.
Fiodorov y A. Schoenflies a fines del siglo pasado. En la coincidencia de los
230 grupos que identificó (en realidad son 219), con los ordenamientos de
átomos en el espacio cristalino, Ye. S. Fiodorov vio una prueba de
la construcción atómica de los compuestos químicos.
Finalmente, esto se demostró experimentalmente en el siglo 20 por medio
del análisis de cristales con rayos X. Los contemporáneos de
Pasteur —Seeber, Ampère y Godin— habían previsto esto,
pero Pasteur permaneció al margen de la influencia de sus
ideas.
Después
de Pasteur, P. Curie generalizó el concepto de disimetría,
considerando como un caso especial el fenómeno descubierto por Pasteur en
los organismos vivos, y aplicando el concepto de disimetría a los
fenómenos físicos en general —campos eléctricos y
magnéticos, etc.— como un postulado fundamental de la
física. Pero Curie no pudo completar el desarrollo de sus
ideas; su trabajo fue interrumpido en pleno desenvolvimiento, por su
súbita muerte. No quedó ninguna presentación coherente en
sus documentos de los resultados que obtuvo. Sólo debe advertirse que
Curie demostró la existencia de diferentes formas de
“disimetría”, y lógicamente concluyó que un
fenómeno, conectado con cualquier forma dada de disimetría, debe
tener una causa que tenga la misma forma de disimetría. Es conveniente
llamar a esta conclusión el principio de P. Curie.
En vista
de este estado de cosas, creo que sería más correcto dejar a un
lado el concepto y la palabra “disimetría”, y en cambio
emplear la idea más vieja y generalmente familiar de la distinción
entre mano derecha y mano izquierda en los organismos, que es tan agudamente
manifiesta en el Hombre. Pero dado que existe una teoría (errónea,
me parece) de que el uso dominante de la mano derecha en el Hombre surge apenas
en el Neolítico, la forma correcta de proceder será sustituir mano
derecha y mano izquierda con el concepto más general, que Curie
empleó antes de su muerte, de estados distintos del espacio. No
alcanzó él a elaborar, antes de morir, una presentación
formal de este concepto, pero esencialmente corresponde, por supuesto, a las
diferentes formas de disimetría, sobre la que trabajaban Curie y
Pasteur.
Este
concepto era ampliamente conocido entre los naturalistas en el dominio de la
ciencia natural descriptiva, y tiene sus raíces muy atrás, en el
siglo 18. Aquí el asunto era a menudo el estado variable del espacio en
nuestro planeta, en relación con su movimiento orbital alrededor del Sol;
que ciertos movimientos y fenómenos eran diferentes, dependiendo de si
tenían lugar en una parte del planeta que se movía en
dirección al Sol, o en la dirección opuesta. Pasteur
reconoció la posibilidad de estados diferentes del espacio
cósmico, por medio de los cuales explicó su descubrimiento de que
la materia viva presenta disimetría. Ciertamente, debemos ver en el
estado del espacio, el substrato geométrico básico de todas
sus manifestaciones materiales, temporales y energéticas.
En el
caso presente, habrá un estado del espacio en el que la
orientación a la derecha y a la izquierda, expresadas como estructuras
espirales derechas o izquierdas de átomos, sean químicamente
idénticas en los cuerpos inertes y distintas en los vivos. A ésta,
una de las más profundas propiedades geométricas de los cuerpos
naturales, se le ha dado insuficiente atención en la filosofía,
las matemáticas y en la ciencia natural. Pero todos estamos muy
familiarizados con ella en la vida diaria. La conocemos desde la niñez,
dado que un ser humano es un cuerpo vivo, en el que la derecha y la izquierda se
distinguen nítidamente una de la otra (aun desde el punto de vista
químico). Por ejemplo, una persona de cada 16.000 [sic] es zurda. En
tiempos recientes, estos fenómenos han comenzado a llamar más la
atención en la biología, pero, a mi juicio, de manera aún
insuficiente.
Los
matemáticos —especialmente los geómetras— ya no pueden
seguir pasando esto por alto, sino que necesitan explicar este fenómeno geométrico fundamental.
Regresaré
a la cuestión del estado del espacio, en general, y en relación
con su manifestación particular en la no equivalencia de derecha e
izquierda, en mi siguiente estudio sobre los problemas de la
biogeoquímica. Aquí no puedo adentrarme más en ello. Me
parece que es conveniente hablar, en este contexto, del espacio físico,
como propuso Helmholtz.
12
Todavía
es necesario discutir otro fenómeno que difícilmente se ha
comprehendido en las generalizaciones científicas: la energía
activa de la materia viva en la biosfera. R. Mayer, hace casi cien años,
tomó en consideración esta manifestación de la materia
viva. Mostró que en los minerales organogénicos —en
depósitos de carbón— tenemos un acumulador de energía
libre, capturada en esta forma por la materia viva del Carbonífero, y que
utilizamos los rayos solares fosilizados de esa época. Pero la idea en
una forma general —la creación y acumulación de energía libre en la biosfera por la materia viva y por los
procesos naturales propios de la materia viva— brotó en la mente de
muchos a mediados del siglo 19, cuando se elaboró el concepto mismo de
energía.
Ahora
quiero señalar esto más concretamente: no como la cuestión
básica de los energéticos del planeta, sino como un problema
biogeoquímico. En 1925, denominé energía
bioquímica a la energía libre que ofrece la materia viva en la
biosfera, que esencialmente viene a ser el trabajo inherente al movimiento de
los átomos, y que se manifiesta en los movimientos de la materia viva
(ver Sección 15, V). Dado que la energía biogeoquímica
distingue tajantemente la materia viva de la materia inerte, es indispensable
mencionar aquí sus características básicas.
13
La
energía biogeoquímica de la materia viva está estrechamente
vinculada a tres características fundamentales de la materia viva en la
biosfera: primero, con la unidad de toda la materia viva en la biosfera; segundo, con la generación continua, por parte de la materia viva en la
biosfera, de energía libre, capaz de realizar trabajo; y tercero,
con la colonización de la biosfera por la materia viva.
En los
tres casos, la manifestación de energía biogeoquímica es
diferente; tomada en su totalidad, la energía biogeoquímica es
no homogénea. A fin de cuentas, está ligada al movimiento de
la materia viva en la biosfera, con desplazamientos pasivos o activos (en
relación a la materia viva), va unida a la movilidad de las masas de
materia viva en la biosfera, y es finalmente reducible al movimiento de
átomos o elementos químicos.
Por lo
que he dicho, está claro que la energía biogeoquímica no es
alguna forma especial de energía perteneciente a la vida; no es la energía vital que buscaba W. Ostwald, análoga a la
energía térmica, química, luminosa, eléctrica, etc.
No afecta la ley de la conservación de la energía, pero aparece en
ese contexto como formas ya conocidas de energía.
Ahora
podemos investigar las verdaderas fuentes de la energía
biogeoquímica con precisión. Son, a fin de cuentas, la
energía radiante del Sol (luminosa, calorífica, química), y
la energía de los elementos químicos de los que están
constituidos los cuerpos de la materia viva (energía química y
térmica). Probablemente exista una contribución de los elementos
radioactivos.
