por Paul
Gallagher
Los
acontecimientos en el Congreso estadounidense vienen confirmando la
evaluación de Lyndon LaRouche: el hecho de que la aerolínea United
Airlines (UAL) dejara de pagar el 11 de mayo su deuda por 10 mil millones de
dólares al fondo de pensión de sus empleados, significa que la
privatización del Seguro Social “a la Pinochet”, misma que la
Casa Blanca de George Bush y Dick Cheney ha impulsado con frenesí en los
últimos seis meses, ya feneció.
Bush
sigue en su gira circense por el país impulsando el plan de Pinochet, y
los republicanos siguen discutiendo la privatización en el Congreso; de
hecho, proliferan ahí planes nuevos de todos los colores y sabores sobre
lo mismo. Pero el pánico casi se ha apoderado de todos los que tienen
fondos de pensión privados en las empresas, desde que un tribunal de
bancarrotas le permitió a la UAL que le pasara todas sus obligaciones del
fondo de pensión a la Pension Benefit Guaranty Corporation (PBGC), la
entidad estatal que sirve de garantía a los fondos de pensión
privados existentes en Estados Unidos. Pero resulta que esa entidad sólo
cubrirá un porcentaje de los fondos que adeuda la empresa a sus
empleados, porque no tiene para más. Entonces, ¿quién en su
sano juicio va a proponer ahora que todo el fondo del Seguro Social vaya a manos
de Wall Street en la forma de cuentas privadas como quiere Bush?
El 12 de
mayo la Cámara de Representantes realizó audiencias sobre el
Seguro Social, en las que el representante demócrata Charles Rangel, por
Nueva York, dijo que la insistencia del Presidente en privatizar “es como
servir Kool–Aid envenenado” y rehusarse a retirarlo. Al día
siguiente, el diario Arizona Republic, de orientación republicana,
resumió el resultado: “Bush y los republicanos debieran retirar la
reforma del Seguro Social”. Y en las audiencias que la Comisión de
Política Demócrata del Senado realizó el 13 de mayo, el
tema dominante fue la locura de querer privatizar el Seguro Social cuando los
fondos de pensiones privados están quebrando (y la mayoría de los
estadounidenses no tienen ahorros personales suficientes). La senadora
demócrata Blanche Lincoln, de Arkansas, dijo que la decisión sobre
la UAL “significa que sin el Seguro Social, donde el riesgo no recae
sólo en el trabajador estadounidense, ahora todo el riesgo recaerá
en él. Éste es un taburete de tres patas, en el que dos de ellas
están flojas o desaparecieron”, y añadió que
“las noticias esta semana sobre United Airlines hacen esto [la
privatización del Seguro Social] aun más peligroso”. Uno de
los comparecientes en la audiencia, el experto J. Bradford DeLong,
pronosticó: “En cuanto a las noticias de la semana, esto significa
el fin de los planes de prestaciones pensionales patrocinados por el
patrón. Ya vieron lo que le pasó a las aerolíneas. Hay un
50% de probabilidad de que en tres o cuatro años la industria automotriz
corra la misma suerte”.
¿Cuántos
estrellones?
¡Los
fondos de pensiones de las aerolíneas que sobreviven esperan su turno
para estrellarse! Y les siguen las pensiones de la industria automotriz, que
también están en el aire.
Luego del
fallo judicial del 11 de mayo a favor de la UAL, la siguiente aerolínea
que no puede pagar sus fondos de pensión privados para sus empleados es
Delta, que a fines de 2003 tenía un déficit de 5.300 millones de
dólares, de acuerdo con la agencia calificadora Standard & Poor. De
la aerolínea Northwest, la cifra más reciente del monto de su
déficit en el fondo de pensiones es de 3.800 millones de dólares;
de American Airlines, 2.700 millones; y de Continental, 1.600 millones. En total
son 11.400 millones de dólares que la PBGC deberá garantizar,
sólo en lo que toca a las aerolíneas que no pueden pagar sus
fondos de pensión —como UAL y US Airways, que se desentendieron de
sus pensiones— y le exigen con urgencia a sus empleados que renuncien a
ciertas prestaciones, al tiempo que amenazan con declararse en bancarrota e
incumplir con sus obligaciones contractuales.
Pero
aparte de los fondos de pensiones, Delta y United perdieron en sus
operaciones, cada una, 1.100 millones de dólares tan sólo en el
primer trimestre de 2005, y la insolvente US Airways perdió 680
millones.
El
déficit del fondo de pensión privado de General Motors era mucho
mayor, de 47 mil millones de dólares al término de su año
fiscal 2003, según indican cálculos de la PBGC. El de Ford Motor
Co. sería de 22 mil millones, según los mismos
cálculos.
