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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 14
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El nuevo cambio de paradigma cultural
¿A dónde va Europa ahora?
Lyndon H. LaRouche (Foto: Juliana Jones).
por Lyndon H. LaRouche
A sólo una semana de que el Senado de los Estados Unidos
resistió con éxito el golpe de Estado que pretendió
asestarle un vicepresidente Dick Cheney casi rabioso a la Constitución
estadounidense, una amplia mayoría del setenta y pico por ciento del
electorado francés que votó, rechazó la Constitución
europea propuesta. Entre tanto, a todo lo largo de esa semana que pasó,
la gran prensa europea, con la muy notable excepción del Neue
Zürcher Zeitung, de Suiza, mantuvo un estricto silencio sobre las
implicaciones estremecedoras de las medidas que tomó el Senado para
resistir a Cheney en su pretendido golpe casi al estilo de Hermann Göring
o, si se quiere, de “Carl Schmitt” o “Leo Strauss”. La
conexión entre la campaña electoral francesa y la semana de
silencio que guardó la prensa europea sobre las medidas del Senado
estadounidense, debiera ser obvia ahora para los de la variedad pensante de
entre los principales círculos europeos.
Cuando el mundo se resbala, a un ritmo que hoy acelera, hacia la peor
crisis monetario–financiera mundial general desde los 1930, con su
correspondiente crisis social en aumento, las crisis políticas como las
que brotaron recientemente en los Estados Unidos de América y en Europa
no se harán esperar. La creciente tendencia entre los círculos
franceses pertinentes en las semanas inmediatas antes de la elección a
resistirse de forma visible a la Constitución europea propuesta,
demostró de una vez el hecho de que el “cambio de paradigma
cultural a contramarcha” contra lo que Francia llama su generación
“bobo” (“bohemia burguesa”) ha alcanzado ahora su
“masa crítica” o está a punto de hacerlo. Éste
no es un fenómeno social específico de Francia; aunque a menudo en
otras formas, la misma tendencia es evidente en otros lugares, no sólo de
Europa sino también de los EUA. Es obvio, dados los resultados de la
votación francesa de este fin de semana pasado, que cualquier informe
honesto de la exitosa resistencia del Senado de los EU a la intentona de golpe
de Estado de Cheney, habría reforzado hoy la oposición en aumento
al actual proyecto de Constitución europea entre mucha —si no la
mayoría— de la población de Europa. Ahora está claro,
más allá de toda duda, qué motivó la
supresión de dichas noticias en Europa.
Pues bien, las medidas del Senado y la votación francesa tuvieron
lugar. Por tanto, ¿qué es lo que sigue, no sólo para los EU y
Francia, sino para el mundo en un sentido más amplio, en especial para el
conjunto de las Américas y Europa? ¿Qué augurios han de
interpretarse a partir del estruendo de los nuevos sonidos que genera la carreta
de la historia en su paso hacia la fecha que está forjándose para
el mañana, así como para hoy?
El Movimiento de Juventudes Larouchistas (MJL) organiza en París el voto
del “no” a la Constitución europea.
Entonces y. . .
Desde el instante que murió el presidente estadounidense Franklin
Roosevelt, un comportamiento cíclico de generaciones ha hecho presa del
mundo, un comportamiento característico del papel que ha tenido lo que de
hecho es un nuevo movimiento social fascista. Es un movimiento existencialista
representado por las décadas de bufonadas de una chusma intelectual
asociada con el Congreso a Favor de la Libertad Cultural de los EU, el Paris Review del personaje de corte veneciano John Train y
compañía de los EUA del período inmediato de la posguerra,
etc. Los niños que nacieron en las Américas y Europa Occidental en
1945 o poco después, sufrieron el fuerte impacto del adoctrinamiento
contracultural generalizado que ya estaba en plena marcha para comienzos de los
1950. El adoctrinamiento de esos niños, que tuvo lugar en las aterradoras
condiciones como de “lavado cerebral” de la amenaza de una guerra
nuclear total y de la guerra contracultural generalizada, en campos tales como
las artes y la educación, produjeron lo que llegó a conocerse como
“la generación del 68” y su “contracultura juvenil del
rock, las drogas y el sexo”, y aspectos afines.
