Estudios estratégicos
Los déficit en tanto ganancias de capital
Cómo capitalizar una recuperación
por Lyndon H. LaRouche
Hoy como entonces, lo atractivo y lo popular influyen en el ánimo del público; hoy como entonces, hombres pequeños de mente estrecha cobran demasiada importancia para el bien público.
—Hanson Baldwin, 1960.[1]
19 de diciembre de 2005.
Muy a menudo en la vida, no sólo individuos, sino hasta naciones enteras se arruinan porque, como el necio rey Creso, se han contentado con hacer la pregunta equivocada y luego interpretar la respuesta de un modo que causó su ruina autoinfligida. Por ejemplo, incluso gobiernos importantes como el nuestro con frecuencia han aceptado, al igual que el antiguo Creso, la respuesta que recibieron al hacerle la pregunta equivocada a una fuente de una inherente incertidumbre. El presidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan (Greenspan todavía ocupaba ese cargo al momento de escribirse estas líneas; fue remplazado por Benjamin Bernanke, lo cual no es ningún consuelo—Ndr.) o los diversos representantes sinarquistas efectivos o implícitos de la siempre délfica Sociedad Mont Pelerin y el American Enterprise Institute, son típicos de tales fuentes.
El origen de las principales dificultades de nuestra nación para enfrentar la embestida de la crisis de desintegración del actual sistema monetario–financiero mundial, yace en esos hábitos mentales ilusos que se han llevado a un extremo durante las cerca de cuatro décadas recientes de decadencia de nuestra nación, conforme nuestra república descendía de ser la principal sociedad productora del mundo, a su actual estado de saqueo de los despojos posindustriales de la “economía de servicios”. A últimas fechas, ese acostumbrado estado mental tercamente necio con frecuencia ha cobrado expresión entre nuestros ciudadanos en una arranque del tipo: “No puedes volver a meter la pasta dental al tubo”.
Entre tanto, cualquier comparación entre las condiciones físicas de vida y de la economía de Estados Unidos de América durante las últimas cuatro décadas, y el ritmo de mejoramiento del nivel físico de vida y de la productividad durante las dos primeras décadas de la posguerra, demuestra que el cambio hacia una “economía de servicios” luego de 1968 ha representado, sin interrupción, un desastre para la economía física de nuestra nación, el origen de la destrucción de nuestro crédito nacional, y la causa de la caída de las condiciones de vida del 80% de las familias de menores ingresos. Así que tenemos que considerar las enseñanzas que se sacan de la ruina espectacular de la región que incluye las economías físicas del oeste de los estados de Nueva York y Pensilvania, junto con las economías estatales enteras de Michigan, Ohio e Indiana (ver mapas 1a y 1b). Por toda la nación, la situación por lo general ha seguido una tendencia en una dirección parecida.
Sin embargo, a pesar incluso de las sandeces del presidente Truman y del terrible consejo de Arthur Burns, la economía estadounidense que el liderato del presidente Franklin Roosevelt reconstruyó, siguió siendo la economía más exitosa que jamás haya existido, hasta la secuela del asesinato del presidente John F. Kennedy. No fue sólo la larga guerra que EU emprendió en Indochina lo que acabó con ese progreso económico; el hundimiento en espiral lo causó la influencia creciente, en especial de 1968–1972 en adelante, de una generación de posguerra recién nacida de graduados educados en la Liga Ivy y otros parecidos, a los que adiestraron, como a perros de Pávlov, en la sofistería de dar respuestas aprobadas a las preguntas equivocadas.
Hasta que comenzó ese cambio destructivo a fines de los 1960, habíamos creído en términos oficiales, más o menos de modo explícito, en medir el desempeño de nuestra economía con la norma de las tasas de mejoramiento del desempeño físico de la nación en su conjunto. En tiempos más cuerdos, aceptaríamos medirlo en el equivalente a términos per cápita y por kilómetro cuadrado. Sin embargo, lo que devendría en el aspecto principal de la generación adulta que emergía de fines de los 1970 y los 1970, con su hostilidad hacia los obreros industriales, los agricultores y la ciencia física rigurosa, habían recurrido, como Creso, a oráculos délficos; de modo que, con nuestro descenso a las consecuencias ruinosas del viraje hacia una economía llamada “de servicios”, nos arruinamos y acarreamos sobre nosotros mismos la amenaza actual del hundimiento en una nueva Era de Tinieblas planetaria.
Por supuesto, es inevitable que las cosas cambien de generación en generación. Lo que no es inevitable es que hayan cambiado para empeorar, como lo han hecho la mayor parte de los últimos cuarenta años. Por desgracia, esos hábitos de comportamiento y perspectiva mental adquiridos mediante la experiencia de esas últimas cuatro décadas, se arraigan, como una enfermedad crónica, por fuerte que sea nuestro hambriento deseo popular, como en las últimas décadas, por recuperar una prosperidad hace mucho tiempo perdida. Sólo ahora, cuando el dolor se torna al parecer insoportable, cuando la gente despierta, como quien se sienta de pronto en la cama durante la noche para gritar, “¡Ya no podemos seguir así!”, cierta cualidad de un sentimiento titubeante de nostalgia por tiempos mejores del pasado lleva a cada vez más de nuestra gente a recordar la forma en que hacíamos las cosas en una época mejor, hace décadas.
La movilización del presidente Franklin D. Roosevelt de la industria estadounidense para la guerra no fue, contrario a algunos argumentos fantasiosos, inherentemente inflacionaria. Sin duda, sus métodos son la clave de lo que debe hacerse ahora. Fabricación de bombarderos en la planta Douglas Aircraft en Long Beach, California, en 1942. (Foto: Biblioteca Franklin D. Roosevelt).
Así, cada vez más de nuestro pueblo tiene un sentido creciente, más o menos desesperanzador, de: “¡Hemos perdido casi todo!” La desesperanza no engendra optimismo; pero la percepción de alternativas esperanzadoras ejerce una fuerte atracción, como ahora, cuando la fe en ilusiones recientemente en boga se ven muy debilitadas, como después de los cinco años funestos del Gobierno de “Bush 43”.
MAPAS 1a y 1b
Aumento de los empleos de servicios en el Oeste Medio de EU en tanto procentaje de la fuerza laboral, de 1975 a 2000
Fuentes: Oficina de Estadísticas Laborales de EU; mapas generados por Mapinfo.
El legado de Franklin Roosevelt
Esos tiempos mejores de hace como 40 años están representados, en lo más inmediato, por la onda larga de recuperación económica que se puso en marcha con el presidente Franklin Roosevelt. Los “tiempos mejores” son típicos del hecho de que, a pesar de todo lo demás, las primeras dos décadas del período de la posguerra fueron, a fin de cuentas, un período de mejoramiento físico del nivel de vida en la economía estadounidense y de Europa Occidental, en particular. También es patente el hecho de que las reglamentaciones económicas que se establecieron con Roosevelt continuaron hasta la presidencia de John F. Kennedy, y el presidente Johnson las hubiera continuado de no ser por la guerra en Indochina.
A menudo, la dificultad para hablar hoy del intervalo entero de 1933–1964 ha sido cierta confusión muy difundida sobre las causas reales de la inflación de verdad costosa con la que cargó EUA hacia el período de la posguerra, como un residuo del costo de derrotar la guerra de Adolfo Hitler. Se ha abusado del hecho de que se hizo un esfuerzo enorme, de que se acumuló una deuda enorme en el financiamiento de una guerra en la que EU desplegó la fuerza militar más grande de toda la historia a lo largo de (en realidad) más de cuatro años, para alegar que el “gigantismo gubernamental” y las medidas de Roosevelt de financiamiento de capital eran inherentemente inflacionarias. El argumento de que la política económica de Roosevelt causó esta inflación es una fantasía de esas mentes que no tomaron en cuenta el tonelaje puro de riqueza que se desplegó en apoyo de cada soldado o marino en servicio, y que esto, en su mayor parte, se hizo pedazos o simplemente se desperdició en guerras, en vez de invertirse como mejoras de capital en la vida económica de la posguerra.
Imagínate si hubiéramos invertido capital a una escala comparable para mejorar al capital productivo, y no para el desperdicio que dejó la guerra. Con la frescura que trajo a nuestras mentes esa perspectiva apropiada del asunto, volvamos nuestra atención a lo que puede y debe hacerse para elevar de nuevo hoy el nivel del producto útil de la economía estadounidense por encima del nivel de equilibrio.
Con este fin, consideren toda la experiencia del período que va de la toma de posesión de Roosevelt hasta que el necio presidente Nixon se abrazó de Milton Friedman, el seguidor fanático del promotor del vicio Bernard Mandeville. La gente honesta hubiera considerado también esta anomalía útil, que debiera tomarse en cuenta al remontarse al intervalo que siguió a la toma de posesión del presidente John F. Kennedy y su empeño en lograr el alunizaje tripulado exitoso.
Lo que hizo Kennedy, con su dedicación ingeniosa a un aterrizaje programado del hombre en la Luna, fue aprovechar el renovado impulso científico posterior al Sputnik que hubo con el presidente Dwight Eisenhower, para desencadenar lo que probó ser, en menos de una década, la contribución más efectiva en los tiempos modernos del impulso científico para aumentar las facultades productivas del trabajo.
Esas propuestas de los presidentes Eisenhower y Kennedy ocurrieron en un momento en que estábamos comprometidos con una política de “comercio justo”, de fomentar inversiones de largo plazo en el progreso que proporcionaba el desarrollo de la infraestructura económica básica y el empresariado impulsado por la ciencia. Lamentablemente, para cuando ocurrió el alunizaje, la tendencia de la opinión estadounidense después de 1968 había virado de forma abrupta hacia una perspectiva “librecambista”, en vez de una de “comercio justo”. Este recorte en el desarrollo de largo plazo del programa espacial empezó cuando el programa de un motor científico se redujo a un grado crítico en el presupuesto federal estadounidense de 1967–1968. Lo que llevó a ese recorte del presupuesto para el motor de crecimiento económico más exitoso de la historia moderna, el programa espacial de Kennedy, fue la guerra infructuosa y mal concebida de EU en Indochina. De no haber ocurrido la precipitación insensata en una guerra innecesaria e injustificada, no se hubiera dado nada de ese hundimiento particular en la miseria general que ha arruinado la economía estadounidense, desde los disturbios que protagonizaron los sesentiocheros entonces.
En realidad no fue esa guerra en sí lo que causó la tendencia de decadencia de nuestra economía nacional desde 1972, la cual ahora empeora. Fue la guerra que se emprendió en Indochina, como un detonador, lo que desató las consecuencias premeditadas de ese lavado cerebral colectivo que ya se había efectuado entre un estrato decisivo de parte de la generación de niños y jóvenes de la población, no sólo con la influencia de las sectas “ “corbata” y del “hombre organización” de los 1960. Fue también el impacto más profundo del programa de lavado cerebral, el del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, el que hizo blanco de la generación sesentiochera que nació aproximadamente en el intervalo de 1945–1950. Fue ese segmento de la población sesentiochera, como tuvo eco en efectos similares entre la generación correspondiente de Europa, en especial aquellos de los que eran típicos los estudiantes de la Liga Ivy de EU, el que se rompió a fines de los 1960, como cascarón de reciente nidada, para producir la nueva capa privilegiada de una generación adulta cuya influencia creciente hizo posible tanto la elección del presidente Nixon como el cambio de paradigma cultural general responsable de la pauta de ruina deliberada de nuestra economía en el término reciente de casi cuarenta años.
Y el monetarismo llegó como una ola de traición
Pronto, para cuando Zbigniew Brzezinski dejó su cargo como asesor de seguridad nacional, el programa de “desintegración controlada de la economía” de su Comisión Trilateral estaba menguando los beneficios continuos, persistentes del programa de la NASA. Habíamos saqueado la economía con la guerra de Indochina, y destruido luego los fundamentos de nuestra prosperidad posterior a Hoover con la combinación del viraje de 1971–1972 hacia un sistema monetario destructivo de tipos de cambio flotantes, y la destrucción sistémica de 1977–1981 de la economía interna de EU con la Comisión Trilateral de Zbigniew Brzezinski.
Las consecuencias del Gobierno de Nixon sobre la economía fueron destructivos en el largo plazo; pero esta ruina estaba centrada, en lo más inmediato, en los efectos permanentes de las directrices de George Shultz y Henry Kissinger en el orden monetario–financiero internacional. La trifulca de la Comisión Trilateral de Brzezinski enfocó en una destrucción más conspicua y directa, impulsada por la “desregulación”, de la economía interna de EU.
Esto nos lleva al caso cimero de un notable agente de influencia extranjera, Félix Rohatyn. Rohatyn, un protegido de la infame pandilla sinarquista de Lazard Frères y el Banque Worms de tiempos del Adolfo Hitler de la Europa ocupada por los nazis, sufre la desgracia de ser el ejemplo pertinente más apropiado del modo en que fuerzas externas han logrado, hasta donde lo han hecho, incitar a nuestro EU a autodestruirse.
Observa los momentos memorables pertinentes de nuestra historia nacional. Cuando las fuerzas imperiales del sistema liberal angloholandés se establecieron como la principal potencia imperial de Europa con el tratado de París de febrero de 1763, que establecía la victoria de Londres sobre las potencias continentales implicadas en la llamada guerra de los Siete Años, la facción que tomó el poder de este modo en Gran Bretaña procedió a tratar de destruir la economía de las colonias inglesas en Norteamérica. El opúsculo propagandístico de 1776 de Adam Smith, un lacayo del lord Shelburne de Gran Bretaña, establece la política de “libre cambio” con la que los intereses monetaristas liberales angloholandeses han pretendido destruir la economía de EU, desde ese intervalo de 1763–1776 hasta la fecha.
Con la derrota que el EUA del presidente Lincoln le infligió al títere de Londres, la Confederación, entonces liberado de la ruina debilitante del sistema esclavista estadounidense regido por Londres, EU surgió con rapidez, en el intervalo de 1865–1876, como la economía de un Estado nacional más poderosa que el mundo jamás haya conocido. Cobramos la fuerza suficiente como para que nadie pudiera albergar la esperanza de destruirnos con una fuerza externa, como Londres lo había intentado en repetidas ocasiones; sólo podían destruirnos mediante la corrupción. Al mismo tiempo, en especial de 1876–1878 en adelante, muchas naciones, entre ellas la principales de Eurasia continental, tales como Alemania y Rusia, además de Japón, habían adoptado elementos clave de ese Sistema Americano de economía política asociado con las enseñanzas y la práctica de Alexander Hamilton, Federico List y el Henry C. Carey que había dirigido la transformación económica de Japón y participado de manera directa en la adopción de esas medidas de bienestar social y desarrollo agroindustrial que abrazó el canciller Bismarck.
A este respecto, la facción europea empeñada en destruir la influencia mundial creciente de nuestro Sistema Americano de economía política, una facción aglutinada detrás del hijo y heredero de la reina Victoria, Eduardo VII, se preparó para hundir a toda Eurasia en una guerra continental, luego conocida como la Primera Guerra Mundial, una guerra cuyo objetivo, según se lo había propuesto Eduardo VII de Gran Bretaña, era destruir una vez más a la Europa continental, como lo había hecho Gran Bretaña con la guerra de los Siete Años y las guerras napoleónicas. Dos tontos reales, los sobrinos de Eduardo VII, desempeñaron el papel de tontos en jefe, junto al virtual idiota del Emperador austríaco, para desatar esa guerra.
De manera parecida, las mismas fuerzas con eje en Londres que pusieron a Adolfo Hitler en el poder en Alemania, se habían propuesto completar la ruina de las potencias políticas de Eurasia con el ataque de la Alemania nazi contra la Unión Soviética, un ataque que en un principio se pretendía que ocurriera sin la participación del EUA del presidente Franklin Roosevelt. Fue sólo hasta que Londres descubrió, muy a su pesar, que Hitler iba a atacar a Occidente primero, antes que a la Unión Soviética, que Churchill y otros buscaron desesperados el socorro de EUA.
Así, cuando el sistema soviético empezó a desintegrarse en 1989–1990, los herederos británicos y franceses de Eduardo VII maniobraron a través de la Thatcher de Gran Bretaña y del Mitterrand de Francia, ya fuera para impedir la reunificación de Alemania o para prácticamente destruir su economía, como se ha hecho con los acuerdos de Maastricht y la imposición de ese paso hacia la “globalización” que fue la creación del euro.
La cuestión de pertinencia permanente urgente hoy, es que una vez que las fuerzas de Hitler fueron derrotadas, los que habían sido los enemigos europeos tradicionales de nuestra república, la élite financiera liberal angloholandesa de Europa, estaban decididos a destruir a ese EUA de Franklin Roosevelt al que más odiaban y temían ahora. Dicha intención se puso en práctica con la complicidad de los mismos intereses financieros del caso dentro de EUA, que al principio se habían unido al Montagu Norman del Banco de Inglaterra para darle a Adolfo Hitler el papel de dictador de Alemania, pero que se volvieron contra él sólo cuando se descubrió que no iba a atacar primero a la Unión Soviética.
El Lazard Frères asentado en París y su socio el Banque Worms Cie. fueron típicos de las fuerzas que respaldaron a Hitler antes y durante el período de la Segunda Guerra Mundial. Fueron típicos de las fuerzas comprometidas con la subversión destructiva de los logros que tuvo EU con el presidente Franklin Roosevelt, una vez terminada la guerra. Éstas fueron las fuerzas que usaron al presidente Harry Truman, pero que odiaron a Eisenhower, a Kennedy y también al presidente Charles de Gaulle de Francia y al canciller Adenauer de Alemania, así como sus política económica y relacionadas. Eso fue lo que nos pasó, en especial durante 1961–1964. De esto fue contra lo que nos advirtió el presidente Eisenhower, lo que él identificó entonces como “el complejo militar–industrial”. La advertencia de Eisenhower encontró confirmación en “bahía de Cochinos”, las intentonas de asesinato contra el presidente De Gaulle, el escándalo urdido para abrirle paso al futuro primer ministro de Gran Bretaña Harold Wilson, la salida de confección británica de Adenauer en Alemania, el asesinato del presidente Kennedy y la guerra que Robert McNamara emprendió en Indochina. Éstos fueron los acontecimientos preparados mediante la labor subversiva del llamado Congreso a Favor de la Libertad Cultural, que le lavó el cerebro a una generación que en su mayoría nació entre 1945 y 1950, para que desempeñara la función de los “sesentiocheros” en las instituciones de educación superior más importantes de EUA y Europa.
La ciénaga de la guerra de Vietnam en 1966. Esa guerra fue una de las cosas que se usó para lavarle el cerebro a la generación sesentiochera, a que aceptara el cambio de paradigma cultural hacia una “sociedad posindustrial”. (Foto: Archivos Nacionales de EU).
De modo que, de 1971 en adelante, hasta la fecha, los intereses financieros sinarquistas internacionales, que tienen su representación típica en el otrora promotor de los nazis veteranos de Pinochet, Félix Rohatyn, se han movilizado para destruir la economía estadounidense, como fue la intención de la política de “libre comercio” de Adam Smith diseñada para arruinar la economía de las colonias norteamericanas, como la presenta éste en su ataque de 1776 a la Declaración de Independencia de EU. Así, comenzando en 1971–1981, nos movilizamos para destruir la economía física productiva de EUA a favor de la propuesta un nuevo imperio mundial regido por los financieros llamado “globalización”.
Cómo, al igual que Atenas, decaímos
En toda la historia europea, no vemos mejor precedente típico del modo en que la subversión ha destruido nuestra república desde la muerte de Franklin Roosevelt, que la manera en que una campaña de sofistería en la tradición de la secta délfica de Apolo llevó a la generación adulta joven de la antigua Atenas a guiarla a su perdición con la guerra del Peloponeso. La guerra de EU en Indochina, y la guerra de Bush y Cheney en Afganistán e Iraq, son alternativas apropiadas de comparación histórica con la guerra del Peloponeso. Ahora, como en el caso de la antigua Atenas, lo que casi destruyó a nuestra república fue la opinión popular democrática del tipo que alababa el Congreso a Favor de la Libertad Cultural, tal como la facción de los sofistas conocida entonces como “el Partido Democrático” ateniense destruyó de forma parecida a Atenas, cuando Sócrates y Platón vivían. Lo que denominamos la generación “sesentiochera”, en posiciones clave de poder hoy día, ha sido el instrumento predilecto de fuerzas tales como las que encubre el neosofista Congreso a Favor de la Libertad Cultural, cuyo lavado cerebral deliberado de los estratos de mayores ingresos familiares de la generación sesentiochera había de perpetuar el virtual suicidio nacional de nuestra república.
Las ideas alteradas sobre la economía, de los principios de “comercio justo” y “bienestar general” de los fundadores de la nación y de Franklin Roosevelt por igual, a la vía “librecambista” hacia la autodestrucción física de nuestra economía hoy, son el rasgo fundamental del modo en que a una generación, en especial la de los influyentes de entre la generación sesentiochera, le han lavado prácticamente el cerebro para que nos descamine hoy, como los legendarios lemmings, hacia el suicidio colectivo de la civilización. Newt Gingrich tuvo al menos la perspicacia que manifestó en una célebre reunión de enero de 1995, de describir su ascenso al poder en la Cámara de Representantes como parte de una orgía sinarquista basada en el modelo del traicionero Terror jacobino que arruinó a Francia en su momento.
El caso del desafortunado Félix Rohatyn es una ilustración útil de los nexos pertinentes que esconde la amenaza de la tradición sinarquista europea a la existencia continua de nuestra república hoy día.
Hubo una época cuando nuestra victoria nacional de 1776–1783 en la guerra contra el Imperio Británico nos estableció como un faro de esperanza y templo de libertad para toda la humanidad. En lo esencial, ninguna otra nación de este planeta ha logrado realmente igualar esa función hasta ahora. No logramos esto debido a ningún rasgo mágico de nuestro desarrollo autóctono. Fuimos una creación de las mejores intenciones de las mentes más destacadas de toda la civilización europea, de esos europeos que buscaron establecer aquí un precedente para las reformas aún por darse en Europa.
