Sun Yat–sen: en defensa del nacionalismo,
la
república y el Sistema Americano
de economía
política
“No entiendo. Esta canción no tiene sentido. ¿Por qué
había de aprenderla?”
“¡Qué! ¿Te rebelas contra los clásicos?”
“No, no me rebelo contra los clásicos. Pero, ¿por qué
he de cantar esto día tras día, cuando no sé lo que
significa?”
“¡Esto es una afrenta contra el aprendizaje y la sabiduría de
los antiguos!”
“Pero me enseñaron a leer, y no entiendo lo que aprendí a
leer. Maestro, ¿serías tan amable de ayudarme a conocer la
razón de lo que estoy aprendiendo?”
—Sun Yat–sen: El hombre y sus ideas, por John Wu.
Un maestro de Sun Yat–sen continuaría para
decirle al padre de este niño que, “cuando este jovencito crezca,
de seguro podrá lograr grandes cosas. Las cosas pequeñas no le
interesarán ni se beneficiará con ellas”.
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“Un jun [que a menudo se traduce como ‘caballero’, pero también como ‘monarca’] vive con los modernos pero estudia a los antiguos. Lo que haga hoy será un ejemplo para los de las próximas generaciones. Cuando vive en tiempos de caos político, ni busca el favor de los que detentan la autoridad ni lo ensalzan los de abajo, y cuando los políticos mezquinos unen sus manos para difamarlo o injuriarlo, su vida puede verse amenazada, pero el curso de su conducta no ha de cambiar. Aunque viva en peligro, su alma sigue siendo suya, y aun así no olvida los sufrimientos del pueblo. Tal es su sentido de responsabilidad”.
—Sabiduría de Confucio. |
por Neil Martin, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas
El doctor Sun Yat–sen, el padre fundador de China, un
confuciano, un cristiano, un nacionalista, un revolucionario, un jun para
todos los países, un lit che (“valiente presto a
morir”, alquien dispuesto a dar su vida por el bienestar de otros), es un
ejemplo brillante de lo que es un estadista, quien mostró
características extraordinarias de liderato, perseverancia, optimismo y
un sentido de misión. Sun no sólo tenía un plan para China,
sino también para el mundo. Cuando China lograra su propio desarrollo
mediante la instrumentación del Sistema Americano de economía
política, entonces China liberaría a otros países de Asia.
Esto tendría lugar bajo la guía de los conceptos confucianos de la
coexistencia pacífica, los cuales Sun consideraba eran congruentes con el
concepto de John Quincy Adams de la “comunidad de principio entre Estados
nacionales perfectamente soberanos”.
En esencia, Sun Yat–sen (también conocido como Sunwen)
enarboló una misión universal para China: ser un líder en
la reconstrucción mundial. Las ideas de Sun estaban basadas en Confucio y
Mencio, así como en los promotores del Sistema Americano de
economía política, en especial en Alexander Hamilton y Abraham
Lincoln, en contraposición al sistema británico, caracterizado por
las obras de John Stuart Mill, Charles Darwin, Thomas Huxley, Adam Smith y Karl
Marx.
A todo lo largo de la segunda mitad del siglo 19 China, bajo el dominio de
la decadente dinastía Qing, casi acabó dividida del todo a manos
de potencias extranjeras. Varias provincias chinas estaban bajo el control
directo de potencias coloniales, enter ellas Francia, Portugal, Japón,
Rusia e Inglaterra.
En 1879 a Sun lo mandaron, a la edad de 13 años, de su hogar en
Hsiang Shan a Hawái, para unirse con su hermano, quien había
establecido un negocio allí. La Escuela de Caridad de Oahu, que estaba a
cargo de promotores del Sistema Americano dirigidos por el reverendo Samuel
Damon, ejerció una gran influencia sobre las ideas de gobierno de Sun.
Ahí estudió las ideas de Alexander Hamilton y sus aliados
federalistas, y las del gran Abraham Lincoln, quien dejó la huella
más indeleble en su pensamiento.
Los profesores de la escuela estadounidense de Hawái formaban parte
de las amplias redes de la “American Board of Commissioners of Foreign
Missions (ABCFM)”, organismo dedicado a las misiones religiosas.
Así como había dos escuelas de economía —el Sistema
Americano de economía política y el británico de libre
cambio—, así también había dos diferentes clases de
misioneros. La ABCFM tenía una acta constitutiva que ponía el
acento en liberar a la humanidad del Imperio Británico, incluyendo su
extensión conocida como la Confederación. La ABCFM creía
que para liberar a un país era necesario que las naciones avanzadas ricas
en ciencia exportaran su tecnología avanzada a las naciones pobres, en
tanto que los británicos trataban de mantenerlos en un estado primitivo.
La educación de Sun y su amistad con la familia Damon no difieren de
educarte en la universidad sobre ruedas de Lyndon LaRouche, en vez de asistir a
la típica universidad actual, que entrena a los chicos a “lo que
hace la mano hace la tras”, y a creer y nunca saber.
Cuando Sun Yat–sen regresó de Hawái en 1883, hubo un
cambio notable en su carácter en cuanto a su enfoque al tema del gobierno
despótico. A Sun pronto lo conocieron como “el loco” al que
Occidente influenció demasiado. Muchos pobladores no querían que
los vieran junto a este joven polémico reformista
“rompeaxiomas”. Pero lo único que hacía Sun era
cuestionar la forma de actuar del gobierno, y por qué el Hijo del Cielo
(el emperador) era considerado alguien tan grande. Estaba muy sorprendido de
escuchar cómo la gente defendía al gobierno y al Hijo del Cielo.