A resultas de esta campaña contracultural internacional, con los
efectos que tuvo sobre la educación, en especial la educación de
la floreciente “clase media” suburbana de los 1950 y 1960, el mundo
en general pasó por lo que hoy conocemos como el “gran cambio de
paradigma cultural”, de lo que dio en llamarse la ideología
nietzscheana o posnietzscheana que produjo fenómenos tales como lo que en
Francia llaman los “bobos”. Eran típicas las influencias de
ideólogos de la “Escuela de Fráncfort” tales como
Martin Heidegger —quien emergió como un connotado filósofo
nazi antisemita en Friburgo— y sus compinches, como es el caso de sus
asociados cercanos Theodor Adorno y Hanna Arendt, cuyas actas de nacimiento, a
diferencia de la de Heidegger, los descalificaron para hacer una carrera exitosa
bajo el régimen de Hitler, pero que en otros sentidos eran
representativos del mismo virus cultural dionisíaco existencialista que
le dio al mundo su Heidegger, su Nietzsche, su Hitler y a los de su ralea. A
esta “Escuela de Fráncfort” y reclutas afines de las tropas
de choque angloamericanas del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, los
colmaba un odio apasionado contra la cultura clásica de Europa y los EU,
como el de cualquier nazi. Las etiquetas y sabores diferían, pero en
última instancia el veneno era el mismo odio existencialista contra la
civilización europea moderna que todos compartían con la
aborrecedora de la verdad Hanna Arendt y con el mentor de Angela Davis, Herbert
Marcuse.
El denominador común de toda esta corrupción cultural era el
odio contra el recuerdo y desempeño del presidente estadounidense
Franklin Roosevelt. En ningún lugar ese conjunto de conexiones ha cobrado
una expresión más impresionante como dentro de los propios EUA,
aun entre la generación pertinente equiparable de “bobos” en
el Partido Demócrata mismo. En ninguna parte este hecho histórico
se ha mostrado con tanta claridad como en el reciente brote de una tendencia
contraria, con el regreso del Partido Demócrata a su tradición
rooseveltiana en el transcurso de la campaña electoral del 2004, y la
secuela actual de la elección del 2 de noviembre del 2004.
. . . ahora
En ninguna parte este último cambio que con tanta claridad muestra
el odio que la Casa Blanca de Bush y la oficina del vicepresidente Dick Cheney
sienten contra mi persona, aun al grado que esos círculos se remontan
hasta la cumbre de la paranoia para culparme personalmente de todos los
problemas por los que el Gobierno de George W. Bush ha pasado en su segundo
término en lo que va del 2005. Ahí he estado, por así
decirlo, todo el tiempo. Como es natural, mis políticas tienen una mejor
acogida en las condiciones actuales que hace un año; pero, aunque mis
políticas reflejan mi colaboración con círculos oficiales
pertinentes del Partido Demócrata hoy, la raíz de esas
políticas es la misma que hace un año, y que décadas antes
de eso. El cambio esencial que ha aterrado a las redes actuales de la Casa
Blanca hasta el estado de furia tal contra mi persona que hoy vemos, es una
tendencia hacia un cambio de paradigma cultural que le da marcha atrás a
los efectos antes asociados con el surgimiento de los
“sesentiocheros” a mediados de los 1960. Ésta es la creciente
tendencia que horroriza al Gobierno de Bush; éste es el cambio que
presenciamos reflejado en la elección de Francia el fin de semana
pasado.
En ningún lado esta reciente contramarcha ha quedado de manifiesto
con mayor claridad, que en la comparación del papel que tiene mi
movimiento de juventudes en los EU con ciertos acontecimientos pertinentes
dentro de Europa misma, entre ellos el odio personal que me tienen a mí y
a ese movimiento de jóvenes, como lo han mostrado —entre
círculos sugestionables de Francia y otras partes— los esfuerzos
internacionales de importantes redes oficiales del actual Gobierno
británico de ese atiza–guerras fabiano (“flojo”)
liberal–imperialista y compinche de Bush, el primer ministro Tony
Blair.
El desplome de la burbuja estadounidense de la informática en el
2000 coincidió con el surgimiento del potencial de una nueva calidad de
movimiento de jóvenes en los EUA, un nuevo fermento joven cuya existencia
reflejaba cierta cualidad especial de oposición al legado cultural y el
estilo de vida de la generación de sus padres
“sesentiocheros”. Estas camadas de adultos jóvenes, con eje
en el estrato de entre los 18 y 25 años, vieron cómo la
generación de sus padres las había arrojado a un mundo “sin
futuro”. Ésta no sólo era mi evaluación personal de
las pruebas; ciertos grupos oficiales de los EUA han recabado las pruebas que
los llevaron a hacer conclusiones similares más o menos al mismo
tiempo.