Por motivos históricos que no podrían considerarse con justicia como oscuros en grado alguno, lo que logramos y hemos mantenido hasta ahora, a pesar de los esfuerzos tanto internos como externos por arruinarnos, no se ha reproducido aún en Europa, ni entre las otras repúblicas de las Américas. Nuestra misión para la humanidad, en tanto nación, no es ser un imperio, sino quien fija la pauta, como fue también la intención del presidente Franklin Roosevelt, para fomentar que surja en la posguerra la madurez moral de la humanidad, un mundo de Estados nacionales soberanos republicanos comprometido con liberarse de toda forma de oligarquismo (incluso de la del pobre Rohatyn), colonialismo e imperio. Representábamos una nación comprometida con el bienestar general de toda la humanidad, por mediación del fomento del autodesarrollo soberano de cada cultura nacional hasta su máximo nivel potencial posible. Esa misión global fue siempre, de modo implícito, nuestra misión nacional, nuestro propio interés nacional más esencial, como lo es hoy día.
Nada puede rescatarnos ahora, sino nuestra victoria decidida en restaurar la institución de esos principios, de esa misión sobre la que se fundamentaron los logros más grandes de nuestra república en el pasado. Contamos con los instrumentos de la toma de decisiones, encarnados en nuestras tradiciones institucionales, con los cuales incitar al establecimiento de un concierto de principios entre los pueblos ahora atribulados del mundo, un principio basado en la cualidad inmortal del ser humano individuo que sobrevive pasando por la muerte, el desenlace inmortal de una vida mortal que tiene el propósito de servir como la base sobre la cual otros alcancen la grandeza en el futuro.
Hay aquellos, como esa víctima desdichada de un engaño moral, Félix Rohatyn, que prefieren la forma depredadora de vida que ilusamente escogieron, al gran principio republicano en el que se fundó nuestra república. Ellos tienen el impulso envidioso al parecer insaciable de hacer que nos destruyamos. Es la corrupción moral de esa clase de la que Rohatyn es meramente típico en su estilo sinarquista europeo entre nosotros en la actualidad, lo que constituye la corrupción interna, el gran peligro para la civilización hoy.
La perversidad esencial que expresan de modo ejemplar las propuestas actuales de Rohatyn, es la fe en el dinero como algo más que simplemente papel moneda, como la gente de la colonia de la Bahía de Massachusetts en el siglo 17, entre mis ancestros, sabía de esas cosas entonces.
1. La base para un presupuesto federal de capital
En publicaciones anteriores, como en mi “Vernadsky y el principio de Dirichlet” y “El principio del ‘poder’ ”, he resumido las pruebas que muestran que una ciencia económica competente basa la noción funcional del valor económico en los principios físicos de la ciencia de la economía física de Godofredo Leibniz, más que en el dinero como tal. Esta confianza mía en los principios de la economía física, más que en el “libre cambio” monetarista, expresa la cuestión de principio de la diferencia entre la superioridad del Sistema Americano de economía política y esos sistemas monetarios inferiores específicamente europeos, que al presente tienen como premisa la tradición liberal angloholandesa del siglo 18 de dejarle la reglamentación de la práctica económica de los gobiernos a los sistemas de banca central privada. El Banco de Inglaterra o, mucho peor, el Banco Central Europeo son típicos de los segundos. Las necedades del sistema de la Reserva Federal estadounidense, en especial desde los cambios destructivos que se introdujeron en el intervalo de 1971–1981, son un reflejo de la influencia externa del sistema británico.
Los sistemas monetarios asociados con la banca central europea contemporánea, son excrecencias de la forma medieval del imperialismo europeo, que equivale a decir, el sistema ultramontano de imperialismo monetario que estuvo dominado de forma conjunta por la usura veneciana y la fuerza bruta de la caballería normanda. La versión moderna de ese sistema feudal, la mentada “nueva tradición veneciana” establecida por la facción de Paolo Sarpi, ha servido de base para ese sistema liberal angloholandés de imperialismo financiero que surgió en el siglo 17, un sistema que devino en la principal potencia imperial del planeta con el tratado de París de 1763, el tratado que estableció a la Compañía de las Indias Orientales británica de lord Shelburne y demás como semejante potencia. La Revolución Americana la animó una defensa, encabezada por Benjamín Franklin, de los derechos económicos de la población de las colonias inglesas en Norteamérica, contra la ofensiva de Londres por aplastar las economías y libertades previas de los colonos. Esa diferencia esencial subsiste en ese hecho de principio hasta la fecha.
De resultas de la Revolución Francesa de 1782–1814 que tramó de lord Shelburne y demás de la Compañía de las Indias Orientales británica, nuestra recién fundada república estadounidense quedó aislada, desde aproximadamente mediados de 1789 en adelante, de los que habían sido sus principales aliados europeos continentales. Las repercusiones que tuvo ese aislamiento relativo fueron tales, que la función económica del propio EUA, en términos relativos, vino a dominarla más o menos en las arenas del comercio mundial y las finanzas, hasta 1931, la influencia hegemónica de la potencia imperial con eje, a escala planetaria, en el patrón oro del Banco de Inglaterra. En todo el intervalo de 1763–1931 este poder global asociado con la City de Londres vino a concentrarse menos en el poder del propio Reino Unido de la Gran Bretaña, que en el consorcio multinacional de banqueros privados asociados, como socios y rivales, con el Banco de Inglaterra. El principal socio y rival continental del Banco de Inglaterra en cuanto a esto, vino a girar en torno a París, en el conglomerado como de moho lamoso al estilo veneciano de banqueros privados que ha venido a asociarse con el nombre de la internacional sinarquista, la cual fue la principal coordinadora de los regímenes fascistas continentales del intervalo pertinente de 1922–1945.
Después, con esa contrarrevolución en contra de nuestro Sistema Americano, que se llevó a cabo, por influencia financiera sinarquista, durante los períodos de gobierno de los presidentes Nixon y Carter, se regresó el poder sobre la economía de EU a una modalidad monetarista europea antiamericana de sistema monetario internacional. No fue este sometimiento implícitamente traidor a las instituciones monetarias pro fascistas estilo europeo (por ejemplo, sinarquistas) lo que causó de forma directa la ruina actual de la economía estadounidense y su sistema financiero, pero sí la hizo posible.
Por ejemplo, el sistema de “comercio justo”, que era todavía una norma de administración práctica inteligente en EU en los 1950 y principios de los 1960, fue un reflejo apropiado, si bien es cierto que más imperfecto, del Sistema Americano de economía política. La modalidad proteccionista programada de nuestro gobierno en las relaciones económicas del comercio internacional fue un aspecto indispensable de la protección de una política de “comercio justo” para los agricultores y otros empresarios, y para los estados federales y comunidades más pequeñas de las que formaban parte estos empresarios y sus empleados.
Con los mandatos de los presidentes desde Nixon, la forma de la dirección de nuestra práctica nacional e internacional la ha regulado, hasta la fecha, una forma pro sinarquista cada vez más radical del sistema de “libre cambio” liberal angloholandés de tradición usurera e implícitamente adverso a EUA (ver mapa 2). Las consecuencias de la destrucción deliberada del sistema de Bretton Woods que efectuó el Gobierno de Nixon arruinaron la economía mundial. El “Gobierno de Brzezinski” de 1977–1981 pronto echó a andar la destrucción de la economía interna. Las inversiones indispensables de capital físico del granjero y la empresa particular ya no estaban protegidas de los efectos de la competencia forzosa del trabajo esclavo, en especial de la virtual mano de obra esclava condicionada de la mayoría de las poblaciones de esas naciones con las que teníamos comercio exterior.
MAPA 2
Centros principales de producción de tomate de invernadero en Norteamérica para el consumo estadounidense
Fuente: Departamento de Agricultura de EU, Amber Waves del 5 de abril de 2005.
TABLA 1
Aumento en la proporción importada de alimentos para el consumo estadounidense, por peso (1981-2002)
Grupos alimenticios |
Porcentaje promedio importado
1981-85
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Consumo total de alimentos
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Productos pecuarios1
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Carne
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Lácteos |
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Pescado y mariscos
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Productos agrícolas2
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Frutas, jugos, nueces
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Verduras
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Cereales y derivados
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Aceites vegetales
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Edulcorantes y dulces
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1. Incluye carne de aves y grasa animal.
2. Incluye café, cocoa y té, importado al 100%, y bebidas.
Fuentes: Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de EU; Negociado de Censos de EU.
Así, como lo demostró uno de los economistas más prominentes de entonces, Henry C. Carey, fueron las medidas librecambistas del período posterior a 1815, impuestas más que nada por Gran Bretaña a través de los contactos de Londres en los bancos de la ciudad de Nueva York, lo que propició la capacidad del Imperio Británico de fomentar la esclavitud y la guerra civil subsiguiente en EUA. El crecimiento económico explosivo de nuestra economía con el presidente Lincoln fue producto de la abolición en EUA de ese sistema de esclavitud que en las décadas previas había arruinado el desempeño de nuestra economía nacional. La abolición de la esclavitud a favor de directrices proteccionistas características de nuestro sistema constitucional original, hizo posible un crecimiento que llevó a que Japón, así como naciones importantes de la Europa continental, adoptaran aspectos fundamentales de nuestro superior Sistema Americano.
Empero, del modo que establece su organización nuestra Constitución federal, con el Sistema Americano de economía política que establecimos en oposición a los sistemas europeos que existían entonces, la única autoridad apropiada para emitir circulante en EUA es la autoridad soberana del Gobierno federal estadounidense. Esta especificidad de la política monetaria con nuestro sistema constitucional de gobierno se remonta, en tanto tradición práctica, a la Colonia de la Bahía de Massachussets de antes de 1689 y a la orden de líderes tales como Cotton Mather y su seguidor Benjamín Franklin, de establecer el papel moneda.
Según nuestro sistema constitucional, cuando se ciñe a él, el dinero es una forma de crédito que se emplea como medio de circulación, como en el comercio, más que como una supuesta norma de valor. Los sistemas de regulación del gobierno, tales como los aranceles y otra reglamentación del comercio, el uso del crédito federal, y los impuestos mismos, establecen un gobierno firme conforme a nuestra Constitución, con los medios y herramientas de la regulación por los cuales se pretende que el valor adjudicado a los bienes en circulación se mantenga en un margen de variación del precio monetario que sea congruente con los valores relativamente estables del comercio y la inversión de largo plazo.
En nuestra historia, los mejores ritmos de crecimiento, en especial el crecimiento a partir de condiciones temporales de recesión económica, se han debido al uso de la facultad del gobierno federal de crear crédito de largo plazo, como con el presidente Franklin Roosevelt, por ejemplo. Estos medios han fomentado la formación de capital productivo de largo plazo de los sectores estatal y privado combinados. Esto ha dependido en lo principal del monopolio de la facultad del gobierno federal de convertir sus formas dirigidas de déficit federal de largo plazo, en la estabilidad que proporciona la creación de los activos productivos de largo plazo correspondientes de los estados y los empresarios privados, lo cual nos ha permitido generar la ola necesaria de formación de capital para superar condiciones económicas deprimidas, tales como las que imperan en la actualidad en toda la nación.
La distinción esencial estriba en que, con el Sistema Americano, los valores físicos son lo primordial, en tanto que las medidas de regulación se usan de manera apropiada para regular el valor así derivado, este último como se asocia con el uso del dinero en tanto medio de circulación a través del comercio. A pesar de todo lo demás en contrario, el Sistema Americano de economía política es la única norma racional para establecer y manejar una economía físicamente exitosa que exista en el largo plazo, de entonces a la fecha. El renacimiento de la posguerra en Europa, en especial el éxito ejemplar de las primeras dos décadas de la recuperación de la Alemania de la posguerra con el sistema de Bretton Woods, es emblemático de este principio del Sistema Americano. Si no se reanudan los principios probados del Sistema Americano de economía política, no hay al presente posibilidad alguna de escapar a la crisis de desintegración económica mundial que amenaza al planeta en este momento.
Con este Sistema Americano, el valor del dinero se regula para que concuerde, en el efecto funcional de su circulación, con las realidades del valor físico relativo, en vez del monetario nominal. El valor así definido ha de medirse como un valor físico, per cápita y por kilómetro cuadrado, sobre el territorio entero de una nación o del planeta en su conjunto. Para ayudar a lograr esto, tiene que haber un sistema de moneda estable o un conjunto de tales sistemas de monedas respectivamente soberanos entre las naciones, con el cual se estabiliza el valor atribuible al dinero de conformidad aproximada con la tendencia de largo plazo de los requisitos para los valores físicos relativos.
Como pondré de relieve más adelante en este informe, por valor físico no estoy hablando de las opiniones vulgares, pero ahora populares, de los reduccionistas. Me refiero a que la única norma competente de valor es la que se mide como el efecto físico que produce una mejora de la clase que representa la realización de principios relativamente superiores que el hombre descubre, principios de poder físico sobre las condiciones de la vida y la práctica humanas. Esto es un efecto que ha de medirse mediante el cálculo del aumento de la densidad relativa potencial de población de la economía en su conjunto, un potencial que ha de medirse como un todo dinámico, como lo hizo Leibniz, en vez del modo cartesiano incompetente en lo científico.
Considera el reto que enfrentan hoy las economías práctica y financieramente quebradas de EU y Europa a la luz de esto. Enfócate en el caso del propio EUA. Pregúntate, entonces: ¿cuál es una perspectiva competente para establecer y mantener un presupuesto federal de capital en EU, a diferencia de un paquete de sobrantes que amontona saldos de corto y largo plazo de manera indiferente en una sola pila absurda, a modo de presupuesto común? No debe ser un presupuesto como el de la práctica nacional estadounidense reciente, como el de los Bush “41” y “43”, uno cuyo resultado sugiere que debieron diseñarlo mentes desequilibradas.
La inversión de capital de largo plazo
Cerca de la mitad del producto anual de la economía saludable de un Estado nacional moderno, debiera restringirse a gastos de capital y afines para la creación y mantenimiento de inversiones en mejoras físicas de largo plazo de lo que debiera considerarse como el sector público de la economía total. Con el Sistema Americano de economía política original y permanente de nuestra república, esta inversión en el sector público se expresa como una división del trabajo entre los gobiernos federal, estatal, municipal y local. Aunque algunos de estos gastos públicos pasan por o a formas de propiedad privada, tales como los bonos en cartera de una empresa pública de servicios regulada, la responsabilidad por la infraestructura pública considerada como un todo integral recae en nuestro sistema de gobierno constitucional, como nuestro primer secretario de Hacienda, Alexander Hamilton, describió esta intención para el desarrollo de la economía entera, de manera más notable en su informe de 1791 al Congreso, Sobre el asunto de las manufacturas.
Este aspecto de la economía total no puede abordarse con competencia en términos de un simple presupuesto anual del gobierno. Las formas más esenciales de inversión en una economía se representan hoy en la idea del lapso de un cuarto de siglo entre el concepto de un nuevo individuo y la edad de madurez en tanto graduado universitario con una especialidad. Un lapso de 25 a 50 años de “vida” física (o sea, dos generaciones) de una inversión en infraestructura, es típico de la mayoría de esta clase indispensable de inversiones públicas de largo plazo.
De este modo, en los presupuestos de capital de gobiernos competentes, como los de las empresas privadas bien administradas, impera la categoría crucial de los gastos de largo plazo para la adquisición y mantenimiento de estas inversiones físicas esenciales.
Así, nuestro Sistema Americano de economía política, a diferencia de los que aun hoy imperan en Europa, no se basa de manera legítima, constitucional, en un sistema llamado “de banca central independiente”, que es un mero sistema monetario; nuestro sistema constitucional más bien requiere un monopolio federal sobre la emisión y gestión de un sistema de crédito nacional. Cuando nuestro sistema constitucional de crédito nacional se defiende con eficacia, el gobierno federal emite dinero, como crédito, para mantener el nivel de empleo útil, incluyendo la disposición de capital esencial, en la forma de crédito, para la infraestructura económica básica. Sin embargo, los seguidores competentes de nuestro Sistema Americano hoy, también harán en hincapié en que una gran parte de la inversión anual del crédito federal debe destinarse al desarrollo provechoso de mejoras físicas de largo plazo en la infraestructura económica básica y en el fomento de inversiones de largo plazo parecidas entre empresarios privados idóneos.
Por tanto, el aspecto económico más decisivo del Sistema Americano es la función del crédito federal en el fomento de la inversión para el desarrollo y mantenimiento de los elementos públicos esenciales de la infraestructura económica básica de la nación, al tiempo que fomenta la inversión de largo plazo en aventuras empresariales de la especie que ha de desearse en el interés general. Esta acción tiene como premisa el principio constitucional decisivo de nuestro sistema, de que la creación y emisión de moneda de curso legal es un monopolio del gobierno federal. Éste también es el caso en la práctica, como cuando con la presidencia de Franklin Roosevelt se emplearon mecanismos tales como la Agencia de Financiamiento de la Reconstrucción (RFC), como un vehículo para lograr este resultado. El Gobierno de Franklin Roosevelt, y la combinación de los programas de impulso científico “post–Sputnik” de Eisenhower y de alunizaje tripulado de Kennedy, son ejemplares.
La mayor parte de estas diversas formas públicas y privadas de inversión de capital constituyen inversiones de largo plazo de hasta 25 años o más. Así, la creación de crédito nacional monetizado representa una deuda; gran parte de esta deuda es, de nuevo, deuda de largo plazo. En tanto la deuda financiera misma no se posponga para algún momento después de la vida física de la inversión de capital, probablemente seguirá siendo útil y valiosa. Por consiguiente, sería y es prácticamente una idiotez tratar el crédito federal de largo plazo así creado como si fuera la causa de un desequilibrio en la cuenta corriente federal. El actual sistema monetario europeo nos presenta un extremo radical de la práctica absurda de tratar las inversiones de capital de largo plazo como si fueran una mera parte de los costos anuales. Sin duda, en condiciones en las que el nivel del producto nacional generado está por debajo del de los requerimientos nacionales, tratar las inversiones de capital de largo plazo como obligaciones de corto plazo, como hemos tendido a hacerlo con el despistado presidente George W. Bush hijo, por ejemplo, sería considerado correctamente como una irresponsabilidad rayana en la demencia, como lo han demostrado los resultados de este gobierno, hasta la fecha, con las consecuencias más dolorosas para la nación en general. Con Bush, EUA ha llegado al extremo de capitalizar obligaciones externas de cuenta corriente impagas, como el endeudamiento de largo plazo de un déficit de cuenta corriente nacional, en tanto que prácticamente aborta todas las formas de largo plazo de inversión de capital productivo dentro de EUA mismo.
(Caricatura: Claudio Celani/EIRNS).
Al presente, toda economía de Norteamérica y Europa funciona a niveles físico–económicos muy por debajo del nivel de equilibrio. Nuestros sistemas bancarios privados están bien quebrados en general. Nada, salvo la generación de crédito público de largo plazo aplicado como es debido, podría permitirnos evitar una gran catástrofe económico–financiera mundial. De otro modo, las condiciones que se generaron desde el crac bursátil de octubre de 1987 en EU, mediante la intensificación acelerada en los diversos usos de las deudas de apuestas puras en la tradición de “John Law”, conocidas como los llamados derivados financieros, cuando se combinan con las consecuencias de las tendencias crecientes de la globalización, han creado una condición propicia para un desplome mundial de reacción en cadena comparable, en sus efectos, a la Nueva Era de Tinieblas de la Europa de mediados del siglo 14.
Entonces, tenemos que tratar las nociones corrientes de un “presupuesto federal equilibrado”, o como la obra de mentes desequilibradas, o como una medida calculada que tomaron enemigos que quisieran inducirnos a autodestruirnos por tales medios.
Es hora de suspender los dogmas monetaristas, tales como la creencia sectaria en el llamado “libre cambio” y la “globalización”.
Alto a la secta del ‘mercado de pulgas’
La señora Joan Robinson ridiculizó con propiedad al ridículo profesor Milton Friedman como un economista de la fe sectaria en el “post hoc, ergo propter hoc”. El desdichado intelectual de Friedman se ha identificado, de forma varia, como seguidor de un plagiario burdo de Bernard Mandeville del siglo 18: Adam Smith. Un Smith que, con el desprecio más amplio por los impedimentos del honor, también plagió a los fisiócratas A.R.J. Turgot y el doctor François Quesnay. El hecho de que Quesnay y Turgot fueran unas sabandijas por derecho propio, no mejora el juicio que ha de hacerse de ese depredador farsante, el ridículo dizque profesor de Filosofía Moral, Smith. Como se indica, Friedman también se ha identificado como seguidor de la secta del notorio Bernard Mandeville, la figura de culto permanente entre los devotos modernos de la Sociedad Mont Pelerin. De manera que Friedman ha propuesto que el bienestar general dependa de los beneficios de la libertad absoluta para la práctica mandevilliana de vicios privados tales como la prostitución, el tráfico ilícito de drogas y los juegos de azar.
Rebasaría el desarrollo de las facultades mentales limitadas de Friedman, reconocer que el verdadero sistema que sigue es el de aun otra sabandija de veras satánica con capacidades criminales notablemente originales, el otrora jefe del “comité secreto” de la Oficina de Relaciones Exteriores británica, Jeremías Bentham, el autor de muchos males, tales como la defensa de la usura, que incluye el dogma utilitario que impera en las acostumbradas doctrinas corruptas e incompetentes que le enseñan como economía al crédulo en las aulas universitarias hoy día.
Para aquellos capaces de pensar en estas cuestiones de modo científico, la historia de la economía ha demostrado en repetidas ocasiones que no hay un principio intrínseco de la libre circulación del dinero que pueda asegurarle un precio relativo apropiado a nada. Como le enseñaron a Karl Marx los personajes más destacadas de la Escuela Haileybury británica, los ciclos de “auge y decadencia”, aunque en realidad no de 10 años, son inherentes al hecho de que en el largo plazo el precio y el valor económico físico no coinciden. Depender de formas diversas de regulación del comercio nacional y exterior por parte del gobierno, siempre ha demostrado ser necesario para impedir que el movimiento relativamente anárquico de los precios y el crédito lleve al nuevo estallido de una forma cíclica de catástrofe económica. Entre las funciones que proporciona la regulación, está proteger la formación de capital útil de largo plazo y la inversión en descubrimientos válidos de principios físicos, de los estragos de un mercado especulativo “librecambista”. En otras ocasiones nos hemos referido a esta política de proteccionismo como un “comercio justo”, a diferencia de un sistema “librecambista” invariablemente destructivo, mejor descrito como el sistema del “mercado de pulgas” que encuentra su cúspide en el tráfico habitual de basura a la que a menudo se identifica del modo más atroz como “arte moderno”.
