Dirichlet y el
movimiento de juventudes
mendelssohnianas
Fanny y Félix Mendelssohn al piano
por David
Shavin
Cuando Lejeune
Dirichlet, a la edad de 23 años, trabajaba con Alejandro de Humboldt
tomando mediciones microscópicas de los movimientos de una barra imantada
suspendida en el aire, en una pequeña cabaña construida para ese
propósito en el jardín de Abraham Mendelssohn, podía
escuchar, enseguida en la casa de verano, al movimiento de juventudes
mendelssohnianas trabajando las voces de La
Pasión según san Mateo de
J.S. Bach. Los hermanos Félix y Fanny Mendelssohn, de 19 y 23
años, respectivamente, encabezaban un grupo de 16 amigos que se
reunían las noches de los sábados de 1828 a explorar esta obra
“muerta”, sin ejecutar desde que Bach la estrenó un siglo
antes.
Los
dos proyectos simultáneos que tenían lugar en el jardín de
Mendelssohn en el número 3 de la Strasse Leipziger, son un bello ejemplo
de la educación clásica platónica que requieren los
líderes de una república: los ojos del astrónomo y los
oídos del músico trabajaban en contrapunto, con el
propósito superior de plantearle de manera única a la mente humana cómo es que la propia mente
funcionaba. Como lo describe el libro 7 de
La
República, las paradojas de cada “campo” —paradojas (como los “diábolus” o
tritonos en la música) que, tomadas por separado, enredaban a los
“profesionales” de cada área—, tomadas de conjunto,
triangularían, como pensando en el futuro estadista, la clase de
problemas únicos diseñados para ejercitar la mente humana como es
debido. Después de todo, una mente tal tendría que dominar
más que la astronomía y la música, sólo para
plantearle una serie de paradojas, a fin de capacitarla para lidiar con los
problemas mucho más complicados de una sociedad humana.
Simplificándolo de más: como la mente no incluye un manual, el
compositor del universo creó las armonías de los cielos y de la
música al modo de, por ejemplo, un juego móvil sobre la cuna de un
bebé.
En esa
cabaña, Dirichlet hacía mediciones como parte de hacer un mapa
geomagnético de la Tierra. La audacia de pensar que estos movimientos
minúsculos del magneto suspendido podían capturar tales
propiedades invisibles, le planteaban ciertas preguntas propicias a Dirichlet
(los planos geodésicos que Gauss había levantado una década
antes, eran paradigmáticos de la clase de proyecto que le extrajo
semejantes riquezas al asunto en apariencia tan sencillo de ¡determinar
dónde está parado uno! Pero esto también se aplica a
ubicarse uno mismo en el proceso de un informe diario apropiado de inteligencia
política). De forma parecida, los 16 jóvenes que trataban de
resolver entre ellos las complicadas interrelaciones de la interpretación
de Bach de la historia de la Pasión como la relató san Mateo, se
vieron obligados a hincarle el diente al problema científico de averiguar
lo que nos tiene deparado nuestro Creador, en su intento de hacer un mapa de sus
propias almas (sólo para empezar con las preguntas de
“ejecución”: ¿cómo entona Jesús lo que
dice? ¿Cómo le responde el coro o la gente a Jesús, y en
ocasiones unos a otros? Etc.). El siguiente bosquejo histórico tiene la
forma de unas cuantas mediciones, pero en vez de un magneto suspendido, usaremos
algunos años de la vida de Dirichlet y, a partir de ahí,
intentaremos triangular algunas de las características importantes para
generar un mapa de la cultura que creó al mundo que hoy tenemos el
desafío de dominar.
Los Humboldt y los
Mendelssohn
El protector de Dirichlet, Alejandro de Humboldt, junto con
su hermano Guillermo, estudió en los 1780 con un grupo de líderes
favorables a la Revolución Americana en Europa entre los que destacaba el
famoso abuelo de Mendelssohn, Moisés (esos estudios pueden investigarse
leyendo la obra leibniziana de Moisés Mendelssohn, Morgenstunden o
Estudios matutinos, que describen las lecciones que les daba a su hijo Joseph y a los jóvenes
hermanos Humboldt).
