Las implicaciones de las medidas del Senado de los
EU
Sé tolerante y compasivo
por Lyndon H. LaRouche
28 de mayo de 2005.
Los acontecimientos ocurridos en el Senado de los Estados Unidos el 23 de
mayo de 2005, definieron una nueva situación económica y
estratégica mundial. La preparación de este resumen condensado de
los aspectos estratégicos más salientes de ese cambio, es para
informarle a ciertos círculos pertinentes de alto nivel de Europa y
también, de forma más amplia, de algunos lugares comparables de
Eurasia. Informo esto desde mi posición ventajosa como conocedor de buena
parte del proceso que condujo a este reciente suceso.
Los acontecimientos ocurridos el lunes 23 de mayo en el Senado de los EU
marcan un cambio cualitativo en la situación mundial. Es curioso, aunque
no accidental, que hasta el momento de escribir este informe
prácticamente nadie de la gran prensa de Europa continental haya
informado de este episodio trascendental, con excepción del Neue
Zürcher Zeitung, que le dedicó una buena parte de su primera
plana a este suceso de importancia decisiva. Ésa curiosa pauta de
conducta, en la que las principales élites europeas en efecto suprimen
que se le preste atención a uno de los acontecimientos
estratégicos más cruciales y ampliamente escrutados de los
últimos años, no es accidental en ningún sentido.
Esto debiera recordarnos a ciertas personas de un nivel social privilegiado
que, presas del miedo, se aferraron con desesperación a la creencia de
que el Titanic era inhundible, aun cuando acababan de saber de la
rajadura fatal que acababa de sufrir.
La clave de estos acontecimientos de importancia estratégica
acaecidos en el Senado de los EU, reside en el hecho de que lo que ahora atenaza
a la temblorosa economía mundial no es una supuesta “crisis
monetario–financiera cíclica”, sino la culminación de
un proceso de decadencia físico–económica de décadas,
cuyo desarrollo ha girado en torno a las Américas y Europa. Estos
acontecimientos económicos son el marco que moldea los sucesos militares
y políticos actuales.
Desde el fin de semana del 21 y 22 de mayo el sistema político
estadounidense experimentó un viraje súbito. Hubo un acuerdo
bipartidista exitoso entre senadores estadounidenses que estaban decididos a
frustrar el cometido del Gobierno de Bush de derrotar los poderes
constitucionales de “consejo y consentimiento” del Senado, al menos
por el momento, por una mayoría en el Senado. Esto representó un
acto eficaz de resistencia a una intentona de golpe de Estado del Gobierno de
Bush contra el sistema constitucional de los EU
No debe subestimarse este acontecimiento. No representa, al menos no
todavía, ninguna alianza política entre algunos republicanos y la
facción demócrata en el Senado que vaya más allá del
interés común por los principios pertinentes de la
Constitución de los EU, aunque no puede descartarse la posibilidad de que
haya una alianza política tal en el futuro. Al bloque de senadores que
resistió la intentona golpista que dirigió la Casa Blanca lo
unía, en esa ocasión, un compromiso explícito con las
implicaciones prácticas de ese asunto constitucional estrechamente
definido, y sólo eso. Sin embargo, una vez entendida y aceptada esta
importante afirmación que hago, no pueden desatenderse las implicaciones
mundiales de ese exitoso acto de resistencia a lo que era nada menos que un
intento de golpe de Estado.
Cualquier dirigente político serio en cualquier parte del mundo
tiene que asignarle a un intento de golpe de Estado, como el que acaba de
derrotarse en el Senado, una intentona en la principal potencia nuclear del
mundo, una importancia estremecedora. A juzgar por el comportamiento reciente de
la mayor parte de la prensa europea y de otros, el miedo o alguna otra forma de
corrupción los llevó a guardar silencio al respecto. Ese silencio,
por sí mismo, es de una seria importancia estratégica, dada la
situación de peligro que vive ya el mundo entero en este
momento.
Este giro ha creado una nueva situación
político–económica estratégica mundial, que trastorna
casi todas las recientes tendencias políticas establecidas en las
relaciones de otras naciones con el Gobierno de Bush en los EU, Si bien este
cambio súbito de dirección afecta a todos los rincones del mundo,
entre los efectos típicos están los que sufre la política
exterior general, así como las alternativas económicas que tienen
naciones como Alemania y Rusia.