Un
cálculo cuantitativo exacto del efecto calórico en los procesos
vivos, establece, creo yo, sin sombra de duda, que tal es su origen. Es,
esencialmente, un resultado de la organización de la biosfera y la
organización de la materia viva que habita la biosfera.
No puedo
adentrarme más en este tema aquí. Sólo mencionaré
las principales formas de manifestación de esa organización. La
más importante es la energía biogeoquímica, ligadas a la
colonización del planeta. Intenté calcularla en la forma de
una velocidad máxima definida de la transmisión de vida de la
especie, para cada especie de materia viva (la definición tal vez
infructuosa que le di anteriormente); esto es, la velocidad de
colonización del planeta entero por un organismo determinado. Esta es
energía ligada a la reproducción de organismos vivos. Cada forma
de materia viva puede, de esta forma, propagarse por todo el planeta y, dentro
de cierto lapso, que es diferente para cada forma de materia viva,
teóricamente colonizar el planeta entero. En los casos más
rápidos, para las bacterias, este proceso de colonización puede
ocurrir en de uno a uno y medio días, mientras que al elefante —uno
de los organismos que se reproducen más lentamente— le
tomaría de 1,000 a 1.100 años. En la colonización total, la
materia viva cubriría la superficie entera del planeta, es decir,
llenaría todas sus líneas y áreas realmente existentes. Una
de estas líneas curvas, la línea del Ecuador terrestre, es decir,
la línea (curva) terrestre precisamente definida de máxima
longitud, se puede tomar como un criterio único de comparación,
común a todas las formas de materia viva.
Cuando
hablo aquí de la colonización del planeta, supongo que este
proceso de colonización ocurre en condiciones tales que le
permitirían proceder normalmente en el futuro, si no fuera por falta de
espacio, de superficie qué colonizar. La velocidad de
colonización, expresada como una magnitud V, puede fluctuar dentro
de límites que van de cerca de la velocidad del sonido en el aire,
más de 33.000 centímetros por segundo (para algunas bacterias), a
centésimas de centímetro por segundo (para el
elefante).
En otras
palabras, hablamos de la colonización duradera del planeta a largo plazo
por un organismo en sus condiciones normales de vida, en las que puede existir
por generaciones; y no de explosiones de vida, en las que el exceso de
organismos nacidos muere por la escasez de alimentos o espacio para
vivir.
Estos
conceptos no entran aún en la conciencia de la ciencia. Estoy convencido
de que su utilización es una cuestión para el futuro. Debe notarse
que la velocidad del sonido corresponde a la condición real en que la
composición normal del medio atmosférico en el que vive el
organismo —incluso en el caso de organismos acuáticos (las aguas
naturales tienen su propia atmósfera subacuática)— no se
destruye. Esto muestra que la energía biogeoquímica, así
expresada, casi ha alcanzado sus límites físicos. Las velocidades
de este modo obtenidas deben ser comparadas cuantitativamente entre sí;
puede afirmarse, por ejemplo, que la velocidad de colonización del
elefante es 107 veces menor que la de las bacterias.
Pero la
energía biogeoquímica de colonización no subsume todas las
manifestaciones de esa energía. Mencionaré dos más de sus
formas aquí.
Primero,
la creación de una masa de materia viva y su sustento, por
medio del proceso metabólico, a un valor constante durante la
existencia del organismo.
Y
segundo, la enorme forma nueva de energía biogeoquímica
constituida en la biosfera por el proceso técnico de trabajo de la
raza humana, dirigido de una forma compleja por el pensamiento humano: la
conciencia. Es notable que el crecimiento de las máquinas dentro de la
estructura de la sociedad humana también procede en progresión
geométrica en el curso del tiempo, tal como la proliferación de
cualquier materia viva, incluídos los seres humanos.
Estas
manifestaciones de energía biogeoquímica no han sido
científicamente investigadas en lo absoluto.
Es
imperativo dirigir el trabajo científico a estas áreas de la
biogeoquímica, no sólo a causa de su gran importancia
teórica, sino también, me parece, con una visión hacia su
cierta importancia para las tareas del Estado. En la biogeoquímica, es
necesario hacer una aproximación deliberada a los procesos
espontáneos de transformación de la biosfera en la noosfera, que
tiene lugar en la actualiad.
Para
esto, la tarea suprema es reunir hechos y estudiar los problemas relacionados
con la energía biogeoquímica. No tengo duda de que esto se
hará tarde o temprano. Espero regresar a ello en mi libro.
La
característica distintiva básica de la energía
biogeoquímica queda clara y poderosamente demostrada en el aumento de la
energía libre de la biosfera en el curso del tiempo geológico, y
es evidente de manera especialmente drástica en la transición de
la biosfera a la noosfera, que es ya manifiesta.
II. Cuadro
La
distinción energético-material fundamental de los cuerpos
naturales vivos de la biosfera, de sus cuerpos no vivos
La
distinción entre los procesos energéticos de la materia viva y los
de la materia inerte se localiza en las mismas formas de energía que
aparecen en los cuerpos naturales inertes. La composición química
de ambos tipos de cuerpos naturales se reduce a los mismos elementos
químicos, aunque es posible que los pesos atómicos de algunos o de
todos lo elementos estén cambiados en la materia viva. Esta
distinción fundamental se observa en el espacio-tiempo de las formas de
la materia viva. Es indispensable estudiar también, junto con la materia
y la energía, la manifestación del tiempo en los procesos vivos.
La hipótesis científica de una estructura geométrica
especial del espacio para los cuerpos de la materia viva, es admisible, y
requiere verificación: un espacio que no corresponde a la
geometría euclidiana, pero que descansa en la base de las propiedades
energético-materiales y temporales de la materia viva,
distinguiéndola de los cuerpos naturales inertes de la
biosfera.
14
Con base
en todo lo que se conoce actualmente acerca de la biosfera, intentaré ahora expresar concisamente, sin ninguna teoría o
hipótesis, esa clara distinción entre la materia viva de la
biosfera y sus cuerpos naturales inertes, que es tan pronunciada y
característica de la envoltura de la Tierra, y más familiar y
cercana a nosotros. Me parece que es necesario e importante hacerlo ahora, antes
de la publicación de mi libro, cuando quiera que ésta ocurra.
Hasta donde sé, esto nunca se ha hecho en semejante forma y aspecto;
consecuentemente, nunca antes pudo haberse discutido en su totalidad: el
problema más importante yace fuera del campo de visión del
naturalista.
Es
extremadamente importante que los naturalistas piensen en comprender un
fenómeno tan fundamental de la biosfera.
Es
importante que tengan a su disposición, no tanto los conceptos
científico-filosóficos teóricos de la vida que hoy
día ocupan el pensamiento de los filósofos, como la
información exacta que subsume a la biología y todas sus
“definiciones de la vida”, fundadas en esa
información.