Tiempo después, dos de los hijos de Moisés,
José y Abraham, dirigieron el Banco Mendelssohn, el cual financió
muchos de los proyectos y expediciones científicas de Alejandro de
Humboldt. Abraham Mendelssohn, el padre de Fanny, Rebecca, Félix y Paul,
construyó una cabaña de observación especial
magnéticamente neutral en su jardín del número 3 de la Strasse Leipziger, para que Humboldt
midiera fluctuaciones magnéticas diminutas. Humboldt llevó a
Dirichlet a Berlín en 1828, donde formó parte del equipo de cinco
o seis personas que compartían las labores de medición con
Humboldt, para hacer un mapa de la forma y el potencial geomagnéticos
reales de la Tierra.
En 1827–28 Humboldt dio una serie de disertaciones
públicas en el salón Singakademie sobre geografía
física, a las que podían asistir, cosa inusual, hombres y mujeres.
Fanny Mendelssohn comentó en una carta que le escribió a su amiga
Klingemann: “El curso está interesantísimo. Los caballeros
podrán reírse de nosotras cuanto quieran; es maravilloso que en
esta época y en estos días tengamos la oportunidad de escuchar
algo sensible, y de una vez te informó que estamos asistiendo a una
segunda serie de clases sobre física experimental dictadas por un
extranjero. A este curso también asisten más que nada
mujeres”.
Las disertaciones públicas de Humboldt eran una
extensión de las clases que impartía en la famosa Universidad
Federico Guillermo de Berlín, misma que su hermano Guillermo había
establecido diez años antes. Félix Mendelssohn asistía a la
universidad ese año, y un colaborador de Humboldt ahí, el gran
filólogo Philip August Boeckh, era inquilino de los Mendelssohn
(años más tarde Félix compondría la música de
la puesta en escena de la obra de Sófocles que Boeckh tradujo al
alemán, Antígona).
Humboldt también organizó el congreso científico de agosto
de 1828 en Berlín, una conferencia que Metternich creyó de lo
más peligrosa. En las varias semanas que Gauss estuvo en la casa de
Humboldt para la conferencia, pudieron discutir las implicaciones de los
proyectos geodésicos y geomagnéticos. Por último, el
representante de Inglaterra, Charles Babbage, el connotado divulgador de los
métodos analíticos de Leibniz en contra de los de Newton y los
newtonianos, expresó su feliz asombro al ver el optimismo cultural que
transpiraba el hogar de los Mendelssohn. Fue en esas circunstancias que
Dirichlet entró al movimiento de juventudes mendelssohnianas.
El movimiento de juventudes mendelssohnianas
Fanny describe el cuadro en una carta a Klingemann del 27 de
diciembre de 1828: “La víspera de Navidad fue de lo más
amena y divertida. Tú sabes que en nuestra casa siempre tiene que haber
una especie de ‘jeune
garde’ [‘guardia joven’], y la presencia de mis
hermanos y el constante flujo de juventud ejercen una influencia siempre
atractiva. Debo mencionar a Dirichlet, el profesor de matemáticas, un
hombre muy guapo y amable, como alguien muy divertido y con el espíritu
de un estudiante, y muy instruido”. La hermana de Fanny y futura esposa de
Dirichlet, Rebecca, también estaba en la fiesta de Navidad. Podemos
suponer que algunos o todos los 16 jóvenes del coro
“sabatino” también estaban ahí.
El enamorado de toda la vida de Fanny, Wilhelm Hensel, quien
acababa de regresar a Berlín hacía ya dos meses, estaba
ahí. Acababa de regresar de estudiar arte renacentista en Italia por
cinco años. Wilhelm, un artista talentoso de 33 años entonces,
había combatido de joven en las guerras de Liberación de Alemania
contra Napoleón. Había regresado a Berlín para casarse con
Fanny (lo cual implicaba conquistar a la madre de Fanny, Leah). Un mes
más tarde fue anunciado el compromiso.
Fanny también nombra a tres de los pretendientes de
Rebecca (quienes la perderían ante Dirichlet):
• El Profesor Eduard Gans: “Lo vemos muy
seguido, y ha entablado una gran amistad con Rebecca, por quien se vio incluso
obligado a tomar una lección de griego en la que estas dos personas
instruidas leían a Platón. Es razonable que los chismes
transformarán esta unión platónica en una real”. Gans
participó de forma activa en las causas judías desde temprano,
pero se convirtió en 1825 para poder ser
profesor.