Northwest
y American tienen una intensa negociación con sus sindicatos para que
renuncien a los derechos adquiridos previamente en sus contratos, y en
particular en lo tocante a las pensiones privadas. En cuanto a los fondos de
pensiones que ha asumido la PBGC, como el caso del de los empleados de UAL,
éstos recibirán una pensión conforme a la
“garantía” de la entidad estatal, pero en muchos casos
será mucho menor que las pensiones negociadas en un principio en sus
contratos colectivos de trabajo. Peor aun, como en el antecedente de la
industria acerera, muchos jubilados de esas empresas perderán su seguro
de salud y tendrán que pagar “planes de seguro médico para
la tercera edad” en el mercado privado, mucho más caros y menos
generosos.
Todavía
a fines de 2000 los fondos de pensión privados de las aerolíneas
tenían, en conjunto, un saldo positivo de 3 mil millones de
dólares. Luego vino en Wall Street el desplome de los valores
súper inflados de las acciones de las empresas de telecomunicaciones y
otras relacionadas, y la incompetente medida de la Reserva Federal que preside
Alan Greenspan de imponer tasas de interés a corto plazo
bajísimas. Esta última es la medida que Lyndon LaRouche
atacó públicamente en su momento por no representar remedio
alguno, sino un veneno para la economía. Esa política de bajas
tasas de interés que afectaba a todas las inversiones de interés
fijo por igual, al tiempo que los precios de las acciones en el mercado
bursátil decaían, ha tenido una función decisiva en crear
el déficit de 450 mil millones de dólares de los fondos de
pensión privados de las firmas estadounidenses.
De
ahí que cada vez sea más perturbadora la locura de querer
convertir el fondo de pensión del Seguro Social —la única
roca firme de donde podían agarrarse los jubilados— en
“cuentas privadas para la jubilación”, y dárselos a
Wall Street. La resistencia demócrata es cada vez mayor, y el apoyo
republicano va decayendo.
El fracaso de la
campaña privatizadora
Poco
después de la conferencia de prensa que ofreció el presidente Bush
el 27 de abril, el presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la
Cámara de Representantes, el republicano de California Bill Thomas,
inauguró con bombo y platillo la primera de una serie de audiencias sobre
la privatización del Seguro Social el 12 de mayo. Pero las audiencias
pasaron desapercibidas en la prensa y fueron opacadas por otros acontecimientos.
El más obvio fueron las repercusiones del estremecedor choque de United
Airlines, mismas que los congresistas demócratas refirieron una y otra
vez a lo largo de las audiencias; hasta Thomas tuvo que mencionarlas.
El otro
asunto que “distrajo” la atención de las audiencias, fue que
el presidente del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, Allen
Hubbard, admitió el 11 de mayo, en una conferencia de prensa, que
habría recortes a las prestaciones. Quien encabeza la bancada
demócrata en la Cámara de Representantes, la californiana Nancy
Pelosi, informó a los periodistas al día siguiente sobre las
declaraciones de Hubbard, quien reconoció que con el plan favorito de
privatización de Bush, las viudas de los pensionados y los hijos menores
de los empleados de ingreso medio o alto tendrían las mismas prestaciones
con “indexación progresiva” (o más bien, con recortes
progresivos) que tenían sus esposos o padres, independientemente del
ingreso que tuvieran en vida. Pelosi insistió que era sólo
cuestión de tiempo para que la Casa Blanca admitiera que lo mismo aplica
a las prestaciones por incapacidad de los trabajadores de mediano ingreso o
superior que sufran alguna incapacidad.
Las
audiencias de Thomas estuvieron abarrotadas con asesores y periodistas, aunque
los 40 o 50 ciudadanos comunes y corrientes que asistieron a instancias de los
dirigentes demócratas, todos protestaron contra la privatización.
Estos ciudadanos fueron a presionar a sus representantes (todos republicanos),
para que no apoyen a Bush. Entre los testigos que presentó la
Comisión estuvieron el campeón de moda de la Casa Blanca, el
banquero Robert Pozen, de Fidelity Mutual, y otros cinco defensores de la
privatización vinculados al Instituto Cato, el centro de operaciones del
ex ministro del Trabajo de Pinochet, José Piñera; también
invitaron al ex comisionado de Seguridad Social de Clinton, Kenneth Apfel, y a
otro adversario de la privatización.
