El caso Franklin, ¿peor que el escándalo
de Pollard?
por Jeffrey Steinberg
Dos altos funcionarios de inteligencia israelíes están ahora
bajo investigación por sus vínculos con el experto en Irán
del Pentágono, Larry Franklin, quien está acusado de filtrar
información secreta. Que el FBI haya revelado que está
investigando al ex enlace entre el Mosad y la inteligencia estadounidense Uzi
Arad, y al ex oficial militar de inteligencia israelí Eran Lerman por un
posible espionaje que involucra a neoconservadores del Pentágono y a dos
funcionarios de alto nivel del Comité Americano–Israelí de
Asuntos Públicos (AIPAC), sugiere que la investigación va mucho
mas allá del asunto de que Franklin filtró información
clasificada y sustrajo documentos secretos del Pentágono para llevarlos a
su casa de Virginia Occidental.
Ya el 23 de mayo era un secreto a voces, que varios senadores
demócratas estaban decididos a pedir públicamente el
enjuiciamiento del vicepresidente Dick Cheney, en caso de que éste
recurriera a la mentada “opción nuclear” para acabar con el
“filibusterismo” en el Senado, e imponer a los jueces federales y a
la Corte Suprema que Bush quería (ver artículo en pág. 14).
Aunque ese instante de crisis pasó, la posibilidad de que Dick Cheney
orqueste lo que el senador demócrata Frank Lautenberg (por Nueva Jersey)
calificó de “un golpe de Estado” contra la función
constitucional del Senado estadounidense, ha tenido su impacto en varias
investigaciones penales, todas las cuales apuntan a la oficina de Cheney. Entre
otras están lo de la filtración de la identidad de la agente
encubierta de la CIA Valerie Plame; la falsifiación de documentos en el
caso del óxido de uranio de Níger; los escándalos de los
contratos de Halliburton; y el caso Franklin.
En general, el asunto es la larga participación de connotados
neoconservadores estadounidenses en un aparato de espionaje internacional, que
ha operado con relativa impunidad dentro del Congreso de Estados Unidos y el
Pentágono desde fines de los 1970. El caso Franklin reaviva las preguntas
que dejó sin contestar el caso de Jonathan Jay Pollard en 1985.
Pollard, un contratista civil de la inteligencia naval, fue sorprendido
pasándole información secreta clasificada de Estados Unidos a
funcionarios de la embajada de Israel, y ahora cumple una sentencia de cadena
perpetua sin derecho a libertad condicional. Tras la captura de Pollard,
oficiales de contrainteligencia estadounidenses han buscado al
“señor X”, el alto oficial de inteligencia estadounidense que
dirigía las actividades de espionaje de Pollard, pero nunca fue
identificado ni atrapado. De hecho, como EIR ha informado en las dos
décadas posteriores, el que estaba detrás de Pollard no era
ningún “señor X”, sino más bien un
“Comité X” formado por altos funcionarios de inteligencia
que, hasta la fecha, siguen bien arraigados en la comunidad de inteligencia de
Estados Unidos.
Espionaje ‘blando’
A resultas de la captura de Pollard, y de la ruptura casi definitiva de las
relaciones americano–israelíes que causó su labor de
espionaje, empezó a hacerse un amplio análisis del espionaje
israelí en Estados Unidos. En todos los casos, excepto los más
delicados, las fuentes de inteligencia estadounidenses le han informado a EIR que Israel se abstuvo de robar documentos clasificados. En cambio,
puso en marcha una amplia red de operaciones de “espionaje blando”,
que involucraban a algunas organizaciones importantes con sede en Estados Unidos
como el AIPAC y la Liga Antidifamación de B’nai B’rith (ADL),
a algunos de los mismos analistas e ideólogos políticos del
Pentágono, y a una nueva generación de ideólogos y otros
agentes israelíes del sector privado, todos los cuales mantenían
un flujo continuo, en apariencia inocuo, de gente e
información.
En lugar de extraer y entregar información clasificada del Gobierno
de Estados Unidos a funcionarios israelíes, como era el modus
operandi en la operación Pollard, la información clasificada
circulaba verbalmente en “almuerzos de la élite” en
Washington, conferencias internacionales y otros medios que parecían
legítimos.