El sistema de regulación que se puso en marcha con el presidente Franklin Roosevelt, el cual continuó hasta 1971–1972, logró dominar los movimientos de crisis, al efecto de impedir una verdadera depresión en la economía nacional en ese entonces. Al momento que se retiraron esas regulaciones entre los gobiernos necios como los de 1969–1972, estalló una sucesión de crisis nefastas, como la de octubre de 1987, que fue, en efecto, un eco de la depresión Hoover de 1929. Se añadieron nuevas formas al repertorio después de 1987, pero esas nuevas formas tuvieron el resultado de intercambiar la amenaza de 1987 de que se dé un auge y decadencia al estilo Hoover, por la actual de una crisis de desintegración general estilo era de tinieblas de una clase afín a ésa de la Europa de mediados del siglo 14. Sin la alternativa aún disponible de eliminar el sistema de libre cambio y globalización, la civilización mundial pronto se hundirá, de hecho, en una crisis de desintegración global. Sin embargo, aun en esta fase avanzada del presente, las medidas reguladoras apropiadas de la clase intrínseca del Sistema Americano de economía política, podrían proporcionarle al mundo una salida de la catástrofe que ahora se avizora.
Cuando nos referimos a los principios de gobierno, deberíamos estar hablando de dos cosas distintas a un tiempo. Por un lado, nos referimos a principios que tienen la connotación de ser principios científicos universales; al mismo tiempo, también hablamos de medidas de gobierno de principio, medidas que son la clase de aproximación de principios de corte científico que representan alternativas políticamente factibles en las condiciones actuales a mano. Las reformas del presidente Franklin Roosevelt, que nos rescataron de las consecuencias destructivas de los Gobiernos de Coolidge y Hoover, fueron aproximaciones, como da cuenta de ello su uso de la RFC. El peligro en escoger aproximaciones inevitables, es que los gobiernos con frecuencia pierden de vista los principios verdaderos a cuyos efectos pretenden aproximarse. Por ejemplo, la degeneración de Atenas en la sofistería la llevó a su ruina autoinfligida en la guerra del Peloponeso; y nosotros experimentamos los efectos similares del imperio sin principios de una sofistería que aborrece la verdad, al estilo de los existencialistas del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, como en la precipitación de EU en la larga guerra en Indochina, y la destrucción de la economía estadounidense con las sofisterías radicales del Gobierno del presidente Nixon y el reinado de 1977–1981 de la Comisión Trilateral de Zbigniew Brzezinski.
Para recalcar una cuestión que ya se mencionó arriba: una de las peores maldiciones que EU le infligió a su economía en estas últimas décadas, fue el intento de confinar el poder del Gobierno estadounidense de crear crédito a la cama procrusteana de un “presupuesto federal anual equilibrado”. La sofistería de un “presupuesto anual equilibrado”, en combinación con las consecuencias de un orden monetario de tipos de cambio flotantes, tuvo un efecto en la economía de EUA comparable a la invasión de Atila el Huno y Gengis Kan de partes decisivas de Europa.
El mundo está ahora en una condición en la que el sistema monetario internacional vigente está peor que quebrado, y en la cual el Gobierno de “Bush 43” hace como que está construyendo un imperio, cuando lo que en realidad ha estado haciendo es cavarse una fosa profunda. Como el Baltasar imperial, la estupidez del Gobierno de Bush la miden las unidades de su arrogancia “schmittleriana”.[2] Ese Gobierno de Bush ha arruinado al propio EU a tal grado, que la economía de nuestra nación pronto se hundiría en lo que no es una mera depresión profunda, sino un derrumbe sistémico, de no darle marcha atrás a las políticas económicas y monetarias existentes de manera más o menos inmediata. La amenaza de un derrumbe repentino de las burbujas de los valores hipotecarios en EUA, el Reino Unido y otras partes no es sino típica de la cualidad estilo “termonuclear” del potencial explosivo que hoy cala la totalidad de los sistemas monetarios y financieros internacionales contaminados por los derivados financieros.
La ola implícitamente inflacionaria que expresa la influencia imperial ahora imperante de la especulación con derivados financieros, significa que el actual sistema monetario mundial se acurruca ahora al borde de la extinción, a menos que actuemos pronto para someter a nuestro propio sistema estadounidense a un estado de reorganización radical, de regreso a la tradición del acento que pusieron los Gobiernos de Roosevelt, Eisenhower y Kennedy en 1933, 1958 y 1961–1963, en la función del crédito público para emprender programas exitosos de prosperidad económica entonces.
Por desgracia, sólo EUA, de entre las principales naciones del mundo, podría impulsar lo que es ahora la reforma con urgencia necesaria tanto de su propio sistema monetario como del internacional. Nuestra ventaja peculiar a este respecto es una herencia del carácter históricamente definido del diseño de 1787–1789 de la cualidad única de nuestro sistema constitucional federal, de forma notable el rechazo explícito de nuestra Constitución a lo que por desgracia sigue siendo el estilo europeo imperante de la banca central y prácticas relacionadas. Por ende, no sólo tenemos que aprovechar la ocasión de la bancarrota ahora implícita de nuestro sistema de la Reserva Federal actual para salvarnos del caos aquí; también tenemos que responder a la necesidad de reformas tangenciales, de la misma clase de la que tenemos que impulsar entre las potencias principales, no sólo de las Américas, sino también de Eurasia. La capacidad de que emprendamos semejante reforma económica mundial con urgencia necesaria nos la proporciona de forma explícita nuestra Constitución; pero, la factibilidad implícita de concretar dichas disposiciones de esa Constitución, estriba en el hecho de que este principio constitucional, aunque al presente inconsciente, no obstante representa un potencial volcánico en ciernes profundamente encarnado en lo que son ahora, sin duda, los impulsos inconscientes de nuestra historia nacional.
Parte de mi misión aquí es concientizar una vez más de esos poderes especiales de nuestro legado nacional a nuestros ciudadanos.
2. ¡Uno nunca le atina al precio!
El problema es que prácticamente ningún contador que viva hoy, y sólo unos cuantos supuestos economistas, saben lo que es en realidad una economía, en términos funcionales científicos. Sin duda, la contabilidad financiera disciplinada es necesaria; pero, prácticamente no tiene ninguna competencia independiente en el dominio de la economía. En otras palabras, contrario a las formas actuales de los dogmas monetaristas europeos modernos, el dinero como tal no tiene ni podría tener relación intrínseca en la determinación de la norma funcional del valor económico. Para plantear lo mismo de otro modo: “¡Uno nunca le atina al precio!”
Para hablar de esta distinción en términos técnicos: los procesos económicos reales son en esencia físicos, más que los supuestos procesos monetarios que no sólo abordan los contadores, sino, por desgracia, también la mayoría de los economistas hoy. Semejante desconocimiento imperante de la naturaleza ontológica en realidad del meollo de la economía, ha sido en gran medida responsable de fomentar el estado de necedad creciente, casi de suicidio colectivo, que ha representado la mayoría de los cambios importantes en la toma de decisiones económicas en EU, por casi cuatro décadas hasta la fecha.
El problema esencial es que la mayor parte de la práctica reciente del análisis económico se ha efectuado, como el análisis financiero estadístico contemporáneo, desde la perspectiva de un método incompetente en lo científico, el del método cartesiano de pensamiento reduccionista; en tanto que los procesos económicos reales son tanto físicos como dinámicos, en el sentido que Leibniz le da a esos términos. Como son, por ende, anticartesianos en cuanto a su visión y su método, cualquier intento de representar procesos económicos en los términos estadísticos de la práctica empirista típica actual, es intrínsecamente incompetente desde el principio.
Por ejemplo: quienes aceptan esos incompetentes métodos imperantes de pronóstico estadístico que, lamentablemente, tienen mucha preferencia hoy día, procuran predecir la fecha de cierto acontecimiento; en tanto que en la vida real, el libre albedrío y otras complejidades de los procesos económicos y relacionados por lo general impiden las predicciones exitosas de esa clase simplista, de la clase asociada con un método estadístico cartesiano. En la vida real, las clases de cambios previsibles de importancia más decisiva no ocurren como sucesos definidos de manera mecánica, sino como cambios de fase críticos en la configuración dinámica de un proceso, como un cambio cualitativo en la elección del destino pretendido adelante en el camino.
En consecuencia, yo he demostrado esto con éxito en repetidas ocasiones en mis propios pronósticos, que han representado en términos de competencia, al hacerlos, la pauta de previsión más precisa que se haya puesto a disposición del público en más de cuatro décadas a la fecha. En la vida real, las similitudes casi calcadas entre los métodos matemáticos de predicción que usan al presente los fondos especulativos, amenazan con derrumbarlos a todos al mismo tiempo cuando se desploman, como lo harán pronto, al igual que las burbujas relacionadas de los valores hipotecarios.
De nuevo: la prognosis competente trata los procesos económicos como dinámicos, del modo que lo hago yo, y no como estadísticamente sistemáticos. Ésa es la razón principal por la que el desempeño reciente de la mayoría de mis rivales putativos ha sido constantemente un fracaso. Han fracasado porque abordaron el sujeto de la economía de modo mecanicista, en términos reduccionistas, y, por tanto, no captaron la dinámica (en vez de los métodos de corte cartesiano, cuya influencia ha alimentado las amenazas actuales a la economía de EU como a la del mundo en general).
En cualquier caso, la función apropiada y la misión provechosa de la contabilidad financiera es la de una herramienta con una aptitud limitada. La contabilidad decente ha de definirse como un mero aspecto subsidiario de las funciones administrativas, una función de contabilidad que se ha de subordinar de forma correcta y categórica bajo el rubro general de “medidas reguladoras”. El sistema monetario de tipos de cambio fijos que se estableció con el sistema original de Bretton Woods, como se definió con la dirección del Gobierno del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, es un ejemplo de las medidas indispensables de regulación que deben sustituir y, así, gobernar la práctica de la contabilidad financiera. El modo en que se usa el dinero en la práctica cotidiana de la economía debe regularse de este y otros modos afines. La función principal propia de la contabilidad financiera es ayudar a garantizar una clase indispensable de conformidad temporalmente local con medidas de regulación. Se trata de medidas reguladoras que, a su vez, tienen la intención de guiar las diferentes categorías de transacciones físicas en la economía, para que se ajusten a los efectos especificados como la intención de los términos económicos legítimos, más que contable–financieros, de la regulación de todo el proceso económico.
Así, la práctica de la función de la contabilidad financiera no sólo tiene que regularse de conformidad extrínseca con la intención físico–económica de las medidas reguladoras del gobierno; tiene que guiarla un entendimiento y aceptación del principio que subyace en dicha intención. El ciudadano puede hacer lo que le plazca con el uso del dinero, pero sólo dentro de los límites de la condición de que la moneda de la nación no se emplee de modo contrario a la intención constitucional que expresa la creación y emisión legítima de moneda por parte del gobierno, hacia los procesos de circulación. No debe contravenirse la norma de regulación vigente.
En la economía de un Estado nacional moderno, libre de las costumbres venecianas inherentemente venenosas de la usura, el dinero puede existir de manera legítima conforme a la ley natural, sólo como una creación, una propiedad y una responsabilidad del Estado nacional soberano republicano. Sin embargo, esa función del gobierno es, en sí misma, responsable ante el pueblo entero, mediante la agencia de un sistema de gobierno representativo comprometido a someter sus deliberaciones al principio constitucional supremo del fomento del bienestar general de todas las generaciones presentes y de su posteridad.
Por tanto, el pueblo ha de controlar esa moneda, en lo político, una moneda que es propiedad, no del poseedor individual, sino del gobierno del pueblo en su conjunto. El juicio competente por la voluntad del pueblo a este respecto lo ha de definir el principio constitucional supremo de cualquier forma europea moderna de Estado soberano, la forma republicana del Estado nacional soberano: un Estado y su población dedicados al principio del bienestar general de las generaciones presentes y futuras. De otro modo, el dinero no tiene existencia legítima natural en una forma moderna de civilización real, excepto su papel como instrumento gubernamental creado para fomentar el bienestar general de las generaciones presentes y futuras.
No se trata de un aspecto arbitrario del derecho positivo; la regulación, en tanto se ajuste al principio constitucional fundamental de la forma soberana moderna de Estado nacional, el principio supremo de la sociedad republicana, el del bienestar general de los vivos y su posteridad, es la restricción característica que define una forma civilizada del Estado nacional moderno en cualquier parte, en cualquier alternativa de cultura nacional pasada o presente.[3]
En términos ontológicos, en tanto procesos físicos, los procesos económicos verdaderos han de trazarse del modo que Godofredo Leibniz prescribe el carácter dinámico de los principios fundadores de una ciencia moderna de la economía física, y no como el sistema británico y Karl Marx definieron un sistema mecanicista, antidinámico de corte cartesiano. Dinámico también ha de entenderse del modo que V.I. Vernadsky emplea el término, como en 1935–1936, para definir la característica de los procesos vivos en general.[4] Estas distinciones ontológicas tienen el mismo carácter que la denuncia de Carl F. Gauss, en la publicación de 1799 de su tesis doctoral sobre el tema que luego denominó El teorema fundamental del álgebra, de la cuestión decisiva de la incompetencia científica de la obra de Euler y Lagrange en cuanto a ese tema.[5]
Se necesita un nuevo enfoque
Sin embargo, a diferencia de siglos anteriores de la historia moderna, ahora, en la forma moderna de una economía mundial del siglo 21 y más allá, con más de seis mil millones de individuos vivos sobre este planeta, y con el ritmo al que tenemos que depender cada vez más de materias primas relativamente pobres como el punto de partida para la producción, tenemos que ver la economía del modo que Vernadsky definió la biosfera y la noosfera. Eso significa que ahora tenemos que incluir en los costos de toda la producción, el costo físico de mantener un equipotencial mundial del costo relativo del esfuerzo humano en la dependencia de las llamadas “materias primas”, y con respecto al desarrollo de la infraestructura económica básica que se usa para sostener la habitación y producción de los pueblos de las naciones.
Lo que no ha cambiado tanto a este respecto, es que el potencial para la existencia continua de la sociedad siempre ha dependido, desde que la especie humana existe en nuestro planeta, de elevar el nivel cualitativo de la productividad del total de la especie humana, per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio total. Este desempeño siempre ha requerido la expresión de las facultades de la mente humana que no existen en las formas inferiores de vida, que no existen en formas inferiores de vida tales como los simios superiores: la facultad de hacer y emplear el descubrimiento de un principio físico universal, ya sea en tanto principio físico como tal, o como un principio comparable de la composición artística clásica. Así, lo que a menudo se identifica como una modalidad “tradicional” en la sociedad, es una forma de cultura de suyo condenada a la destrucción, por definición; sólo una sociedad comprometida a elevar el nivel de las facultades productivas per cápita de toda la población a un principio de orden superior, mediante el aprovechamiento de los descubrimientos de principios físicos universales hechos por individuos, puede prosperar por largo tiempo. La humanidad en tanto especie sólo puede sobrevivir mediante esos avances en la práctica de principios científicos universales descubiertos, por los cuales se mantiene el nivel de la productividad neta del trabajo per cápita en relación con las fuerzas de desgaste del agotamiento marginal de los recursos naturales relativamente ricos.
Esta consideración, al aplicarla a la condición presente y futura implícita de la sociedad mundial, nos obliga a ver la función económica de los Estados nacionales soberanos desde una perspectiva cualitativamente más rigurosa de la que era una norma tolerable en períodos anteriores de los tiempos modernos.
Al observar las tendencias demográficas y el nivel de vida en Asia, por ejemplo, enfrentamos, en los casos cimeros de India y China, situaciones en las que la simple competitividad superficialmente aparente de esas economías en la actual estructura global y “globalizada” del comercio, depende ahora de mantener a cerca de 75% de la población, y de las porciones correspondientes del territorio nacional, en condiciones de pobreza real o potencialmente desesperadas. Para elevar el nivel de vida en Asia a los niveles que requerirán las economías y sistemas de gobierno estables para las próximas dos generaciones inmediatas y después, tiene que haber una mejora radical en los niveles de vida y la productividad física imperantes, per cápita y por kilómetro cuadrado. Esto significa, entre otras consideraciones, un aumento relativamente grande en el ritmo de consumo per cápita de las llamadas materias primas y, también, la necesidad relacionada de mejorar de forma amplia e intensa la calidad de los ambientes general e inmediato.
La competitividad superficialmente aparente de la economía china en
un mundo globalizado, depende de mantener a cerca del 70% de la población
en la pobreza. Por una parte, darle marcha atrás a esto requerirá
un aumento enorme en el consumo per cápita de materias primas. (Foto: clipart.com).
Esos requisitos inmediatos previsibles significan un gran aumento, a escala planetaria, en lo que es ahora el costo relativo de las materias primas, del modo que éstas se definirían primas en términos de los niveles ahora imperantes de productividad física, medidos en términos relativos de los ritmos per cápita y por kilómetro cuadrado hoy. Ese aumento en el costo sería insoportable, a menos que el costo social per cápita se redujera por saltos sucesivos en las tecnologías científicas empleadas. Es decir: a menos que se reduzcan esos costos per cápita a niveles porcentuales significativamente menores a los costos físicos actuales medidos per cápita y por kilómetro cuadrado.
Esta exigencia implica un acento marcado en la planificación económica; pero eso no quiere decir una “economía planificada marxista”. Por ejemplo, en el sistema marxista, el cual, como siempre han insistido Marx y los marxistas en general, es un derivado del sistema británico de economía política. Entre los marxistas en general, como en el propio sistema británico, no hay un entendimiento de la suerte de tasa de ganancia física requerida que implica la condición actual de la población mundial.[6] No hay una comprensión del hecho de que es el progreso intelectual que aportan en lo subjetivo los intelectos creativos solitarios individuales, lo que genera los ritmos aumentados de productividad, como con el progreso científico y tecnológico del que depende un margen de ganancia real en el producto. Por consiguiente, tenemos que retomar ahora esa ciencia de la economía física, como la definía el científico Godofredo Leibniz, que guió el desarrollo del Sistema Americano de economía política del secretario del Tesoro estadounidense Alexander Hamilton y otros.[7]
La libertad y la necesidad ahora
El ser humano individual y su sociedad están limitados de dos maneras cualitativamente distintas, pero interdependientes. Al individuo lo limitan las condiciones características de la sociedad en cierto momento y fase del desarrollo de esta última, pero la sociedad depende, para su existencia permanente, del desarrollo que sólo se deriva de las facultades creativas perfectamente soberanas de la mente individual. Éstas son las facultades cuya existencia negaban por completo matemáticos descarriados modernos tales como los empiristas Euler, Lagrange y sus seguidores, y también los empiristas radicales de hoy. Así, la sociedad entera y los poderes mentales creativos que existen, no en la sociedad como tal, sino, de modo ontológico, sólo en la persona individual, no en la sociedad en conjunto, se combinan como fuerzas distintas, pero interdependientes, que interactúan para producir un resultado combinado conocido como historia.
La continuación exitosa de la existencia de cualquier cultura depende de cambios revolucionarios en la misma, que sólo generan las facultades creativas de las personas individuales del caso. Es mediante la transmisión de esos descubrimientos creativos a otras personas individuales, como en la función de motor científico del diseño indispensable de máquinas–herramienta que encarnan nuestras industrias aeroespacial y automotriz, de sus descubridores a otros, que ocurre el progreso económico. Esto depende por completo de descubrimientos tales como los de principios físicos universales, así como de la cultura artística estrictamente clásica que se funda en las intenciones y principios clásicos de la composición, del modo que estas dos clases se asocian y son típicas de los antiguos pitagóricos de la cultura griega, que transforman a la sociedad al elevarla a una calidad superior de existencia.
Sólo las facultades cognoscitivas propiamente desarrolladas del ser humano individual pueden producir o reproducir el acto del descubrimiento de una clase experimentalmente demostrable de principio físico universal: un principio del universo. La aplicación de esos descubrimientos es lo que, por sí solo, demuestra la diferencia entre el ser humano individual y las bestias; es sólo mediante el descubrimiento y uso de esos principios que el hombre se eleva en lo cultural o, si se prefiere, lo económico, por encima del nivel de los cerdos, monos y simios.
La humanidad, como se expresa la participación en una sociedad, depende de elevar el nivel relativo del uso de los descubrimientos existentes de principios físicos universales, pero la sociedad no puede existir en una forma civilizada, excepto a través de adoptar los beneficios de esos descubrimientos adicionales de principios físicos universales y artísticos clásicos que sólo pueden producirse por las facultades soberanas únicas de la mente humana individual.[8]
Las modalidades científicas y artísticas clásicas veraces de tales descubrimientos de principio original son típicas y gobiernan el principio de liderazgo de los individuos, el mismo principio de la creatividad que demostraron los antiguos pitagóricos griegos, Platón y otros antirreduccionistas, del cual sigue dependiendo y, como cuestión de principio universal, siempre dependerá el progreso de la humanidad.[9]
La noción de un cuerpo nacional soberano de derecho constitucional derivado de la ley natural, depende por completo de ese conjunto universal de distinciones naturales que de este modo encarna el cuerpo de la ley natural universal. Esta noción de esa relación se resume, por tanto, como la noción que el griego clásico de La República de Platón llama ágape, el principio del ágape de Corintios I:13 del apóstol cristiano Pablo, que se conoce en el derecho natural europeo moderno como el principio del bienestar general, del cual ha dependido la existencia de los Estados nacionales soberanos modernos desde la Concordantia cathólica y la De docta ignorantia de Nicolás de Cusa. Éste es el principio que tuvieron como premisa los primeros Estados nacionales modernos, las sociedades republicanas de Luis XI de Francia y Enrique VII de Inglaterra, el principio de la ley natural universal que es la premisa de la totalidad de la Constitución federal de EU, una Constitución que el principio del bienestar general del Preámbulo subsume.