Sun cuestionaba por qué China tenía tan pocos caminos, y por
qué el gobierno y el Hijo del Cielo recababan impuestos, pero las
condiciones de vida del pueblo nunca mejoraban. Sun cuestionaba abiertamente el
papel del gobierno, insistiendo que éste tiene que satisfacer de forma
incondicional las necesidades del pueblo. En el pueblo de Sun, señalaba,
los impuestos eran para el Hijo del Cielo, y para asegurarse de mantener la
buena apariencia de los tres dioses del templo por encima de todo. Para Sun,
esta sumisión a la tiranía y la superstición tenía
que erradicarse, si es que el pueblo de China había de liberarse de un
gobierno despótico y ser capaz de conocer la función de la
humanidad en el universo.
A los 18, Sun fue desterrado de su tierra natal por mutilar dioses de
madera pintada. Él llamó a estos dioses sonrientes de madera, el
supersticioso “símbolo del infortunio de China”.
Sun y el Sistema Americano
Había revolucionarios veteranos en China en aquella época.
Uno era Cheng Kuan Ying, quien escribió un folleto titulado
“Palabras de advertencia en una gran era”, en el que proponía
reformar a China a través de establecer un sistema parlamentario,
escuelas modernas, el desarrollo del comercio y las industrias, la
construcción de ferrovías y carreteras, el mejoramiento de la
agricultura y la sericicultura, la abolición de la costumbre de liar los
pies de las mujeres para evitar su crecimiento como señal de rango
aristocrático, y la prohibición del consumo de opio.
Cheng Kuan Ying ayudó a Sun a escribirle una carta a Li Hung Chang,
un alto funcionario gubernamental. Esta carta circuló ampliamente en
publicaciones mensuales como Wan Kuo Pao, sentando el extenso
conocimiento que Sun tenía del Sistema Americano de economía
política. Sun le escribió a Li: “Sé muy bien que la
riqueza y el poder de las naciones europeas son resultado, no sólo de que
tienen buques y cañones poderosos, sólidas fortalezas y tropas
formidables, sino también porque su población puede usar sus
talentos a cabalidad, sus tierras pueden aprovecharse al máximo, sus
recursos naturales pueden explotarse de lleno y sus mercancías pueden
circular con libertad. Estos cuatro elementos son la base de la riqueza y
fortaleza de una nación, y las raíz del buen gobierno” (de
la carta de Sun a Li Hung Chang, en Prescripciones para salvar a
China).
El libro de Leonard Hsu, Los ideales políticos y sociales de Sun
Yat–sen, ofrece más pruebas de la dedicación de Sun al
Sistema Americano de economía política y, en particular, al
informe de Alexander Hamilton Sobre el asunto de las manufacturas. Sun
habló de los cuatro factores de los que depende la riqueza de una
nación: “Para desarrollar un talento superior, el doctor Sun
propuso una educación gratuita universal, la guía vocacional, el
servicio civil y el empleo científico. El segundo factor es el desarrollo
de la ciencia agrícola, la introducción de utensilios
agrícolas modernos, y un sistema moderno de administración
gubernamental de la agricultura. El tercer factor, el aprovechamiento cabal de
los materiales, incluye el avance de la ciencia moderna y de la
civilización mecanizada, la preservación de los recursos naturales
y la regulación de la propiedad privada. El cuarto factor, el transporte
abundante de mercancías, incluye la abolición de impuestos viales
locales, la institución del libre comercio (entre provincias), la
protección debida a los comerciantes, y el desarrollo del transporte y el
comercio”.
No obstante, Li Hung Chang no atendió la recomendación de Sun
para salvar a China. Entonces Sun decidió tomar las medidas necesarias
para que a China ya no la afligiera más la plaga de un gobierno
despótico e incompetente. Sun escribió lo que puede considerarse
la declaración de independencia de China: “El derecho divino no es
eterno”. Y luego le añadió: “Ya no reverenciaremos el
trono. El Hijo del Cielo es incompetente. Su cargo está corrompido. Su
dominio es una abominación. Él le abrirá paso a la voluntad
del pueblo. Ya no reverenciaremos el trono”.
Sun Yat–sen pronto abandonó la práctica de la medicina
para dedicar su vida de forma incondicional a la revolución.
La campaña de Sun por la
Revolución
De 1894 a 1911 Sun viajó alrededor del mundo, entre otros lugares, a
Hawái; Hong Kong; Vietnam; Japón; Macao; Taipei, Taiwan; Los
Ángeles, Nueva Orleáns, Pittsburgh, Baltimore, y las ciudades de
Washington y Nueva York, en los Estados Unidos; Inglaterra; Singapur; Malasia;
Vancouver, Canadá; Bruselas, Bélgica; Berlín, Alemania; y
París, Francia. En cada parada, recababa de los comerciantes y
compatriotas chinos que simpatizaban con la revolución, y de
simpatizantes extranjeros, provisiones para emprender la revolución.
Estableció nuevas sociedades y reorganizó las existentes, y
también se reunió con estudiantes chinos. En general, Sun
creó su propia universidad sobre ruedas. Los estudiantes fundaron
periódicos en las universidades a las que asistían, donde
denunciaban al gobierno despótico de China, y empezaron a educar a sus
condiscípulos en las ideas de Sun Yat–sen.
