Internacional
¡Restauremos nuestra república!
¡Derrotemos a Cheney!
Lyndon H. LaRouche habla el 16 de septiembre: “Mi función aquí, que es internacional, es dar la pauta de hacia dónde va esta nación, porque para donde va esta nación va el mundo.” (Foto: Stuart Lewis/EIRNS). |
Ya antes de que sobreviniera el desastre de Katrina, LaRouche había anunciado que el tema de su presentación sería “El gran cambio del 2005”, y manifestó su confianza de que la dirigencia demócrata estuviera ya reorganizada para enfrentar esta crisis. Pero quedaban dos problemas. Primero, que no está claro si la mayoría de los políticos, mucho menos el común de la población, entienden la perversidad extraordinaria que encarnan el vicepresidente estadounidense Dick Cheney y lo que representa, que han hecho presa del Gobierno de George W. Bush. Y segundo, que tampoco está nada claro si los demócratas, y un grupo necesario de republicanos cuerdos, actuarán a tiempo para botar a Cheney y Bush de sus cargos, antes de que el primero emprenda una nueva serie de guerras que arrasarán con todo el mundo.
LaRouche empezó entonces a debatir el problema de Dick Cheney, un hombre al que describió como potencialmente más peligroso que Adolfo Hitler. Cheney representa la política de “la guerra en tanto método de gobierno”. Él nunca pretendió ganar la guerra en Iraq en el sentido convencional de la palabra, y quiere hacer lo mismo con Irán, Corea del Norte y quizás otras naciones de todo el mundo. Esta política viene de las redes angloamericanas que lo desplegaron, redes que se remontan a los intereses financieros que pusieron a Hitler en el poder en los 1920 y 1930.
Portada de EIR (de izq. a der.): León Trotski, Dick Cheney y Alexander Helphand, alias Parvus. |
Estas fuerzas están decididas a usar la guerra como un medio para gobernar, para aniquilar a las fuerzas independientes que puedan desafiar a los intereses financieros. Como muestra la portada de EIR (ver ilustración), en la que aparece Cheney en medio de León Trotski (izq.) y Alexander Helphand, alias Parvus (der.), estos intereses emprendieron una operación de izquierda contra derecha para crear inestabilidad, una política de “cambio de régimen” permanente.
Luego pasó a describir el proceso financiero que acompañó a esta destrucción de la economía física. Un aspecto central de las animaciones que mostró fue el crecimiento impresionante del cáncer conocido como los derivados financieros, que despegó luego de que Alan Greenspan llegó a la Reserva Federal de los EU en 1987.
Pero el cambio fundamental consiste en abandonar de una vez por todas las ideas librecambistas, de la globalización y de la economía de servicios, dijo LaRouche. Tenemos que regresar a la idea patriota del compromiso con el bienestar general, como lo resume el preámbulo de la Constitución de los EU; al fomento del perfeccionamiento de la nación; a las ideas que Franklin Roosevelt usó para reconstruir a la nación luego del desastre de Coolidge y Hoover. Tenemos que regresar a las mismas ideas que inspiraron a esos pobres inmigrantes que trabajaron y se sacrificaron por las generaciones futuras. Será difícil, pero podemos hacerlo.
Durante su intercambio con los participantes, LaRouche respondió a muchos demócratas del Congreso, quienes básicamente le preguntaban qué hacer ante la tarea imponente de reconstrucción que tienen luego de lo de Katrina, de evitar otra guerra y cosas por el estilo. Aunque contestó a detalle varias de ellas, su primera respuesta fue la que sentó la tónica.
Wall Street me odia, dijo LaRouche, y por eso presionan tanto a quienes quieren colaborar conmigo. Pero en este momento, dijo, yo soy el único que está planteando las ideas necesarias. ¡El tiempo se acaba! La nación tiene que decidir si va a ser un imperio dedicado a la revolución y la guerra permanentes, o si regresaremos a la tradición republicana estadounidense.