1. El cambio que siguió a Franklin
Roosevelt
La situación actual así definida no puede evaluarse con
competencia sin tomar en consideración el siguiente instante de la
historia mundial reciente.
Desde la derrota del poderío nazi hasta el inicio oficial de la
guerra estadounidense de 1964–1972 en Indochina, en Europa y las
Américas ha dominado una gran ola de crecimiento económico bajo la
influencia del sistema monetario de Bretton Woods, el cual fue diseñado e
instaurado por el presidente estadounidense Franklin Roosevelt. Sin embargo, a
no más tardar desde la época de la famosa conferencia de Yalta
entre el presidente Roosevelt, José Stalin y Winston Churchill, un bloque
derechista estadounidense dentro de los EU, y aliados británicos como
Winston Churchill y Bertrand Russell, compartían la intención de
subvertir las reformas que Roosevelt le hizo al sistema
monetario–financiero mundial.
Para entender eso, tenemos que reconocer que a Adolfo Hitler, al igual que
a Benito Mussolini, lo puso en el poder una camarilla de intereses financieros
internacionales, cuyo instrumento, Hjalmar Schacht, no es más que
típico de la misma. Muchos de estos que pusieron a Hitler en el poder,
del centro financiero de la ciudad de Nueva York y otras partes, cambiaron su
actitud hacia la Alemania nazi cuando se hizo claro que Hitler atacaría
al oeste primero, antes que al este, como los otrora patrocinadores
angloamericanos de Hitler pretendieron que fuera su prioridad. Una vez que
Alemania fue derrotada, más o menos en la época de la conferencia
de Yalta, estos mismos círculos angloamericanos y otros retomaron su
intención original de usar a Alemania como una base para atacar a la
Unión Soviética. Con la muerte de Roosevelt pudieron hacerlo.
Estas mismas redes angloamericanas, a las que el presidente Dwight Eisenhower
denunció como “un complejo militar–industrial” y que
hoy están representadas por los de la ralea del ex compinche de Pinochet,
George Pratt Shultz, son los que apoyaban a la derecha radical, que hoy incluye
a tontos e instrumentos tales como los mentados neoconservadores y los
fanáticos religiosos de Karl Rove.
Por ello, muy poco tiempo después de la muerte del presidente
Roosevelt, el bloque que incluía al Gobierno de Truman en los EU y a los
copensadores de Churchill y Russell se embarcó en una política de
gobierno mundial, a concretar mediante la “guerra nuclear
preventiva”. La decisión absolutamente innecesaria de lanzar bombas
atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, al igual que el que Hermann
Göring le prendiera fuego al Reichstag en 1933, fue con la intención
de asustar al mundo para que aceptara un estado de “guerra nuclear
preventiva” en cuanto el bloque bélico angloamericano tuviera listo
el arsenal suficiente para esta empresa. La combinación de los sucesos de
la guerra de Corea y la noticia de que los soviéticos habían
desarrollado un prototipo funcional de arma termonuclear, forzó al bloque
angloamericano asociado con la política de guerra nuclear preventiva de
Bertrand Russell a echarse para atrás, y a cambiar hacia lo que
surgió, después de las conferencias de Pugwash, como una doctrina
de disuasión de destrucción mutuamente asegurada, o MAD (loca),
por sus siglas en inglés.
A lo largo de todos estos acontecimientos del intervalo de 1945–2005
hasta la fecha, la intención constante del bloque derechista contrario a
Franklin Roosevelt de la élite angloamericana, ha sido el de eliminar ese
poder de los EU del que es representativo el Gobierno de Franklin Roosevelt, a
favor un sistema imperialista llamado “gobierno mundial” entonces, y
ahora “globalización”.
La manipulación con ese fin del desarrollo y el despliegue de los
arsenales de armas nucleares, hoy como entonces, fue complementada por un
programa de corrupción cultural, del que es emblemático el
Congreso a Favor de la Libertad Cultural (CFLC). El condicionamiento de los
pueblos, en especial de las Américas y del lado occidental de la
división de 1945–1989 de Europa, a través de la labor del
CFLC, convirtió a buena parte de la población pertinente que
nació después de 1945 en los “sesentiocheros” de la
“contracultura juvenil del rock, el sexo y las drogas” del intervalo
1964–1972. El trabajo de Bertrand Russell y dos de sus agentes, Norbert
Wiener y John von Newmann, es típico de las fuentes de los supuestos
axiomáticos que subyacen el trabajo y la influencia del CFLC.