En el
cuadro que se ofrece abajo, creo dar sólo tales generalizaciones
empíricas, y que no me aparto del dominio de los hechos
científicos. Este es el lado de la cuestión a la que ahora debe
prestarse atención, y estas generalizaciones deben tomarse como la base
del trabajo científico.
15
La
tajante e infranqueable distinción entre los cuerpos naturales vivos y
los cuerpos naturales inertes de la biosfera, puede resumirse de manera
condensada en el cuadro siguiente.
La distinción energético-material fundamental de los cuerpos naturales vivos de la biosfera, de sus cuerpos no vivos
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Cuerpos naturales inertes |
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Cuerpos naturales vivos |
I. |
Entre los cuerpos naturales inertes dispersos de la biosfera, no hay cuerpos análogos a los cuerpos vivos. Las formas inertes dispersas se concentran en la biosfera, del mismo modo que las formas vivas, pero las primeras penetran a mayores profundidades. Aún más profundamente, evidentemente en la capa de granito de la corteza, su existencia es sofocada por la gran presión. Estos cuerpos inertes se crean en la biosfera por la muerte de materia viva (por ejemplo, organismos microscópicos), a partir de sus secreciones y excreciones, por medio del movimiento de fases gaseosas o líquidas, en los vientos, en las aguas en movimiento, en aceites, etc. También son traídos a la biosfera, de sus regiones inferiores, por gases o líquidos, por explosiones volcánicas y erupciones, y por movimientos tectónicos de capas más profundas de la corteza terrestre. Son creados por procesos físico-químicos ordinarios, y se pueden reproducir sintéticamente en nuestros laboratorios. Ciertos cuerpos inertes dispersos —polvo cósmico y meteoritos— penetran constante y continuamente la biosfera desde las extensiones del espacio cósmico, en parte desde la galaxia. |
|
Los cuerpos naturales vivos existen solamente en la biosfera, y sólo como cuerpos dispersos, en la forma de organismos vivos y sus agregados: la materia viva. Se observan tanto en el panorama macroscópico (campo gravitacional) de la realidad, como en el microscópico. Nunca se ha obtenido la síntesis artificial de un cuerpo natural vivo. Esto indica que se requiere alguna condición fundamental para semejante síntesis, la cual está ausente en el laboratorio. L. Pasteur identificó la disimetría —un estado especial del espacio— como la condición faltante (Secciones 10-11). Es concebible la penetración de cuerpos naturales vivos a la biosfera desde el espacio cósmico, pero hasta ahora no ha sido probada. |
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II. |
Los cuerpos naturales inertes son extremadamente diversos y, tomados en su totalidad, no manifiestan una conexión genética unificadora entre sí.
Los cuerpos naturales inertes de la biosfera non tienen una característica común, unificadora, análoga a la célula, al protoplasma y a la reproducción, características comunes a todos los cuerpos naturales vivos. |
|
Los cuerpos naturales vivos representan un todo unificado —la materia viva de la biosfera— morfológicamente, pues tienen una unidad morfológica única —la célula—; en su estructura material, pues tienen el mismo protoplasma, y, finalmente, desde el punto de vista dinámico, pues siempre poseen la capacidad de reproducirse.
Difícilmente puede negarse que tal unidad de todos los cuerpos naturales vivos esté conectada a su unidad genética en el curso del tiempo. |
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III. |
En los cuerpos naturales inertes y los fenómenos naturales, no hay distinción en las propiedades químicas de las formas dextrógira y levógira del mismo compuesto químico. En los cuerpos inertes estas son químicamente idénticas. En los sólidos homogéneos (monocristales), la manos derecha y la mano izquierda están sujetas a las estrictas leyes de la simetría. En particular, las cantidades de monocristales derechos e izquierdos del mismo compuesto químico formadas simultáneamente en un medio inerte son idénticas. Las “gotitas dispersas”, es decir, los poliedros cristalinos homogéneos —muestras individuales de un compuesto químico sólido— pueden diferir intensamente, en su estructura interna, del espacio usual (isotrópico) de la geometría euclidiana, pero no se apartan de la estructura de esa geometría.
La mano derecha y la mano izquierda son geométrica y químicamente idénticas en los cuerpos naturales inertes. Ambas están siempre presentes en el mismo número, y son químicamente indistinguibles. Se puede decir que esta identidad química de las formas derecha e izquierda es una manifestación necesaria de la construcción atómica de compuestos químicos sólidos homogéneos, y del espacio físico geométrico euclidiano, materialmente expresado de esta forma. Es una manifestación de la construcción atómica, por un lado, y de la geometría euclidiana, por el otro. |
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La distinción química entre las formas derecha e izquierda del mismo compuesto químico caracteriza el estado del espacio físico que ocupa el cuerpo de un organismo vivo, y su manifestación en el medio circundante, en la biosfera. Esta no identidad química se manifiesta intensamente en los productos sólidos (cristalinos y mesomórficos) y líquidos, formados por procesos bioquímicos. Predominan isómeros o derechos o izquierdos. Este fenómeno es aguda y profundamente evidente en las propiedades de la materia viva de la biosfera, hasta el nivel de las moléculas que componen los cuerpos vivos. Las leyes de la simetría del estado sólido cristalino de la materia son violadas de forma drástica. Semejantes estados del espacio ocupado por cuerpos de la materia viva se crean en la biosfera solamente a partir de cuerpos naturales vivos previamente existentes. Se generan por nacimiento (principio de Redi). Se puede ver aquí una expresión del principio de Curie (Sección 11). Parece que L. Pasteur estuvo en lo correcto en cuanto a que, para los compuestos químicos primarios esenciales para la vida, sólo existe el estereoisómero izquierdo dentro del cuerpo de un organismo vivo (en su espacio físico); los isómeros derechos, o no aparecen, o son eliminados por los organismos. Por desgracia, hasta ahora, este fenómeno de enorme importancia, que se puede establecer fácilmente, aún no se ha verificado, y sólo sigue siendo muy probable. |
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IV. |
En la biosfera se crean nuevos cuerpos inertes por medio de procesos físico-químicos y geológicos, sin consideración de los cuerpos naturales previamente existentes, vivos o inertes; se forman por innumerables caminos a partir de los cuerpos naturales, los cuales por lo común no se asemejan al producto resultante.
Los cuerpos inertes se pueden formar dentro de los cuerpos naturales vivos. Pero no hay nada que se parezca a la reproducción en la creación de cuerpos naturales inertes en la biosfera.
No hay en los cuerpos naturales inertes de la biosfera ningún tipo de cambio análogo a los procesos de evolución de la materia viva. En general, hoy día vemos en la biosfera los mismos cuerpos naturales inertes y los mismos fenómenos de formación de tales cuerpos que ha habido por al menos dos mil millones de años. En el curso del tiempo geológico, han emergido nuevos cuerpos inertes sólo por influencia de los procesos de evolución de la materia viva. La creación de tales cuerpos inertes nuevos ocurre de manera drástica y poderosa —y su importancia viene en aumento— en la noosfera de la época presente, como consecuencia de la creatividad humana. |
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Un nuevo cuerpo natural vivo, un organismo vivo, nace únicamente de otro organismo vivo como él. Para cada especie de materia viva hay una sucesión de generaciones, que cobran existencia a cierto ritmo definido a través del tiempo (principio de Redi).