Aunque ese principio es antiguo, involucra ciertos principios universales de la ciencia, aunque no obstante poco conocidos al presente, en lo que ahora debe devenir en la aplicación moderna presente de este conjunto de relaciones funcionales definidas por el principio del bienestar general de la ley natural. Ya he resumido y explicado esto en otras ocasiones anteriores. Para que ningún lector inteligente se rezague, resumo aquí los conceptos esenciales.
Los descubrimientos que presentó V.I. Vernadsky dividen lo que nosotros los moradores de la Tierra conocemos como un universo físico en tres principios respectivamente independientes, pero interactivos. En grado ascendente, éstos están representados por: primero, el dominio experimental de los procesos inertes; segundo, el dominio de los procesos vivos no humanos, la biosfera; y, tercero, el dominio de los procesos vivos superiores, que él llamó noosfera. La biosfera usa materiales que selecciona de lo que el método experimental reconoce como el dominio inerte, pero produce un residuo fósil patentemente inerte que es de una calidad distinta del que generan los procesos inertes. La noosfera —la actividad cognoscitiva humana— usa materiales de la biosfera y residuos prebióticos, pero también genera su propio residuo fósil específico, un residuo que es funcional y cualitativamente distinto del de la biosfera. En la relación entre los tres dominios, la biosfera aumenta en tanto porcentaje de la masa de nuestro planeta, y la noosfera lo hace en relación tanto con el dominio abiótico como con la biosfera.
De este modo, la biosfera refleja la acción de un principio que no existe en esos procesos asociados con el dominio abiótico. Sólo la vida puede producir vida. La noosfera refleja la acción de un principio que no existe de otro modo en la biosfera, el principio de la acción cognoscitiva humana individual. Este principio de la acción humana individual, como es típica del descubrimiento individual de un principio físico universal demostrable mediante experimento, es el rasgo característico que distingue absolutamente a la especie humana de las formas inferiores de vida. Así como sólo la vida puede producir vida, sólo la cognición, un principio de otro modo distinto al de la vida, puede generar procesos cognoscitivos. De manera implícita, un solo caso de acción uno a uno de cada una de estas dos clases de principios bastaría para echar a andar el proceso correspondiente de desarrollo.
Estos tres principios interactúan de forma dinámica, pero, no obstante, son respectivamente distintos e independientes con respecto a la naturaleza de su existencia.
Está demostrado que estos tres principios físicos universales descubiertos, como lo ejemplifica el descubrimiento único original de la gravitación universal de Kepler, son eficientes en el universo. Por ende, sabemos, como Albert Einstein, que el universo, dado que encarna el principio de la creatividad, es finito en términos matemáticos y carece de límites fuera de él. Para replantear el razonamiento de Einstein como lo he hecho para la ciencia de la economía física: es finito y autolimitado, como por la personalidad de un Creador universal cuya creación volitiva del universo lo une. Es una creación premeditada que el ser humano individual puede imitar.[10] De ahí que tengamos, una vez más, la noción del hombre y la mujer hechos igualmente a imagen del Creador.
Así, tenemos el principio de la eficacia continua de las facultades creadoras del Creador, del modo que Filón de Alejandría censuró a los aristotélicos de su tiempo. Como diría un rabino conocedor, como hubiera dicho Filón de Alejandría: Dios mandará al Mesías cuando Él lo decida, no según la opinión de algún pobre ignorante que anda por ahí agitando un pedazo de papel y diciendo: “¡Yo tengo un contrato con Dios!” Basta de la noción de ese infeliz de un calendario preestablecido de la historia. A lo cual debería añadirse que la mayoría de las tareas que la gente ignorante le exige al Creador, son ahora más que nada las que Él nos ha asignado desempeñar.
Como los pobres infelices que andan corriendo con los ojos desorbitados: “¡Tengo la garantía de que Jesús va a pagar mi hipoteca!” Serían más sensatos si consideraran lo que Dios espera de ellos, si quieren gozar de Su gracia. Es hora de que los gemebundos y quejumbrosos maduren y acepten sus responsabilidades por el cuidado de la condición de la humanidad y nuestro planeta. Como dice el Evangelio, ¡es tiempo de que estos llorones presenten los resultados de los talentos que se les asignaron a este respecto!
Esta existencia ontológicamente cierta de semejante nexo manifiesto entre las facultades creativas y las responsabilidades de la humanidad, y el Creador, constituye así lo que en términos antológicos puede denominarse como un “cuarto dominio”, por encima del abiótico, la biosfera y la noosfera, en ese orden. Dicho lo anterior, lo que resta en esa vena de razonamiento sobre ese “cuarto dominio” se lo dejamos ahora a los teólogos (como el gran teólogo Platón), en tanto enfocamos nuestra atención aquí en los principios físicos subyacentes pertinentes de la economía.
Las consideraciones así delineadas definen una congruencia entre las nociones de libertad humana y veracidad. La verdad existe, de modo emblemático, sólo en su expresión del modo que la ciencia física experimental la define como un principio físico universal validable mediante experimento en tanto expresión paradigmática de veracidad. Esto se encuentra tanto en las modalidades clásicas de composición artística como en la ciencia física. El acto de descubrimiento de un principio físico universal válido a escala universal, es la expresión paradigmática de lo que ha de pretenderse que exprese la palabra “verdad”.
En otras palabras, el descubrimiento experimental de un principio físico universal eficiente es la definición paradigmática de verdad. Alegar sinceridad no es una excusa para mentir, ni siquiera para mentiras muy populares. La aplicación de descubrimientos validados de principio, como en el desarrollo impulsado por la ciencia de las facultades productivas del trabajo, es lo que ejemplifica el ejercicio de la verdad. Cualquier rechazo o evasión de este principio de veracidad, como en el caso de los existencialistas Teodoro Adorno y Hannah Arendt, es obra de un mentiroso.
Por tanto, cualquier ciencia económica competente ha de poner el acento en las mejoras revolucionarias de los principios empleados, al tiempo que trata otras medidas tomadas en ese marco como características secundarias y derivadas, más que como determinantes de la economía en consideración. De otro modo, la economía sería un mero estudio más en la materia de las ecologías animales. Sin duda, el problema es que el analfabetismo científico que impera en nuestra época, incluso en el propio EUA, presupone, al menos de forma implícita, como lo haría hoy un contador típico, que la economía es una mera variedad de comportamiento específico del dominio de la ecología animal.
A este respecto, mis propios descubrimientos originales en el campo de la ciencia de la economía física leibniziana tenían como premisa un rechazo tanto de la geometría euclidiana como de las doctrinas afines de la matemática cartesiana para la física. Yo fundé mi trabajo en el reconocimiento de que mis descubrimientos en este campo coincidían, en el cuerpo de la práctica científica física enseñada, con la obra de Bernhard Riemann.
La especie humana es una especie que se desarrolla a sí misma a voluntad, o lo que podría describirse como una especie que atraviesa por un desarrollo cualitativo evolutivo ascendente en virtud de la voluntad cognoscitiva, al descubrir y aplicar principios físicos universales nuevos, principios mediante los cuales el poder potencial de la humanidad para existir conforme a su propia naturaleza se basa en devenir, así, en efecto, en una especie superior por un acto de voluntad.
En la historia de la civilización europea, esa idea del potencial de la humanidad para evolucionar a voluntad en tanto especie se remonta para nosotros hoy, a la antigua Grecia de Tales, los pitagóricos, Solón de Atenas, Sócrates y Platón. Sin embargo, el modo de investigación científica física que tienen como premisa las contribuciones permanentes de esos antepasados al conocimiento, es lo que se conoce como la esférica, en oposición a la forma relativamente degenerada de lo que se conoce como geometría euclidiana.
Este método de la esférica, que aborda directamente el principio del descubrimiento creativo de principios universales, se remonta a los antiguos predecesores egipcios de estos griegos, quienes crearon este método a partir de la exploración del dominio astrofísico. El principio que expresa la esférica, el principio de creatividad del individuo singularmente soberano, o lo que los pitagóricos y Platón definían como dúnamis (poderes), ha sido siempre esa naturaleza de la especie humana que distingue al hombre de las bestias; el reconocimiento consciente de ese principio y su ejercicio, es un descubrimiento posterior de nuestra especie, un descubrimiento enclavado en algún tiempo distante previo a nuestros cálculos presentes.
La relación de la humanidad con el universo, del modo que me he referido aquí a las nociones de lo abiótico, la biosfera y la noosfera, es la esencia de una ciencia de la economía física, una noción de esa ciencia que al presente es indispensable para definir la práctica de las naciones y los pueblos en las generaciones inmediatas que nos esperan.
‘Infraestructura’
Para que la humanidad llegara a existir en nuestro planeta, tuvieron que satisfacerse ciertas condiciones. El sistema solar y sus planetas tuvieron que haber pasado por cierto desarrollo, que incluye el sistema de desarrollo de la vida vegetal y animal a un estado en que la existencia del hombre en tanto hombre cognoscitivo pudiera encontrar apropiado al planeta para la existencia de nuestra forma cognoscitiva de especie. Por ejemplo: hasta que los procesos vivos generaron los océanos y la atmósfera de una fase de oxidación de la superficie de nuestro planeta, y hasta que apareció la vida mamífera, las condiciones para el surgimiento autóctono del hombre y el desarrollo de la especie humana a partir de “condiciones primitivas” no se habían cumplido.
Como cuestión práctica, nuestra atención se enfoca en lo más inmediato en las condiciones conocidas y precondiciones de los sistemas de la actividad humana, desde el derretimiento de lo que había sido la acumulación de cientos de miles de años de glaciación en el hemisferio norte, desde hace aproximadamente 20.000 años, en especial desde el surgimiento de la historia conocida más o menos desde hace más de 10.000 años. Una comprensión general de los principios educibles de la economía física debe incitarnos a considerar los efectos de la elevación del nivel de los océanos, la onda larga de desertificación en el norte de África, Asia Menor y demás, y los cambios en los modos de organización y actividad social que se correlacionan con los aumentos sustentables en el nivel de vida de varias poblaciones en diferentes regiones. Así, ha de recalcarse la relación recíproca de la humanidad con su medio ambiente.
El rasgo más notable de la prehistoria e historia de estos acontecimientos, es el hecho de que las culturas relativamente más desarrolladas que encontramos en estos tiempos antiguos, fueron culturas marítimas cuyos descendientes principales aparecen como culturas transoceánicas o ribereñas diversas, luego como culturas río arriba, y, sólo con la aparición de los ferrocarriles en el siglo 19, llevan al desarrollo general aún en curso de los territorios interiores lejos de las principales vías fluviales.
Compara la tendencia general de los últimos 10.000 años y pico con el caso del desarrollo de EUA en la primera nación transcontinental del mundo, entre los océanos Atlántico y Pacífico, y sus fronteras canadiense y mexicana. La integración funcional de la nación se alcanzó a través de las vías fluviales y luego los ferrocarriles, y después con las redes eléctricas. En Europa se encuentran pautas parecidas.
La educación para alcanzar una competencia en relación con el
progreso tecnológico fue decisiva para que Europa y las Américas
alcanzaran los grados de progreso de los que disfrutaron antes de la debacle que
comenzó en 1971–1972. (Foto: clipart.com).
A través de elevar el nivel de vida físico y cultural y la educación del joven, Europa y las Américas lograron los grados pertinentes de progreso de los que disfrutaron antes de la decadencia y caída general que ha hecho presa de esos territorios a ritmos acelerados desde aproximadamente 1971–1972 y, con más fuerza, desde 1977–1982. Desde entonces, el desplome de la propia economía estadounidense, como la degeneración paralela de la organización y la cultura de Europa, ha estado asociado de modo prominente con la combinación del desgaste, por abandono, de la infraestructura económica básica y la norma del bienestar general, y la suspensión del desarrollo impulsado por el progreso tecnológico, de la producción física de la clase de bienes y educación relacionados con el progreso tecnológico en dicha producción. Es indicativo el agotamiento del otrora dominante desarrollo eficientemente productivo del estado del potencial mental de las poblaciones de Europa y las Américas en el período reciente de cerca de cuatro décadas, como el informe de 1963 de la oficina de la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en París, sobre la educación, ejemplifica la tendencia de degeneración moral en el desarrollo europeo de la mente de los jóvenes.
Estas cuatro últimas décadas de decadencia en las sociedades de las Américas y Europa posteriores a 1945, el período que se remonta, de modo más conspicuo, a la secuela del asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy y el inicio de la guerra de EU en Indochina, ilustra el significado del desarrollo y mantenimiento de lo que se denomina “infraestructura económica básica” tanto en el nivel de vida de la población como en sus facultades productivas, medidas per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio total.
Mira la degeneración física de la economía de EUA, todas las Américas y Europa, desde el viraje descendente de 1971–1981 de las economías hacia la combinación de un sistema monetario de tipos de cambio flotantes intrínsecamente inflacionario, y un viraje de las economías internas hacia una modalidad “posindustrial de economía de servicios” (ver Apéndice). Este viraje ocurrió bajo la influencia de una onda larga de alejamiento de una economía moderna de Estado nacional, hacia una forma de “globalización” que ahora está llegando al grado de convertirse en una parodia de la forma de sociedad europea del período medieval de alrededor del 1000 d.C., con el hundimiento de Europa en una “Nueva Era de Tinieblas” en el siglo 14.
La situación de abandono de los últimos casi cuarenta años en los centros urbanos de EU, los ha convertido en yermos desiertos. Una propiedad yace abandonada al lado del complejo hospitalario de clase mundial Johns Hopkins, sumándose a las del resto de los asolados barrios pobres de Baltimore (arriba, der.) (Fotos: EIRNS/Stuart Lewis).
Hasta hace poco, algunas de las peores consecuencias de las tendencias políticas “posindustriales” y “pro globalizadoras” del intervalo de 1971–2004, las había disfrazado de forma temporal el hecho de que en una economía moderna bien desarrollada las principales inversiones son en el principal capital agrícola, industrial y de la infraestructura económica básica con una larga vida relativa. Estas inversiones de capital físico tienen una vida físico–económica de aproximadamente una a dos o más generaciones, de un cuarto de siglo cada una. El transporte colectivo, la generación y distribución de electricidad, los sistemas de salubridad pública, las instituciones educativas, los sistemas de gestión de aguas, la agricultura independiente, la infraestructura urbana y la calidad de los métodos y el contenido de la educación en general han sido típicos del capital de largo plazo que ha venido marchitándose por el desuso, la degeneración o la falta de remplazo en el período reciente de casi cuatro décadas. Casi cuarenta años de abuso habitual, imprudente y malicioso, de negligencia y simple desperdicio, han alcanzado ahora a las naciones de las Américas y de Europa, en particular.
Por décadas, un necio pueblo de EUA se ha engañado a sí mismo con el cuento de que el cambio de una economía productiva a una llamada “economía de servicios” era permisible, e incluso deseable. Ahora el desperdicio y la ruina de casi cuarenta años nos toman por sorpresa, cuando el otrora capital físico obsoleto o derruido nos enfrenta con el fruto de casi dos generaciones de insensatez nacional. Si queremos sobrevivir, tenemos que prepararnos para pagar el precio de la supervivencia; tenemos que volver a ser un productor tecnológicamente agresivo, orientado por la ciencia, de infraestructura esencial, agricultura progresista independiente y manufacturas impulsadas por la ciencia. Tenemos que reducir las filas de los desempleados mediante su incorporación al grueso de la fuerza laboral, reconstruir la infraestructura económica básica que hemos destruido o dejado deteriorar, y adoptar misiones nacionales en el desarrollo de la producción que sean apropiadas tanto para nuestras necesidades nacionales como para las específicas de un mundo creciente y en desarrollo que nos exigirá ofertarles a aquellos en el exterior.
Lo que en esencia es nuevo, como ya lo he puesto de relieve arriba, es la necesidad de ir más allá de la mejor práctica físico–económica estadounidense de las décadas previas a 1968 en la historia de EU, para tomar en cuenta la necesidad de ampliar la noción de infraestructura económica básica de modo que incluya la formación de capital de largo plazo de “terriformación”, del modo que la obra señalada de Vernadsky implica que ya no podemos extraer los activos de la biosfera y la noosfera como recursos naturales a agotarse; no sólo tenemos que hacernos cada vez más responsables de la restauración del planeta al potencial de reservas anteriores de los llamados recursos naturales; no sólo tenemos que reabastecer los recursos; tenemos que mejorar lo que la naturaleza le había dado a la humanidad antes.
Una enseñanza del presidente Kennedy
El programa de crédito tributario a las inversiones que se emprendió con el Gobierno del presidente John F. Kennedy, sirve de ejemplo de la característica de largo aliento del modo en que el Sistema Americano de economía política difiere de esos modelos europeos que se basan en el sistema liberal angloholandés de gobierno de los banqueros centrales sobre las naciones.
El principio de un programa “genérico” de crédito tributario a las inversiones consiste en que el empresario que reinvierte las utilidades en mejoras de capital en la calidad del producto y la adición de capital físico nuevo, merece un trato más benévolo de la Superintendencia de Contribuciones, que el inversionista que desperdicia la utilidad en un frívolo “consumo conspicuo” o cuyos accionistas agarran sus ganancias para gastar en frivolidades o en alguna forma de especulación financiera. En nuestro Sistema Americano, desde Benjamín Franklin hasta Alexander Hamilton, alentamos a nuestros ciudadanos y empresarios a ahorrar de modo que aumenten la cantidad y eleven la calidad de la inversión de capital en mejoras físicas y en la productividad de toda nuestra economía.
El condado de Loudoun en el norte del estado de Virginia, que se ha
convertido en un suburbio más de la ciudad de Washington, es el lugar
donde está por reventar la burbuja hipotecaria especulativa más
grande de la historia. El precio de la vivienda se ha duplicado o triplicado en
sólo unos cuantos años, aunque ya hay señales de que la
burbuja empieza a desinflarse. (Foto: Stuart Lewis/EIRNS).
Así, con el Sistema Americano, en todos nuestros mejores momentos hemos usado la fuerza del Derecho, incluso el de los gravámenes, para regular la ventaja relativa de hacer lo que sea de provecho para el presente y el futuro de la sociedad entera.
La opinión contraria, asociada con la necedad desorbitada de la noción lockeana y otras parecidas del “valor del accionista”, dice que la buena salud es para quienes pueden pagarla: una política que por otro lado es un disparate terrible en materia de enfermedades infecciosas y salubridad pública. Así que, en general, cuando nuestros legisladores y administradores públicos no se comportan como estúpidos de ese modo lockeano, nuestro sistema de gobierno divide al total de la economía entre infraestructura pública y bienestar general, como cuestión de administración pública del gobierno, y la iniciativa privada que funciona en el dominio más amplio que define la administración pública.
Considera el caso de la burbuja hipotecaria del condado de Loudoun en Virginia, EU. El Condado de Loudoun es un blanco para el estallido “atómico” de la burbuja especulativa hipotecaria más grande de la historia moderna. En una zona más amplia, esa misma burbuja, con eje en los mercados de valores hipotecarios, penetra la red nacional y global de las finanzas asociadas con las agencias hipotecarias semiprivadas Fannie Mae y Freddie Mac. Se concentra con más intensidad en unas cuantas naciones, no sólo EUA, Inglaterra y España; pero la parte más débil y dilatada de la burbuja global es el condado de Loudoun. Estallará pronto, a menos que se tomen medidas de regulación para someter al control federal el potencial explosivo creciente de la burbuja.
Sin embargo, en este momento, en vez de observar el “megatonelaje” del potencial financiero explosivo que encarna la burbuja en sí, enfócate en el modo en que esta burbuja cobró existencia. Compara los aproximadamente 35 años de crecimiento de los suburbios ampliados alrededor de Washington, D.C., con la reducción de la población en las otrora zonas industriales más descollantes que comprendían las regiones occidentales del estado de Nueva York y Pensilvania, y Michigan, Ohio e Indiana.
Empezó con el programa de la Comisión Trilateral del asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski para la “desintegración controlada” de la economía estadounidense. La desregulación desbocada que se emprendió bajo la tutela de Brzezinski, echó luego a andar la pauta de decadencia nacional que llevó al ahora explosivo megatonelaje de las burbujas hipotecarias de centros de crecimiento poblacional como el condado de Loudoun.
Por ejemplo, la desregulación de los fletes ferroviarios y carreteros, y del transporte aéreo, llevó a la quiebra de aerolíneas y del sistema ferroviario, y a la carnicería de la supercompetencia en el transporte de carga carretero. A las zonas agrícolas y manufactureras fuera de los principales centros económicos, como en Michigan, el estado de Nueva York, Pensilvania, Ohio y demás, les quitaron el acceso equitativo al servicio de carga. De manera similar, en la mayoría de los aspectos de la economía se socavó la dispersión previa de la población y sus actividades económicas en las zonas de cada estado o región en su conjunto. Pueblos prácticamente fantasma, como amenaza en convertirse el propio Detroit, reflejan la migración de la población fuera de esas zonas hacia la congestión y la especulación de la suerte de crecimiento suburbano lunático visto en torno a la propia capital de la nación.
De hecho, como consecuencia del derrumbe del sistema ferroviario nacional (ver mapas 3a y 3b) y la virtual pérdida de un sistema de transporte aéreo continental, estamos perdiendo la nación, en el sentido de que, con las tendencias actuales, un ciudadano ya no puede abordar un tren o un avión en una parte de la nación y llegar de modo confiable a una comunidad pertinente en cualquiera otra del territorio nacional. ¡Es como si un conquistador invasor nos hubiera destruido de manera sistemática!
MAPAS 3a y 3b
La red de transporte ferroviario de pasajeros se encoge drásticamente en 40 años, de 1967 a 2004
Ver ampliación de mapa de 1967 Ver ampliación de mapa de 2004
Fuente: Asociación Nacional de Pasajeros de Ferrocarril de EU.