• Johan Gustav Droysen, historiador y
filólogo: aunque no tenía más que 19 años, Fanny
reconocía en él “un espíritu puro y poético, y
una mente amable y saludable”. Droysen publicó una
traducción de Esquilo y una obra famosa sobre Alejandro Magno, antes de
cumplir los 25.
• Heinrich Heine, poeta: “Heine esta
aquí. . . Su Reisebilder contiene
cosas deliciosas; y aunque diez veces puedes verte inclinada a despreciarlo, la
onceava no puedes dejar de confesar que es un poeta, ¡un verdadero
poeta!” En una ocasión Heine le envió sus saludos a Rebecca,
de 18 años entonces, a través de su buen amigo Droysen: “En
cuanto a la rechonchita Rebecka, sí, por favor salúdamela mucho
también, la querida niña que es, tan amable y encantadora, y cada
kilo suyo es angelical”. Parece que la corte que Heine le hacía a
Rebecca no difería de cómo trataba todo lo demás en su
vida.
La Pasión
según san Mateo
Ahora imagínate a Dirichlet en la cabaña de
observación en el jardín del número 3 de la Leipziger Strasse. Ahí cerca está
la casa de verano en donde Félix y Fanny trabajaban al piano, a cuatro
manos, la composición y las voces de La Pasión
según san Mateo de Bach (sin ejecutarse desde que Bach la
estrenó en 1729). En enero de 1829, poco después de que Dirichlet
se integrara al movimiento de juventudes mendelssohnianas, Eduard Devrient y
Félix Mendelssohn decidieron dar un concierto público
histórico en marzo, a pesar de la oposición de las autoridades
musicales. Como lo describió años después el hijo de Fanny,
quien llevaba el apropiado nombre de Sebastián Hensel: “Sólo
entonces los músicos más inteligentes empezaron a comprender que
tenía que hacerse algo para sacar este tesoro a la luz del día, y
que desde un punto de vista musical ésta era la tarea más grande
del período”.
Tras alquilar un auditorio a sólo seis semanas de dar
una presentación, el coro creció de 16 a cuatrocientos cantantes,
y el grupo inicial emprendió el proyecto tipo “brigadas
Monge” de educar a todos los recién llegados. Fanny describe este
proceso sublime e inusual: “La gente se quedaba muda de admiración,
y los semblantes se llenaban de asombro ante la idea de que semejante obra
podía existir sin que la conocieran. . . Una vez que captaron
ese hecho, empezaron a estudiar la obra con un interés entusiasta y
genuino. El entusiasmo de los cantantes, desde el primer ensayo; cómo
ponían corazón y alma en la obra; cómo con cada ensayo
crecía el amor de todos por esta música y el placer de
interpretarla. . . [todo esto] siguió renovando el asombro y la
admiración generales”. Este proceso generó “un
interés tan vivo y detallado, que todos los boletos se vendieron un
día después de anunciarse el concierto, y tuvieron que negarle la
entrada a más de mil personas. . . [Ya en el concierto,] yo
estaba sentada en la esquina [del enorme coro] para poder ver bien a
Félix, y había colocado a las mejores voces de contralto cerca de
mí. A las líneas corales las inflamaba una fuerza extraordinaria
suavizada con una ternura conmovedora, como nunca las había escuchado
antes. . . [Un] espíritu peculiar y un interés general
superior colmaron el concierto, de modo que todos cumplieron con su deber con
todo lo que tenían, y muchos con más”.
Y después de lo sublime, lo ridículo: al menos
un berlinés pareció no conmoverse. Luego del concierto, en una
cena para celebrar, la esposa de Devrient, Therese, se sentó entre
Félix y un profesor encajoso que se la pasó tratando de
emborracharla: “Aferraba el amplio encaje de mi manga con un agarre
tenaz. . . para protegerla, ¡decía! Y a cada rato volteaba
hacia mí; en pocas palabras, me abrumó tanto con sus
galanterías que me incliné hacia Félix y le
pregunté: ‘Dime, ¿quién es este idiota que está
enseguida de mí?’ Félix cubrió su boca con su
pañuelo por un momento, y luego susurró: ‘El idiota que
está enseguida de ti ¡es el célebre filósofo
Hegel!’ ”
Tales fueron las circunstancias del primer año de
Dirichlet en Berlín. Dirichlet y Rebecca se comprometieron en 1831, y
contrajeron matrimonio en 1832. En las discusiones y debates de la familia
Mendelssohn eran considerados los más revolucionarios del grupo. La
pareja tuvo cuatro hijos. Rebecca murió a fines de 1858, a los 47
años, evidentemente de un ataque como el que segó la vida de su
hermana mayor Fanny a los 43, y la de su hermano Félix a los 39, una
década antes. La debilitada salud de Dirichlet empeoró, y la
siguió a la tumba cinco meses después, el 5 de mayo de 1859.
