Hoy el
eco del asesinato del gran industrialista alemán Walther Rathenau el 24
de julio de 1922, resuena de nuevo en los acontecimientos principales de la
historia mundial contemporánea. De nuevo hoy, como ayer, el terror
congela la voluntad y el poder de estadistas prominentes, quienes tiemblan de
miedo ante los poderes financieros malignos que están tras bambalinas,
poderes que de nuevo arreglarían el asesinato de cualquier
político o figura relevante parecida que obstruyese sus planes de saquear
las pensiones y otros instrumentos del bienestar general de los pueblos del
mundo, tal como los asesinatos de Walther Rathenau y otros veteranos de las
negociaciones de Rapallo se sucedieron en oleadas después de adoptarse el
Tratado de Rapallo el 10 de abril de 1922 en Génova, Italia.
Tres
meses después del asesinato de Rathenau, el agente británico,
veterano de la “Joven Turquía” y banquero, conde Volpi di
Misurata de Venecia, orquestó la marcha de Benito Mussolini sobre Roma
del 24 de octubre de 1922. Trece meses después, el entonces imitador de
Mussolini, Adolfo Hitler, emprendió su infructuoso golpe de Estado en
Múnich.
La
conexión entre estos dos incidentes no fue una mera coincidencia. Las
fuerzas que estuvieron detrás de esos acontecimientos de 1922, no fueron
sino los mismos grupos oligarcas controlados por Londres y París cuya
influencia dominó a Europa desde el período de las negociaciones
del Tratado de Versalles en adelante. El mundo caminaba ya entonces rumbo a la
posibilidad, si no todavía la certeza, de lo que hoy conocemos como la
Segunda Guerra Mundial. Hoy, una vez más, están enviándose
amenazas como las que acabaron con Rathenau y otros, o hay mensajes en
preparación a enviarse pronto, contra figuras políticas relevantes
de todo el mundo.
Lo que
llevó directamente a lo que luego vino a conocerse como el fascismo y la
Segunda Guerra Mundial, fue el fracaso de círculos europeos importantes
en reaccionar con valor y competencia a la amenaza de los círculos
financieros implicados en el asesinato de Rathenau que organizaron las
negociaciones del Tratado de Versalles. Poco después, las vidas de muchos
de los participantes principales de Rapallo corrieron una suerte parecida, a
excepción de Lloyd George de Gran Bretaña. Hoy hemos de encontrar
entre las figuras políticas pertinentes, una negligencia similar a la que
les permitió continuar a los autores de esa ola de muertes. Dicha
negligencia podría desembocar ahora más bien con rapidez en algo
incluso mucho peor que lo que alguna vez llamamos la “Segunda Guerra
Mundial”.
Debimos
haber aprendido de la historia de esta clase de procesos y de otros parecidos,
que difícilmente encontramos entre los líderes que tenemos tanto
la sabiduría como el valor necesarios para evitar giros tan espantosos de
la historia. Por consiguiente, urge que de vez en cuando personas bien
intencionadas en posiciones de influencia significativa descubran en sí
mismas las cualidades excepcionales de sabiduría y de valor que requieren
para no eludir los riesgos extraordinarios que los líderes tienen que
aceptar por el bienestar de generaciones presentes y futuras, el coraje para ver
al demonio directo a los ojos y enfrentarlo. Dicho momento es ahora.
Ha de
reconocerse que, como en el caso de la figura histórica de Juana de Arco,
es grande el riesgo que corren los verdaderos líderes, tales como los
autores de la guerra de Independencia de los Estados Unidos. Sólo
aquéllos con un sentido de propósito inmortal tienen la
calificación para encontrar dentro de sí el valor de dirigir de
forma valerosa en tiempos tales.
Rathenau
no fue ni el primer ni el último alemán asesinado por fuerzas con
una motivación similar. En Alemania, la lista de 1977 incluyó a
Bundesanwalt Siegfried Bubak (en abril), Jürgen Ponto (en julio) y al
dirigente de la asociación de empleadores alemanes, Hanns–Martin
Schleyer (en octubre). Un paralelo directo de las implicaciones
estratégicas del asesinato de Walther Rathenau, es el del presidente del
Deutsche Bank, Alfred Herrhausen, el 30 de noviembre de 1989. La entidad
responsable de todos estos casos y otros comparables, desde el de Rathenau hasta
los de Herrhausen y Rohwedder, es la misma, como quedará claro más
adelante.