A nivel nacional el número de millas de vías cayó de 65.842 en 1967, a 22.453 en 2004, una pérdida de 66%. Una secuencia en forma de mapa de esta caída está disponible en el sitio electrónico de la Asociación Nacional de Pasajeros de Ferrocarril, www.narprail.com, y también puede encontrarse una secuencia animada en www.larouchepub.com/animations.
El aspecto concomitante de esa misma tendencia general de los últimos casi treinta años desde 1977, es el viraje de una sociedad productora a una “economía de servicios”. Este viraje en las pautas de empleo ha significado un desplome característico del nivel de ingreso real de las familias por toda la nación, y un desplome adjunto de la base impositiva —per cápita y por kilómetro cuadrado— de esa región de la nación y sus comunidades locales y regionales.
De forma más notable, dos Gobiernos entre 1969 y 1981 desataron más daño en EU que cualquier cosa que se haya experimentado antes desde el Gobierno de Hoover: los de Nixon y el Carter de la Trilateral de Brzezinski. El hecho más notable es que el programa de Kennedy de un alunizaje tripulado había dado pie al ritmo de crecimiento del potencial productivo más rápido del período de la posguerra, en el que se calcula que la economía ganó 10 centavos por cada uno que se gastó. Pero, de no ser por la Guerra de Vietnam, y de forma más significativa, los programas de Nixon y de la Comisión Trilateral, el programa espacial de Kennedy había iniciado lo que podía haberse convertido en el mayor salto de productividad y bienestar que haya visto el mundo.
Lo que nos arruinó, hasta la fecha, fue en lo principal el impacto de las medidas destructivas de los Gobiernos de Nixon y de la Comisión Trilateral. Las directrices de asesores, de los Arthur Burns, los George Shultz y los Henry Kissinger, que arruinaron el sistema monetario internacional en 1971–1972, fueron las medidas de desregulación que llevaron al derrumbe físico de las economías de Europa y las Américas. La desregulación que inició como una “desintegración controlada de la economía” durante la gestión de Brzezinski como asesor de seguridad nacional, fue lo que destruyó la economía nacional.
A consecuencia de estos cambios radicales combinados que se impusieron como directrices entre 1969 y 1981, del modo que esto se ha agravado con la función global rabiosa del tráfico de derivados financieros desde que Alan Greenspan asumió la presidencia de la Reserva Federal, los sistemas bancarios de las Américas, Europa y más allá están quebrados sin remedio, en su pauta actual de operaciones. No hay absolutamente ninguna solución a la presente crisis financiera, sin tomar medidas tales como que el Gobierno de EU intervenga al sistema mismo de la Reserva Federal para reorganizarlo por bancarrota.
No podríamos tolerar un derrumbe de reacción en cadena del sistema bancario. Las puertas de los bancos deben permanecer abiertas y las funciones ordinarias en efecto con el mínimo de inconvenientes para los depositantes y otros clientes. Se necesitará un período significativo de reorganización supervisada por el gobierno, durante el cual el sistema de la Reserva Federal ha de funcionar como si fuera, en efecto, un banco nacional diseñado conforme a los principios de Alexander Hamilton. Se tiene que establecer un sistema de regulación eficaz; sobre la base de esto, debe liberarse una gran cantidad de inversiones de largo plazo en la infraestructura económica básica, para elevar a toda la economía por encima del nivel de equilibrio.
Esto podría funcionar, siempre y cuando restauremos un facsímile razonable del sistema de regulación establecidos según las estipulaciones del gran programa de recuperación que se emprendió durante el Gobierno del presidente Franklin Roosevelt. Tenemos que darle marcha atrás a la destrucción sistémica del período de 1969–1981; la anulación de los cambios sistémicos de orientación que se efectuaron con Nixon, George Shultz, Henry Kissinger y la Comisión Trilateral de Zbigniew Brzezinski sería un comienzo, a lo cual pueden añadirse otras medidas necesarias.
El desafío se hace más patente al ver la posición de EUA en la economía mundial.
Ahora, siempre y cuando EU recupere el juicio con rapidez, ésta es la única nación del mundo que potencialmente puede guiar al planeta entero hacia la salida de la amenaza inminente de algo mucho peor que una mera depresión económica mundial. Sin ciertos cambios, una crisis de desintegración general del sistema mundial sería inevitable. Con los cambios apropiados en las relaciones económicas internacionales y en otras relaciones, al seguir, en esencia, el modelo de los precedentes de Franklin Roosevelt, podría darse una salida general del caos y ponerse en marcha una recuperación duradera.
Esta recuperación mundial tendría como modelo conceptual la definición de Franklin Roosevelt de un Fondo Monetario Internacional, no el modelo de banca central de John Maynard Keynes. Esta recuperación incluiría tratados de largo plazo, a entre 25 y 50 años de maduración, lo que crearía crédito internacional para obras físicas aprobadas, a tasas de interés simple por el orden del 1 a 2% anual. Tales acuerdos entre Estados soberanos requerirían restaurar un sistema monetario de tipos de cambio fijos. El peso mayor de tales acuerdos se concentraría en el desarrollo de Eurasia, al aprovechar las capacidades de Europa y EUA para ayudar tecnológicamente en esto, con arreglos parecidos norte–sur en las Américas. A condición de que estas inversiones se orienten en lo principal a proyectos de progreso agrícola, industrial y en la infraestructura con un gran avance tecnológico, la nueva deuda de largo plazo creada para este propósito sería sana, como demostró serlo la orientación de EU para reconstruir a la Europa arruinada por la guerra durante las dos décadas inmediatas del período de la posguerra.
Esto significaría prácticamente el fin del ruinoso poder global actual de las camarillas financieras sinarquistas del mundo. El orbe regresaría a la práctica de la banca reglamentada común; se acabarían los sistemas de banca central y los remplazaría una suerte de sistemas de banca nacional a los que el secretario del Tesoro Alexander Hamilton no hubiera objetado.[11]
El sistema económico que esto implica no es otra cosa que la aplicación del Sistema Americano de economía política original a las circunstancias de las realidades actuales: la asociación del gobierno del Estado nacional soberano con la iniciativa del empresario privado, en la que cada socio en esa relación contribuye con su propia capacidad específica para transmitir descubrimientos científicos y afines a la práctica, cada uno a su propio modo pertinente. Para ello, tenemos que proporcionar los sistemas de regulación con los cuales la libertad para la creatividad humana en la tradición pitagórica clásica, la expresión más esencial de la libertad política conocida en la historia, más que la especulación, forje el destino de las naciones y de sus pueblos.
La animación en tanto herramienta
En los últimos años he prescrito el diseño de métodos de animación computarizada de datos como una herramienta oportuna para entender y corregir la forma en que la economía estadounidense ha venido destruyéndose a sí misma en el transcurso de las últimas cuatro décadas, desde el inicio de la guerra de EU en Indochina. Hemos tomado en cuenta el período previo a esas décadas en las comparaciones, para mostrar con nitidez los cambios de fase cualitativos que ocurrieron en torno a los cambios radicales en la política oficial estadounidense con las presidencias del intervalo de 1969–1981.
A fin de establecer un marco de referencia para estos estudios, empezamos con cada uno de los condados que conforman el territorio de los estados de la Unión Americana. Se tomaron en cuenta datos disponibles de registros oficiales o comparables para cada uno de esos años, datos que bastarían para mostrar una tendencia de cambio, año por año, en los parámetros físicos de todos los condados. Aunque a veces se usaron datos financieros para ilustrar la relación con frecuencia contradictoria entre las tendencias financieras y los cambios físicos en la vida real, en esencia el razonamiento siempre se fundó en consideraciones físico–económicas y otras —también físicas— relacionadas, más que en las estadísticas financieras (ver mapas 4a y 4b). MAPAS 4a y 4b
Caída en el número de condados de
Pensilvania que cumplen con la norma Hill-Burton de camas de hospital por cada
1.000 habitantes
Fuente: Departamento de Salud de
Pensilvania.
En 1980, 27 de los 67 condados de Pensilvania
cumplían o excedían el número de camas de hospital por cada
mil habitantes de la norma federal que estableció el principio de la ley
Hill-Burton en 1946, de brindar infraestructura médica en base a la
densidad poblacional. Pero, para 2002, ninguno de sus condados—excepto el
de Montour, que alberga al sistema hospitalario Geisinger, el cual está
bien financiado por intereses privados—satisfizo esa norma. El case de
Pensilvania caracteriza el desmantelamiento de la infraestructura de salud de
EU. En Ohio, por ejemplo, había 3,4 camas de hospital público por
cada 1.000 habitantes en 1958, proporción que cayó a 2,9 en
2001.
Con éste propósito, hemos seguido el precedente de usar tomas a intervalos para las animaciones, como en el estudio de los procesos vivos.
Con las velocidades y la memoria digital funcional de las computadoras modernas, incluso con los modelos portátiles actuales, puede hacerse mucho de importancia que es indispensable para exponer la opinión por lo común aceptada, pero en realidad radicalmente falsa, sobre lo que ha pasado con la economía en los últimos cuarenta años, en comparación con las dos primeras décadas del período inmediato de la posguerra. Sin embargo, también introdujimos algo a esta clase de estudio que evita el error a veces catastrófico que se comete al intentar construir modelos económicos computarizados a partir de variedades apriorísticas de modelos matemáticos. Al prescribir este programa de animaciones computarizadas de los procesos físico–económicos, evité el error común del modelaje económico adoptando como precedente el enfoque que Johannes Kepler usó en el descubrimiento del principio de la gravitación universal.
El más significativo de este modo de representación gráfica de conjuntos de datos reales es el que, como en la representación gráfica de Johannes Kepler de su versión meticulosamente corregida de la serie de datos que dejó Tico Brahe, mostraba una pauta funcional trascendental, en ese caso, de la Tierra y de Marte al orbitar alrededor del Sol. Semejantes pautas en las relaciones entre datos históricos, cuando las pruebas lo certifican, tienen un significado especial. Delatan la presencia de un principio trascendental de acción. Son notables las pautas que muestran cambios para mejorar o empeorar en el conjunto de principios que operan en determinar la trayectoria económica real. Son esas pautas “no lineales”, si y cuando en realidad ocurren, las que representan los casos más significativos a considerar.
Explico la cuestión decisiva que implica esta alternativa de método para diseñar animaciones por computadora. El método de Kepler, como el que he empleado yo, coincidía con los objetivos del enfoque de Bernhard Riemann en para formular una física matemática de hipergeometrías, en la que no se permite ningún supuesto a priori, como los de la geometría euclidiana o la matemática cartesiana. En este enfoque dejamos que la naturaleza nos enseñe los principios pertinentes del universo, en vez de procurar, como lo hacía Euclides, imponer de antemano un conjunto de definiciones, axiomas y postulados arbitrarios.
En la fotografía a intervalos competente de la biología, dejamos que los procesos vivos revelen la expresión característica de su comportamiento, tal como Kepler le permitió al sistema solar revelar el principio físico universal que llamamos gravitación universal. De modo que, en los procesos económicos de la vida real, si tomamos en cuenta como es debido una cantidad adecuada de factores aparentes, tal como Kepler usó la alineación periódica de Marte, la Tierra y el Sol, los datos animados así representados nos mostrarán cómo se comporta este proceso complejo y, ojalá, nos ayudará a reconocer las características de principio de la interacción entre muchas de las combinaciones pertinentes de los procesos inertes, vivos y mentales humanos que están interactuando dentro de los confines de un proceso social de características físico–económicas.
Dado que, como he puesto de relieve aquí antes, el aspecto dominante de una economía moderna es la función de los ciclos del capital físico que se cuentan en el lapso de generaciones, obtener imágenes significativas de la manera en que han estado funcionando los procesos económicos requiere animaciones que abarcan 25 a 50 años: dos generaciones modernas. Como ya he subrayado, la “vida útil” de las inversiones de capital esencial de largo plazo, como las que se requieren a modo de inversiones estatales en la infraestructura económica básica, son por el orden de no menos de una a dos generaciones para una economía moderna. De otro modo, un estudio del período de 1925–2005, que abarca lo que va de la Depresión de Hoover, la recuperación de Roosevelt, las dos décadas de la posguerra de crecimiento continuo de la riqueza per cápita en EUA, y la larga debacle desde aproximadamente el comienzo de la guerra estadounidense en Indochina, debe proporcionar el fundamento para cualquier programa universitario competente de economía. Esto pondría el acento en los resultados medidos en términos físicos, pero comparados con las decisiones políticas pertinentes que se tomaron por la influencia de común contraria del pensamiento monetario–financiero.
De forma parecida, si consideramos el surgimiento de las pruebas de la distinción entre la biosfera y la noosfera a partir de las raíces de este estudio en la obra de Luis Pasteur, llegamos a la cuestión, como lo mostró Vernadsky de manera sistémica de 1935 en adelante, de que el comportamiento de los procesos inertes, vivos y cognoscitivos es mutuamente distinto. Vernadsky y sus colaboradores en esencia dejaron que las pruebas materiales revelaran el comportamiento característico de la clase de procesos considerados, en comparación con una norma diferente de conducta en procesos de una calidad diferente. Entonces, los procesos inertes, los meramente vivos y los cognoscitivos tienen, de forma respectiva, formas distintas de comportamiento característico.
Las pruebas que nos muestran la presencia de tales distinciones, no revelan simplemente los principios pertinentes a partir de la animación de los datos. Sólo los procesos cognoscitivos de la mente humana han descubierto y dominado alguna vez el principio físico universal responsable de la distinción manifiesta del caso en el comportamiento. Ése es precisamente el mérito del enfoque que hemos adoptado para las animaciones estadísticas en el dominio de la economía física: obligar a que las pruebas así recabadas a modo de animación desafíen la mente soberana individual de los seres humanos individual pertinentes para que descubra el principio que da cuenta de la distinción cualitativa entre una clase de proceso y otra.
Por ejemplo: ¿cómo descubriría uno, a partir de una secuencia de huellas, si el rastro lo dejó un animal o un ser humano? ¿Qué clase de experimento tendría que aceptarse como una secuencia que sólo la mente humana pudo haber dejado? ¿Cómo, por ejemplo, cierta clase de rastro podría mostrarnos que las pruebas del caso apuntan al comportamiento de un ser cognoscitivo, de un humano, más que al de una especie no cognoscitiva, de un simio superior? En éste caso, el tipo de anomalías que habría que buscar son relativamente obvias en muchos casos.
El estudio de diferentes clases de orden social, de diferentes estados de desarrollo cultural y demás, es decisivo para un entendimiento más a fondo de la sociedad y su desarrollo.
Esto ofrece un modo sencillo de pensar sobre la definición de la orientación de la práctica físico–económica de una civilización, la definición de las características de su cultura. Las animaciones computarizadas, cuando se usan para ayudar a descubrir las anomalías que reflejan los datos así procesados, han de remplazar a la estadística ordinaria, en especial la meramente financiera, en mostrar cómo las directrices actuales definen la suerte del futuro.
La clave de todo lo que esto implica, es la distinción de la función cognoscitiva humana, de la que es típico el descubrimiento original de un principio físico universal. Es el contraste entre la transformación de una sociedad, a lo largo de una generación o más, bajo la influencia de las creencias en el cero crecimiento tecnológico, y una basada, antes, en el estado mental que expresa el imperativo de Kennedy del alunizaje tripulado. La posibilidad de que EU se recupere, en especial, de la embestida actual de la catástrofe económica global, depende de reconocer la diferencia entre una y otra clase de comportamiento en la toma de decisiones económicas. También depende de poder mostrarle a los círculos prominentes de la sociedad, y también a la población en general, qué pautas habituales de comportamiento en la toma de decisiones han causado la debacle inminentemente fatal de la economía estadounidense en las últimas cuatro décadas, a diferencia de que llevan a la recuperación y a los grados necesarios de progreso. La función de dichos estudios basados en las animaciones consiste en aportar una nueva calidad de herramienta educativa para definir las políticas de nuestra nación, y las del mundo.
3. El programa inmediato requerido
El equivalente del crac bursátil estadounidense de 1929 ocurrió a principios de octubre de 1987, precisamente como lo había pronosticado a principios del año anterior. En respuesta a ese crac, se escogió el que probablemente era el peor conjunto de perspectivas de largo plazo, con el gobierno entrante tanto del presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan como del presidente estadounidense George H.W. Bush. Lo que pasó a este respecto en los 1990, no sólo fue la peor alternativa posible para el propio EUA, sino también para Europa y el mundo en general.
Los aspectos más pertinentes de la historia de este asunto son, en lo esencial, los siguientes.
En febrero de 1983 le advertí al representante del Gobierno soviético, con quien había tenido intercambios “extraoficiales” a favor de la perspectiva de lo que el presidente Reagan llamaría la “Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE)”, que si el Presidente mismo le presentaba la iniciativa que yo le había planteado al Gobierno soviético, y si éste rechazaba la oferta del Presidente, el sistema soviético se vendría abajo en lo económico en “unos cinco años”. El Presidente hizo ese ofrecimiento público el 23 de marzo de 1983, y el Gobierno soviético de Andrópov pronto rechazó por completo esto, de un modo perentorio, desatinado y muy sucio. Semanas después de estos acontecimientos repetí mis advertencias, esta vez en público; ése fue el primero de mis repetidos pronósticos públicos de una catástrofe económica soviética que era probable que ocurriera más o menos para 1988.
Unos cinco años después, en una declaración televisada que di a conocer el 12 de octubre de 1988 desde el hotel Bristol–Kempinski de Berlín, advertí de la inminente desintegración de reacción en cadena del sistema soviético, que probablemente empezaría por Polonia. Advertí que a eso seguiría una desintegración inminente del sistema del CAME, con la reunificación probable de Alemania y el nombramiento de Berlín, de nuevo, como capital de esa nación. Mi declaración oral en la conferencia de prensa de Berlín del escrito que había preparado, se grabó para la televisión y se difundió más tarde ese mismo mes, con lujo de detalle, por una cadena nacional de televisión de EU. En el transcurso del año siguiente, el derrumbe de reacción en cadena de la alianza soviética, que comenzó en Polonia, empezó a propagarse hacia Alemania Oriental. Para cuando se abrió el Muro de Berlín al Occidente, el presidente George H.W. Bush llevaba ya la mayor parte del año de 1989 en funciones.
En ese momento, mi esposa Helga y yo, junto con un pequeño grupo de colaboradores, elaboramos un programa para la reorganización de la economía de Europa, al cual ella llamó el “Triángulo Productivo Europeo”. Acordamos llamarlo el “Triángulo París–Viena–Berlín” (ver mapa 5), porque representaba una de las mayores concentraciones de potencial productivo del mundo, con eje entonces en esa región de las conexiones ferroviarias y fluviales existentes. Poco tiempo después esta perspectiva de desarrollo se amplió con la propuesta de lo que ella y otros denominaron el “Puente Terrestre Eurasiático”, con la intención de incluir el transporte de levitación magnética para carga y pasajeros, desde la región del Triángulo Productivo Europeo hasta las principales ciudades costeras de China. Ella luego viajó, a invitación de China, para impartir conferencias sobre esta propuesta.
El Triángulo Productivo París-Berlín-Viena
Fuente: EIRNS.
Cuando cayó el sistema comunista de Alemania Oriental, Helga
Zepp–LaRouche, en colaboración con su esposo Lyndon LaRouche,
plantearon el concepto del “Triángulo Productivo” europeo de
crear un núcleo de desarrollo de alta tecnología que reviviera la
economía de Europa, para luego irradiarlo, a través de brazos en
espiral, hacia Asia, África y el Oriente Medio.
Helga Zepp–LaRouche habla en Pekín en 1996. Su labor en pro
del Puente Terrestre Eurasiático recibió el apoyo entusiasta del
Gobierno chino. Aunque el plan ha hecho algo de progreso, la gran escala a la
que se concibió fue saboteada, más que nada por los Gobiernos de
Gran Bretaña y Francia. (Foto: Instituto Schiller).
Por desgracia, las posibilidades optimistas de esta índole fueron saboteadas, en lo principal a iniciativa de las facciones que odian Alemania y que dominaban los Gobiernos de Gran Bretaña y Francia en ese momento. Buena parte del potencial económico que había en Europa Central en ese momento ya no existe, un potencial que se destruyó desde entonces a un grado significativo con las medidas depredadoras que activaron las iniciativas de la primera ministra Margaret Thatcher de Londres y el presidente François Mitterrand de Francia. Esas medidas depredadoras contra Alemania han continuado con la imposición de los ahora infames acuerdos de Maastricht.
En medio de estos acontecimientos, el Gobierno estadounidense del presidente George H.W. Bush intervino para moderar la locura depredadora de Thatcher y Mitterrand, pero Bush no hizo todo lo que debió haber hecho para reprimirlos bruscamente. Si EU hubiese actuado como debía para impulsar la cooperación de Francia en dirección de la perspectiva de De Gaulle y Adenauer, de “una Europa desde el Atlántico hasta los Urales”, se hubiera evitado lo peor de los problemas económicos que han sobrevenido desde entonces.
Peor aún, en vez de asimilar el potencial físico productivo del antiguo bloque soviético a la economía europea, el intervalo de 1990–1998 y después se dedicó al saqueo de los Estados que habían formado parte de la Unión Soviética, y al saqueo salvaje y destrucción concomitante, hasta la fecha, de los pueblos de Polonia, Eslovaquia, Hungría, los Estados de los Balcanes, etc. En lo económico, prácticamente todos los antiguos Estados miembros del CAME están en una condición de saqueo, muy por debajo de la norma económica de 1988.
Los errores de los cuales participó EU durante el período de 1989–1992, forman parte integral de la crisis financiera, monetaria y económica mundial actual.
Nosotros en EU, y también en lo que fuera Europa Occidental entonces, estamos sufriendo de manera monstruosa hoy día, de los efectos ahora de la ruina injustificable que infligieron entonces nuestros gobiernos, a modo de “aventureros”, a esas economías del antiguo sistema del CAME y otras. Así, en la antigua región de la República Democrática Alemana, “la tierra de Mielke und Honi”, el Gobierno de Alemania le hizo esto a los alemanes por órdenes que eran, en lo principal, británicas y francesas.