En el tiempo geológico, en el curso de al menos dos mil millones de años, la materia viva ha sido plástica: hay un proceso de evolución de las especies. Evidentemente, de acuerdo con leyes que aún no se dilucidan (¿en parte, procesos de mutación?), una nueva especie de materia viva se crea de tiempo en tiempo; en varios organismos vivos, aparece una nueva generación cambiada morfológica y fisiológicamente, claramente diferente de la generación precedente. Un solo proceso de evolución unificado, estrechamente vinculado con la historia del planeta, se observa en el curso de no menos de dos mil millones de años. Como lo demostró Dana (1852), existe, dentro de la materia viva de la biosfera, un proceso de formación de sistemas nerviosos centrales —del cerebro— funcionalmente más y más poderosos. Este proceso avanza inexorablemente en el curso del tiempo, pero con interrupciones importantes del orden de decenas o tal vez centenas de millones de años.
Gracias a esto, desde finales del Plioceno, el papel geológico de la materia viva en la biosfera aumentó abruptamente, dio un salto. Gracias a la creatividad humana, la biosfera cambia ahora rápidamente a un nuevo estado: la noosfera. |
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V. |
Un cuerpo natural inerte disperso —sólido o mesomórfico— no tiene propiedades especiales de movimiento como cuerpo natural singular. Tampoco hay tales propiedades en los cuerpos inertes líquidos o gaseosos, que consisten de moléculas en un complejo movimiento, y que asumen la forma de los recipientes que los contienen. Los cuerpos gaseosos ejercen presión sobre las paredes de recipientes cerrados. Su movimiento está gobernado por las leyes de la temperatura y la presión. |
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No hay cuerpos naturales vivos líquidos o gaseosos en la biosfera. Los líquidos y los gases existentes en cualquier cuerpo vivo, están mezclados con estructuras coloidales (mesomórficas y sólidas).
El movimiento espontáneo, en gran medida autorregulado, es una de los rasgos típicos de cualquier cuerpo natural vivo de la biosfera.
Hay dos formas de semejante movimiento en la materia viva. Una —pasiva— ocurre por medio de la reproducción, y es una propiedad común de toda la materia viva. La otra —activa— se expresa en la gran mayoría de los animales, y en una minoría de las plantas, como el movimiento espontáneo de individuos y sus colonias en el medio de la materia viva.
La primera forma de movimiento —propagación en la biosfera, o colonización de la biosfera— es análoga, en la naturaleza de sus leyes, a una masa gaseosa, y, como un gas, ejerce presión, cuya magnitud depende del ritmo de reproducción (la energía biogeoquímica del proceso de colonización). La tasa de colonización por parte de la materia viva dentro de los límites de la biosfera se aproxima a un máximo físico: la velocidad del sonido en el medio gaseoso de la respiración.
Para los organismos microscópicos que viven en líquidos, hay todavía otra forma de movimiento, que iguala el movimiento molecular de los fluidos, visible para nosotros en movimiento browniano. |
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VI. |
Los cuerpos naturales inertes son absolutamente inertes. Cambian como resultado de causas externas, por estar expuestos en la biosfera. Este proceso bioinerte procede lentamente, y se manifiesta en el curso del tiempo geológico. Los cuerpos inertes no crecen y, aparentemente, no aumentan su masa.
En los cuerpos inertes, no encontramos nada análogo al crecimiento (y la proliferación) de organismos vivos.
Comparar el crecimiento de un organismo con el de un cristal es una equivocación, como queda claro al primer encuentro con el análisis lógico. Los átomos de un cuerpo inerte no manifiestan, dentro de él, ninguna característica de movimiento, análoga a la migración biogénica de átomos. |
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Los cuerpos naturales vivos viven, es decir, crecen y se multiplican.
Gracias a esto, cada organismo vivo es la fuente y el centro de una migración biogénica de átomos de la biosfera al organismo y de vuelta. Por eso, cada organismo es una fuente de energía libre en la biosfera: energía biogeoquímica libre.
Biogeoquímicamente, este flujo biogénico de átomos crea una cantidad innumerable y continuamente cambiante de moléculas químicas en la materia viva. La mayor parte de los compuestos químicos generados en los organismos vivos se pueden sintetizar por diferentes medios en el laboratorio. Pero en la biosfera, casi todos estos compuestos se forman tan sólo en la materia viva.
Su síntesis ocurre dentro de la materia viva a velocidades inauditas y todavía no alcanzables en nuestros laboratorios.
Gracias a esto, la energía biogeoquímica aparece en la biosfera, desde el punto de vista de su poder, como la fuerza fundamental de cambio de la biosfera. |
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VII. |
El número de cuerpos naturales inertes en la biosfera está determinado por las propiedades generales de la materia y la energía. No depende, de ninguna manera explícita, de las dimensiones del planeta.
La biosfera continuamente absorbe y emite materia y energía desde y hacia el espacio cósmico. Existe un continuo intercambio materia-energía de cuerpos naturales inertes.
Aparentemente, aquí vemos un equilibrio dinámico establecido, una manifestación del mismo tipo de organización (pero no mecanismo) que es característico de la biosfera y de la materia viva. |
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El número de cuerpos naturales vivos de la biosfera está cuantitativamente ligado a las dimensiones de la biosfera.
La hipótesis científica de trabajo de que ocurre un intercambio extraterrestre de cuerpos naturales vivos, es admisible, pero requiere verificación. |
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VIII. |
El tamaño del área ocupada, y las regiones en las que los cuerpos naturales inertes aparecen en la biosfera, están limitados por las dimensiones de ésta última, y sólo pueden aumentar con la expansión de la biosfera.
Evidentemente, la biosfera se expande en el curso del tiempo geológico, merced al movimiento de la materia viva. En este proceso, los cuerpos naturales inertes de la biosfera desempeñan un papel pasivo. |
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La masa de materia viva de la biosfera está cerca del límite, y, evidentemente, mantiene un valor relativamente constante en la escala del tiempo histórico. Está determinada, sobre todo, por la energía radiante del Sol que cae sobre la biosfera, y por la energía biogeoquímica del proceso de colonización del planeta.
Evidentemente, la masa de materia viva aumenta en el curso del tiempo geológico, y el proceso de ocupación de la corteza terrestre por parte de la materia viva aún no se ha completado. |
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IX. |
Las dimensiones mínimas de un cuerpo natural inerte de la biosfera están determinadas por el grado de dispersión de la materia y la energía: el átomo, el electrón, el neutrón, etc. Las dimensiones máximas están determinadas por las dimensiones de la biosfera, un cuerpo natural bioinerte. La variación de tamaños es enorme: 1040 o probablemente aun mayor. |
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Las dimensiones mínimas de un cuerpo natural vivo están determinadas por la respiración, es decir, la migración biogénica gaseosa de átomos (y, en último análisis, por el número de Loschmidt [Avogadro]). Estas dimensiones son del orden de 106 cm. Las dimensiones máximas no han excedido unos cuantos cientos de metros en el curso de dos mil millones de años. Las razones de esto aún no han sido indagadas. La variación de tamaños no es grande: 109. |
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X. |
La composición química de los cuerpos naturales inertes de la biosfera es una función de la composición y de las propiedades del medio circundante en el que son creados. Se determina de manera pasiva por la estructura de la biosfera en el curso del tiempo geológico. |
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La composición química de los cuerpos naturales vivos es creada por esos propios cuerpos. Por medio de la nutrición y la respiración, seleccionan los elementos químicos que necesitan para su existencia y para la creación de nuevos cuerpos naturales vivos (la autarquía de la materia viva). Evidentemente, en este proceso pueden cambiar las proporciones isotópicas (cambiar los pesos atómicos de los elementos químicos en las mezclas).