Sería
inapropiado que nombrara ahora a algunos de los blancos actuales de semejantes
amenazas comunicadas a nombre de ciertos intereses financieros poderosos tras
bambalinas en Europa y otras partes. Las amenazas resuenan ya. En vez de
identificar los blancos ya conocidos y probables de tales advertencias
insinuadas de forma siniestra, otra forma en que podemos bregar con ese claro
peligro actual, como lo hago aquí, a fin de cuentas sería
más útil y, por tanto, más apropiado en este
momento.
Aquí
y ahora, al momento en que este número de EIR va a la
imprenta (la revista EIR del 17 de junio de 2005—Ndr.),
habrán pasado dos semanas desde el fin de semana memorable en el que un
concierto de senadores demócratas y republicanos salvaron la
Constitución federal de los Estados Unidos de América, de un
virtual golpe de Estado contra el corazón de esa Constitución a
manos de la Casa Blanca de George W. Bush hijo. Mira la horrible
acumulación de amenazas continuas que la crisis de desintegración
monetario–financiera mundial, ya en marcha alrededor del orbe hoy
día, representa para los EUA y otras naciones. La capacidad de
instituciones tales como el Senado de los EU para seguir conteniendo la
mentalidad de golpe de Estado que irradia del Gobierno de Bush y Cheney, y de
sus patrocinadores más rabiosos tales como las redes de George Pratt
Shultz, debe ser hoy el asunto principal en la lista de los especialistas en
inteligencia estratégica más importantes del mundo.
Entonces,
como ahora, la fuente de las amenazas de golpe de Estado, tales como los golpes
fascistas, entre ellos el asesinato de Rathenau que partió de los
notables aspectos económico–financieros del Tratado de Versalles,
son las mismas redes financieras internacionales que desempeñaron, cada
una, su parte en llevar regímenes fascistas al poder en Europa, y que
desencadenaron lo que vino a conocerse como la Segunda Guerra Mundial. Estas
redes financieras son el producto actual de la corriente liberal angloholandesa
que se autodescribía como el “Partido Veneciano” del siglo
18, porque las características de su creencia y su práctica se
remontan a la facción oligarca veneciana de los seguidores del fundador
del empirismo moderno, Paolo Sarpi de Venecia. Por supuesto, los tiempos han
cambiado desde el siglo 18; en la actualidad, la amenaza de los intereses
oligárquico–financieros de la tradición del Partido
Veneciano contra la civilización es, en potencia, incluso mucho peor y
más peligrosa que en los 1920 y 1930.
Lee la
lista
Para
poner la amenaza presente en perspectiva, lee una lista relativamente corta de
algunas de las principales crisis económico–financieras que encara
el Gobierno y la población de los EU en este momento.
1. La
amenaza más urgente en este instante es el derrumbe en marcha de la
industria automotriz estadounidense, que quizás afecte en lo inmediato,
al estilo de una reacción en cadena, tanto los ingresos como las
pensiones de aproximadamente medio millón de personas o más
asociadas con el empleo en esa industria. Ciudades y estados enteros de los EU
serían arrojados a la debacle. Ésa no sólo es una amenaza
contra las personas y las comunidades en las que viven; el desplome de la
capacidad de máquinas–herramienta que esa industria representa
sería una amenaza estratégica a los EUA; por sí misma no
regresaría a los EU a la Edad de Piedra precisamente que digamos, pero
prácticamente acabaría con los EU en tanto una gran potencia en
las décadas por venir o más.
Hasta
ahora el Gobierno de los EU no ha hecho nada por evitar una catástrofe
irreparable que requiere que el Congreso estadounidense actúe de
inmediato, si es que hemos de evitar las peores consecuencias.
2. La
clara intención que muestran los intereses financieros que controlan esta
industria, es la de endilgarle las obligaciones de las pensiones de las
industrias automotriz y relacionadas a la Pension Benefit Guaranty Corporation
(el ente gubernamental que garantiza las pensiones-Ndr.). Esto coincide con lo
que ya hicieron en el caso de United Airlines y, por consiguiente, con lo que es
inminente en los de Delta y American Airlines. Esto va de la mano con el
patético, mal intencionado y confuso relajo que se trae el presidente
George W. Bush con lo del Seguro Social, una estafa descarada diseñada
para dejar que los agentes de bolsa de Wall Street timen a la mayoría de
los estadounidenses con el último fondo de pensiones que pronto
quedará funcionando, de tolerarse las absurdas propuestas infantiles del
Presidente de dejar de pagar los bonos estadounidenses como si fueran meros
pagarés.