Los estudiantes mostraban un respeto considerable por Sun. Muchos fueron
parte de una conspiración previa de elementos progresistas del gobierno
chino, para educar a los estudiantes chinos en el extranjero en varios campos, y
que luego tomaran puestos en los ministerios gubernamentales. En varias
fotografías aparece Sun sentado en una silla en el centro, con
estudiantes chinos de pie a su alrededor.
Durante estos viajes Sun estuvo desterrado de China, y le habían
puesto precio a su cabeza por su participación en el intento infructuoso
de tomar Cantón, una provincia del sur de China, en 1885. Cuando estuvo
en Inglaterra, Sun casi corrió la misma suerte de muchos de los primeros
revolucionarios, quienes murieron en sus esfuerzos apoderarse de ciudades en el
sur de China. La embajada de China en Londres secuestró a Sun, y por poco
lo despachan a China para su probable ejecución. Sin embargo, un querido
amigo británico suyo, el doctor James Cantlie, quien le
enseñó medicina en Hong Kong, intervino para salvarlo.
Sun pasó la mayor parte de su exilio en Japón. Japón
era un paraíso seguro para los revolucionarios de China, Filipinas y
Vietnam. Durante su estancia en Japón, Sun conoció a
revolucionarios de toda Asia, así como a otros nacionalistas chinos,
entre ellos a Huang Hsing, el futuro cofundador del Partido Nacional del Pueblo,
el Kuomintang, con una misión: restaurar China para los chinos y
establecer una república.
Huang Hsing era famoso por imprimir folletos revolucionarios, como El
ejército revolucionario de Tsou Jung, y por organizar a los
estudiantes para la causa de la revolución. Torazo Miyasaki, un amigo
japonés de Sun, fue quien puso a éste en contacto con Huang. Y a
través de Huang, Sun conoció a Sung Chiao Jen, otro cofundador del
Kuomintang.
Sun también conoció a influyentes políticos japoneses
del período Meiji, entre otros, al conde Shigenobu Okuma, un miembro del
Partido Progresista que le presentó a Phan Boi Chau, un nacionalista
vietnamita; al vizconde Inauaki, presidente del Partido Progresista; y a Katsura
Taro. Estos tres hombres presidieron el Gobierno japonés en algún
momento de su vida.
Otro objetivo de la labor de Sun en el extranjero fue contrarrestar las
ideas y esfuerzos organizativos de los “reformistas”, encabezados
por Kung Yu Wei y Liang Chi Chao. Sun sabía que el dilema de China era
sistémico, que las reformas que este grupo proponía dentro de los
confines del sistema monárquico no eran ningún remedio para lo que
tenía que lograrse. Entretanto, Sun distribuyó El
ejército revolucionario de Tsou Jung entre las comunidades chinas en
el exterior, y escribió un folleto titulado: “La verdadera
solución al problema chino”. La última oración
rezaba: “China está ahora al borde de un gran movimiento nacional,
pues una chispa sola de verdad incendiaría a todo el bosque
político, para echar a los [de la dinastía] Qing de nuestra
tierra; nuestra tarea es grande, pero no será una imposible”. Sun
quería una forma de gobierno en la que el pueblo sería el amo del
Estado.
Durante su estadía en los EU, Sun conoció al jefe de una
misión sinocristiana en Nueva York, conocido como el pastor Huei. A
través suyo Sun conoció a muchos cristianos y estudiantes chinos.
El Pastor Huei le presentó a Hu Han Min y Wang Ching Wei, quienes mas
tarde se convertirían en editores de el Min Pao, el Diario del
Pueblo. Hu Han Min también devendría en parte de la dirigencia
del Kuomintang.
En el extranjero Sun emprendió investigaciones serias en muchas
áreas, como la política, la minería, la ganadería,
la agricultura, la ingeniería, la economía y los conceptos
sociales, preparándose así para diseñar un plan que
revolucionara y reconstruyera a China.
Los mártires de la Revolución
China
Muchos de los nacionalistas y revolucionarios que trabajaron con Sun y
Huang Hsing, y que vivieron una verdadera vida de revolucionarios sacrificando
todo por la república, no vivieron para verla concretada.
Sun hablaba muy bien de estos mártires. El 10 de diciembre de 1912,
en la tumba de uno de estos mártires (que hoy es un sitio
histórico), Sun dijo: “Debemos alabar a la Liga Revolucionaria
China, y apreciar profundamente a esa gran guerrera del lago Jian”, en
referencia a Chiu Chin (1875–1907), una poetisa que fundó un
periódico para mujeres, y una maestra reconocida como la primera mujer
mártir en la lucha por establecer a China como un Estado nacional. Tras
la fallida guerra de los bóxers en 1900, Chiu dejó a su esposo e
hijos para estudiar en Japón. En 1905 se unió al Tung Meng, el
cual Sun y Huang Hsing habían organizado. En Yokohama, Japón, fue
de los primeros estudiantes que trabajaron en una célula secreta en la
fabricación de bombas. Más tarde, en China, proveía de
armas a los revolucionarios reclutados a la célula secreta, y estaba a
cargo de dirigir revueltas en la provincia de Zhejiang. Hoy existe un
pabellón en su honor en Zhejiang.