Así, los organismos vivos crean la mayor parte de sus propios cuerpos, como cuerpos autónomos e independientes (dentro de ciertos límites definidos) en la biosfera, el gran cuerpo bioinerte del planeta. |
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XI. |
El número de compuestos químicos diferentes —moléculas y cristales— en los cuerpos naturales inertes de la biosfera (y de la corteza terrestre) es limitado. Existen unos cuantos miles de tales moléculas y cristales. Esto determina el número esencialmente pequeño de formas de cuerpos naturales inertes de la biosfera. |
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El número de compuestos químicos —moléculas y cristales— en los cuerpos naturales vivos, es ilimitado. Está vinculado a su individualidad, y es diferente para cada unidad individual de materia viva. Ya conocemos millones de especies de organismos y billones de ordenamientos diferentes de moléculas y cristales que les corresponden. Aunque lejos de haber sido descritos todos ellos, este carácter suyo está más allá de toda duda científica. |
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XII. |
Todos los procesos naturales en el dominio de los cuerpos naturales inertes —con excepción de la radioactividad— reducen la energía libre de la biosfera (los procesos físico químicos son reversibles). De esta forma, la energía libre de la biosfera disminuye, y su entropía aumenta. |
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Los procesos naturales de la materia viva, como se reflejan en la biosfera, aumentan la energía libre de la biosfera (es decir, disminuyen su entropía).
Como resultado de ese proceso, la energía libre de la biosfera aumenta, mostrando así la importancia fundamental de la materia viva en la estructura de la biosfera y, en consecuencia, del planeta. |
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XIII. |
La composición química de los cuerpos naturales inertes puede corresponder a un compuesto químico casi teóricamente puro, con proporciones estequiométricas precisas entre los elementos. En los minerales, predominan las soluciones sólidas (mezclas isomórficas).
En todos los cuerpos inertes hay dispersos átomos libres de elementos químicos. Estos penetran toda materia terrestre, sin entrar en la composición de las moléculas, y no siempre entran en los nodos de las retículas espaciales.
Actualmente conocemos dos procesos que ocurren de manera continua y provocan la dispersión de átomos: la penetración de radiación (cósmica), y los procesos radioactivos, que provocan una dispersión ininterrumpida de átomos —siempre efímera— en la materia inerte terrestre de la biosfera. La importancia de este fenómeno apenas comienza a bosquejarse para nosotros. Demanda estudio teórico y experimental. |
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En la materia viva de la biosfera, siempre encontramos mezclas extraordinariamente complejas de moléculas químicas. Estas son siempre cuerpos de estructura mesomórfica (coloidal, y más raramente cristalina, etc.). Predominan abrumadoramente (fuera de las etapas de estados latentes de la materia viva) las moléculas de agua, química y físicamente enlazadas, las cuales retienen en gran medida sus propiedades características. Las moléculas de agua constituyen del 60 al 99 por ciento (o posiblemente más) del peso total de la materia viva. En estados latentes de la materia viva, la cantidad de estas moléculas oscila entre 4 y 15 por ciento (posiblemente menos).
No hay proporciones estequiométricas en la composición química bruta de los cuerpos vivos. Pero su composición química está estrictamente determinada, y es más constante que en las composiciones químicas de mezclas isomórficas en los minerales naturales. Esta composición es típica para una especie, raza, etc. dada, y viene a ser característica peculiar de cada forma de materia viva.
A este respecto, no hay elementos químicos biogénicos especiales para la materia viva en su totalidad. Todos los elementos de la biosfera están comprendidos en la materia viva. Pero es característico que, para cada elemento químico, su geoquímica en la biosfera involucre la existencia de organismos vivos cuya actividad concentre ese elemento, y que, por consiguiente, se distingan de otros organismos vivos. Aquí el papel de la materia viva claramente es de carácter planetario.
Es evidente que los elementos del agua —oxígeno e hidrógeno— son dominantes en la abrumadora masa de la materia viva. Además de ellos, los elementos dominantes en el protoplasma (C, N, P, S, K, Na, Cl, Ca, Fe, Si, Mg, etc.) deben ser característicos de todos los organismos. Los elementos en las estructuras esqueléticas quizás desempeñan un papel aún más importante en la biosfera en general: Fe, Ca, Mg, P, S, N, C, H, O, Mn, Si.
El número de elementos químicos necesarios para cada especie de materia, para su vida normal y prolongada, crece rápidamente conforme se estudia, y ahora ha alcanzado un total de 60 más estudiados. Sin ellos, la existencia normal y prolongada es imposible. Los elementos dispersos (principalmente los llamados microelementos) a menudo desempeñan un papel primordial. Es concebible que el número de elementos en cada organismo vivo exceda los ochenta.
Los fenómenos de dispersión de los elementos químicos aparecen aquí del mismo modo que en los cuerpos naturales inertes. Este proceso evidentemente no está limitado a la materia del planeta. |
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XIV. |
Con excepción del decaimiento radioactivo, la composición isotópica (para los elementos químicos terrestres) no cambia en los cuerpos naturales inertes de la biosfera.
Evidentemente, hay procesos naturales fuera de los límites de la biosfera —por ejemplo, el movimiento de gases a altas presiones y alta temperatura en la corteza terrestre— que pueden cambiar las proporciones isotópicas.
A primera vista, estos cambios no violan la constancia básica de los pesos atómicos, dado que los meteoritos (materia galáctica) que han sido estudiados dan los mismos pesos atómicos, con una precisión de centésimas.
Una de las tareas más importantes de la geoquímica en este momento es obtener una definición del peso atómico de los elementos químicos en los cuerpos inertes más precisa que la que es posible en la química. |
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Evidentemente, un cambio (dentro de ciertos límites) en la composición isotópica (en los pesos atómicos) dentro de los organismos vivos es una propiedad característica de la materia viva. Esto se ha probado en el caso del hidrógeno, el carbono y el potasio, y es probable en el del oxígeno y el nitrógeno. Este fenómeno demanda investigación precisa.
Se está volviendo más que probable que un elemento químico, al entrar en un organismo vivo, cambie su composición isotópica.
Puesto que este proceso debe estar vinculado a un gasto de energía, debemos esperar observar en la migración biogénica de elementos químicos que une a la materia viva y a la inerte en la biosfera, una demora considerable en la salida de estos elementos de los ciclos de migración biogénica.