Sin embargo, para evaluar este asunto de manera apropiada, tenemos que reconocer que la maldad en la que participaron Thatcher y Mitterrand, no fue sólo una expresión de sus personalidades. Estas y otras decisiones relacionadas del período desde entonces hasta ahora, fueron un reflejo de las características de la forma de sistema monetario–financiero internacional desde el rompimiento del sistema original de Bretton Woods en 1971–1972, un rompimiento realizado en el interés de una camarilla global de intereses financieros privados con centro en Europa que todavía, al presente, domina el actual sistema monetario–financiero mundial. Esa camarilla representa la misma —así llamada— internacional sinarquista que le dio al mundo la tiranía fascista de Hitler y otras del intervalo de 1922–1945.
Lo que se le ha hecho a esas naciones víctima con los términos impuestos en los 1990, no es, por supuesto, estrictamente comparable con la explotación nazi de los territorios ocupados, pero, no obstante, el hedor de la misma internacional sinarquista que creó los regímenes fascistas europeos de 1922–1945 está presente. ¡La ironía es que nosotros en EUA y Europa Occidental nos hemos hecho ahora a nosotros mismos mucho de lo que le hicimos al antiguo bloque del CAME desde 1989!
El derrumbe actual
En las condiciones de 1987–1990, las consecuencias financieras del paralelo con las de la secuela de la crisis bursátil de Hoover se hubieran sentido antes de lo que ha sido el caso en realidad, de no ser por la combinación del saqueo de regiones del sistema del CAME y el retraso del día del ajuste de cuentas, por más de una década, mediante la versión estilo “John Law” de burbujas financieras conocida como “derivados financieros”.
Los dos diagramas de la “triple curva” que he usado desde 1995 ilustran la cuestión (ver gráficas 1 y 2). El ritmo de expansión financiera y monetaria, per cápita y por kilómetro cuadrado, en relación con el producto físico productivo, muestra la realidad de la expansión hiperinflacionaria. El proceso que se puso en marcha, de continuar, ha de llegar a un grado en el que el sistema económico mismo se derrumba: o se derrumba en un desplome deflacionario de los precios, o en un estallido hiperinflacionario similar al que azotó a la Alemania de Weimar en 1923. Ya entramos a esa fase de los acontecimientos.
Los diagramas heurísticos de la “triple curva” de LaRouche ilustran la tendencia a la expansión hiperinflacionaria, una vez que se reduce al mínimo el producto físico productivo de una economía. La segunda gráfica muestra el punto en el que los agregados monetarios rebasan el crecimiento general de los agregados financieros: un estallido hiperinflacionario.
Como cuestión de generalidades, nadie podría predecir, de forma mecánica, el día en que ocurriría un derrumbe de este tipo. Sin embargo, eso no significa que no pueda hacerse un pronóstico preciso de tales acontecimientos. Yo he hecho una cantidad notable de tales pronósticos económicos exitosos. Aunque quizás sólo muy rara vez podamos predecir un suceso específico que ocurra en un día específico, lo que podemos y tenemos que pronosticar con un sentido de certeza científica, es el paso a lo que se describe con justicia como una condición límite, del modo que lo ilustran aquí, de nuevo, las dos gráficas de la “triple curva”. El cambio marcado a un estado de cosas después del cual la corrección de principio necesaria en ese momento sólo puede posponerse con medidas que empeoran la calidad de la situación, es típico de tales condiciones límite.
Luego del punto de paso a la condición límite, el “libre albedrío” puede seguir posponiendo el proverbial “día del ajuste de cuentas”; empero, en tales casos el aplazamiento tiene un precio; es previsible que se reduzca el conjunto de acontecimientos alternativos, pero, como lo demuestran las últimas décadas, a cada retraso la situación sólo empeora cualitativamente, cada vez que se pospone el cambio necesario de dirección. En general la norma es que entre más éxito se tenga en posponer de forma temporal el derrumbe, más letal será cuando golpee. La virtual desaparición de todo el sistema de pensiones del que por mucho tiempo han dependido grandes sectores pertinentes de la población, ilustra la cuestión. La espiral de burbujas hipotecarias de EU, el Reino Unido, España y otros lugares, son ilustraciones espeluznantes de esta cuestión. La manera como se han pospuesto las cosas desde octubre de 1987 significa ya que el peligro de una depresión como la de principios de los 1930 ha quedado remplazado por el riesgo de una crisis de desintegración mundial general como la que hizo erupción en la forma de la “Nueva Era de Tinieblas” del siglo 14 en Europa.
Podría evitarse que la crisis que ahora arremete se convirtiera en semejante “crisis de desintegración general”, siempre y cuando estemos dispuestos a desechar el actual sistema monetario–financiero mundial y retornar, mediante la reorganización por bancarrota dirigida por el gobierno, a algo que se haga eco del sistema original de Bretton Woods. Eso no sólo significa abandonar el sistema actual de tipos de cambio flotantes posterior a 1971–1972, la forma actual del llamado sistema del FMI. Significa desechar por completo los conceptos monetaristas que el sistema actual del FMI tiene como premisa. Escapar de la embestida de la desintegración mundial del sistema económico actual del orbe significa, en esencia, restaurar aquellos principios del Sistema Americano de economía política que el presidente Franklin Roosevelt tomó como premisa en la recuperación de EU del legado desastroso de los Gobiernos de los presidentes Calvin Coolidge y Herbert Hoover.
Sin embargo, las obligaciones financieras actuales del sistema no podrían pagarse nunca en lo que al presente se consideraría “con puntualidad”. Al momento del crac bursátil de octubre de 1987, la reorganización del sistema pudo haberse dispuesto de una manera más ordenada. El problema hoy es la acumulación de la gran cantidad de apuestas colaterales de tahúres, llamadas “derivados financieros” (ver gráfica 3); éstas han de cancelarse de manera ordenada. La deuda de los derivados financieros simplemente tiene que desecharse o congelarse, suspendida, hasta que el asunto pueda ponerse en orden con el paso del tiempo.
Algunos protestarán como desaforados a voz en cuello que tales medidas contra los intereses financieros del caso que sobrevivan sería “inmoral”, un “incumplimiento de contrato”, una “violación al valor del accionista”, y lloriqueos similares. El hecho es que en la actualidad tenemos las pruebas que demuestran, fuera de toda duda, que todo el arreglo, en especial desde 1971, ha sido una estafa gigantesca. El principio moral en cuestión es que ahora tenemos que enderezar lo que se nos ha mostrado que no sólo se ha hecho mal, sino con un propósito perverso de los autores principales del sistema monetario–financiero internacional actual. La regla del asunto pertinente consiste en enderezar lo que se hizo mal.
Los reparos a esa medida serán fuertes, incluso inclementes; pero, si esos reparos se sostienen, la civilización tal y como la hemos definido hasta ahora desaparecerá, y eso a escala planetaria. El problema adicional es que a los representantes de los intereses depredadores internacionales de las finanzas mundiales hoy día los aqueja, predominantemente, una estupidez increíble en materia de economía, al compararlos con sus predecesores de los 1920 posteriores a Versalles. Ellos mismos se han infectado profundamente con la ideología “posindustrial”, de la “economía de servicios”, que se ha vuelto característica de ese segmento de, en su mayoría los que tienen entre 55 y 65 años de edad, que es típico de la administración de empresas en la actualidad. Sus predecesores de los 1920 a los 1950, y después, aún creían en la realidad de que la sociedad depende del desarrollo y mantenimiento de la infraestructura económica básica, y del aumento de la capacidad productiva de la empresa agroindustrial. Desde 1987–1992, la coincidencia del ascenso de la generación “sesentiochera” a los cargos más altos del poder, o casi los más altos, en las instituciones financieras y gubernamentales, con el desplome concurrente del sistema soviético en tanto sistema rival, les imbuyó algo parecido a la mentalidad de las burbujas a la “John Law” de principios del siglo 19. El estrato dirigente que asumió el mando en el transcurso de los 1990, por lo general está histérico en su pretendida negación de la necesidad de temer la pérdida del poder del progreso tecnológico agroindustrial nacional. La consecuencia de este cambio ha sido algo similar a una psicosis colectiva en el estrato social dirigente de muchas partes del mundo, de forma más notable el de EUA y Europa Occidental hoy día.
Un segmento cada vez mayor de la población en posiciones de gobierno importantes en las Américas y Europa, apenas hasta hace poco ha vuelto a acercarse cuando menos a reconocer el significado determinante de las realidades físicas de la infraestructura, la agricultura y la industria, que fuera característico de la administración económica y política de EU hasta que vino el cambio de paradigma cultural descendente de fines de los 1960 y los 1970. Típica de ese segmento decisivo de la dirigencia de nuestra nación, es la oposición creciente en el seno del Congreso estadounidense, entre otros lugares pertinentes, contra la locura declarada actual de la Presidencia de Bush y Cheney.
Al presente nuestro sistema de gobierno constitucional corre grave peligro. El peligro lo representa el hecho de que hemos entrado a un período de aguda crisis existencial, tanto de nuestra nación como del mundo que nos rodea, con la dirección nominal de un patético Presidente de EU, un enclenque discapacitado mental que, en su capricho malicioso, exhibe una tendencia, bajo la influencia del Vicepresidente que en gran medida lo domina, a adoptar algunas de las peculiaridades (y sus consecuencias) del emperador romano Nerón. Esta situación no sólo demuestra los defectos mentales y morales de este Presidente y su presidencia, sino también los efectos que se expresan en el grado al que la población y las instituciones estadounidenses han llegado a compartir la decadencia de una forma de sofistería como la de la Atenas de suyo condenada a destruirse de la guerra del Peloponeso, una cualidad de sofistería que ha tenido tambaleándose a nuestras instituciones de gobierno por casi cuatro décadas.
La función de liderato que debemos de exigirle a nuestro sistema de gobierno, en especial a nuestro ejecutivo en jefe, es la clase de capacidad de mando que de otro modo es representativa de los intelectos asociados con el descubrimiento científico y artístico creativo de los principios universales eficientes del caso. El ejecutivo en jefe debe poseer esas cualidades de juicio y carácter, o adquirir el hábito de adoptar y emplear a asesores cercanos que las tengan.
El gobierno, cuando se practica con competencia, se basa en decisiones que, cualquiera que sean sus efectos de corto plazo, tienen implicaciones de largo alcance para toda la sociedad en un lapso de décadas o más por venir. El liderazgo, como el que necesitamos de un presidente de la república elegido de modo eficiente, no es, contrario a los depredadores de la Sociedad Federalista, una cuestión de “voluntad férrea” arbitraria, a imitación del Adolfo Hitler de Carl Schmitt —“férrea como el acero de Krupp”— sino que, más bien, expresa el sentido de humildad de una persona que reconoce que él o ella está tomando una decisión que influirá en el bienestar general, quizás hasta en la existencia permanente de la república, por décadas o más por venir.
Entonces, la función del presidente debe representar a menudo la misma cualidad de toma de decisiones singularmente individual que esperaríamos del descubridor de un principio fundamental de la ciencia. Esto es así en especial en momentos de crisis, como cuando el presidente George Washington encaró las responsabilidades solitarias que compartió con el secretario del Tesoro Hamilton, cuando un número significativo de próceres destacados de la república entre los miembros de su gobierno, tales como Jefferson y Adams, abandonaron el camino recto en reacción desviada a la Revolución Francesa de julio de 1789 y el Terror subsiguiente. Tales fueron los desafíos posteriores de los presidentes Monroe, John Quincy Adams, Lincoln y Franklin Roosevelt. La cualidad de liderazgo que requiere un sistema presidencial de gobierno, en vez de un sistema parlamentario siempre falible, es la misma que se espera justo de un científico o de un gran artista clásico. O uno capaz de reconocer dichas cualidades de descubrimiento en otros en quienes él o ella confía. Necesitamos un hombre o mujer de principios, no un pragmático, y ciertamente no un criatura con una pobreza de espíritu tan terrible como el actual Presidente.
3.1 La necesidad de la regeneración nacionalÌUn sistema ferroviario nacional no es un acontecimiento, es un principio, un principio que el pueblo insensato de EUA ha abandonado y, de este modo, prácticamente destruido. Por principio quiero decir principios físicos en el sentido del descubrimiento único original de Johannes Kepler de la gravitación universal, en tanto principio del universo físico. Los sistemas hidráulicos, eléctricos, de comunicación electrónica y demás no son meras cosas, son expresiones de un principio relativamente universal de organización del territorio y de las relaciones sociales en las sociedades. En tanto principios, son tan característicos de clases específicas de sociedades, como la gravitación es un principio del universo en su conjunto.
Así, en las tres últimas décadas de destrucción de la suerte de economía agroindustrial, con su infraestructura esencial, como existía antes de 1968–1972, no sólo hemos destruido cosas, sino los principios de los que había dependido antes la existencia de nuestra nación, sus procesos físicos y sociales. La consecuencia, como debemos reconocerlo con claridad hoy, es que se ha arruinado a nuestra sociedad por la pérdida de principios esenciales de los que había dependido su estado previo superior de desarrollo en tanto especie de la sociedad. Para recuperarse de la catástrofe que ha hecho presa de nuestra sociedad bajo el rubro de “una economía de servicios”, tenemos que regenerar a nuestra nación al nivel superior de calidad organizativa del que nos hemos retraído hasta el estado de ruina creciente que experimentamos hoy día.
De modo similar, no sólo debemos restaurar los sistemas de principio de la infraestructura económica básica. Tenemos que reconocer el principio de las máquinas–herramienta alojado en esas industrias aerospacial y automotriz que estamos destruyendo ahora, también como principios. Una nación sin un principio de máquinas–herramienta que funcione como característica de sus procesos productivos es, en lo físico y lo moral, de una especie inferior de existencia moderna que una que domina dicho sistema de principio. “Una nación sin un principio de
máquinas–herramienta que funcione como característica de sus
procesos productivos es, en lo físico y lo moral, de una especie inferior
de existencia moderna que una que domina dicho sistema de principio”.
Laboratorio de investigación de la industria
metalúrgica. Estos principios respectivos de infraestructura económica básica y producción de bienes discretos son todos de un carácter relativamente de largo plazo. Su expresión típica es del orden de una o más generaciones de 25 años cada una. El principio mismo, por lo común, tiene una vida de siglos.
Esto nos obliga a reexaminar los supuestos que llevaron a nuestra nación a abandonar esos principios de los que había dependido nuestra previa prosperidad relativa, per cápita y por kilómetro cuadrado. La sofistería del existencialismo y, de forma más concreta, el Congreso a Favor de la Libertad Cultural son típicos de estos malhechores, los supuestos que llevaron a gran parte de nuestra población a unirse para destruir la capacidad de nuestra nación de sostener y mejorar nuestra prosperidad. Tal como la secta de la llamada sofistería condujo a la antigua Atenas a autodestruirse en la guerra del Peloponeso, la secta de la sofistería que ha perdurado, y que viene empeorando, desde que la desataron en la época que siguió a Franklin Roosevelt, generó el paso imperceptible hacia la depravación de un giro abrupto apasionado a lo que vino a conocerse desde mediados de los 1960 por nombres diversos tales como “sociedad posindustrial”, “ambientalismo” y “economía de servicios”.
Los individuos y los estratos sociales adoptan supuestos que tratan, de manera correcta o falsa, como principios. Estos principios reales o falsos funcionan luego como si fueran conjuntos de definiciones y axiomas de una geometría escolar, en predeterminar la reacción de la población en su conjunto o de una parte de ella a los estímulos del caso.
Por tanto, debiera ser obvio que no podemos explicar el comportamiento de toda una sociedad con base a las reacciones individuales a los estímulos que representan objetos particulares. Tenemos que descubrir las influencias de principio que gobiernan la respuesta del individuo típico a la idea de un objeto particular, influencias que cobran la forma de principios universales reales o supuestos, como definiciones y axiomas supuestos de un sistema de largo alcance que actúa, en tanto sistema, sobre el comportamiento de muchos individuos o en el lapso de generaciones sucesivas, inclusive.
La noción de “libertad de elección individual” es mucho más que una mera gran exageración. La noción se expresa en la forma de varias creencias verdaderas o falsas, creencias que adoptan el carácter de principios, como principios físicos universales. Tales creencias incompetentes de hecho definen luego el comportamiento colectivo de un gran número de personas por un tiempo significativo y sobre una región significativamente amplia.
En otras palabras, para entender la crisis que hace presa del mundo hoy día, ha de hacerse hincapié en que por lo general la noción de “libre elección” se exagera mucho. Sólo las personas que hacen cambios conscientes en los principios que gobiernan sus pautas de conducta, exhiben en realidad libre albedrío. Al momento que alguien diga, “Pero, nuestra tradición es que. . .”, están escuchando a alguien que se enorgullece mucho de una cantidad de “libre albedrío” que prácticamente no existe en tanto expresión de verdadera libertad en el curso normal de su comportamiento. Más bien, dichos individuos devienen en esclavos de compulsiones fetichistas, a las que a menudo llaman “tradiciones”, las cuales ocupan el lugar donde debiera encontrarse en cambio el gobierno de la razón.
No obstante, si nos volvemos concientes del elemento trágico en la conducta popular que ahora impera en EU, podemos proceder a volvernos de veras libres. Esto significa que tenemos que concebir el desarrollo necesario de nuestra economía nacional como algo que se expresa en un conjunto de principios, cada uno definido, en tanto noción, del modo que la noción de principio es típica del descubrimiento único original de Kepler del principio de la gravitación universal.
El problema que hay que entender, y luego dominar, para que el dominio sobre nuestro comportamiento impulsivo pase de fetiches a principios verdaderos, es que a las víctimas del fetichismo las domina la pequeñez y brevedad de su perspectiva sobre el significado de la vida humana individual. Las domina la estrechez y brevedad de su opinión de lo que han optado por considerar como su interés inmediato, o el interés inmediato de algún grupo o casta de personas relativamente más pequeño en la sociedad en general. Por ende, los tiene atrapados esa misma fascinación fetichista con los objetos que debiéramos reconocer como la credibilidad esencial a la que la mayoría de la publicidad comercial apela.
Con el transcurso del tiempo, estilos de objetos, marcas, incluso categorías enteras de objetos pasan, como el coche de mulas y el difunto Jordan, Packard y Pierce–Arrow, hasta la “sagrada” Coca–Cola. Los principios a los que los meros objetos sirven, objetos que vienen y van dentro del marco limitado de tiempo que ocupan, son más duraderos. Puesto que son más duraderos, llegan más allá de lo que dura la vida mortal individual, y más allá de las marcas que separan a un grupo de otro dentro de la sociedad. La verdad yace en el principio que se asocian con los objetos necesarios que cobrarán existencia después de que estemos muertos y más allá de las fronteras de nuestra propia experiencia nacional hasta entonces.
El problema lo plantean con más llaneza los llamados fetichismos “fundamentalistas”, que son los absurdos sustitutos populistas actuales de una fe religiosa genuina. Estos pobres tipos desorientados buscan una sensación de gratificación inmediata dentro de los confines de su vida personal y familiar por lo general miserable, en vez de ver una intención eficiente en su vida que, con eficiencia, vaya más allá de los límites espaciales y temporales de su breve existencia mortal. Se aíslan de lugares distantes y futuros en los que se cosechará el fruto apropiado de su existencia mortal pasajera. No tienen un sentido de la función de los descubrimientos de principios físicos universales y artísticos clásicos introducidos por predecesores hace siglos, para el hoy y el mañana. Sin un sentido funcional eficiente de la función del presente en el pasado y el futuro, buscan ilusiones consoladoras con qué oscurecer la realidad de la vacuidad adoptada que han elegido de manera implícita para sus breves vidas mortales.
Nosotros representamos una especie distinta en nuestro universo. Somos una especie en autoevolución, capaz de aumentar su poder y su consecuencia en y para el universo que habitamos. Nosotros, en tanto especie, hemos cambiado el universo que habitamos mediante la cualidad de voluntad creativa soberana que se encuentra disponible de manera natural en las facultades del individuo vivo. Somos lo que hemos heredado como conocimientos y beneficios de los descubrimientos de principios físicos y culturales universales desde miles o más generaciones anteriores, y lo que cederemos, como contribuciones, a la definición del futuro de este universo que habitamos al presente.
Como Cotton Mather se quejaba de la decadencia moral que se había apoderado de la Colonia de la Bahía de Massachusetts tras el ascenso de Guillermo de Orange, hoy nosotros, una vez más, nos hemos encogido, en lo intelectual y lo moral, a casi nada.[12]
Considera la ilustración siguiente como un caso en cuestión. Considera el discurso reciente de la congresista Nancy Pelosi en la Universidad de Harvard. Lo que ella manifestó, en principio, fue un compromiso al interior del Partido Demócrata y también entre algunos industriales notables, para emprender la reconstrucción de la economía estadounidense. La intención era que esto impulsara un refinamiento mayor de esa perspectiva general durante la primera parte de 2006.
Principios vs. cosas
Se nos presenta ahora a los de EUA lo que la moda en curso quisiera llamar “una ventana de oportunidad”, una oportunidad momentánea para decidir no entrar a un virtual infierno. El discurso de la representante Nancy Pelosi en Harvard expresó la intención compartida de gran parte de la dirigencia del Partido Demócrata en el Congreso de EU, una intención de unirse a fuerzas económicas tales como industriales progresistas, para no hundirse en las arenas movedizas en las que los llamados fondos especulativos del mundo están tratando de hundir a la economía estadounidense y otras economías descollantes.
Esta resolución representa, de hecho, un compromiso con deshacer los hábitos económicos imperantes y demás en nuestras instituciones en los últimos treinta años y pico. Preferimos decir, “progreso”, que es un modo menos rasposo de describir los cambios necesarios, que acusar a la mayoría de la población de haber sido unos “malditos necios” por más de 30 años. El enfoque apropiado, tanto como sea posible, confiar en el apoyo inspirador para tomar las medidas necesarias mediante acciones atrevidas pero realizables que den marcha atrás a las tendencias cuesta abajo de las últimas décadas. El remedio esencial a los profundos problemas morales que penetran a la población estadounidense, en especial ahora, consiste en forjar una orientación futura creíble hacia, de forma sucesiva, los beneficios a mediano y luego largo plazo de las medidas necesarias tomadas como corrección urgente del rumbo.