Los efectos económicos y sociales estratégicos más
decisivos de los programas culturales del CFLC y otros relacionados, se pusieron
de manifiesto en sucesos económicos y culturales relacionados de gran
escala, tales como el inicio de la guerra oficial de los EU en Indochina, al
tiempo que los EU en el intervalo 1964–1981 cambiaron de ser la principal
potencia agroindustrial mundial y se convirtieron en lo que ahora son los
virtual escombros de una utopía “posindustrial”.
Estos sucesos de 1964–1968 y más allá fueron llevados a
sus consecuencias lógicas de 1971 a 1981, en la destrucción tanto
del sistema de Bretton Woods como del compromiso constitucional del Sistema
Americano con el progreso científico y tecnológico de la
infraestructura económica básica, la agricultura y la
manufactura.
1.1 La crisis monetaria actual
El giro de 1971–2005 hacia las variedades extremas de monetarismo y
las tendencias globalizadoras, desencadenó una modalidad de largo alcance
de expansión acelerada tanto de agregados financieros como monetarios,
que vino de la mano y estuvo correlacionada con un decaimiento general de la
producción física neta en la infraestructura, la agricultura y la
manufactura en Europa y en las Américas. Típico es el decaimiento
a largo plazo de 1977 a 2005 de los niveles físicos de vida del 80% de la
población con los más bajos ingresos familiares en los EU,
combinado con la aceleración apenas disimulada de la inflación en
los agregados monetarios y financieros.
Desde la secuela inmediata del desplome de la bolsa de valores de los EU en
octubre de 1987, bajo el entonces flamante presidente de la Reserva Federal de
los EU, Alan Greenspan, el actual sistema monetario–financiero mundial se
ha caracterizado y sostenido por la expansión acelerada de un sistema de
apuestas colaterales de jugadores, conocidas por varios nombres tales como
“derivados financieros” y “fondos
especulativos”.
El crecimiento de la masa de derivados financieros, y la
contaminación de lo que anteriormente se consideraban prácticas
normales en las instituciones financieras y monetarias, por el papel creciente
de dichos derivados, ha creado lo que es de hecho una vasta burbuja
hiperinflacionaria a la “John Law”. Para mí, este resultado
ya era aparente en las tendencias discernibles que se mostraban en 1992, cuando
describí esto como el “gran alud de lodo” que amenazaba las
posibilidades de reelección del presidente George H.W. Bush, y cuando, a
fines de 1995 y principios de 1996, presenté mi ahora bien conocida
representación de la “triple curva” sobre la
característica de desastre sistémico en las relaciones entre las
producciones físicas, financieras, y monetarias. Este
característica de “triple curva” creada por el crecimiento
del “cáncer” de los derivados financieros, se expresó
en las crisis monetario–financieras de 1997 y 1998, y en el agudo declive
económico de los EU que empezó en el 2000, y que continúa
hasta converger ahora en un punto de ruptura global.
Después del desplome parcial de la burbuja financiera de la
“tecnología de la informática” a mediados del 2000,
para cuando la toma de posesión del presidente George W. Bush hijo la
situación creada era tal, que sin un regreso generalizado a las
tendencias económicas y políticas relacionadas de largo plazo que
tenían los EU en el intervalo 1982–2000, continuaría el
desplome general de los sistemas económico y financiero de los EU y del
mundo, hasta llegar a ser, no una simple recesión cíclica sino una
crisis de desintegración generalizada. Aunque todavía hoy aun
existen los remedios, una crisis global de desintegración general
sería inevitable en algún momento a corto plazo, a no ser que esos
remedios se escojan.
1.2 La crisis
físico–económica subyacente
Ésta no es una crisis cíclica, es una crisis
sistémica. En tanto continúen los esfuerzos por mantener el modelo
de tipos de cambio flotantes del sistema del FMI y el Banco Mundial, es ahora
inevitable que haya un derrumbe en cadena espantoso de la economía
física del mundo. Sin embargo, si bien la causa continua de la crisis
está empotrada en la presente tendencia hacia la globalización del
actual sistema del FMI, la desintegración que amenaza es en sí
misma física, más que monetario–financiera. Es una
desintegración física causada por los efectos físicos
sistémicos de las tendencias de 1964–2005 en las políticas
monetario–financieras tanto de los gobiernos como de las autoridades
internacionales hasta la fecha.