Una historia paralela en París
Cuando tenía 17 años, a Dirichlet lo mandaron
a estudiar a París, tiempo en que estaba estudiando las Disquisitiones
arithmeticae de Gauss. Según Sebastián Hensel, Dirichlet
conoció ahí al general Maximilien Sebastien Foy por
intermediación de Larchet de Charmont, un colaborador republicano de sus
padres. Foy lo empleó como profesor particular en su casa desde mediados de 1823
hasta la muerte de Foy en noviembre de 1825. Foy fue parte de la Cámara
de Diputados de Francia, y encabezó la oposición a la
restauración regalista que trajo consigo el Congreso de Viena de 1815.
Dirichlet prosperó en este ambiente: “Fue muy importante en toda su
vida que recibiera la oportunidad en la casa del general Foy —frecuentada
por la crema y nata del arte y la ciencia, así como también por
los miembros más ilustres de las cámaras— de ver la vida en
un panorama más amplio, y de escuchar las grandes cuestiones
políticas discutidas que llevaron a la Revolución de julio de
1830, y que creó un vívido interés en
él”.
Lafayette dirigió la Revolución de julio de
1830 que, a lo más, fue algo entre bueno y malo. Desechó los
arreglos reaccionarios del Congreso de Viena, y estableció un acuerdo
tibio en el que Luis Felipe I, el “Rey Ciudadano”, sería un
monarca constitucional. Lafayette se la jugó a que esto podría
funcionar, pues el “Rey Ciudadano” había jurado servir y ser
leal a la constitución.
Cabe señalar dos cosas que reflejan las conexiones de
Foy con la Revolución de 1830: en octubre de 1825, unas semanas antes de
su muerte, Foy se tomó la molestia de escribirle a Lafayette; y en 1823
Foy mandó a su protegido Alejandro Dumas como su agente a la corte de
Luis Felipe I (el futuro escritor de 21 años le llevaba 3 a Dirichlet).
Más tarde, en 1830, Dumas sería capitán en la Guardia
Nacional de Lafayette.
Dumas buscó la guía de Foy, como el propio Foy
había buscado antes, en 1790, la del padre de Dumas, el general Alexander
Davy Dumas, como su dirigente militar y político. El general Dumas fue
primero un héroe del Ejército francés, y luego pasó
a ser uno de los primeros oponentes de las ambiciones imperiales de
Napoleón. Fue parte de la invasión a Egipto de 1798, pero
Napoleón lo mandó a prisión de 1799 a 1801 por oponerse
públicamente a su giro imperial (de forma parecida, en ese entonces
Beethoven tenía esperanzas de que Napoleón reconociera pronto
cuán equivocado estaba). Luego, el duro trato que Napoleón le dio
al general Dumas acarreó su muerte prematura en 1806, a la edad de 44,
cuando su hijo sólo tenía 4 años.
Tras la muerte de Foy en noviembre de 1825, Alejandro de
Humboldt y Joseph se pelearon los servicios de Dirichlet. Según Hensel,
Fourier “trató de valerse de la influencia de Larchet de Charmont
para inducirlo [a Dirichlet] a regresar a París, donde estaba seguro que
su vocación era ocupar una alta posición en la
academia”. Humboldt consiguió que Dirichlet, entonces de 21, enseñara en
Wroclaw de 1826 a 1828, año en que lo llevó a Berlín, donde
fue profesor de Matemáticas en la Academia Militar de Berlín y se
incorporó al movimiento de juventudes mendelssohnianas.
Lafayette, Dumas, Galois, Poe y Heine
La propicia situación política llevó a
Alejandro de Humboldt de regresó a París en 1830. Agustín
Cauchy —el emperador de las matemáticas— tuvo que huir de
París en julio de 1830, cuando su Rey perdió el trono. Por un
tiempo Lafayette creyó que podrían controlar al nuevo “Rey
Ciudadano” Luis Felipe. Sin embargo, en unos cuantos meses los intereses
financieros ya estaban controlando al Rey. En diciembre de 1830 lograron
arrestar a los 19 dirigentes de la Guardia Nacional republicana de Lafayette,
los defensores clave de la constitución. Lafayette testificó en un
juicio en marzo de 1831, y el jurado los declaró inocentes a
todos.