Si la
gente de influencia de todo el mundo no hubiera sospechado que el Presidente
estaba loco de remate, el que dijera que los bonos estadounidenses son
pagarés sin ningún valor intrínseco hubiera bastado para
hundir a todo el sistema monetario–financiero mundial en un pánico
que hubiera activado un derrumbe total inmediato.
Las
actuales propuestas de los republicanos de la Cámara de Representantes
respecto a este conjunto de cuestiones pensionales serían en efecto
genocidas, de tolerarse.
3. Entre
tanto, el apoyo que el presidente de la Reserva Federal, Alan
“Burbujas” Greenspan, le da al uso de una forma de apuestas
colaterales como si fueran capital financiero, los llamados “derivados
financieros”, ha creado una burbuja financiera explosiva, la llamada
burbuja de los “fondos especulativos”, la cual, en
comparación, hace parecer a la burbuja del LTCM casi como un incidente
menor. Los principales bancos del mundo, como los de los EUA y Alemania, por
ejemplo, que se han metido en esta burbuja de los fondos especulativos, ahora
enfrentan la amenaza de una catástrofe que rebasa los alcances de la
imaginación de la mayoría de los ciudadanos comunes o incluso de
la mayoría de los miembros del Congreso estadounidense, hasta ahora. Al
momento, hasta un 20 a 40% de las cuentas de los fondos especulativos en
cuestión, o han desaparecido o están cerca de esa
condición. La deuda en la que han incurrido los bancos asociados con
estos negocios con fondos especulativos, dejaría perpleja la
imaginación de la mayoría. Resulta que el estallido de la crisis
de General Motors no ha sino activado y acelerado el desplome de esta burbuja de
los fondos especulativos.
Hasta
ahora, no hay ningún preparativo para que los EU breguen con esta crisis
global, una crisis que podría echar abajo a todo el sistema
mundial.
4. Esto
coincide con otro producto de los sueños guajiros de Alan Greenspan. Su
participación en la creación de la burbuja del Y2K que
tronó en el 2000 fue parte de la misma tendencia que, involucrando a las
agencias hipotecarias semiprivadas Fannie Mae y Freddie Mac, ha creado lo que al
presente es una monstruosa burbuja hipotecaria en riesgo. En estos momentos,
cada vez más órganos noticiosos relevantes informan de hechos
importantes que prueban el peligro de un derrumbe de reacción en cadena
en la llamada “industria hipotecaria”, el cual amenaza con
propagarse por todo ese sector, por las necedades más flagrantes que ha
cometido Alan Greenspan bajo su reinado de corrupción con
“derivados financieros” en la Reserva Federal.
No
obstante, nuestros dirigentes políticos están reaccionando con
mucha lentitud a este asunto mortal, o más que nada bloqueándolo
en sus mentes como una fea realidad que ellos y la mayoría de los
ciudadanos estadounidenses aún no están preparados para pensar
siquiera.
5. De
hecho, hay en marcha una nueva estafa con bienes raíces, en esta
ocasión desde el Departamento de Defensa de Donald Rumsfeld: la estafa
del cierre de bases militares. Qué hermosa última tajada del
presupuesto se llevarían los contratistas amigos de Rumsfeld y Cheney si
pudieran llevarla a cabo.
Además
de esto, tenemos al rabioso vicepresidente Dick Cheney profiriendo a
gruñidos sus amenazas de guerras nucleares preventivas y empresas afines,
empezando quizás con Corea del Norte, según las disposiciones del
Conplan 8022. El propio Conplan 8022 tiene implicaciones con
justicia descritas como clínicamente orates por sí mismas, pero el
verdadero peligro está pasándose por alto. Eso llama nuestra
atención de vuelta a las implicaciones del asesinato de Walther Rathenau
de julio de 1922.
La
genialidad de la Constitución federal de los EU está ahí;
considerando que nuestra república ha sobrevivido a algunos gobiernos muy
malos, incluso algunos francamente traicioneros en ciertas de sus implicaciones,
nunca hemos perdido nuestro sistema constitucional, en tanto que los gobiernos
europeos muy seguido han sufrido golpes de Estado y dictaduras de una u otra
clase. El que el Senado se irguiera en defensa del principio constitucional de
consejo y consentimiento para obstruir las intentonas de la Casa Blanca de Bush
por hacerse de poderes dictatoriales, quedó ejemplificado en que se
apegó a la salvaguarda constitucional contra dicha intentona, tal como el
Congreso derrotó antes una intentona similar bajo el presidente Richard
Nixon.