Otro mártir reconocido es Tsou Jung, autor del citado documento El ejército revolucionario, que circuló ampliamente. Su
tema principal era un ataque a la idea de la lealtad al emperador. Tsou Jung
también afirmó que sus políticas para sacar a China de su
esclavitud venían de la Declaración de Independencia y la
Constitución de los EU. Otro mártir, Lin Chueh Min, un
“valiente presto a morir”, participó en la batalla de
Huanghuakang (el montículo de flores amarillas), lugar hoy considerado
como la tierra santa para la República de China, donde ahora está
la Tumba de los 72 Héroes.
La visión que Sun tenía para China luego de la
revolución y la reconstrucción, era que China encabezara la
liberación y reconstrucción mundial de los países que
estaban bajo el dominio colonial. Sun y el nacionalista vietnamita Phan Boi Chau
tenían planes de hacer una Alianza de Pueblos Asiáticos del Lejano
Oriente, para expulsar el imperialismo y el feudalismo. Esto le
permitiría entonces a países como Birmania, Vietnam, Corea e India
alcanzar la independencia económica.
Sun formuló su filosofía básica como “los tres
principios del pueblo”, que representaban el medio por el cual el Estado
podía lograr su independencia y construir un Estado nacional soberano: el
nacionalismo (al que Sun llamó “esa preciosa posesión
mediante la cual un Estado perpetúa su existencia y armonía entre
su pueblo”), la soberanía del pueblo, y el sustento del pueblo. Sun
derivó la estructura de estos tres principios del pueblo del discurso de
Abraham Lincoln en Gettysburg: Gobierno del Pueblo (nacionalismo), por el pueblo
(soberanía) y para el pueblo (el sustento del pueblo o “bienestar
general”).
Sun sabía que la sociedad sólo progresaba a través del
mejoramiento continuo del nivel de vida. Esto significa que el hombre siempre
tiene que ser creativo y vigoroso al hacer descubrimientos en la ciencia para
asegurar la supervivencia de la civilización. En la biografía de
Sun Yat–sen que escribió, John Wu lo cita: “La mente es el
principio de todo lo que sucede en el universo”. Así, la
cognición sirve como el medio por el cual la humanidad altera y mejora su
entorno. Ésta es una forma de pensar que coincide con la idea de que el
hombre y el cielo son del mismo parecer, y comparten el mismo
principio.
El triunfo temporal de la Revolución
La Revolución China logró echar a las fuerzas de los Qing de
las provincias sureñas en 1911 (hubo diez intentos fallidos antes). La
Revolución del 10 de octubre tuvo lugar cuando Sun estaba afuera, en los
EU.
El gran aliado de Sun, Huang Hsing, tomó el mando a las fuerzas
revolucionarias 18 días después de iniciada la Revolución.
En su libro Huang Hsing y la Revolución China, Hsueh Chun Tu dice
que los soldados lo recibieron como “un general del Cielo”. Con
Huang Hsing, otras provincias también declararon su independencia del
imperio durante la defensa de Hankou.
El 14 de diciembre de 1911 hubo una elección en Nankín, la
capital de la nueva República de China. A Huang lo elegieron
generalísimo, y a Lin Yuan Hung como vicegeneralísimo. Sin
embargo, Huang rehusó aceptar el cargo, cediéndole el honor a su
querido amigo Sun Yat–sen.
Semanas después, Sun recibió un telegrama pidiéndole
que regresara como el primer Presidente de la República de China. Antes
de regresar a China, Sun fue a Inglaterra y logró convencer a Londres de
permitirle que viajara con libertad por los territorios coloniales
británicos para regresar a China a salvo. También le pidió
a los británicos que le retiraran toda ayuda financiera a lo que quedaba
del Gobierno Qing, y que evitara que recibieran apoyo de Japón. Esta
diplomacia significó a China enfrentaría menos peligros inmediatos
en el establecimiento de su república.
Como presidente de la joven república, Sun Yat–sen
asumió responsabilidades extraordinarias: instruyó a las
provincias a alentar la agricultura protegiendo y ayudando a los agricultores,
ordenó al Ministerio de Relaciones Exteriores que cesara y desistiera de
explotar la mano de obra barata, le prohibió a las provincias que se
vengaran de los Qing, y proscribió el opio.
Pero, para unificar a China, sur y norte hubieran tenido que convertirse en
uno. En 1912 Sun renunció como presidente para que Yuan Shikai, quien
estaba al mando del Ejército chino bajo el (entonces ya depuesto)
emperador Qing, asumiera la Presidencia. Éste fue un compromiso del que
Sun creyó no poder salir sin que hubiera una guerra continua y
desgastante. Pero esperaba que Yuan Shikai se adaptaría al sistema
republicano de gobierno. Con una constitución provisional intacta, un
parlamento fuerte encabezado por Sung Chia Jen del Koumintang, la influencia de
Huang Sing tras bambalinas, y Sun ahora como director de planificación
ferroviaria, la joven república aún contaba con una base
sólida para prosperar.
Por desgracia, Yuan resultó ser un tirano y un instrumento de los
intereses coloniales extranjeros. El fuerte financiamiento que recibía de
los intereses británicos y de los Morgan en los EU, fue lo que le
permitió suprimir a los republicanos. Cuando Sun organizó la
resistencia a la creciente tiranía de Yuan, el papel que tenían
los Morgan y otros intereses relacionados quedó claro, como lo demuestra
un editorial del New York Times de 6 de agosto de 1913:
“La presente y así llamada rebelión no es tanto un
levantamiento del pueblo contra el gobierno de Pekín, como un esfuerzo de
políticos desleales y cazadores de puestos para imponerse en el poder. El
final de la guerra civil, que ya no puede postergarse mucho más,
establecerá a Yuan Shikai con más fuerza que nunca como gobernante
de China; acontecimiento que no dejará de ser causa de alegría
para el resto del mundo”.
