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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 12
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La dolarización tumba a otro Gobierno de Ecuador

por Gretchen Small

En una sesión el 20 de abril, en medio de protestas generalizadas cada vez más violentas, una facción del Congreso de Ecuador decidió botar al presidente Lucio Gutiérrez y remplazarlo por el vicepresidente Alfredo Palacio, quien tomó posesión ese mismo día.

Gutiérrez es el tercer presidente ecuatoriano derrocado en medio de disturbios en menos de 10 años.

La evaluación del estadista y economista norteamericano Lyndon LaRouche fue contundente: el problema de Ecuador es la dolarización, y en tanto no se encare eso, ningún rediseño institucional resolverá el problema.

LaRouche ha advertido una y otra vez en los últimos 10 años, que los problemas de Ecuador no son sino un síntoma de la desintegración general del sistema financiero mundial. Cuando el primero de los tres presidentes expulsados, el loco de Abdalá Bucaram, fue destituido por “incapacidad mental” en medio de una huelga de masas en febrero de 1997, LaRouche emitió una advertencia internacional titulada, “Un loco menos”:

“Lo que sucedió en Ecuador no es meramente un asunto interno de Ecuador, ni de Iberoamérica. La caída de este chiflado es señal de que la política actual del Fondo Monetario Internacional se desmorona en una reacción mundial en cadena”.

“El derrumbe inminente de las finanzas mundiales impulsa a los enloquecidos bandidos monetaristas de los centros financieros a forzar a los gobiernos a imponer medidas de austeridad cada vez más brutales. Lo cual ha provocado una oleada creciente de huelgas políticas de masas en contra de los gobiernos que se doblegan a la voluntad de los financieros”.

Gobiernos de paso

Tal como advirtió LaRouche, ningún Gobierno de Ecuador ha podido imponer el grado de austeridad siempre creciente que le exigen, y mantenerse en el poder.

Luego de Bucaram, el siguiente presidente al que corrieron fue a Jamil Mahuad (1998–enero de 2000), cuya caída anticipó el estallido argentino que vendría apenas dos años después. Ante el desplome del sistema bancario de Ecuador y su moneda —misma que los especuladores extranjeros arruinaron—, Mahuad confiscó las cuentas bancarias nacionales en marzo de 1999 para garantizar el pago de la deuda; no obstante, se vio obligado a dejar de pagar los bonos Brady de Ecuador en septiembre de 1999; y luego, el 9 de enero de 2000, anunció que Ecuador eliminaría su moneda y la función del Banco Central en tanto generador de crédito, para adoptar al dólar como la moneda nacional. En pocas palabras, Ecuador estaba cediendo toda su soberanía a través de la dolarización. La eliminación de la moneda era explícitamente anticonstitucional, pero los banqueros la apoyaron gustosos como el modelo para otras naciones.

Quienes asesoraban a Mahuad eran los mismos magos financieros (Domingo Cavallo y demás) cuyo sistema de semidolarización (“convertibilidad”) también reventaría luego, en sucesión, al sistema financiero nacional, la deuda externa y al Gobierno de Argentina en diciembre de 2001.

A Mahuad lo echaron tres semanas después de la dolarización, tras un levantamiento indígena–militar encabezado por el teniente coronel Lucio Gutiérrez. Luego de tres intentos de formar un gobierno en un lapso de 24 horas entre el 21 y 22 de enero, el Congreso nombró como presidente al vicepresidente de Mahuad, Gustavo Naboa. Sin embargo, la dolarización permaneció.

Cuando Naboa asumía su nuevo cargo, LaRouche advirtió el 23 de enero de 2000 que a Ecuador le embutieron la dolarización con la “intención” de imponer la “esclavitud” y el “genocidio”. “Fue con la intención de destruir a la nación”, dijo LaRouche. “No era meramente la imposición de condiciones. La intención deliberada de la gente involucrada, como el Diálogo Interamericano, es eliminar al Estado nacional del Ecuador. Y si no los detenemos, lo harán”.

Aún no se les ha detenido. Gutiérrez salió libre después de pasar algunos meses en la cárcel, y fue elegido presidente en 2003 al contender con un programa antilibrecambista y antidolarización. Pero pronto tranzó con Wall Street y el FMI para hacer valer y profundizar las políticas que prometió combatir, y lo botaron en abril.

Mi Gobierno “es la última posibilidad para que Ecuador no se autodestruya”, le dijo Palacio, el nuevo presidente, a varios diarios iberoamericanos el 26 de abril. “Estamos apostando una de nuestras últimas fichas. Amo profundamente a mi país, pero si no hacemos los cambios necesarios, el peligro de disolución nacional será grande”.

Haciéndose eco de LaRouche, el ex presidente argentino Eduardo Duhalde, ahora presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, advirtió el 25 de abril en el diario argentino Clarín, que la dolarización era el problema a resolver. “Era previsible que ese modelo económico amenazara con implosionar y que ello pondría a los ecuatorianos al borde de la guerra civil. La fragilidad de la democracia, el debilitamiento de las instituciones y el descrédito de la política, igualaban el panorama con la Argentina del derrumbe”, escribió Duhalde.