Desde que
George W. Bush hijo tomó el cargo por primera vez, hemos visto repetidos
ejemplos, como en los casos de Abu Ghraib y Guantánamo, de los esfuerzos
del Gobierno de Bush por adoptar ciertas características que rememoran
las de Gobiernos como el de Adolfo Hitler y otros de su calaña en Europa.
Es típica la manera en que el Gobierno de Bush explotó el
incidente del “11–S”, como con las propuestas de la ley
Patriota, que ya estaban montadas antes del incidente del
“11–S”, y cómo echó mano una y otra vez de
mentiras fabricadas en concierto con el Gobierno liberal imperialista de Blair
en el Reino Unido para imponerle una nueva guerra de Iraq al mundo, con las
horrendas consecuencias del fracaso que muestra la conducción de esta
guerra continua hoy. La importancia principal de la propuesta de usar miniarmas
nucleares para emprender un ataque preventivo contra Corea del Norte, estriba en
los efectos psicológicos mundiales, que también afectan a los EU,
del uso de una versión en miniatura del lanzamiento innecesario de los
dos únicos prototipos entonces existentes de armas nucleares sobre
Hiroshima y Nagasaki, arrojados en un momento en que las condiciones para
tramitar la rendición del Japón del emperador Hirohito estaban
dadas, tal como dichas condiciones fueron la base para tal rendición
posterior.
El rasgo
característico de la mentalidad del Gobierno de Nixon que el conspirador
veterano Karl Rove ha introducido en la Casa Blanca de George W. Bush hijo hoy,
es el mismo recurso de la clase de pasiones lunáticas nacientes que
emplea la derecha religiosa lunática de Rove, con fines que a los
historiadores modernos les recuerda el fanatismo del período de
1922–1945 de la historia de la Europa continental, y los atavismos del
espíritu lunático de las guerras religiosas del período de
1492–1648. La orientación de la Casa Blanca bajo el nixoniano
veterano Rove es ese espíritu de dictadura típico de las
épocas de las guerras religiosas y los movimientos fascistas de Europa.
Ése es el espíritu del actual Gobierno de Bush y Cheney, y de sus
impulsos políticos.
Éstas
tales son muestras de la situación que hoy nos amenaza en lo
inmediato.
La conexión
histórica
Con la
decadencia y la pérdida del poder de los intereses típicos de la
Santa alianza del príncipe Metternich, la potencia imperial dominante en
este planeta la representaron los intereses financieros liberales
angloholandeses con centro en la City de Londres. Si vemos la Primera Guerra
Mundial como debieran hacerlo los historiadores competentes hoy, como una
segunda versión de la orquestación liberal angloholandesa de la
guerra de los Siete Años que concluyó con el Tratado de
París de febrero de 1763, podemos apreciar mejor la forma en que el
Tratado de Versalles que siguió a la Primera Guerra Mundial fue
ocasión de un ardid a gran escala urdido por un concierto multinacional
de intereses financieros privados, aglutinados en torno a familias, y conocido
como “la internacional sinarquista”, el cual orquestó ciertos
acontecimientos de los 1920 y 1930 a fin de crear a las fuerzas que el
régimen de Hitler controló durante el intervalo de 1939 a 1945. H.
G. Wells y Bertrand Russell no fueron sino típicos de la clase de
pensamiento que surgió entre los arquitectos de lo que esa internacional
sinarquista tenía preparado para las décadas que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial.
La
intención de Russell en 1945–1946, de emprender un ataque nuclear
contra la Unión Soviética como un medio para establecer lo que
él identificó como un “gobierno mundial”,
fracasó entonces, porque la Unión Soviética fue la primera
en desarrollar un arma termonuclear utilizable, pero el ímpetu general
del pensamiento sinarquista pasó por la fase de la détente
termonuclear, en esa suerte de dirección a menudo incierta, para cobrar
la forma de un movimiento a favor de la “globalización”
hoy.
La
porfiada estupidez que muestran personas que debieran saber mejor del asunto,
seguido representa una sorprendente realidad. El guía de este impulso
hacia la locura absoluta de lo que hoy llaman
“globalización”, es producto de un odio contra la existencia
del Estado nacional soberano que irradió de la Compañía de
las Indias Orientales británica del lord Shelburne del siglo 18, del
Imperio Británico del siglo 19, y de los autoproclamados imperialistas
liberales abiertos de criaturas de la Sociedad Fabiana tales como el primer
ministro Tony Blair hoy. La globalización del estrato financiero, en
especial desde la época del Gobierno estadounidense de Nixon y su
rompimiento con el sistema de Bretton Woods en 1971–1972, es típica
de esta tendencia de largo plazo entre las redes financieras internacionalistas,
tales como la de la internacional sinarquista que nos dio al régimen de
Hitler entonces, y que es la principal amenaza que se cierne ahora sobre las
naciones.