El 19 de Julio de 1913 un editorial del Times de Londres comentaba: “Es la rebelión de políticos envidiosos y rapaces. A Huang
Hsing lo han considerado, de un modo más bien exagerado, como el hombre
del destino de China y como un posible sucesor de Yuan Shikai, por quien ha
sufrido muchos desaires últimamente. . . Sin duda, los
cabecillas rebeldes no son ningunos patriotas asestándole un golpe
diligente a la tiranía. Puede que el presidente Yuan haya sido dura a
últimas fechas en el manejo de los Gobiernos provisionales, quizás
trató al sur con mucho desdén, pero a los observadores aún
les parece que él es, al presente, el único hombre que puede
evitar que la República de China se caiga a pedazos”.
Como presidente, Yuan fue responsable del asesinato del dirigente
parlamentario Sung Chia Jen; ordenó el asesinato de otro líder del
Kuomintang, Chen Chi Mei, quien era ex gobernador de Shangai; encarceló a
otros colaboradores de Sun; y, por último, desterró a éste
de China, ¡e incluso trató de desterrarlo de Japón! A partir
de entonces, Yuan ya no engañó a nadie. Recibió un
préstamo del llamado consorcio de las cinco potencias, encabezado por el
Banco de Inglaterra y los intereses de J.P. Morgan, que le sirvió para
fortalecer su poder. Al hacer esto, Yuan contravino la separación de
poderes, pues el poder legislativo, el único con autoridad para negociar
y aceptar créditos, lo había desaprobado.
Yuan también tomó control del poder Judicial, e impuso otras
medidas encaminadas a convertir de nuevo a China en una
monarquía.
Sun recurrió otra vez al paraíso de los revolucionarios en
Japón, donde reorganizó el Kuomintang para que regresara a China a
movilizar a la población contra el plan de Yuan de restaurar la
monarquía.
Esto fue cuando la Primera Guerra Mundial, una guerra entre potencias
imperialistas. Inglaterra le prometió a Yuan Shikai que si China entraba
hacía bando con los Aliados en la guerra, apoyaría sus deseos de
restaurar la monarquía.
Los EU no pudieron salir al rescate de la joven república.
Ésta no sería la última vez que Inglaterra o los EU
subvertirían los intentos de Sun Yat–sen por salvar a la
República de China.
A la larga, en 1916, Yuan logró restaurar la monarquía, pero
el sentir de la población no respondió con mucha amabilidad a este
acto de traición, y pronto lo obligó a abdicar. Yuan murió
ese mismo año, lo que le permitió a Sun regresar a
China.
Sin embargo, Li Yuan Hung, quien devino en el segundo Presidente de la
República de China, no siguió los pasos que eran vitales para la
novel república. En vez de permanecer neutral durante la Primera Guerra
Mundial, lo cual Sun afirmó —en su libro El problema de
China— era necesario para la supervivencia de China, Li se unió
a los británicos para declararle la guerra a Alemania.
Pero Cantón, en el Sur, que en gran medida estaba bajo la
dirección de Sun, rehusó declarar la guerra del lado de los
británicos. En 1917 el cónsul general británico en
Cantón trató de engatusar a Sun para que se uniera a Inglaterra en
la lucha contra Alemania. “Combata a Alemania”, dijo el
cónsul general, “porque les robó Qingdao y deben
recuperarlo”.
“Qingdao”, respondió Sun, “está muy lejos
de Cantón. ¿Qué hay de Hong Kong, Birmania, Nepal y
Bután, que fueron alguna vez territorio nuestro o Estados tributarios, y
que están mucho más cerca de Cantón que Qingdao? Al
presente ustedes [el Imperio Británico] le tienen puesto el ojo al Tibet.
La lógica ordinaria sugiere que si China es lo bastante fuerte como para
recuperar sus territorios perdidos, primero debiera proceder a recuperar los
más cercanos y más grandes. Qingdao no es sino un lugar
pequeño, y Birmania es más grande que Qingdao, y Tibet es aun
más grande”.
Tras la primera Guerra Mundial, China no ganó nada en lo absoluto
por estar del lado vencedor, tal como Sun lo había advertido en El
Problema de China. China ni siquiera recuperó el territorio que
estaba en manos de Alemania, ¡sino que se lo dieron a
Japón!
Las ideas de Sun para desarrollar a China
Las ideas de Sun sobre banca, economía, política, fuerzas
armadas y gobierno ilustran que fundamentó sus políticas en la
noción que el hombre nace para hacer el bien; esto tiene su base en el
concepto confuciano de ren, que es similar al ágape o a la “caridad” del cristianismo en la llamada versión del rey
Jacobo de la Biblia en inglés.
Para transformar a China en una gran potencia económica, Sun
destacaba la necesidad de industrializarla, basado explícitamente
explícitamente en el sistema hamiltoniano de banca que él estudio
en Hawái. En Los fundamentos de la reconstrucción nacional, Sun plantea que la clave para el desarrollo de China es el establecimiento de un
banco nacional. En su “Declaración sobre el establecimiento del
Banco Central de China”, de hecho describe un banco nacional, no un
banco central privado: “Caballeros: La apertura hoy del Banco
Central de China marca la apertura del primer banco establecido por el Gobierno
revolucionario. Con el establecimiento de este banco, el Gobierno desea
financiar empresas comerciales. Por tanto, hoy también marca el comienzo
de la participación del Gobierno en empresas de
negocios”.