En la cena de celebración para los “19”
liberados estaban, entre otros, Lafayette, Dumas y otro brillante estudiante del
trabajo de Gauss, Evariste Galois (éste último, una
víctima, junto con Niels Abel, de las burdas artimañas de Cauchy
como presidente de la Academia de Ciencias francesa). En la cena, fue notorio el
brindis que hizo Galois a la salud de Luis Felipe I, con la otra mano sobre su
espada, agregando que más le valía al Rey no faltar a su deber con
la constitución. Dumas cuenta que en ese momento varios de los
asistentes, entre ellos él mismo, salieron por las ventanas del
salón temiendo, y con razón, que los espías que estaban en
el banquete llamarían a la
policía. Galois fue arrestado, enjuiciado y, cuando el jurado rehusó condenarlo,
liberado.
El prefecto de la policía, Gisquet, volvió a
arrestarlo a mediados de ese mismo año de 1831 por usar el uniforme de la
guardia republicana en público. Esta vez Gisquet le sacó la vuelta
a la vía de los juicios fallidos, y lo encarceló hasta principios
del siguiente año. Cuando al ser liberado le montaron una trampa con un
“duelo” fatal, le cayo loza sobre loza. Como la sospechosa muerte de
Galois atrajo a una multitud a su funeral, amenazando con desencadenar un ajuste
de cuentas público, la noche previa Gisquet arrestó de forma
preventiva a los amigos de Galois.
En cuáles de estos acontecimientos que sucedieron el
último año de la vida de Galois estuvo presente Edgar Allan Poe,
quien entonces estaba de visita en París, es incierto, pero es claro que La carta robada de
Poe la toma contra Gisquet (el “prefecto G. . .”) y, por
inferencia, celebra al “matemático poeta” Galois. Aunque Poe sí habla de forma
explícita del matemático Charles August Dupin (el personaje
histórico que fue pupilo directamente de Monge, y que de hecho fue
miembro de su brigada), no es necesario reducir la imagen de Poe del
“matemático poeta” a un solo individuo. Sin embargo, la
agitación política del caso Galois en momentos en que Poe estaba
en París, y la referencia al “prefecto G. . .”,
dejan claro que cualquier lector astuto de la época de Poe habría
captado su referencia al caso Galois. En cualquier caso, la imagen del
“matemático poeta” de Poe sería adecuada para
caracterizar a cualquiera de los alumnos principales de Gauss en los 1820:
Galois, Abel o Dirichlet. Así que, como en el jardín del
número 3 de la Leipziger Strasse, de nuevo encontramos esa
unidad de las artes y las ciencias físicas característica de los
genios republicanos de la época.
Heine, al enterarse de lo de la Revolución de julio,
al fin decidió dejar Berlín para irse a París. Es probable
que estuviera ahí junto con Humboldt cuando tuvieron lugar estos sucesos.
En La escuela
romántica refleja su labor durante este período en
París, obra en que les diagnosticó a los franceses y a los
alemanes el medievalismo perverso de los controladores culturales que con
alevosía decidieron eliminar a la Alemania de Moisés Mendelssohn,
Gotthold Lessing y Federico Schiller. No podría haber ninguna
revolución europea exitosa sin enfrentar a estas redes; y no la
hubo.
El rápido bosquejo presentado no es más que
una primer sugerencia de la interrelación que hay entre las Disquisitiones
arithmeticae de Gauss; los saludables beneficios de oponerse al mal (o
sea, al hombre–bestia imperial de Napoleón); los hijos y nietos
tanto de Moisés Mendelssohn como de la Revolución Americana en
Europa; y la pasión de las mediciones magnéticas y el renacimiento
de La Pasión
según san Mateo. Puede, y debe escribirse mucho más sobre
este período específico, acerca de las actividades de J.F. Cooper,
J.Q. Adams, Lafayette, Federico List, E.A. Poe, etc. Pero este breve bosquejo
histórico con eje en la figura de Dirichlet debe introducirnos, de cierta
forma renovada, al diálogo entre Gauss, Dirichlet y Riemann, que es el
tema de este número de Resumen
ejecutivo.
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