Basado en las pautas clínicamente convincentes de las pruebas
culturales a este respecto, yo respondí a las perspectivas de una
porción pertinente de dichos jóvenes accediendo a patrocinar un
nuevo movimiento de juventudes adecuado a lo que querían. El nuevo
movimiento también era, como tenía que convertirse, un movimiento
fincado en una educación superior, en la que los dos hitos típicos
eran la disertación de Carl Gauss de 1799 sobre lo que luego él
llamó el asunto del teorema fundamental del álgebra, y el motete Jesu, meine Freude de J.S. Bach. Estos hitos definieron un
programa con acento en una educación
físico–científica y clásico–cultural combinada,
la combinación de los dos elementos más esenciales para el estudio
de la historia en tanto medio para encontrarle el significado a la existencia de
un adulto joven hoy.
El acento central inicial en la disertación de Gauss de 1799 como la
puerta de entrada para que el joven adulto estudie la ciencia moderna,
implicó remontar la historia del desarrollo de la ciencia física
europea a la Grecia prearistotélica antisofista de Tales,
Pitágoras y Platón, pasando por ejemplos de referencia entre los
que están los de Nicolás de Cusa, Luca Pacioli, Leonardo da Vinci,
Johannes Kepler, Pierre de Fermat, Godofredo Leibniz, la Ecole Polytechnique,
Gauss, Lejeune Dirichlet y Bernhard Riemann. Significó estudiar la
historia como la historia de las ideas, del modo que estos ejemplos de la
historia de los descubrimientos en la ciencia física son típicos
del significado adecuado del término “ideas”.
Significó estudiar las ideas comparables específicas de la
composición y ejecución artística. Esto implicó poner un acento en puntos de referencia tales como el bel canto clásico florentino del siglo 15, con eje en el valor natural y
tradicionalmente clásico del do de 256 hercios, a través de J.S.
Bach, Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Franz
Schubert, Robert Schumann y Johannes Brahms, y de poetas e historiadores como
William Shakespeare, Gotthold Lessing, Federico Schiller, y la historia de la
Constitución estadounidense desde los Winthrop y los Mather, hasta
Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Quincy Adams, Abraham Lincoln
y Franklin Roosevelt.
Media década después de que empezó todo esto, el
fermento intelectual y el placer de dominar los principios clásicos del
canto coral entre estos jóvenes hombres y mujeres, por
comparación, avergonzaría a la mayoría de las
universidades. Ellos comparten la pasión incluyente por el descubrimiento
y la verdad, en la ciencia, el arte, la historia y la vida política
actual, a la que cualquier universidad que se respete respondería con
envidia de la buena.
El progreso de este programa me ha mostrado algo de especial importancia
para entender a esos adultos jóvenes en lo individual. Tiene que
reconocerse que representan un ejemplo científicamente decisivo, si bien
aún pequeño al presente, del potencial de un cuerpo mucho
más amplio de una nueva generación venidera de adultos
jóvenes que siguen sus pasos. Ellos nos brindan una perspectiva ventajosa
para entender lo que pasó en Francia el fin de semana pasado. Nos ofrecen
una perspectiva ventajosa para discernir lo que es necesario y posible ahora
para el mundo entero.
El hecho histórico del domingo
La función que ha retomado el Partido Demócrata de los EU
para las misiones actuales, es un franco eco del Partido Demócrata que
aglutinó el presidente Franklin Roosevelt. Lo que ha encarnado el
núcleo de la cultura y experiencia de la población estadounidense,
sus inmigrantes y sus instituciones nacionales por más de dos siglos,
está brotando de nuevo a la superficie hoy. La generación de
“bobos” de Francia, los EU y otros lados va camino al
descrédito autoinfligido generalizado, de un modo que indica la
viabilidad de que haya un “cambio de paradigma cultural a
contramarcha” que le devuelva a la civilización europea la clase de
optimismo que inspiró la participación crucial de los EUA en la
derrota de Hitler en la fase final de lo que la mayoría llama la
“Segunda Guerra Mundial”.
De forma irónica, esta condición para este “cambio de
paradigma cultural a contramarcha” ya estaba implícita en la
falsedad de la aceptación generalizada del engaño de que la
caída de la Unión Soviética marcó el ingreso del
mundo a algo que debió habernos recordado la afirmación
predestinada al fracaso de Adolfo Hitler, de que habría “un Reich
de mil años”. En este caso, los plagiarios de Hitler posteriores a
1989 hablaron, al igual que el neoconservador fanático Francis Fukuyama,
de un “fin de la historia”, una frase acuñada para comunicar
la noción sistémicamente bestial de “naturaleza
humana” de los hobbesianos, una noción de una caricatura
estadounidense del antiguo Imperio Romano, de un imperio que gobierne lo que
seguido denominan hoy como “una sociedad mundial
globalizada”.