En la tradición de Alexander Hamilton, el primer secretario del
Tesoro de los EU, Sun creía que el Banco Nacional sería el
instrumento por el cual el bienestar general, “el sustento del
pueblo”, sería logrado, mediante el financiamiento de proyectos de
obras públicas.
Hoy día China construye proyectos de infraestructura a gran escala,
como la presa de las Tres Gargantas, ¡que Sun propuso en 1919!. Éste
y otros proyectos son financiados hoy a través de los bancos nacionales
establecidos por China.
El plan de Sun para industrializar a China iba a incluir proyectos de
infraestructura a gran escala, entre ellos: “De 100.000 a 200.000 millas
de ferrocarriles, 1.000.000 milas de carreteras; mejoras a los canales
existentes; la construcción de nuevos canales; controles fluviales; hacer
más navegables los ríos; la construcción de líneas
telegráficas a lo largo del país; el desarrollo de puertos
comerciales; la construcción de ciudades modernas; la construcción
de servicios públicos en todos los centros ferroviarios; el desarrollo
hidroenergético; la construcción de plantas de hierro y acero, y
de plantas de cemento a gran escala; el desarrollo de minerales, complementario
de la actividad minera; el desarrollo de la agricultura; la construcción
de obras de irrigación a gran escala en Mongolia y Sinkiang; la
reforestación del centro y el norte de China; y la integración de
Manchuria, Mongolia, Sinkiang Kokonor, y Tibet”.[
Esto dice el libro de Sun de 1919, El desarrollo internacional de
China, que incluía planes detallados para la construcción de
corredores de desarrollo a lo largo de China. El tema del libro era que, los
seres humanos, como la encarnación de Dios, desean incrementar,
crecer.
Otro requesito para hacer de China una potencia económica fuerte,
era el fomento de la industrialización, por medio de la protección
del comercio interno, a través de aranceles proteccionistas. Sun
relacionaba directamente el florecimiento del comercio interno con el sustento
del pueblo. Uno de los síntomas de la opresión de China bajo el
imperialismo eran los “tratados desiguales”, que fueron un factor
decisivo en sofocar el crecimiento económico. Sun comparaba la
opresión económica con un ejército de 100.000 hombres. Para
combatir la opresión económica, Sun proponía usar los
aranceles para limitar el flujo de importaciones baratas. En sus tres principios
del pueblo Sun comparó los aranceles a las fortalezas que defienden a una
nación de una invasión.
Sun desafió de forma directa la concepción marxista de los
fundamentos de la economía. La teoría del valor del trabajo de
Marx decía que el valor viene sólo del trabajador en el lugar de
producción. Sun, un economista físico, mostró lo absurdo de
eso, con una descripción detallada de lo que realmente genera la
plusvalía: “Cuando pensamos en las materias primas del hilado y del
paño, volvemos nuestras mentes al algodón; cuando pensamos en la
fuente del algodón, volvemos nuestras mentes a las cuestiones de la
agricultura. Si deseamos hablar en detalle del cultivo del algodón,
tendremos que recurrir a los agricultores científicos que estudian la
selección de buenas semillas de algodón y los mejores
métodos de plantar y de cosechar algodón. Hay que emplear muchos
aperos y máquinas para arar el suelo antes de plantar de la semilla, y
para escardar el suelo después de plantar; hay que aplicar fertilizantes
para alimentar las plantas. Al considerar las máquinas y los
fertilizantes, tenemos que darle crédito a los descubridores y a los
fabricantes de estas cosas. Después de cosechar el algodón, hay
que transportarlo a las hilanderías para hilarlo y tejerlo;
después de fabricadas la tela y las prendas de vestir, hay que
transportarlas al mercado para venderlas. Esto lleva nuestro pensamiento de
forma natural a los vapores y a los trenes, y si pensamos en por qué
pueden transportar mercancías, tendremos que darle crédito a los
mineros y a los fabricantes de metales y a los silvicultores y
madereros”,
Así que Sun entendía los principios que hacen prospera a una
economía próspera, mientras que el pobre Marx llegó a
muchas conclusiones falsas basadas en su negación intencional del
más profundo recurso natural: la mente humana.
En política, para Sun Yat–sen el propósito de un
partido político era infundirle optimismo a la población, y la
única meta del partido era dar conducción hacia el sendero del
progreso continuo. En sus Prescripciones para salvar a China, Sun dijo en
una ocasión: “Cuando un pueblo débil tiene un dirigente
sabio, la estabilidad de la nación puede mantenerse de forma temporal; el
problema es que, en última instancia, la capacidad de sostener a la
nación se perderá. En Occidente, el pueblo estima el concepto de
un reino celestial habitado por un pueblo divino, grave y elegante, ya que la
creación de una nación sagrada y digna requiere de gente superior
y mentes elevadas. Sin gente ejemplar no puede haber políticas
ejemplares, y sin tales políticas no puede haber naciones
ejemplares”.
Como es el caso con el Sistema Americano de economía
política, Sun creía que las grandes actividades, tales como los
bancos, los ferrocarriles y los servicios públicos, participan
directamente en el sustento del pueblo; por tanto, estas industrias e
instituciones deben regularse para evitar obstaculizar la vida económica
del pueblo.