Lo peor de los efectos físico–económicos
sistémicos son aquéllos causados por la tendencia hacia lo que hoy
día se denomina “globalización”. La ofensiva para
eliminar el “proteccionismo” económico nacional, e imponer el
precio más bajo en el mercado mundial, ha reducido la productividad
física neta per cápita del planeta. Esto se originó de la
siguiente manera.
Cuando la historia económica de los EUA es analizada desde la
óptica del Sistema Americano de economía política, como lo
definieran tales parangones como Benjamín Franklin, Mathew Carey, Henry
C. Carey y el germano–americano Federico List, una economía
estadounidense saludable se sustenta en el compromiso de aproximadamente el
cincuenta por ciento de la inversión física en lo que se denomina
la infraestructura económica básica. Como lo he explicado en
escritos publicados pertinentes, esta inversión en la infraestructura
también es el factor multiplicador indispensable para la
realización de los beneficios potenciales presentes en el uso de
tecnologías mejoradas para la producción de bienes
comerciables.
Lo que ha hecho la “globalización” desde que empezara
esta tendencia, como un movimiento hacia el sur, de manera significativa durante
los 1950, es cambiar la producción de regiones que eran relativamente
ricas en infraestructura, hacia regiones donde la mano de obra barata estaba
asociada con un desarrollo de una infraestructura significativamente más
pobre. El reemplazo actual del transporte por ferrocarril a usos de camiones de
carga intrísecamente más costosos, y el reemplazo de sistemas de
transporte colectivo por el uso de supercarreteras que no son sino
estacionamientos involuntarios en horas pico, expresa la misma tontería
que se ha insinuado en el gobierno y la opinión pública en los EUA
durante el último medio siglo o más.
Más recientemente, el torrente de transferencia de la
producción de los EUA, entre otras naciones principales antes
industrializadas, hacia mercados de trabajo cada vez más baratos, ha
estado correlacionado con un derrumbe profundo de un cuarto de siglo tanto del
empleo productivo como de la infraestructura dentro de Norteamérica y
Europa, mientras la producción pasa a las secciones más pobres en
infraestructura en el a veces llamado sector en vías de desarrollo. A
consecuencia de esta tendencia hacia disminuir el factor esencial de la
tecnología moderna en la infraestructura, la productividad física
neta actual, el nivel de productividad del planeta en su conjunto ha declinado.
Cuando se reconozca este factor, ya no debe haber ningún misterio sobre
las pruebas que muestran que el abaratamiento del precio aparente de los
productos a través de la “globalización” es, en
esencia, una ilusión global. El no pagar por el nivel necesario de
desarrollo tecnológico de la infraestructura causa que la mano de obra
barata de la globalización devenga en una catástrofe
físico–económica global que el anticipado derrumbe
monetario–financiero que se avecina revelará haber estado en marcha
durante décadas de ilusiones popularizadas acerca de los beneficios de la
mano de obra barata en el exterior.
2. Los remedios políticos
necesarios
Los EU emergieron como la potencia mundial cuyas políticas de
desarrollo agroindustrial, las de Henry C. Carey, fueron muy imitados en tales
lugares como la Alemania de Bismarck, el Japón de la era Meiji, la Rusia
de Alejandro II y Mendeléiev, y otros más, desde aproximadamente
1877 en adelante, como en el programa de Sun Yat–sen para modernizar la
economía de China (ver artículo en pág. 29). Bajo la
conducción del presidente Franklin Roosevelt, el desarrollo
económico de los EUA asombró al mundo y acabó con el
sueño nazi de un imperio. Fue la logística de los EUA, desatada
por Roosevelt, la que ayudó a sus aliados en una guerra mundial de dos
frentes, a abrumar a una fuerza militar alemana bien entrenada con la pura
fuerza de una superioridad productiva abrumadora.