K. M. von Baer observó hace mucho tiempo este fenómeno en el caso del nitrógeno. Es posible que sea un fenómeno general. |
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XV. |
La abrumadora mayoría de los cuerpos naturales sólidos y mesomórficos de la biosfera se caracteriza por su estabilidad en el curso del tiempo geológico: más de dos mil millones de años. Esto explica el pequeño número de clases de tales cuerpos. W. Bragg señaló correctamente que, entre las estructuras cristalinas (y, obviamente, las moléculas) del Cosmos, tan sólo las más estables y firmes han persistido en el transcurso del tiempo. Me parece que podemos ver en este hecho el resultado de un estado del Cosmos a un plazo extremadamente largo, el cual estamos estudiando.
El estudio de la radioactividad de rocas de la corteza muestra que los átomos del material básico de la litosfera no se han movido de sus posiciones relativas durante el transcurso de cientos de millones, y hasta dos mil millones de años, aun cuando se mantienen todo el tiempo en movimiento. |
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El cuadro cambia totalmente cuando observamos los cuerpos vivos de la biosfera.
La inmensa mayoría de éstos cambia de forma a través del proceso de evolución, y se transforma en otras especies o razas de materia viva. Esta es una manifestación del tiempo en la materia viva de la biosfera.
Este fenómeno es bastante más complejo de lo que imaginamos sería en nuestra comprensión de la evolución, ya que el proceso de evolución no se ha expresado aún en términos cuantitativos, y su tasa de cambio no se ha estimado cuantitativamente (cosa posible ahora). No obstante la plasticidad de la materia viva, hay casos de algunos organismos completamente fijos. El organismo no cambia su estructura morfológico-fisiológica, permaneciendo en la biosfera contemporánea como un testigo vivo del pasado de la biosfera. Hablamos aquí de cientos de millones de años (en el caso de los radiolarios de la era Algonquina y los lingulados del Cámbrico, hace más de dos mil millones de años). Por desgracia, los biólogos aún no han estudiado este fenómeno de constancia morfológica, estas formas persistentes de vida.
Evidentemente, ocurre una continua migración de átomos dentro de los cuerpos vivos, que contrasta agudamente con su inmovilidad dentro de las estructuras atómicas inertes en el transcurso del tiempo. El método de los átomos marcados [radioactivamente] comienza a revelarnos un nuevo proceso de substitución biogénica continua dentro de las moléculas, en el que se intercambian átomos del mismo tipo: un flujo biogénico intramolecular ininterrumpido de átomos. |
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XVI. |
Todos los procesos físico-químicos en los cuerpos naturales inertes son reversibles en el tiempo.
El espacio en el que ocurren —el espacio de la geometría euclidiana— está en un estado cristalino isotrópico o anisotrópico. |
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Los procesos físico-químicos que crean los cuerpos naturales vivos en la biosfera son irreversibles en el tiempo. Es posible que esto resulte ser una consecuencia de un estado especial del espacio-tiempo, con un substrato que corresponda a una geometría no euclidiana.
Hasta el momento, esto puede plantearse como una hipótesis científica de trabajo por verificar. De esta hipótesis fluye lógicamente la posibilidad de que existan, en nuestra realidad, fenómenos de la transición entre estados geométricamente diferentes del espacio. La existencia de la materia viva de la biosfera de la Tierra es una de esas manifestaciones.
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III. Explicaciones
complementarias
La
admisibilidad del concepto de que en la biosfera existen simultáneamente
diferentes estados del espacio-tiempo. Su heterogeneidad geométrica. En
la biosfera, el tiempo debe estudiarse de la misma manera que la materia y la
energía. La hipótesis de trabajo de un estado geométrico
especial de la materia viva de la biosfera, correspondiente a una de las
geometrías riemannianas.
16
Analizando
el cuadro anterior (Sección 15), vemos que las distinciones entre cuerpos
vivos e inertes en la biosfera, puede reducirse a tres criterios básicos:
(1) diferencias en características energéticas, (2) diferencias en
características químicas, y (3) diferencias en
características espacio-temporales.
Me parece
que los primeros criterios no requieren de ninguna interpretación
especial desde el punto de vista del trabajo científico. Cuando el punto
de partida para la explicación de la Naturaleza era el Hombre, era
inevitable que el Hombre se tomase como el estándar de
comparación, lo que llevó a aceptar la primacía de la
filosofía sobre la ciencia. A este respecto, algunos creyeron ver en los
cuerpos naturales vivos la manifestación de una fuerza vital especial (esto vino de procesos mentales de reflexión), que
distinguía definitiva y tajantemente lo vivo de lo muerto. Dejo de lado
las ideas animistas, aún más antiguas. Todas estas concepciones,
nuevas y viejas, han dejado o dejan el dominio de la ciencia moderna para volver
al pasado.
Las últimas concepciones vitalistas se basan, no en información
científica —que más bien sirve para ilustrarlas— sino
en nociones filosóficas (la entelequia de Driesh, por ejemplo, etc). La
noción de una energía vital especial (W. Ostwald) también
está más vinculada a la filosofía que a la
información científica. Los hechos no han podido confirmar su
existencia verdadera.
La
procedencia de la energía de la materia viva (Sección 7)
está más allá de duda. Está completamente confirmada
por cálculos experimentales cuantitativos.
17
Asimismo,
no hay necesidad de discutir la composición química. No hay
elementos químicos biogénicos especiales, portadores de vida, como
se pensaba aún muy recientemente (Sección 15, XIV).
No se
excluye la posibilidad, a propósito, de que los elementos químicos
puedan tener un peso atómico diferente, pero entonces también
debieran ocurrir cambios análogos en los cuerpos naturales inertes fuera
de la biosfera (¿y, quizás, a veces dentro de ella?). Todos estos
fenómenos requieren de estudio científico
sistemático.
Sin
sombre de duda, la abrumadora mayoría de las moléculas formadas
bioquímicamente difieren marcadamente de los compuestos químicos
de los cuerpos naturales inertes. En los últimos, no se forman tales
moléculas. Gracias a la migración biogénica, sin embargo,
sí se forman en los ciclos geoquímicos de la biosfera, donde los
átomos se mueven libremente de los cuerpos vivos a los inertes, y de
vuelta. La reacción tiene lugar por medio de la utilización de la
misma energía.
Debe
considerarse la posibilidad de demoras en la migración biogénica
de elementos químicos, en caso de que sus pesos atómicos cambien
(Sección 15, XIV). Esto se decidirá por la experimentación
y la observación en el futuro cercano.
18
Pero, en
lo tocante al espacio-tiempo, las cosas son más complejas. Por una parte,
entramos aquí en un dominio que aún no ha sido
científicamente investigado; por otra, abordamos ese substrato de todo
proceso natural (su geometría) que el naturalista está
acostumbrado a dejar de lado, sin examinar, en su trabajo
científico.
Este
substrato —el estado geométrico del espacio-tiempo— reposa
más profundamente que todos los procesos físico-químicos.
Pero, creo, es aun más real que éstos.