Sun también decía que los medios impresos eran el equivalente
de un ejército de 100.000 hombres. El Min Pao, uno de los
periódicos revolucionarios fundados por Sun, apareció por primera
vez el 26 de noviembre de 1905, y continuó su publicación hasta el
1 de febrero de 1910. Dedicó su primer número a los tres
principios del pueblo. El movimiento de juventudes de Sun tuvo un papel
destacado escribiendo ensayos polémicos para Min Pao en contra las
políticas de los “reformistas”, Liang Chih Chao y Kang Yu
Wei.
Otro aspecto que era imprescindible para la prosperidad de la nación
era la educación de los militares. En 1924, ante la necesidad de unificar
el país, Sun Yat–sen fundó la academia militar de Whampoa
cerca de Cantón, con Chiang Kai–chek (quién después
de la muerte de Sun asumió la dirección del Kuomintang) como
instructor personal de los cadetes. Sun no sólo quería que los
cadetes fueran soldados formidables sino que también estuvieran
capacitados para promover el bienestar del pueblo. Por tanto, la guía de
sus acciones sería la prosperidad de la civilización, y no
“el poder hace la fuerza”. Tenían clases de filosofía
ética, economía y ciencia. Además, los estudiantes
aprendían la importancia de los tres principios del pueblo. Sun se
dirigió a los cadetes y estudiantes de Whampoa numerosas veces. Su
último discurso, el 3 de noviembre de 1924, fue sobre el porqué la
revolución había fallado hasta el momento, y cómo
podía salvarse.
Después de la decisión que tomó en mayo de 1919 la
conferencia de Versalles, de mantener a China bajo el yugo semicolonial, hubo
manifestaciones estudiantiles en la plaza Tiananmen. Sun apoyó a los
estudiantes, pero expresó su desencanto y los reprochó por lo que
él consideraba una expresión excesiva de libertad, que trajo
desorden y caos. Sun dijo más tarde que los estudiantes no sabían
nada de revolución ni de historia; que lo único que podían
hacer era actuar, pero nunca saber.
Sun atacó la idea entonces popular, de que “es fácil
saber, difícil actuar”. En su libro Programa para la
reconstrucción psicológica de China, y en sus Memorias de
un revolucionario chino, insistió que el conocimiento es
difícil, y es primario, y solamente entonces la acción puede ser
correcta.
El último factor, y el más decisivo del plan de Sun para
desarrollar a China era su movimiento de juventudes. Éste, para Sun, era
el arsenal del estadista para la democracia. El movimiento estudiantil de Sun,
al cual él le prestó mucha atención, en 1924 tenía
como misión educar al núcleo de la población china, el
campesinado, sobre la función del gobierno y los tres principios del
pueblo. Los estudiantes debían ser la punta de lanza, la fuerza motriz
para completar la revolución.
Sun estableció una escuela para su movimiento estudiantil. Los
estudiantes debían asegurar que la revolución se completara,
despertando el sentido de nacionalismo en las generaciones más viejas de
la población, y en especial en los campesinos.
Sun recalcaba que gobierno, economía y movimientos históricos
todos giran alrededor de cómo se abordaba el “sustento del
pueblo” , el tercero de sus tres principios. Para Sun, cuando el sustento
del pueblo no es el meollo de la actividad del gobierno, la sociedad no crece,
sino que se deteriora y degenera.
Para Sun la meta de la República de China no era un gobierno
moldeado por una persona, por poder político o por el dominio de la
mayoría, como en las frágiles democracias de Europa. Más
bien, el programa del gobierno debía guiarse por la virtud.
Al tiempo que Sun enfocaba en su movimiento estudiantil, también
planeaba su campaña militar para unificar China, a través de
emprender una “expedición norteña” desde su base en el
Sur. En su manifiesto sobre la expedición norteña a Pekín,
Sun dijo que los caudillos contrarrevolucionarios que regían en partes de
China, usaban el gobierno no para el progreso de la nación, sino como
medio para lograr sus intereses personales. Uno trató de restaurar al
“emperador niño” (el último emperador de la
dinastía Qing) al trono, mientras que otro (Yuan Shikai) se
proclamó emperador y reprimió la revolución.
Sun estaba al tanto desde hacía mucho de que las potencias
extranjeras deseaban mantener a China dividida y débil. En 1912, poco
después de la revolución republicana de 1911, Sun había
comparado los peligros de la jóven república con los que los EU
habían encarado 50 años antes, gracias a los británicos:
“A los amigos de China en los EU de América”, escribió
Sun. “Sabemos muy bien que hay ciertos hombres poderosos que verían
con mayor o menor satisfacción una ruptura interna en la nueva
república; que verían con beneplacito, como un paso hacia la
realización de sus propios fines, una guerra civil entre las provincias
del norte y del sur; igual a como hace 50 años hubo aplauso en secreto
(en ciertos círculos) por la terrible contienda civil en los EU. Los
estaounidenses de hoy que vivieron por esos días oscuros de la gran
república, recordarán los sentimientos en los corazones de la
gente, los pensamientos amargos y dolorosos que surgieron de saber que
había extranjeros que esperaban y rogaban por la destrucción de la
Unión Americana. De haber el Sur triunfado en esa guerra, y de haberse
establecido dos repúblicas separadas, ¿no es probable que
quizás media docena o más naciones débiles surgieran a la
larga? Creo que tal habría sido el resultado; y es más, creo que
con una gran nación dividida en político y lo comercial, los
extranjeros habrían intervenido tarde o temprano para hacerse de los
Estados Unidos. No creo exagerar. Si fuera así, no he leído
historia ni he estudiado a los hombres y a las naciones de forma inteligente.