Esta ventaja del sistema económico de los EU sobre sus rivales en
Europa, se mostró de las maneras más impresionantes en tales casos
como el de la colonia de la bahía de Massachusetts de los Winthrop y los
Mather previo a 1688, como en las movilizaciones que encabezaron los presidentes
Abraham Lincoln y Franklin Roosevelt. El sistema constitucional de los EU es
esencialmente uno basado en el legado de los principios constitucionales de
banca nacional, en tanto que los sistemas europeos, a lo largo de la mayor parte
de su historia moderna, subordinan de manera predominante el gobierno al poder
de los llamados sistemas de banca central independiente. Fue por esta
razón que los EUA devinieron en una potencia continental, desde el
Atlántico hasta el Pacífico, y entre sus fronteras norte y sur, a
través de la inmigración de poblaciones atraídas en masa
sobre todo de Europa. Los EUA son en esencia el prototipo de un Estado nacional
europeo; los programas de crédito público, con superioridad
pública sobre el interés financiero privado, tales como
aquéllos imitados por los fundadores del Kreditanstalt für
Wiederaufbau de Alemania, son representativos del “secreto” que
elevó a los EU al nivel de una gran potencia. Este principio se aplica
con gran fuerza a la presente situación mundial.
No será cosa fácil regresar a los EUA a la clase de programas
económicos nacionales, como los del presidente Franklin Roosevelt, que
nos hicieron grandes en el pasado. Sólo una gran crisis podría
liberar a la opinión pública y oficial de esos hábitos
intelectuales a través de los cuales los EU virtualmente se han destruido
a sí mismos durante las recientes tres décadas y más. La
crisis existe ya para los EUA, como también existe para todas las
naciones de Europa y otras partes. No obstante, como lo muestran los
acontecimientos recientes referidos en el Senado de los EU, el espíritu
necesario para la acción sigue vivo como una característica
arraigada del carácter nacional de las instituciones de los EU. Esto
existe entre los republicanos normales así como entre los
demócratas normales.
La situación actual significa que de caer la raza humana bajo la
hegemonía de las corrientes derechistas que hoy vemos en las
Américas y Europa, no habría futuro para la humanidad en el
período venidero de este planeta. Los ideólogos derechistas, tales
como ésos de la Sociedad Mont Pelerin de hoy, no permitirían tomar
ninguna de las medidas necesarias para hacerle frente a la presente crisis
económica mundial.
Sólo métodos de la misma clase como los que aplicó el
presidente Roosevelt durante los 1930 y principios de los 1940, podrían
salvar al planeta de sumirse en una infierno económico y cultural hoy.
Sólo con un renacimiento de los rasgos esenciales del planteamiento de
Roosevelt para un un sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijo,
podría organizarse en el mundo actual una recuperación
económica.
Éste hecho, de las características de alineamiento en cambio
de las naciones, se refleja en la tendencia de resquebrajamiento de las pautas
establecidas de alineamientos políticos. Lo ocurrido el 23 de mayo en el
nSenado de los EU sí contiene un reflejo de la nueva
configuración. Nadie puede predecir con precisión qué
nuevas alineaciones políticas vayan a surgir, aunque la tradición
de Franklin Roosevelt es un factor históricamente predeterminado en los
EUA hoy. Sin embargo, el progreso tecnológico impulsado por la ciencia
junto con la dedicación a la protección y el fomento del bienestar
general, son aspectos de principio de cualquier nueva alineación que
podría abordar con éxito la crisis que arremete al
presente.
Los sucesos relevantes más recientes acaecidos en el Senado de los
EU no nos muestra con precisión cuáles serán las nuevas
alineaciones, pero sí prefiguran lo que es posible ahora en los EUA y
otras partes del mundo.
Hemos entrado en un período en el que el legado de Tomás
Hobbes debe proscribirse en lo absoluto de la política mundial, en favor
del principio expresado, desde el comienzo, por el Tratado de Westfalia de 1468.
La defensa de la seguridad todavía es obligatoria, pero la guerra con
propósitos tales como el cambio de regímenes, son los impulsos de
locos peligrosos. La civilización ya no puede tolerar cierto tipo de
comportamiento temerario por parte de gobiernos, como los de Blair y Bush en el
caso de Iraq; ni podemos tolerar el fanatismo inhumano inherentes a los dogmas
de la Sociedad Mont Pelerin. De lo contrario, si podemos ser tan tolerantes y
compasivos como sea honestamente posible, y si podemos evitar los peligros
latentes de común fatales de descender a la práctica de la
sofistería, podremos llevarnos el uno con el otro.
La esperanza del futuro es un motivo poderoso. El contemplar que incluso
arriesgar la vida de uno podría determinar el resultado para el futuro,
de que uno haya vivido, es el más poderoso de los motivos. Ese es el
poder y la ventaja que debemos buscar darle a la nuestra y a otras naciones. Si
podemos hacer eso, nosotros de muchas naciones nos llevaremos bien los unos con
los otros.
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