No hay
necesidad, ni tiene caso alegar a favor ni en contra de “teorías
conspiratorias”, como las llaman. La conspiración es el rasgo
más característico del comportamiento humano colectivo, y es
probable que siga siéndolo por un largo tiempo. La cuestión
práctica es la defensa de esa soberanía de los EUA y de su pueblo,
del modo que lo prescribe la Declaración de Independencia de 1776 y la
Constitución federal de 1789. Como lo comprendió un genio conocido
como Jean–Baptiste Colbert de Francia al advertirle a su caprichoso
monarca, Luis XIV, que no se uniera a los remanentes de la lunática
Fronda para meterse en guerras innecesarias con los intereses financieros
liberales de ese entonces, el cambio de régimen en otras naciones no es
de nuestra incumbencia. El método de nuestro éxito nunca ha sido
la conquista de naciones, sino los métodos de construcción de
naciones, y nunca ir a la guerra excepto para la defensa contra una clara
amenaza a la existencia de nuestra república, como lo hicimos en la
Segunda Guerra Mundial.
Hoy
existen amenazas foráneas contra nosotros, que en lo principal parten de
la ofensiva hacia la “globalización” iniciada por una
expresión contemporánea de esos círculos financieros que
están detrás de lo que originalmente se conocía como la
internacional sinarquista, la cual dirigió la ola de asesinatos y
amenazas fascistas del período de 1922–1945. Tenemos que
defendernos de semejantes amenazas, pero tenemos que abordar dicha tarea de
formas apropiadas, dependiendo más de ganar y conservar amigos, que de
hacernos de adversarios innecesarios.
Entre
tanto, la mayor amenaza a nuestra nación y su pueblo la representa la
retahíla de problemas inmediatos que acabo de listar. En algunos
aspectos, estas amenazas son de una nueva cualidad, pero, no obstante,
representan amenazas que pueden superarse a través de los métodos
implícitos en nuestra tradición constitucional, del modo que el
presidente Franklin Roosevelt nos llevó a ser la mayor potencia del orbe
al término de la guerra de 1939–1945, después de la
depresión que nos acarrearon los Gobiernos de Coolidge y Hoover. Esta
clase de amenazas, ahora como bajo el liderato de Franklin Roosevelt entonces,
puede conquistarse regresando a esa tradición del Sistema Americano de
economía política, como la describen los mayores economistas del
mundo de ese entonces, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, Mathew
Carey, Federico List y Henry C. Carey, el sistema al servicio del cual Franklin
Roosevelt siguió los pasos de su ancestro y aliado de Alexander Hamilton,
Isaac Roosevelt.
De lo que
tenemos que defendernos más que nada, es de las reliquias de la
internacional sinarquista, en contra de aquéllos cuyos intereses
percibidos fueron favorecidos por la orquestación de lo que devino en las
dos guerras mundiales, y por los asesinatos de personalidades alemanas
pertinentes tales como Walther Rathenau, Jürgen Ponto, Hanns–Martin
Schleyer y Alfred Herrhausen. Hoy necesitamos que nuestros socios europeos y
otros sigan la tradición a la que sirvieron. Tenemos que prestarle
nuestra fortaleza adicional a aquéllos que sirvieron a ese interés
de sus propias naciones, de modo que sobrevivan y salgan adelante. Tenemos que
hacerle entender a los que destruirían a tales personalidades, que
éstas nos tienen a nosotros para ajustar cuentas en tales
asuntos.
Entre
tanto, para todos y cada uno de los desafíos a nuestra economía
nacional que identifiqué antes, y más de la misma clase general,
tenemos soluciones a mano. Si tomamos la iniciativa, otras naciones nos
seguirán y trabajarán en concierto con nosotros. Al momento, la
esperanza de la seguridad de nuestra nación radica más que nada en
las facultades especiales que los fundadores de nuestra Constitución
incorporaron en el Senado, como un aspecto clave de nuestro sistema de frenos y
contrapesos. Que los sinarquistas o los de su calaña sepan que en estos
asuntos estamos unidos, y en una unidad de principio con nuestros amigos en el
exterior. Unámonos en torno al eje de la función constitucional de
esa institución, para atravesar el desastre que ahora se cierne sobre
nosotros.