Creo que tenemos precisamente tales enemigos en el exterior como la
república americana los tuvo, y que en ciertas capitales, lo que
más gusto le daría sería oir la noticia que ha estallado
una rebelión en China contra las autoridades establecidas [es decir,
contra la nueva república]. Es duro decir esto, pero creo en decir la
verdad para que todo el mundo la sepa y la reconozca”.
Conclusión
Sun Yat–sen murió el 12 de marzo de
1825, antes de emprenderse la expedición norteña en 1926. Se erige
como ejemplo brillante de la dirigencia necesaria en tiempos de crisis. Los que
alcanzan las pautas más elevadas del confucianismo viven una vida
dedicada a ese principio precioso que el hombre nace para hacer el bien. Sun
dijo en sus tres principios del pueblo: “prometamos hoy, antes que el
desarrollo de China comience, que elevaremos al caído y ayudaremos al
débil; entonces, cuando seamos fuertes y remontemos la mirada a nuestros
sufrimientos bajo la dominación política y económica de las
potencias, y veamos a gente más débil y pequeña sufriendo
un trato parecido, nos levantaremos y aniquilaremos a ese imperialismo.
Entonces, de veras estaremos gobernando el Estado y pacificando el
mundo”.
Sun dijo: “Adoro a Jesucristo, y entre los hombres, admiro al rey
T’ang de Shang, al rey Wu de la dinastía Chou, y a George
Washington de los EU de América”. Además, Sun admiraba
profundamente a Abraham Lincoln. En su casa en Shangai la única pintura
que había en la pared era un retrato de Lincoln. No es coincidencia que
en el monumento en su honor en China, Sun Yat–sen aparezca precisamente en
la misma posición que Abraham Lincoln en el monumento dedicado a
él en en la capital de los EU.
También en Hawái, dos de los nacionalistas más grandes
de Asia, del doctor Sun Yat–sen y del doctor José Rizal, el
dirigente nacionalista filipino, están conmemorados en estatuas que se
miran directamente la una a la otra a la distancia.
Para Confucio al hombre superior le angustia el saber que sus hechos no han
sobrepasado sus palabras. Sun expresó lo mismo cerca de su muerte. En Sun Yat Sen, a Portrait (Sun Yat–sen, un retrato), por Stephen Chen
y Robert Payne, se cita a Sun: “Realmente, vivir y morir para mí en
lo personal no hace diferencia alguna, pero irme sin realizar los principios por
los que luché por muchos años, me aflige
profundamente”.
El revolucionario vietnamita Phan Boi Chau dijo lo siguiente a la muerte de
Sun: “Los tres derechos del pueblo fueron tu norma. Los tres derechos del
pueblo fueron tu camino. Para mí, en el Shiwado de Yokohama, dos veces tu
pincel habló en verdad para un día futuro; toda la gente bajo
cielo que te regocijó; toda la gente bajo cielo que quisistes. Por ti,
largos años oprimido por los lacayos del imperio, por ti vierto una
última y dolorosa lágrima”.
Ki Inukai, uno de los amigos más cercanos de Sun en Japón,
también dijo palabras conmovedoras al morir Sun: “Por más de
10 años en la última parte del reinado Meiji, Sun yo fuimos amigos
muy íntimos. En aquella época, sólo pocas personas
creían en las doctrinas que él predicaba. El partido realista de
Kang Yu–wei y Liang Ch’I–ch’ao era un enemigo suyo
declarado. Con todo, él nunca perdió el ánimo sino
perseveró hasta que finalmente logró derrocar a la dinastía
Qing. El doctor Sun nació para la revolución china, y murió
por la revolución china. Sin el doctor Sun no existiría la China
de hoy. Al ver su vida en su totalidad, realmente puedo afirmar que él
era el primer hombre en la historia política del mundo entero. Su muerte
es una gran pérdida, no sólo para su partido y su país,
sino también para todos los pueblos de los hemisferios oriental y
occidental de la tierra”.
Un compañero igual dispuesto a morir llamado Chen Tien Hua dijo:
“Hay héroes que tienen éxito. Hay los que fallan. Los que
tienen éxito atraen elogios fulgurantes; los que fallan atraen
lágrimas de simpatía. ¿Pero, qué de un héroe
que ha fallado de modo repetido, pero que sin embargo tiene un futuro lleno de
esperanzas? Semejante individuo está llamado a atraer la atención
del mundo entero. Aunque él haya fallado repetidamente, él es un
hombre de gran fortuna. Aunque él brote de nuestra propia nación,
él no es héroe de sólo una nación sino que es un
gran hombre que le pertenece al mundo entero, porque sus ideales y visión
que no se limitan a nuestra propia nación, sino que tienden a establecer
una nueva era para la humanidad, e irradiar con fuerzas sobre todo el globo. No
sé de la posteridad, no sé de otras naciones, pero en lo que a la
China de hoy se refiere, puedo afirmar positivamente que Sun Yat–sen es el
representante de nuestros 400 millones de compatriotas, y que él es el
héroe de héroes entre nosotros los chinos”.
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