Actualmente,
la noción imperante —a veces erróneamente planteada como un
axioma— es que una y la misma geometría se manifiesta en todos los
fenómenos terrestres. Pero el naturalista no puede construir sus
conceptos sobre la base de axiomas, ni siquiera axiomas lógicos, porque
su carácter axiomático no puede demostrarse, excepto por medio del
experimento científico, la experiencia y la observación. La
lógica siempre comprende menos que la Naturaleza (en este caso, la
biosfera), ya que la lógica corresponde a una abstracción, es
decir, a una imagen simplificada de la Naturaleza.
Cuando
consideramos la posibilidad de la coincidencia de diferentes
geometrías en nuestro planeta, debemos verificar experimentalmente su
existencia. Si el naturalista tropieza con fenómenos que le permiten
comprobar esto por medio de la experimentación y la observación,
está obligado a hacerlo.
Antes de
nuestro siglo, sólo la geometría euclidiana tridimensional era
considerada en fenómenos científicamente estudiados. En los nuevos
conceptos científico-filosóficos, vinculados a las construcciones
de Einstein, se considera el espacio tetradimensional; este espacio corresponde,
en opinión de algunos, a un espacio riemanniano, en vez de euclidiano. La
física teórica buscando aquó, con razón, nuevos
caminos, pero no ha llevado a cabo su análisis hasta su término,
como demanda la lógica.
19
Antes de
seguir adelante, es indispensable aclarar, en qué medida es posible, en
nuestra realidad científica, admitir la manifestación
simultánea de espacios caracterizados por diferentes
geometrías, en diferentes dominios.
Me parece
que muchos suponen actualmente que semejante cosa es imposible, sin someter a
análisis la cuestión. Podemos ver esto desde la perspectiva de la
historia de la geometría. En su época, Lobachevsky admitió
la posibilidad de que la estructura del espacio de la realidad científica
fuera definida por una nueva geometría, que él había
descubierto, en vez que fuera por la geometría euclidiana. Intentó
llegar a una prueba experimental de esta conclusión, tomando una medida
real de los triángulos estelares más grandes en el cielo.
Actualmente, Eddington intenta detectar un verdadero espacio tetradimensional
—uno de los espacios riemannianos— correspondiente a la
concepción de Einstein del Cosmos.
Pero todo
esto es sólo el concepto más simple y más abstracto del
Cosmos, que ha de satisfacer al geómetra y al físico, pero que
contradice el conocimiento empírico entero del naturalista.
Otra
concepción es lógicamente posible: el concepto de la
inhomogeneidad geométrica de la realidad. Es más cercana al
conocimiento empírico preciso, sin contradecir lo que conocemos
científicamente: es la suposición de que, en diferentes casos y
en diferentes manifestaciones del Cosmos, deben manifestarse diferentes
geometrías en los fenómenos bajo estudio
científico.
La
hipótesis de una sola geometría unificada para el Cosmos en su
totalidad, para la totalidad de la realidad, está inseparablemente unida
a la hipótesis de que las proposiciones de la geometría se
originan como propiedades especiales de nuestra razón. La historia de la
geometría refuta esto.
20
Esto me
lleva a las siguientes consideraciones. Ahora sabemos que puede haber toda una
serie de geometrías, y que pueden dividirse en tres clases
—euclidiana, lobachevskiana y riemanniana—, y que todas ellas son
irreprochable e igualmente verdaderas. Actualmente, el trabajo de
generalización procede exitosamente, para llevar a las tres a una sola
geometría generalizada.
Pero en
este momento, la historia de la ciencia demuestra claramente que la
geometría y sus leyes, en lo que toca a su base fundamental, se infieren
de manera empírica, como todas las otras generalizaciones
científicas de las propiedades de la materia y la energía. El
fundamento, del cual se derivan de manera deductiva estas leyes, es la
observación científica precisa y la experiencia del pensador. En
la ciencia, hoy día, uno difícilmente puede tomar como punto de
partida otras nociones filosóficas y anticientíficas acerca del
génesis de las leyes de la geometría, y luego ver en ellas una
manifestación lógica de la razón humana. Siempre prefiero,
dondequiera que sea científicamente permisible, no apartarme de una base
científica empírica.
A partir
de base semejante, uno puede, si es necesario, admitir que la realidad sea
geométricamente inhomogénea, que diferentes geometrías
puedan manifestarse en diferentes fenómenos, y que debemos tomar esto en
cuenta en nuestro trabajo científico. En la biosfera nos enfrontamos a
este tipo de heterogeneidad geométrica.
21
Para
nosotros, el espacio es inseparable del tiempo. Este concepto no es una
consecuencia de las proposiciones teóricas de Einstein, sino que se
obtuvo independientemente de ellas y mucho antes. He tratado de mostrar esto en
otro trabajo.
Vivimos
en una época extremadamente importante en el desarrollo de la ciencia.
Por primera vez, el objeto de la investigación científica es el tiempo, que por siglos permaneció fuera de su ámbito. Esta
circunstancia caracteriza a la ciencia de nuestro tiempo y la distingue de la
ciencia del siglo 19. Ya se hace claro que el tiempo es una manifestación
extremadamente compleja de la realidad, y que el contenido de este concepto es
extremadamente rico.
Al hablar
del espacio-tiempo, meramente indicamos la inseparabilidad del uno y el otro.
Para la ciencia no existe el espacio sin energía y sin materia, ni,
exactamente en el mismo sentido, sin tiempo. El concepto de Minkowski y sus
predecesores, del tiempo como una cuarta dimensión del espacio, es una
abstracción matemática carente de fundamento lógico en la
realidad científica; es una ficción que no corresponde al
verdadero contenido de la ciencia, ni a una concepción científica
verdadera del tiempo. El tiempo no es una dimensión de geometría
métrica. Por supuesto, el tiempo puede expresarse en la geometría
por un vector, pero es obvio que semejante representación del tiempo no
subsume todas sus propiedades en los fenómenos naturales estudiados por
el naturalista; no le aporta nada real en cuanto a conocimiento. No le sirve de
nada.
La
ciencia del siglo 19 está ahora en escena, cuando ha llegado el
momento de estudiar el tiempo del mismo modo en que estudiamos la energía
y la materia que llenan el espacio. El tiempo de Minkowski, considerado como
la cuarta dimensión del espacio euclidiano, no corresponde al tiempo que
se observa realmente en el espacio físico. No debemos olvidar que, en el
trabajo científico concreto, no tratamos, hablando en general, con el
espacio abstracto absoluto de la geometría. A cada paso, nos las vemos
con el mucho más complejo espacio real de la Naturaleza.
En un
vacío, y muy a menudo en los medios gaseosos, podemos usar con
muchísima frecuencia, sin necesidad de correcciones, todas las
conclusiones que se siguen de las propiedades del espacio abstracto de la
geometría euclidiana. Pero no siempre. Ya en la mayoría de los
problemas que enfrentamos, que involucran fluídos y cuerpos
sólidos, no podemos hacer eso. A este respecto, es conveniente, como
veremos, distinguir el espacio real de la naturaleza —en este caso, la
biosfera— como un espacio físico, del espacio geométrico; de
la forma en que Helmholtz, aparentemente, lo propuso primero.