Thomas
había declarado al diario San Francisco Chronicle antes de las
audiencias, que pensaba “meterle segunda” al proyecto de
privatización del Seguro Social para que la Cámara controlada por
los republicanos lo apruebe en julio. Pero Pelosi, el connotado demócrata
Charles Rangel y el representante Sander Levin de Michigan dijeron que el
pánico que generó la crisis de UAL fue lo que absolutamente
animó a los demócratas a impedir que Bush le entregue el Seguro
Social a los “mercados” de Wall Street, y también que los
republicanos voten a favor de eso. Levin dijo que no importaba qué tantas
añadiduras le hiciera Thomas al proyecto de la privatización para
hacerlo digerible, “los demócratas y el público
estadounidense no perderán de vista el árbol que están
cortando en medio de este bosque”.
El propio
Thomas sacó a colación lo de UAL, alegando que podía meter
lo de la reforma pensional en el “menú” más amplio de
una propuesta de ley en la que está trabajando. El presidente de la
Comisión de Medios y Arbitrios soltó taimadamente en su discurso
de apertura, que quiere incorporar a demócratas como “miembros de
un grupo que discuta los cambios que necesita el Seguro Social”, en una
especie de reedición de la Comisión del Seguro Social de 1983. Sin
embargo, los demócratas le dejaron saber que no morderían el
anzuelo.
El 13 de
mayo el diario Detroit News citó a tres congresistas republicanos
de Michigan que se oponen de plano al plan privatizador de Bush. El
representante Joe Schwarz dijo que, “cada vez hay menos entusiasmo por
tener cuentas personales. . . El Seguro Social fue fundado para que
fuera un plan de prestaciones pensionales definido, para que la gente que en
esencia fuera demasiado vieja para trabajar y demasiado joven para morir.
Así es como debe quedarse”. Por su parte, el representante Thaddeus
McCotter dijo que, “yo no apoyo una solución parcial, en especial
no una que cambiará de manera radical la filosofía que hay
detrás del Seguro Social”. Y la representante Candice Miller
declaró que tenía mucha renuencia a apoyar cualquier proyecto de
ley sobre “cuentas personales”. Otro republicano de Michigan, el
representante Dave Camp, quien preside una subcomisión de Medios y
Arbitrios, dijo que “yo no he respaldado ninguno de esos” dos
últimos planes de privatización anunciados por Bush.
El campeón
de Bush cae en el descrédito
El
demócrata Rangel se encargó de poner en su lugar, tanto en lo
político como en lo psicológico, a la estrella de los republicanos
y héroe de la Casa Blanca en su cruzada privatizadora, el banquero Robert
Pozen, a quien anuncian como el “demócrata con un plan de
privatización”. El triunfo de Rangel estuvo enmarcado por las
repetidas carcajadas que resonaron en toda la sala de audiencias, en medio del
duelo verbal. En pocas palabras, Rangel obligó a Pozen a retractarse de
que las cuentas privadas eran necesarias para salvar al Seguro Social, y a
reconocer que algunos trabajadores podrían perder toda su pensión
en dichas cuentas privadas. La siguiente es una probadita del
intercambio:
Rangel:
Como sabe, la Casa Blanca hace hasta lo imposible para identificarlo a usted,
más por la etiqueta del partido que por lo que dice.
Pozen:
Yo esperaría que la Casa Blanca estuviese de acuerdo con algunos
conceptos de la indexación progresiva.
Rangel:
Créame, su nombre no hubiera tenido tanta proyección si usted no
fuera demócrata; pero estoy orgulloso del hecho de que sabe cómo
bregar con ellos, porque quizá tengamos que valernos de usted para
comunicarnos. Ya sabe, porque no sabemos de dónde vienen ni qué
quieren hacer. . .
Sus
antecedentes vienen básicamente del mercado de inversiones,
¿verdad?
Pozen:
Mi experiencia es en el mercado de inversiones, aunque he trabajado con varias
entidades sin fines de lucro en la zona de Boston, en una serie
de. . .
Rangel:
Cuando me jubile, eso es lo que quiero dirigir, una entidad no lucrativa.
Ahí es donde está el dinero de verdad, como
sabe. . .
El
Presidente seguido habla de la gente del Congreso que tiene de las llamadas
cuentas de retiro individual 401(k) y cuentas de ahorro; y, si es bueno para
ellos, debe ser bueno para el pueblo estadounidense. ¿Cree usted que la
manera en que emplea ese argumento es exacta? ¿Le está ofreciendo al
pueblo lo mismo que nosotros disfrutamos como miembros del Congreso?
Pozen: Entiendo que, como miembro del Congreso, tiene Seguro Social, y que las cuentas
individuales del 401(k) y el IRA serían un complemento del Seguro Social,
así que no estoy seguro. . .
Rangel:
Eso es verdad.
Pozen:
Congresista, yo no represento al Presidente aquí.
Rangel:
Bueno, ¡él lo representa a usted!