Ya han pasado casi 16 años desde esa célebre
“caída del Muro” que inspiró el engaño del
“fin de la historia”. Un “bobo” nacido después de
mayo de 1945 hubiera rondado los 44 años o menos entonces, y
estaría pisando los 60 ahora. El exceso de confianza de la época
de la presidencia del presidente George H.W. Bush ha venido agotándose y
acobardándose bajo una persistente descomposición absoluta, hoy en
aumento, de las economías de las Américas y Europa, en especial
desde el desplome de la burbuja de la informática en el 2000 y la derrota
de la candidatura presidencial de Al Gore ese mismo año.
Y, por tanto. . .
Los actuales “bobos” han encontrado refugio detrás de
los muros maltrechos de la obsesión que impulsan las deudas en un
consumista entrado en años, con la defensa de la existencia de un
“estilo de vida” cada vez más ilusorio, en la esperanza de
que la muerte les llegue en silencio, sin anunciarse ni presentirla, y sin
dolor. Son inmunes a las protestas de la generación de adultos
jóvenes de hoy, de “tengamos un futuro”.
“¡Quién se creen que son?”, protestan los bobos y los de
su ralea; “Éste es nuestro mundo, y tiene que seguir siendo el
mundo que el estilo de vida que hemos escogido nos exige”. Cuando
cayó la última ilusión con el estallido de la burbuja
financiera de la informática de Alan Greenspan a principios del 2000, la
ya menguante credibilidad que los bobos tenían entre la generación
joven empezó a evaporarse.
Esta creciente brecha, después del 2000, entre la generación
de los “sesentiocheros” (es decir, los “bobos”) y sus
sucesores, adultos jóvenes, tiene dos dimensiones principales. Primero,
está el estrato de los sesentiocheros con ingresos relativos más
altos, quienes, o forman parte del estrato menguante del 20% superior de las
familias de mayores ingresos, o aún se aferran a un estilo de vida
familiar de otro modo asociado con dichos estratos, y, al mismo tiempo, la
brecha creciente que hay entre la generación de adultos jóvenes y
el estilo de vida dominante de quienes se definen como menos pobres de entre la
generación más vieja. Segundo, los adultos jóvenes cuya
hostilidad contra la ideología sesentiochera está moderada por el
optimismo ante la posibilidad de contar con un futuro mejor para la humanidad,
tienden ahora a convergir en un sentido de interés común con los
que están en el estrato de menores ingresos, como los diseñadores
capacitados de máquinas–herramienta, quienes todavía
encarnan una mezcla de optimismo cultural personal y una sensación de
gran peligro inmediato ante cualquier continuación de las tendencias
actuales del estrato de mayores ingresos, de lo que los franceses califican como
sus bobos.
En las tendencias dadas a conocer de la votación en Francia este fin
de semana sobre el asunto de la Constitución europea, hay ciertas
excepciones evidentes que confirman la regla. Por otra parte, son claras las
amplias tendencias generales expresadas. En lo principal, lo que cobra
expresión es el efecto de un cambio de paradigma cultural a contramarcha,
como se expresó entre los adultos jóvenes, que ha encontrado eco
en esos estratos más amplios de la población que hallan
insufribles los trillados engaños utópicos de la
“globalización”. La tendencia dada a conocer de la
votación del fin de semana en Francia se ajusta a la pauta conocida de
esa “sociología” en las tendencias actuales.
Fuera de Francia misma, encontramos un fenómeno comparable en el
rompimiento al parecer irreversible de la llamada coalición
“rojiverde” del actual Gobierno parlamentario de Alemania. En ambos
casos, como en otros, entre ellos el de los propios EUA, la naciente tendencia
actual es hacia nuevas coaliciones políticas basadas en la
tradición del fomento al bienestar general, en contra de las corrientes
derechistas. Esto augura un reacomodo difícil, pero inevitable, de las
combinaciones electorales y relacionadas en buena parte del mundo, y de manera
más clara en las Américas y Europa. También es claro que
estas combinaciones girarán en torno a la función que
desempeñen estos “movimientos de juventudes” de entre el
estrato de los adultos jóvenes, movimientos que tienden a hacerse eco de
la función típica de mi propio Movimiento de Juventudes
Larouchistas, movimientos de jóvenes que contribuyen desempeñando
un papel clave al encabezar el alejamiento de la decadencia de los
“sesentiocheros” a ambos lados del Atlántico.
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