La misión puede describirse así de simple como eso, pero la ejecución no lo es tanto. Hay complicaciones a reconocer como impedimentos potenciales peligrosos para hacer realmente lo que se propone de manera implícita.
Las cosas han llegado al grado que, si nos rehusamos a darle marcha atrás, de forma drástica, a lo que se ha tratado como los supuestos más sagrados de la política cultural en general y de la política económica en particular, suposiciones axiomáticas, no hay posibilidad de salvar a EU ni a la civilización global de lo que ahora es la embestida de la destrucción de la civilización en general. Una sociedad que se rehúsa a hacer revertir la opinión generalmente aceptada y la orientación de la práctica económica, está condenada a desaparecer, y pronto y de la manera más fea.
Ésa es la enseñanza de la secta de la sofistería que llevó a la antigua Grecia a destruirse en la guerra del Peloponeso. Ésa es la lección de la caída del Imperio Romano en Occidente y luego en el Oriente. Ésa es la lección del derrumbe del sistema medieval ultramontano de la oligarquía financiera veneciana y sus socios de la caballería normanda. El viraje que dio EUA de mediados a fines de los 1960, y el viraje aun peor en la toma general de las decisiones durante los 1970 y después, son la causa permanente de la bancarrota y decadencia general de EU hoy. Si les damos marcha atrás de manera drástica a los cambios pertinentes en dirección de la formulación de planes sociales y económicos durante los últimos 40 años, y lo hacemos de forma más bien súbita ahora, no hay ninguna posibilidad en lo absoluto de que EUA, entre otras naciones, siga existiendo en el espacio de más o menos una generación venidera.
En otras palabras, los intentos de reforma que procuren evitar choques con los supuestos popularizados en cuanto a la política y la cultura económica, serían reformas de necios. Es hora de reconocer que el cambio de paradigma cultural que hizo erupción de mediados a fines de los 1960, no sólo es la causa de todas las catástrofes principales que hemos padecido en las últimas décadas; si no le damos marcha atrás a esas tendencias específicas en la opinión, nuestras naciones están prácticamente perdidas hoy. Lo mismo se aplica ahora a todas las Américas, Europa, Japón, etc.
Por tanto, la única política general que vale la pena tener es una que diga: “Estábamos equivocados; ahora vamos a volver a hacer lo que es correcto, a regresar a esas políticas culturales, agrícolas e industriales que habían hecho de EU la mayor potencia económica para el crecimiento que el mundo jamás haya conocido, hasta la muerte del presidente Franklin Roosevelt, y también en las dos décadas desde su muerte”. Si no tomamos esa decisión específica, la situación de nuestra nación prácticamente ya no tiene remedio.
Es indispensable que los aspirantes a líderes hagan los difíciles cambios necesarios en la orientación política que implican estos señalamientos.
El principio general que ha de adoptarse ahora como fundamento de toda toma de decisiones, es que las únicas formas de acción que definen una forma exitosa de economía moderna son, como ya lo señalé aquí antes, expresiones de la generación y regeneración de una combinación de principios físicos universales válidos, como lo ejemplifican los descubrimientos, en el dominio de la esférica, de los pitagóricos, Platón y demás, y la clase de descubrimientos afines que se asocian con la noción europea clásica de composición artística estrictamente clásica.
Los frutos de la aplicación apropiada de estos descubrimientos se expresan como mejoras tecnológicas en el producto y los métodos de producción de la agricultura y las manufacturas. La capacidad de aplicar esas mejoras para tal efecto, depende del desarrollo de la infraestructura económica básica, como el secretario del Tesoro estadounidense Alexander Hamilton definió las interrelaciones en su informe al Congreso de EU de 1791 Sobre el asunto de las manufacturas. Como he subrayado antes aquí y en informes previos, la capacidad de continuar ese Sistema Americano de economía política que Benjamín Franklin formuló, Hamilton, Mathew Carey, Frederick List y Henry C. Carey presentaron, y el presidente Franklin Roosevelt puso en práctica con gran provecho, ahora depende de que añadamos una nueva dimensión de compromiso político, el desarrollo de la biosfera de modos que están implícitos en la obra de Vernadsky. Este desarrollo de la biosfera, que se ubica ahora, prácticamente, en el concepto apropiado de una orientación aerospacial general, es ahora el fundamento indispensable para la resurrección de una integración eficaz de las iniciativas y programas necesarios de infraestructura económica básica, agricultura y manufacturas.
Debemos proponer alternativas específicas de acción, pero también tenemos que reconocer que los problemas de esta nación no los arreglarán “cosas”; lo que se necesita son cosas que expresan cambios a fondo en los principios de la toma de decisiones. Son esos cambios de principio, en esencia cambios de una orientación “posindustrial de una economía de servicios”, de regreso a una economía agroindustrial basada en la infraestructura, cambios que saquen a la fuerza laboral de los empleos de servicios mal pagados, y la pongan en empleos productivos calificados y relacionados en modos de producción agrícola e industrial con un uso intenso de capital, o en el desarrollo y mantenimiento de la infraestructura económica básica que debiera representar cerca de la mitad del producto total anual típico de la economía en generaciones por venir.
Tiene que hacerse hincapié en que el principio de la inversión en la producción y la infraestructura no debe ser tanto de invertir en cosas, como de invertir en los márgenes de ganancia en la productividad lograda mediante enfoques de motor científico en la producción y el diseño de productos. En esencia, la inversión debe dirigirse a la introducción y aplicación de principios, en vez de la mera producción de cosas.
3.2 El programa necesario ahora
La principal amenaza inmediata a la economía estadounidense es perder esa capacidad de diseño de máquinas–herramienta que ahora está alojada principalmente en las organizaciones de la fuerza laboral calificada pertinente de los sectores automotriz y aeroespacial de la economía nacional. De permitir que se recorte a gran escala la capacidad manufacturera automotriz nacional de EU, lo cual es la amenaza al presente, la pérdida en EU de una parte importante de su indispensable sector de diseño de máquinas–herramienta transformaría a todo el país en prácticamente una economía del “tercer mundo”, con las consecuencias sociales generales que eso implica para la nación.
El problema a considerar al reorganizar esa industria para evitar esta pérdida de la capacidad de diseño de máquinas–herramienta, es el hecho de que la política nacional de facto ha creado una dependencia muy excesiva de la manufactura de automóviles como tal, con relación a otras necesidades urgentes en las capacidades de transporte nacional tales como el sistema ferroviario. Entre tanto, la nación necesita mucho manufacturar otras cosas, tales como sistemas de transporte colectivo, capacidad de generación eléctrica y reparación de vías fluviales internas, para mucho de lo cual la capacidad que representa la industria automotriz actual proporcionaría el remedio obvio. Muchas de estas alternativas de corrientes nuevas en el producto manufacturero yacen en el dominio de la infraestructura pública del gobierno federal, estatal o local. La extensión de contratos en apoyo de la producción de estos elementos de la infraestructura pública, sería la manera más eficiente de usar la inversión de capital de largo plazo que genera principalmente el gobierno federal, para estimular la recuperación y modernización de los sectores de la economía a cargo del sector privado que ahora peligran.
El estudio del mapa económico de EUA a lo largo de más de un siglo muestra tendencias de decadencia, auge, y luego las últimas décadas de caída típica en el producto físico, per cápita y por kilómetro cuadrado, condado por condado, en la mayor parte del territorio nacional. El caso de las regiones que conforman la parte occidental de los estados de Nueva York y Pensilvania, junto con Michigan, Ohio e Indiana, son sólo los casos más espeluznantes de la ruina de la economía estadounidense en su conjunto por los efectos asociados con un viraje, de la economía orientada a la producción de principios de los 1960, a la ruina posindustrial relacionada con el cambio marcado de los 1970, de una economía productiva, a una de servicios (ver mapa 6). Esta decadencia ha estado asociada, prominentemente, con la pérdida del sistema ferroviario nacional y una concentración antieconómica concomitante de la población en cúmulos de congestión suburbana en otras partes de la nación, como ocurre alrededor de la capital de la nación.
Este viraje, de una economía productora a una de servicios, ha resultado en un desplome de la base fiscal en la mayor parte de la nación, relacionada de forma más directa con la sustitución del empleo industrial y altamente calificado relacionado, con trabajos de bajo salario y poco calificados en los servicios. El encogimiento de la base fiscal a nivel estatal y local de resultas de la pérdida del empleo industrial y agrícola con un uso intenso de capital, junto con el colapso de la base gravable que ocasionó el viraje hacia el empleo barato no calificado o semicalificado, es una parte sobresaliente de la tendencia que ha llevado a la nación al borde actual de la quiebra de estados federales enteros, y también de la nación en su conjunto.
Tenemos que darle marcha atrás a esas tendencias de los últimos treinta y tantos años del viraje de un sistema mundial de tipos de cambio fijos basado en la inversión productiva con un uso intenso de capital, a un sistema de tipos de cambios flotantes con acento en las modalidades de mano de obra barata en regiones del mundo que tienen las tasas de pobreza de mayor intensidad relativa y el nivel más bajo de desarrollo, per cápita y por kilómetro cuadrado.
A estas alturas del informe deben resaltarse ciertos elementos del abecé de la economía moderna exitosa.
La ganancia verdadera
El origen máximo de una utilidad neta real de la inversión, es el progreso tecnológico científico, del modo que lo complementa el progreso en la influencia de los modos clásicos de composición artística. Estas mejoras se expresan de diversas maneras, pero todos los principios educibles que subyacen en la generación de tales beneficios públicos tienen el carácter de, primero que nada, un ascenso en el nivel de los principios de la ciencia y el arte clásico empleados, y una mejora concomitante de las cualidades físicas pertinentes de las superficies del territorio en las que se ubica la vida y la producción humanas. La superioridad que ha alcanzado la civilización europea, en efecto neto, durante el período que va de Solón de Atenas, los pitagóricos y Platón hasta los tiempos modernos, fue principalmente un reflejo de dos tendencias interrelacionadas: desarrollo físico científico y artístico clásico, y el grado de éxito en la sustitución de sociedades dominadas por normas de esclavitud o semiesclavitud de la mayoría de las poblaciones sometidas, por lo que vino a conocerse en la civilización europea moderna como el modelo del siglo 15 de las formas modernas republicanas de Estado nacional soberano asociadas con ritmos altos de progreso científico y artístico en la población en general.
MAPA 6
Condados (en color sombreado) que han perdido población en Pensilvania, Ohio e Indiana entre 2000 y 2004
Fuentes: Negociado de Censos de EU; EIR.
En 2004 la población de la región de estos tres estados
menguó, de 29.714.679 en 2000, a 29.691.466 en 2004. Un tercio de los
condados —84 de 246— perdieron población (área
sombreada). Ohio experimentó una reducción de 2,8%, de 11.353.140
habitantes a 11.050.605 en 2004. Grandes zonas se despoblaron en los otros dos
estados. El sitio www.larouchepub.com muestra una animación sobre
cómo resolver la crisis económica, que es la responsable de esta
tendencia.
La ventaja de la cultura griega clásica previa a la guerra del Peloponeso, asociada con Atenas y los pitagóricos, estaba fundada en conceptos de ciencia y composición artística relacionadas con el uso griego antiguo del término dúnamis, la noción leibniziana moderna de poder, como la expresión de descubrimientos de principios físicos universales que aumentaban el poder de la humanidad, per cápita y por kilómetro cuadrado, sobre la naturaleza bruta. Como ambas formas de expresión, principios de ciencia física y artísticos clásicos, son manifestaciones del mismo principio aplicado a un medio de composición diferente, es éste principio, más célebremente asociado con los pitagóricos y Platón en la antigüedad, el que tiene un significado paradigmático como la forma conceptual del impulso por el progreso humano.
Este nexo entre generaciones sucesivas es lo que las une, como si fuese en la inmortalidad, en la transmisión de las contribuciones para progresar, de generaciones previas a las subsiguientes. Esta característica de las sociedades comprometidas con el progreso es el indicio práctico más típico de la inmortalidad de la personalidad humana. A este respecto, en los mejores aspectos de la civilización europea desde Grecia, antes de que Atenas cayera en la sofistería y la guerra del Peloponeso, la idea de la inmortalidad de la personalidad individual humana no sólo es una característica funcional muy vigorosa, sino decisiva, de los mejores aspectos más fecundos de la cultura. En cuanto a esto, el motivo que anima la personalidad individual creativa en nuestra sociedad, no es la adquisición de riqueza, sino más bien la expresión de inmortalidad que se halla en las contribuciones individuales a la perpetuación y progreso de los frutos del progreso físico científico y cultural clásico.
Esta calidad de indicios de inmortalidad es lo que se expresa en sectores de nuestra población de los que es típico el especialista en el diseño de máquinas–herramienta creativo. Este especialista, que por un lado funciona como el socio del descubridor de un principio nuevo en el diseño del aparato de prueba del caso, y por el otro como el creador de aquellas herramientas y otros productos que los descubrimientos de principios validados hacen posibles, ejemplifica, más que una mera “ganancia financiera”, la verdadera fuerza motriz del progreso agrícola e industrial. Éste es el rostro del impulso por “hacer el bien” y poder vivir de ello, del cual depende la nación para sus empresarios más valiosos y otros de importancia que contribuyen al bien público.
El negocio apropiado de la administración de una economía, desde la función del gobierno en la infraestructura económica básica para abajo, consiste en realizar esta motivación humana por la expresión de las formas de progreso general científico y cultural clásico de la nación y la humanidad en general.
Infraestructura pública y capital privado
Mi recomendación específica para que el Congreso de EU actúe de inmediato ha consistido en concentrar el núcleo de las medidas de recuperación iniciales de la economía estadounidense en un paquete concentrado de programas económicos importantes de infraestructura y generación y distribución de energía combinados. Esta recomendación toma en consideración tanto la ventaja de concentrarse en el sector público, donde la función del gobierno es mucho más eficaz y además a menudo indispensable, como también las limitaciones de nuestro potencial disponible para la concentración físico–económica de alta rentabilidad relativa.
Ha de ponerse de relieve que, al adelantar dicho paquete, la reconstrucción de un sistema ferroviario nacional de levitación magnética tiene un potencial de alta rentabilidad para fomentar el desarrollo del potencial económico de la manera más amplia en toda la economía, y coincide con la necesidad urgente de idear un sistema más racional de transporte combinado aéreo y ferroviario combinado para el territorio nacional entero. El argumento a favor de reconstruir nuestros puertos marítimos y el sistema interno de ríos y canales como el esqueleto para el transporte de carga por volumen a bajo costo por tonelada, invoca las mismas consideraciones. La escala de los costos de capital para reactivar el sistema fluvial de carga de la región que está debajo de los Grandes Lagos, entre las montañas Rocosas y los Apalaches hasta el puerto de Luisiana, indican la escala de la inversión de capital requerida para esta empresa.
Fotomontaje artístico de un tren maglev que hace su llegada a Washington, D.C. Una ruta de Boston a Washington “reactivaría al nivel maglev capacidades productivas perdidas a lo largo de toda la ruta, y de este modo haría un aporte decisivo al desarrollo de la capacidad de producir un sistema troncal maglev nacional”. (Foto: Thyssen Henschel).
Al abordar esta medida propuesta, tenemos que tomar en cuenta la enorme pérdida de fuerza laboral calificada para esta tarea, que ha ocurrido mediante los procesos combinados de obsolescencia y encogimiento de la fuerza laboral calificada en los últimos 25 años. Debemos seleccionar algunos proyectos muy grandes que, por ende, tengan gran impacto sobre la economía nacional en general, pero que tengan el efecto de catalizar el aumento de la proporción relativa de la fuerza laboral capaz dentro de toda la fuerza laboral potencial.
Toma como ejemplo la cuestión de introducir la levitación magnética al sistema ferroviario estadounidense. Con este fin, considera los ejemplos de la introducción del sistema alemán en China y la conexión entre la ciudad de Múnich y el aeropuerto cercano. Para echar a andar el desarrollo de una fuerza laboral calificada y fuentes de abasto esencial pertinentes para aplicaciones a gran escala, es útil ver el desarrollo de conexiones maglev (de levitación magnética) para aeropuertos de mucho tráfico como un medio para elevar el potencial productivo de aplicaciones a mayor escala. Considera, por ejemplo, la prioridad obvia de un sistema maglev de pasajeros desde Boston, Massachusetts, por la ruta terrestre costera, hasta Washington, D.C. Esta última alternativa reactivaría al nivel maglev capacidades productivas perdidas a lo largo de toda la ruta, y de este modo haría un aporte decisivo al desarrollo de la capacidad de producir un sistema troncal maglev nacional.
La creación de redes integradas de transporte aéreo, ferroviario, maglev y fluvial abre de nuevo grandes regiones de toda la nación, tales como la del oeste de Nueva York, el oeste de Pensilvania, Michigan, Ohio e Indiana, hoy en ruinas, con conexiones internacionales al Atlántico a través de los Grandes Lagos, y al Golfo, vía el sistema del Misisipí (ver mapa 7). MAPA 7
Corredores ferroviarias de alta velocicad para EU
Ver ampliación
El mapa muestra 12 corredores ferroviarios de alta velocidad que propuso la
división de Trenes de Alta Velocidad del Departamento de Transporte de EU
en 2000, los cuales abarcarían entre 18 y 22 mil kilómetros en la
región más densamente poblada, y costarían entre 50 y 75
mil millones de dólares (en dólares constantes de 1998), en el
transcurso de 20 años. Sólo uno de esos corredores está en
funcionamiento hoy día.
El complemento obvio necesario de tales programas de desarrollo de sistemas de transporte colectivo, es una inversión a gran escala en plantas energéticas y sistemas asociados de distribución.
Esto requiere inversiones primarias por períodos de 25 a 50 años, y también proporciona un monto correspondiente de inversión en mejoras de capital en apoyo del proyecto principal.
Al presente, el sistema de la Reserva Federal de EU, al igual que el sistema monetario internacional, está esencialmente quebrado, y de modo irreparable según las normas convencionales. Por tanto, la noción de un enfoque de capital privado al desarrollo de la infraestructura económica básica, sería un fraude total. Sólo con una reorganización federal general por bancarrota del sistema de la Reserva Federal estadounidense a largo plazo, unos 25 años más o menos, podría efectuarse recuperación significativa alguna de la economía de EU. El hecho de que la Constitución estadounidense prescribe un sistema crediticio nacional, en vez de uno monetario al estilo europeo actual, nos da la ventaja decisiva de movilizar el crédito nacional apropiado de un modo bien administrado, por un período base de 25 años. Emparejar los sistemas monetarios europeos al borde de la bancarrota con un nuevo sistema crediticio estadounidense, en vez de uno monetario, proporciona la piedra angular para una recuperación económica mundial de la situación actual de quiebra del presente sistema del FMI.
Someter a los bancos privados miembros del sistema de la Reserva Federal a la condición federal gubernamental de que éste los reorganice, facilitará la generación del crédito privado al interior de EU que complemente el uso del crédito público para los elementos más importantes de la inversión pública en la construcción de la infraestructura económica básica.
La factibilidad fundamental de tales inversiones de largo plazo tanto en el sector público como en el privado, depende de poner el acento en la inversión de alto rendimiento en las cualidades de frontera del progreso científico–tecnológico.
La base cultural de la recuperación
A mediados de los 1960 vino el surgimiento de un gran conflicto entre dos perspectivas divergentes sobre la cuestión del progreso científico y tecnológico. Por un lado, estaba el renacimiento del legado de Franklin Roosevelt en las intervenciones sucesivas de las presidencias de Eisenhower y Kennedy, como las expresó el compromiso con el alunizaje; del contrario, el auge del fanatismo de grandes sectores de la generación sesentiochera en contra del progreso, y la destrucción de los mecanismos del progreso científico y tecnológico que se echaron a andar con el Gobierno de Nixon.
Miembros del Movimiento de Juventudes Larouchistas recrean el
descubrimiento griego de la distancia mínima para la luz reflejada.
“He recurrido al método pitagórico de la esférica
—dice LaRouche—, con el objetivo de llevar a adultos jóvenes
a abrirse paso a las implicaciones físicas de la hipergeometrías
riemannianas” (Foto: EIRNS).
Esta última corriente contraria al progreso no sorprendió a quienes habían estudiado al régimen de Adolfo Hitler con más cuidado desde esta perspectiva. Aparte de los sistemas militares, el régimen de Hitler fue más que nada un reflejo de lo que hoy denominaríamos la “ideología verde”. La hostilidad del régimen de Hitler hacia la ciencia verdadera fue lo que tuvo un papel irónicamente útil en impedir que la Alemania nazi hiciera realidad el potencial, de un significado estratégico, que encarnaba la tradición científica alemana de la época.
La decadencia de los potenciales científico–tecnológicos de EU con el resurgimiento del compromiso de Eisenhower y Kennedy con el progreso, ya estaba en marcha en los 1950, incluso con los esfuerzos redoblados en los sistemas militares. Un enfoque más de rutina hacia el producto de ingeniería remplazó los motores científicos potenciales de versiones anteriores de la educación media y superior. La capacidad de un motor científico que nosotros y Europa todavía alegábamos tener en los 1970 y hacia los 1980, se concentraba en las generaciones de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial y de los años inmediatos que siguieron. Gran parte de la destrucción del potencial científico de EU y Europa hoy día, en gran medida se ha debido al desplome de la educación científica y afín en las escuelas y universidades; pero, una parte más significativa de la destrucción ha resultado de una influencia radicalmente positivista, asociada con las sectas de la llamada “teoría de la información” y la “inteligencia artificial”, en el contenido de lo que hoy pasa por práctica científica.
Yo he aprovechado la ocasión de estimular un renacimiento del arte clásico y la ciencia entre la generación de adultos jóvenes para abordar esos problemas. Mi enfoque ha consistido en poner de nuevo el acento en los fundamentos de los logros científicos europeos entre los dirigentes griegos clásicos pertinentes de las tradiciones pitagórica y de la Academia platónica, mediante la obra de Arquímedes y Eratóstenes. He puesto mi acento en reproducir los descubrimientos originales de principios físicos universales, más que en las pedagogías matemáticas reduccionistas ahora convencionales que enseñan fórmulas, pero que no se enfocan en el principio físico experimental descubierto mismo. Para esto, he recurrido al método pitagórico de la esférica, con el objetivo de llevar a adultos jóvenes a abrirse paso a las implicaciones físicas de la hipergeometrías riemannianas.