Exactamente
del mismo modo, el tiempo del naturalista no es el tiempo
geométrico del Minkowski, no es el tiempo de la mecánica y la
física teórica, o de la química, y no es el tiempo de
Galileo o de Newton.
En la
Sección 15, indiqué la marcada distinción empírica
del tiempo para los cuerpos naturales vivos e inertes de la biosfera. En los
cuerpos naturales vivos se manifiesta en la sucesión de
generaciones, fenómeno absolutamente ausente en los cuerpos
inertes.
La
sucesión de generaciones es la manifestación biológica
característica del tiempo, que distingue marcadamente una forma de
materia viva de otra, con diferentes escalas de comparación para cada
una. También es posible encontrar una escala común para todas
ellas.
22
A partir
de todo lo dicho anteriormente, es conveniente, para el propósito de
organizar el trabajo científico, tomar como hipótesis
científica de trabajo que el espacio dentro de un organismo vivo es
diferente del espacio dentro de los cuerpos naturales inertes de la biosfera;
que este espacio no corresponde a un estado especial de la materia viva dentro
de los límites de la geometría euclidiana, y que el tiempo se
expresa en este espacio por un vector polar. La existencia de las orientaciones
derecha e izquierda, y su no equivalencia físico-química, apuntan
a una geometría diferente de la euclidiana: la geometría del
espacio dentro de la materia viva.
De mis
discusiones con geómetras, me ha quedado claro que aún no se ha
elaborado la geometría correspondiente a las condiciones requeridas.
Según indicaciones del académico N. N. Luzin y del profesor
S. P. Finikov, es posible que sea una de las geometrías del tipo
riemanniano; quizás una de aquellas señaladas, pero no elaboradas,
por Cartan. Esta geometría reduce todo el espacio a un punto, dotado del
germen de un vector.
Sería
deseable que estas cuestiones atrajesen la atención de los
geómetras. El trabajo de investigación de los naturalistas, en
realidad, siempre emplea las construcciones matemáticas de los
geómetras. Sin ellas, no podría desarrollarse correctamente. Por
otra parte, el pensamiento matemático crece y descubre sus nuevos
dominios cuando el pensamiento científico o la vida en torno a nosotros
lo enfrenta a nuevos problemas. El carácter geométrico del
espacio ocupado por la materia viva de la biosfera es uno de tales problemas
nuevos. Son característicos de ese espacio los vectores polares (es
decir, la ausencia tanto de un centro de simetría como de una
simetría compleja); la no equivalencia de la mano derecha y la mano
izquierda (el que no aparezcan en combinación o el que aparezcan
sólo en combinación parcial); la marcada no identidad
química de los fenómenos y compuestos, así como las
estructuras atómicas (moléculas y monocristales), derechos e
izquierdos. Es característica la conspicua ausencia, en los organismos
vivos, de superficies planas y líneas rectas; la simetría de los
organismos vivos se distingue por líneas y superficies curvas,
características de geometrías riemannianas. Otra señal
distintiva, que es usual en las geometrías riemannianas, es un espacio
finito y cerrado autónomo, que se distingue tajantemente de sus
alrededores. Esto es completamente coherente con el apartamiento de los
organismos vivos en la biosfera, su autarquía.
¿Cuál
del grupo de geometrías riemannianas es apropiada aquí?
¿Cuáles con sus características geométricas? Me parece
que nuestros geómetras no pueden pasar por alto esta tarea. Merece su
atención en y por sí mismo, como un problema
geométrico.
Sobre
todo, porque está vinculado a un problema físico todavía
más general: La cuestión de los estados geométricos del espacio físico, que han sido muy poco abordados por el pensamiento
filosófico y físico.
En el
siguiente artículo intentaré presentar un concepto de este
problema.
Considero
una placentera obligación expresar mi gratitud a N. N. Luzin y
S. P. Finikov, quienes me ayudaron con valiosas sugerencias en el curso de
nuestras conversaciones.
—Junio
de 1938, Uzkoye.
_________________________________________________________
[1] Vernadskii,
V. Problemy biogeojimii. I. Znachenie biogeojimii dlia poznaniia
biosfery. [Problemas de biogeoquímica, I. La importancia de la
biogeoquímica para la cognición de la biosfera.] 2a edición
(1a edición —1934). Leningrado, 1935.
[2] Le
Roy, E. L’exigence idéaliste et le fait d’evolution, París, 1927, pág. 196.
[3] Vernadskii,
V. Biosfera, Leningrado, 1926. Vernadskii, V., Tr. Biogeojim.
labor. [Trabajos del laboratorio biogeoquímico]. 1. Leningrado, 1930.
Vernadsky, V. La biosphère, París, 1930. Vernadskii, V. Biogeojimicheskie ocherki. Moscú, 1939 (en proceso de
publicación [nota de Vernadsky]).
[4] Vernadskii,
V. O predelaj biosfery. Izvestiia AN SSSR. Seriia geol. [Acerca de los
límites de la biosfera. Noticias de la Academia de Ciencias de la URSS.
Serie de Geología], 1937.
[5] Vernadskii,
V. Biosfera. Leningrado, 1926; Ocherki geojimii [Apuntes de
geoquímica]. 2a edición, Leningrado, 1934 (publicado primero en
francés, en 1924, como La géochimie); Problemy
biogeojimii. I. [Problemas de biogeoquímica, I.] 2a edición,
Leningrado, 1934.
[6] Vernadskii,
V. Ocherki geojimii [Apuntes de geoquímica]. Leningrado, 1934; Biogeojimicheskie ocherki [Apuntes biogeoquímicos]. Moscú,
1939 (en proceso de publicación).
[7] Vernadskii,
V. Ocherki i Rechi [Apuntes y discursos]. Praga, 1922, pág. 77. Problemy biogeojimii. I. [Problemas de biogeoquímica, I.]
Leningrado, 1934.
[8] Tengo
que introducir una nueva palabra para este viejo concepto, aun cuando la
enorme importancia que abarca el concepto está clara para todos, por la
exclusiva importancia del trabajo en el aparato científico, tanto desde
el punto de vista del tiempo como del trabajo empleado en él por
investigadores científicos. Esta es una consecuencia de vestigios del
pasado, de una época en el que trabajar en la filosofía
—correcto en ese entonces— se consideraba más fundamental que
el trabajo científico.
[9] Samoilov,
Ia. Biolity [Biolitos]. Moscú, 1929.
[10] Sobre
el principio de Redi, véase Vernadskii, V. Ocherki geojimii [Apuntes de geoquímica], 4a edición, Leningrado, 1934, pág.
209.
[11] Respecto
a los virus, aún no está claro si se trata de una nueva forma de
organismo (“proteína viva”) o de una proteína que
contiene las esporas de organismos minúsculos. Se cree que las
proteínas no pueden purificarse de estas esporas por medio de la
cristalización.
[12] Vernadskii,
V. Problemy biogeojimii [Problemas de biogeoquímica]. Leningrado,
1935. Vol. 1., 8 f.