Aunque gran parte de esta actividad era técnicamente legal, fuentes
del Gobierno de Estados Unidos le dijeron a EIR que ya desde principios
del 2001, funcionarios del FBI y otros aparatos de la contrainteligencia
estadounidense estaban investigando las estrechas relaciones que hay entre el
AIPAC, funcionarios de la embajada de Israel y el recién instalado
aparato neoconservador en el Pentágono, y la oficina del vicepresidente
Dick Cheney. Esta investigación intersecó otra que ya estaba en
marcha, a una red de “estudiantes de arte israelíes” que se
sospecha cumplía misiones de vigilancia y reclutamiento contra
instalaciones militares, judiciales y policíacas de Estados
Unidos.
Según informan, fue una investigación del AIPAC la que
condujo al FBI a Larry Franklin. Cuando Franklin asistió (luego que lo
despidieron) a un almuerzo con los funcionarios del AIPAC Steven Rosen y Keith
Weissman, sonó la alarma, y pusieron a Franklin bajo vigilancia. En un
cateo en junio del 2004 a la casa de Franklin en Virginia Occidental —en
respuesta a una denuncia penal presentada en su contra ese mismo mes—
fueron encontrados 83 documentos clasificados, que abarcaban un período
de 3 décadas, y se informa que versaban sobre la política
americano–iraní.
Un alto ex funcionario de la inteligencia estadounidense informó que
los ex ejecutivos del AIPAC Rosen y Weissman también enfrentan un posible
enjuiciamiento por recibir secretos del Gobierno de Estados Unidos. Agentes
federales están presionando a Franklin, Rosen y Weissman, informó
la fuente, para obligarlos a revelar los detalles de todo el aparato implicado
en la filtración de secretos estadounidenses a una organización
derechista de Israel.
Arad y Lerman
Según un reportaje de Orin Nir publicado en la revista Forward el 6 de mayo, oficiales del FBI interrogaron a Uzi Arad en marzo
sobre sus relaciones con Franklin. Arad, un oficial de carrera del Mosad, es
ahora el director del Instituto de Política y Estrategia en el Centro
Interdisciplinario de Herzliya. En diciembre del 2003 Larry Franklin
asistió a una conferencia en Herzliya y, según Nir, después
Arad visitó a Franklin en el Pentágono.
Eran Lerman, un analista estratégico de la inteligencia militar
israelí retirado, ahora preside la oficina del Comité Judío
Americano en Jerusalén. Él y Arad han escrito informes de
seguridad nacional para el Centro de Asuntos Públicos de
Jerusalén, un ente ideológico que preside el viejo asesor de
Benjamín Netanyahu, Dore Gold, quien ahora es asesor en el gabinete del
primer ministro israelí Ariel Sharon.
¿Se llevará Franklin a Cheney entre las
patas?
El caso franklin salió a relucir en agosto del 2003, en una
filtración que dio a conocer la cadena televisiva ABC. El momento de la
filtración, según una fuente de la inteligencia estadounidense,
parece haberse escogido con el fin de desactivar un golpe contra
Irán.
Hasta el año pasado, Franklin era el encargado de Irán en el
departamento de política del Pentágono, bajo las órdenes a
William Luti, jefe de la sección para el Cercano Oriente y el Sur de Asia
(NESA), y del superior de éste, Douglas Feith, subsecretario adjunto de
Defensa para la Política. Franklin fue parte de un pequeño
núcleo neoconservador dentro de las oficinas civiles del
Pentágono, el cual seguido se reunía en la oficina de
Feith.
En otro acontecimiento reciente que apunta a los lazos que existen entre la
oficina de Cheney y el caso Franklin, el mismo día que emitieron la orden
de aprehensión contra Franklin, la Casa Blanca anunció que Luti
dejaba el Pentágono para asumir el cargo de auxiliar especial del
Presidente en materia de estrategia militar.
Es de dominio público que la OSP de Luti (lo que antes era el
departamento sobre Iraq en la NESA) fue una pieza fundamental del
“tráfico” de propaganda que circulaba entre el llamado
Congreso Nacional Iraquí, el Pentágono y la oficina del
Vicepresidente, saltándose todos los frenos y contrapesos tradicionales
del sistema de inteligencia, así como las cadenas de mando. Fue esta red
la que produjo parte de la documentación más fantasiosa sobre las
armas de gran poder destructivo de Saddam Hussein, y sus vínculos con
Osama bin Laden y los perpetradores de al–Qáeda del ataque del
11–S.
Los analistas de Washington se preguntan si el regreso de Luti a la Casa
Blanca tiene que ver con asegurar su silencio cuando la cosa empiece a caldearse
en el jurado a la hora de enjuiciar a Franklin.
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