Los logros de adultos jóvenes empeñados en ese regreso a los métodos clásicos en la ciencia física y el arte son modestos, pero de una importancia ejemplar decisiva. Al poner así los métodos científicos clásicos en conjunción con el principio del diseño de máquinas–herramienta que en gran medida está alojado en nuestras industrias automotriz y aeroespacial, nos ubicamos para usar unos cuantos “motores”, como se usó el alunizaje tripulado de Kennedy, como punta de lanza del progreso nacional, pues ahora entramos a una era en la que la noción de economía no sólo tendrá como premisa la infraestructura como tal, sino los fundamentos más hondos del progreso económico en el dominio y mejoramiento de la biosfera y la noosfera por el hombre.
4. La biosfera a la larga
El agua, la atmósfera y los depósitos fósiles de los minerales que extraemos para uso humano, de la Tierra, son relativamente finitos en relación con los ritmos necesarios de consumo y las cualidades de tales recursos accesibles requeridos. Los recursos necesarios han de medirse per cápita y por kilómetro cuadrado de la superficie del planeta, y también en términos de los requerimientos más grandes, per cápita y por kilómetro cuadrado, conforme la sociedad evoluciona y el nivel demográfico aumenta. Sin ciertas mejoras en la orientación vigente acostumbrada de la práctica general en nuestro planeta, el ritmo de consumo de las reservas de la biosfera que dejaron generaciones anteriores rebasará los requisitos humanos actuales. Ahora tenemos que añadir la necesidad de generar tales recursos para la biosfera y la noosfera como productos corrientes de la producción en marcha de los esfuerzos de la humanidad.
Primero que nada, ya hemos llegado al grado que debemos de generar una porción cada vez mayor del consumo total de agua potable, en vez de depender de extraer lo que en gran medida son depósitos fósiles de agua potable o casi potable.[13] Conforme se agotan relativamente las vetas fósiles, tenemos que generar depósitos, como a través de la desalinización con ayuda de procesos nucleares y termonucleares de alta temperatura con capacidad para grandes volúmenes, que remplacen los que están agotándose. Dentro de toda esta gama, tenemos que enfrentar el desafío de generar aquellos elementos y sus isótopos que necesitamos, en vez de depender, como hasta ahora, de extraer las reservas que yacen como depósitos fósiles en la biosfera.
Como nos vemos de este modo obligados a encargarnos de todo nuestro planeta, ya empezamos a extendernos más, para reconocer nuestra obligación de volvernos capaces de manejar cada vez más nuestro sistema solar, y de adquirir finalmente un dominio volitivo del sistema solar entero en tanto entidad. Qué tan rápido podríamos avanzar en esa dirección, es incierto; al presente debiéramos suponer que no necesitamos saber qué tan rápido tenemos que hacer avances cualitativos en tales direcciones dentro la región del sistema solar más allá de los confines de la Tierra misma. Basta con que, como dice el dicho, nos “pongamos en marcha”. En los primeros pasos, tales como habérnoslas con el encuentro de un asteroide letal, debemos explorar la química física de las regiones relativamente cercanas del sistema solar, para acumular conocimiento de la visión cualitativa más amplia de la química física que debiéramos desarrollar, incluso en la Tierra, mediante encuentros extraterrestres con químicas que funcionan más allá de los confines de la Tierra.
Descripción artística de una torre moderna de
desalación de agua de mar. La desalación puede efectuarse con la
ayuda de procesos nucleares y termonucleares de alta temperatura con una gran
capacidad, para remplazar la que está agotándose. (Foto:
Preliminary Design Report 1084; Met. Water Dist. of S. Calif., 1983).
La intención de explorar la Luna y más allá, con aterrizajes tripulados en lugares más allá de nuestro planeta inmediato, que empezó en la Alemania de los 1920, nos ha llevado al grado que contamos con formas organizadas de programas del motor científico de misiones aeroespaciales. A pesar de todos los reveses que ha habido desde el aterrizaje tripulado de EU en la Luna, el impulso de la exploración pertinente del espacio solar cercano, orientado por la ciencia, ha avanzado con lentitud en el concepto de las metas inmediatas e intermedias.
La característica más notable de progreso en tales programas de desarrollo aeroespacial, es el hecho evidente de que cada rama imaginable del desarrollo científico es de modo implícito un subproducto asequible de un desarrollo aerospacial orientado por esos lineamientos. Implícitamente, esta trayectoria en el desarrollo científico humano y relacionado podría definirse mejor como algo que empezó a suceder con el descubrimiento único original de Johannes Kepler del principio de la gravitación universal.
Nuestro mejor cálculo hoy día, es que alguna vez hubo un sol solitario que giraba con rapidez, sin planetas que lo acompañaran. Este sol creativo generó nuestro sistema solar. El mejor cálculo del modo en que surgió el sistema solar, corresponde al recuento que hizo Kepler de los principios del diseño del sistema planetario hace unos cuatro siglos. Sin embargo, una deliberación científica que ocurrió a principios de los 1980 determinó que la posibilidad de la existencia de la composición química de los planetas del Sol que representa la tabla de la era prenuclear de los elementos de Mendeléiev, depende de una forma de fusión termonuclear polarizada que ocurre en las inmediaciones inmediatas del Sol mismo.
La cuestión señalada es que, si el hombre no domina poderes comparables a la fusión termonuclear polarizada, no sería factible que el hombre administrará de forma adecuada en el futuro nuestro sistema solar. Este reto es la nueva frontera de largo alcance que se avizora ahora. Es obvio que no alcanzaremos ese poder durante la existencia de las personas que viven hoy, pero ése es el horizonte visible hacia el cual deben empezar a marchar ya las generaciones venideras hoy mismo.
Para las generaciones ahora vivas, y las de un poco más allá, el significado presente de esa perspectiva de largo plazo del destino de la humanidad es que nos brinda una orientación a la misión que es congruente en la práctica con la noción de la inmortalidad al alcance de la persona mortal hoy viva. Es una orientación a la misión que une a los que viven hoy en una línea común de marcha, cientos de generaciones y más en el futuro distante de nuestro sistema solar, y una visión ulterior del universo más allá de eso, una visión de la humanidad en tanto la imagen inmortal y al servicio de un Creador eficientemente voluntarioso.
4.1 La nueva imagen del hombre
No hay razas humanas. Todo fenotipo o genotipo de la humanidad tiene en esencia la misma especie de potenciales cognoscitivos, a condición de que se desarrolle ese potencial y se fomente su fecundidad. Lo que el hombre comparte en común con las bestias no es ninguna de las cualidades específicas del hombre; algo de un orden superior de existencia, una cualidad única de la humanidad, es la base de la identidad humana y de la identidad específicamente humana. Esa distinción se expresa como la cualidad de la creatividad asociada con los descubrimientos de principios físicos universales, tales como los descubrimientos característicos de los antiguos pitagóricos y Platón. Mediante la participación en el uso y generación de tales descubrimientos, la práctica de la sociedad se organiza de una manera congruente con la verdadera distinción entre el hombre y la bestia, la distinción entre la noosfera y la biosfera. El descubrimiento científico y su aplicación no es un medio para un fin, es una característica necesaria del comportamiento humano individual y social, en y por sí mismo, e incluso por su propio bien.
Tal es la imagen del hombre que necesitamos para movilizar a nuestro pueblo a que se yerga de la inminente inmundicia de fatalidad que amenaza a nuestra nación hoy. Tal es la imagen del hombre que implica la penetración de Vernadsky de la noosfera como la política económica apropiada para la práctica de las naciones presentes y futuras de nuestro planeta.
Desde el cambio de paradigma cultura que el perverso Congreso a Favor de la Libertad Cultural y sus aliados indujeron entre los jóvenes, en las Américas y Europa, que nacieron en un período desde aproximadamente 1945–1950, la opinión pública entre dicho estrato lo ha dominado, cada vez más, lo que puede describirse de forma razonable como una orientación “sin futuro” en nuestra sociedad, de modo más notable entre los que ahora cuentan entre los 55 y 65 años de edad.
Este factor de desorientación existencialista, de cuyas causas es típica la influencia del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, es la causa subyacente de la brecha especial que ha surgido entre la llamada generación “sesentiochera”, la llamada “generación del aquí y el ahora”, y la generación adulta joven hoy, como la de los que andan entre los 18 y 25 años de edad. A pesar de todas las expresiones de fervor religioso, la distinción de la “generación del aquí y el ahora” es que no tiene un sentido eficiente de un futuro real más allá de su propia defunción. El resultado es el espectáculo de una generación, ahora en el intervalo de los 55 a 65 años de edad o camino a él, que a pesar de toda pretensión religiosa entre sus filas, no cree en un propósito eficiente en la continuación de su vida más allá del momento de su muerte. En tanto que la generación adulta más joven, de la que son típicos los que andan entre los 18 y 25 años, encara la perspectiva de un medio siglo o más de vida personal venidera. La fe religiosa que la generación más vieja alega tener es, por tanto, tan dudosa como a veces apasionada.
Esta división de perspectiva entre generaciones, una división inducida por el impacto de la clase de visión existencialista de los sofistas que ejemplifica la depravación moral del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, es típica de la cualidad moral de la profunda brecha existencial que hay ahora en la perspectiva de los intelectos de las generaciones respectivas. El reto de la embestida del desastre económico–financiero global ahora inminente que avizoramos ante nosotros, consiste en apartar el pensamiento político de la perspectiva de la “generación del aquí del ahora”, a una que sea congruente con los 25 años o más del futuro de nuestro civilización planetaria.
Los pensamientos siguientes son más pertinentes para resolver ese problema, ese desafío.
Ciencia versus superstición
La principal forma de depravación principalmente responsable de la decadencia cultural de las Américas y Europa Occidental hoy día, cobra la forma de una fe irracional en la magia, como en las sectas de los “Anillos” y “Harry Potter”. Estas sectas tienen una raíz moderna en las formas empiristas del misticismo asociado con Thomas Hobbes, John Locke, Bernard Mandeville, François Quesnay, David Hume, Adam Smith, Jeremías Bentham, etc.: la fe en un principio mágico, tal como el dogma del “libre comercio”, que actúa para definir el curso de los acontecimientos, como si “hombrecillos verdes” operaran bajo el tapete del universo real; la fe en un resultado mágico que se obtiene si seguimos a una receta, por lo cual fuerzas misteriosas nos recompensarán con ciertos resultados en el dominio de la experiencia.
El entretenimiento popular de “ciencia ficción” es parte de esta propagación infecciosa de creencias anticientíficas en los poderes implícitamente satánicos de la magia. Incluso mucho de lo que se ofrece como “fundamentalismo religioso”, como lo hace el bruto reverendo Pat Robertson, participa de esta misma cualidad pro satánica de adoración a los poderes ilusorios imaginados de una magia compasiva.
Existimos en el universo real, y somos, como insisten los últimos versículos del Génesis, hombres y mujeres hechos a semejanza del Creador, sus agentes en la administración del universo en el que Él y nosotros vivimos. Y, como correctamente hizo hincapié Albert Einstein, nada existe más allá de ese universo en el que Él reina omnipresente, el mismo universo en el que existimos.
En realidad, nadie ha mostrado la posibilidad de un estado de cosas en el que los seres humanos puedan volverse inmortales en su forma encarnada. Más bien, a diferencia de las bestias, podemos hacernos inmortales en lo espiritual, al menos condicionalmente, como ningún miembro individual de una especie animal podría hacerlo. A este respecto, la diferencia entre el hombre y la bestia se ubica en el dominio de esa cualidad de ideas de la que es típica la generación de la mente individual del descubrimiento de un principio físico universal o una obra de composición artística estrictamente clásica, que perpetúa la existencia de la identidad del compositor como una fuerza viva en la sociedad por siglos, incluso por milenios por venir. Sin duda, como da fe de ello la eficacia de los principios físicos universales descubiertos y empleados, ese aspecto nuestro que es inmortal, como lo afirma el descubrimiento único humano de principios físicos universales, yace en el universo del Creador, no en algún lugar por fuera o “debajo”.
En nuestros cuerpos mortales como tales, nuestra individualidad no difiere mucho de la de nuestras mascotas animales. Sin embargo, como podemos mostrar al reflexionar en el hecho de descubrimientos válidos originales de principios físicos universales o de las grandes composiciones artísticas clásicas, como las de Bach o Beethoven, que nos presentan el aspecto inmortal de una individualidad humana, la existencia esencial y, por ende, el significado de la vida humana del individuo no reside en el dominio de la biosfera, sino en eso que se nos expresa en la forma de la noosfera, el dominio que ocupan los descubrimientos en la forma de principios físicos universales y modos clásicos importantes de composición artística, y en las decisiones políticas e iniciativas relacionadas que manifiestan las mismas cualidades de la mente humana como descubrimientos científicos y artísticos clásicos.
La necedad cruel a considerar, y a rechazar, es la noción de que la persona individual ha de ver la perspectiva de la muerte como quien cierra y sella una puerta, para nunca volverla a abrir. Mientras que, quienes hemos experimentado en repetidas ocasiones la reproducción de un acto original de descubrimiento, en la ciencia física o la composición artística clásica, vemos con más claridad que la mayoría de los demás, que revivir la experiencia de tal descubrimiento pasado es cuestión de originar de nuevo el proceso vivo del descubrimiento de un principio hecho por el descubridor individual original de referencia. En la ciencia y el gran arte clásico verdaderos experimentamos en carne propia la existencia eficiente de la persona de un descubridor hace mucho fallecido. Experimentamos así un sentido eficiente del más allá futuro.
Entre gente cuerda más bien ordinaria, tenemos el caso del abuelo que le señala al niño alguna obra física, al tiempo que le dice: “Yo fui parte del equipo que construyó eso”. En un sentido de la existencia histórica continua de los seres humanos vivos y muertos tenemos un acceso más o menos fácil a lo que se ha dado en llamar un “indicio de inmortalidad”. Al ver en retrospectiva, de este modo, y luego hacia el futuro en el que seremos enterrados, se vuelve accesible para nuestro conocimiento una presciencia propiamente eficiente de la inmortalidad individual humana.
De ahí que sean tales grandes descubridores científicos y artistas clásicos quienes representan la categoría más amplia de personas que no sólo tienen un indicio de la inmortalidad individual humana, sino una eficiente, una que es de importancia inmediata hoy para la práctica del individuo inteligente. Lo mismo pasa con el patriota cuyo amor por la humanidad futura lo lleva a la batalla. Se decía, en un débil intento por abarcar semejante naturaleza de un modo simplista: “¡Alabado sea el señor, y pasa las municiones!”
El desafío que de forma implícita encarnan tales reflexiones lo ejemplifica el asunto temático del Prometeo encadenado de Esquilo. La condena que Zeus le impone a Prometeo por impartir del conocimiento del uso del “fuego” al hombre mortal, es la cuestión fundamental. La esencia de la vida humana representa el rompimiento de los lazos de la tradición, como lo hacen los modos científicos y artísticos clásicos fundamentales de progreso cultural para ubicar un sentido eficiente tanto el pasado como del futuro al alcance finito de la existencia mortal de la persona individual. Esa suerte específica de sentido de inmortalidad personal, más allá del alcance de la muerte del cuerpo animal que moramos, es el fundamento de toda moralidad de verdad humana. Ese sentido de uno mismo, de la existencia eficaz de uno en el universo más allá de los límites de nuestra vida y nuestra muerte individual, es el único cimiento de la moralidad verdadera, el único fundamento del sentido verdadero de ciudadanía que ahora tenemos que despertar en nuestro pueblo, si es que hemos de superar las amenazas terribles con las que la locura reciente ha agraciado hoy a nuestra nación y a otras.
Es sólo conforme captemos nuestra responsabilidad personal por lo que le suceda a la humanidad en las generaciones venideras después de nosotros, que habremos ubicado nuestro sentido superior de identidad personal. Aquí reside lo que Godofredo Leibniz definió como “la búsqueda de la felicidad”, la noción del bienestar general de las generaciones presentes y futuras, y la realización del bien al que contribuyeron aquellos que llegaron antes que nosotros, lo cual es el concepto central de nuestra Declaración de Independencia de 1776.
Nuestra esperanza en tanto pueblo hoy, yace en el compromiso con esas obras grandiosas y extraordinarias que no sólo hagan de esta nación, de este mero planeta, sino del universo que nos rodea en lo inmediato, un lugar mejor para las generaciones aún por venir.
[1]“War and Civilization” (Guerra y civilización), Ensayo introductorio a La guerra del Peloponeso de Tucídides (Nueva York: Bantam Books, 1960).
[2]“Schmittleriano” significa la doctrina del Kronjurist nazi Carl Schmitt, el arquitecto de las medidas con las cuales se le otorgaron poderes dictatoriales a Hitler luego de que Hermann Göring incendió el Reichstag. Esta misma doctrina nazi del poder “unitario” es al presente la política declarada de la Sociedad Federalista, y tanto del presidente Bush como del vicepresidente Cheney.
[3]La forma soberana moderna del Estado nacional, como la implica La República de Platón y la obra de Dante Alighieri, se materializó por primera vez con el ímpetu que aportó el Renacimiento europeo del siglo 15, como lo ejemplifica la Concordantia cathólica de Nicolás de Cusa y el impulso de su De docta ignorantia, y en el establecimiento de los primeros Estados nacionales modernos verdaderos, las sociedades republicanas de la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII.
[4]Ver “Vernadsky y el principio de Dirichlet”, por Lyndon H. LaRouche, en Resumen ejecutivo de la 1a quincena de agosto de 2005. Ver también “LaRouche dialoga con jóvenes: El principio del ‘poder’ ”, en Resumen ejecutivo de la 2a quincena de febrero y 1a de marzo de 2006.
[5]Ibíd.
[6]Karl Marx sabía del Sistema Americano de economía política, notablemente de la obra de Federico List y Henry C. Carey, pero Federico Engels en repetidas ocasiones lo incitó a atacar al Sistema Americano en términos más bien fuertes, en tanto que defendía al sistema británico como prácticamente el único fundamento “científico” para pensar en la economía política.
[7]Por ejemplo, en el Volumen I de El Capital, Karl Marx señala que él excluye las implicaciones de “la composición tecnológica del capital”. Las doctrinas de precio y valor que derivaron de que a Marx lo engañaran a este respecto los supuestos erróneos de Escuela Haileybury británica, son la clave para entender las tendencias de largo aliento en el derrumbe de un sistema soviético que se adaptó, en especial de Jruschov en adelante, a las tendencias ideológicas que irradiaban de lugares como la Escuela Cambridge de los seguidores de Bertrand Russell y compañía. Fue sólo en las fuerzas armadas y el campo relacionado de la ciencia física, que el sistema soviético “violó” la opinión ingenua según la cual al despreciablemente ridículo Adam Smith se le consideraba una mente científica.
[8]Para la música, la tradición conjunta de Pitágoras, las definiciones, educación y uso de la voz cantante humana del bel canto florentino, del modo que el legado del método del contrapunto de J.S. Bach, y el de Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schuman, Verdi y Brahms, representan la escuela de composición y ejecución contraria al romanticismo y el modernismo, es típica de la norma de distinción de la composición artística en los medios plásticos y los no plásticos en su conjunto. La distinción yace en las ideas que, como principios físicos universales, no son directamente objeto de la percepción sensorial, pero que, como el principio de la gravitación descubierto por Johannes Kepler, ordena lo que es observable como un ordenamiento trascendental del efecto, como en la función del método del contrapunto de Bach en las obras corales.
[9]“El principio del ‘poder’ ”, por Lyndon H. LaRouche, en Resumen ejecutivo de la 2a quincena de febrero de 2006, pássim.
[10]Esta noción de un universo autolimitado, autolimitado por un principio de creatividad, se puede entender en términos de la ciencia física, pero solo desde la óptica de la noción de Riemann del principio de Dirichlet. Ver “El principio del ‘poder’ ” de LaRouche, pássim.
[11]Es notable que el presidente Andrew Jackson asumió el cargo como propiedad del sucesor, Martin van Buren, del banquero de Wall Street (y agente británico del también agente del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, Jeremías Bentham), Aaron Burr. Jackson se apoyó en la política de van Buren, de apelar a los populistas a fin de arruinar el segundo Banco Nacional de EUA, a favor de la estafa del banco agrario de Van Buren que se había propuesto como sustituto. El resultado fue el derrumbe de la economía de EU a la manera de lo que los historiadores destacan como una especie de burbuja a la “John Law”, como el Pánico de 1837 del banco agrario. La oposición a la banca nacional estadounidense ha sido siempre una operación dirigida por grupos financieros europeos, encaminada a tener en jaque y hasta destruir el desarrollo económico de EUA, como se pretendía que lo hiciera la influencia de la presidencia de Nixon y la Trilateral de Brzezinski sobre la política del presidente Carter en los 1970.
[12]Essays To Do Good (Ensayos para hacer el bien), por Cotton Mather (1710). Ver How the Nation Was Won: America’s Untold Story 1620–1754 (Como se ganó la nación: la historia sin contar de Estados Unidos, 1620–1754), por H. Graham Lowry (Washington, D.C.; Executive Intelligence Review, 1988), págs. 112–115. Ver Cotton Mather (1696): “Parece haber un Encogimiento vergonzoso en toda clase de hombres entre nosotros, de aquella Grandeza y Bondad que adornaban a nuestros ancestros: crecemos Poco en todos sentidos; Poco en nuestros asuntos civiles, Poco en nuestras cuestiones militares, Poco en nuestros temas eclesiásticos; nos consumimos hasta la nada”. Lowry, op cit., pág. 50.
[13]Este problema llamó mi atención de modo prominente en 1982, en relación con el uso de lo que debían ser recursos de agua fósil, más que “recursos renovables”, elegidos para el desarrollo de nuevas ciudades agroindustriales en Egipto. Hacer que florezcan los desiertos del Norte de África y el Sudoeste de Asia, está entre los objetivos principales que han de elegirse para su pronto dominio.
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