Cuando visitó Ecuador a fines de 2003, Duhalde dijo que, como la dolarización redujo la disponibilidad de crédito en 50% en 1998, no había financiamiento disponible para la producción. De cada 10 barriles de petróleo que Ecuador vendía, seis iban al pago de la deuda, lo que llevó a recortar el gasto social a niveles inferiores a los de los 1980. Duhalde instó a los vecinos de Ecuador a ayudar al país a resolver sus conflictos, y a encontrar una vía alterna en la que pueda recuperar la paz, las instituciones y el rumbo del crecimiento.

Alejándose del ‘Bucaram II’

La buena nueva es que, en todas las Américas, los gobiernos están empezando a buscar dicha vía alterna.

Su acicate es el contraste absoluto que hay entre la desesperada realidad producto del sistema en desintegración, y la demencia del gobierno que encabeza el “chiflado nacional” de los Estados Unidos, George W. Bush hijo. Dicha demencia brilló en todo su esplendor el 3 de mayo, cuando el subsecretario auxiliar del Tesoro a cargo de Relaciones Exteriores, Randal Quarles, dijo en la reunión anual del Consejo de las Américas de David Rockefeller, que el “desempeño económico reciente de la región ha sido excelente. . . Ningún país experimenta una recesión o crisis financiera en estos momentos”.

¡Está loco de remate! Ahí está Ecuador, que por 4 años ha sufrido un desempleo y subempleo combinado que fue de un máximo de casi 80% en la estela de la privatización en 2000, a poco menos de 60% hoy. Uno de cada 6 ecuatorianos ha huido del país en busca de trabajo en otras partes. La situación de otros países es parecida, y todos los gobiernos de la región saben que en cualquier momento pueden enfrentar disturbios como los de Ecuador y posibles sublevaciones. Hasta la Organización de Estados Americanos (OEA) creó una misión investigadora para Ecuador, a fin de evaluar si este último derrocamiento de un presidente era constitucional o no. El 26 de abril la OEA le advirtió a otros dos países, Belice y Nicaragua, que resolvieran sus “dificultades actuales” —es decir, las protestas populares contra el alza de precios y la austeridad que amenazan la estabilidad— sin quebrantar los “procedimientos constitucionales”.

Condoleezza Rice apreció de primera mano la rebelión en ciernes que hay en la región, cuando hizo su primera visita en su calidad de secretaria de Estado a Brasil, Chile y El Salvador del 26 al 30 de abril.

El secretario de Defensa Donald Rumsfeld irrumpió en la región del 21 al 24 de marzo, con la línea del Gobierno de Bush de que, para asegurar la “democracia” y “mercados libres”, hay que echar al régimen de Hugo Chávez de Venezuela. Pero los presidentes Álvaro Uribe de Colombia, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Hugo Chávez de Venezuela, junto con el jefe de Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, respondieron, luego de su reunión del 29 de marzo, que lo que se necesita es la cooperación, no cambios de régimen.

Tres días después Rice programó su viaje a Brasil.

Antes de que pudiera llegar, los Estados miembros de la OEA le asestaron otro golpe al Gobierno de Bush al rechazar a dos de sus candidatos a la secretaría general. Primero, el 8 de abril, el ex presidente salvadoreño Francisco Flores tuvo que deponer su candidatura que de seguro iba a perder. Con su primer gallo fuera, los EU le dieron su apoyo al secretario de Relaciones Exteriores mexicano Luis Ernesto Derbez, quien contendía contra el ministro del Interior chileno José Miguel Insulza. La candidatura de Insulza, apoyada por Brasil y Venezuela, estaba cobrando la forma de una alternativa sudamericana, una que quizá no le siga el juego a la obsesión de Bush con el “cambio de régimen” en Venezuela.

Rice llegó a Brasil el 26 de abril, justo después de que cayó el Gobierno ecuatoriano. El presidente Lula da Silva informó en una conferencia de prensa el 29 de abril, que su mensaje para Rice era que Brasil y los otros países de la región necesitan paz, “de modo que la gente pueda pensar en el desarrollo, el crecimiento económico y en generar riqueza”. Por eso Brasil está impulsando con fuerza la integración física de Sudamérica, por eso creó la Comunidad Sudamericana de Naciones, y “por eso le dije a la secretaria de Estado estadounidense que el presidente Bush debería unirse a Brasil y los países de Sudamérica en esta política de crear infraestructura, de crear integración física, porque eso facilitará el crecimiento y el establecimiento de la paz en nuestro continente”. En Colombia, la canciller colombiana Carolina Barco informó que el presidente Uribe le dijo a Rice que la región necesita un consenso en torno a programas que fomenten la cohesión social. En su última parada, en Chile, Rice pasó horas negociando una salida al atolladero de la nueva dirigencia de la OEA. Al final, Derbez, de México, retiró su candidatura, y el Gobierno de Bush le dio su apoyo al chileno Insulza.

Como le comentó a este servicio noticioso un embajador de la OEA poco antes de que cayera el Gobierno de Ecuador: “Las cosas están cambiando por aquí”.Üsc Los gobiernos empiezan a atreverse a decirle ‘no’ a Bush.