Ciencia y cultura
Bicentenario de la reconquista de Buenos Aires
Ayer como hoy, la batalla de Argentina contra los británicos
por Julio C. González
Este año rememoramos el bicentenario de la reconquista de Buenos Aires, que aconteció el 12 de agosto de 1806. Era día martes, y el almanaque gregoriano lo había dedicado a santa Clara, virgen. “Hacia las dos de la tarde, salió Beresford del fuerte acompañado por De la Quintana y Gutiérrez de la Concha, oficiales a los cuales Liniers había comisionado para que le intimaran rendición. El vencido ofreció su espada, que fue rechazada con natural hidalguía frente al Cabildo”[1] [. . .]
“Ha habido rasgos de bravura dignos de los antiguos castellanos, incluso una mujer llamada Manuela la Tucumanesa que estaba vestida de hombre y combatía cerca de su marido, que es soldado, ha matado con su propia mano un soldado enemigo”[2] [. . .]
“No hay puerta que se resista a sus golpes formidables (del ejército que triunfó en la Reconquista), suben a las azoteas encendidos de coraje, desprecian armas de fuego sólo con cuchillo y sable, hacen tal carnicería que no hay uno que se escape y aún cuando estaban algunos revolcándose en su sangre, los cogen entre sus brazos (el corazón palpitante), los tiran de alto abajo/medio vivos a la calle donde al caer con el golpe acaban de matarse”.[3]
“Las bajas han sido muchas y bien dolorosas. Se estima que entre los nuestros hay entre 40 y 50 muertos y más de 200 heridos de los cuales sin duda morirán muchos. Los ingleses entre muertos y heridos han perdido más de 400 hombres”.[4]
Ésa fue la batalla y el triunfo inicial del Ejército argentino, que se creó para expulsar a los conquistadores británicos que gobernaron Buenos Aires desde el 27 de junio hasta el 12 de agosto de 1806. Entraron a sangre y fuego matando y violando mujeres y hasta niños.[5]
“Hasta los niños de pecha mataron (los invasores) si eran varones, y aun mujeres embarazadas, hubo criaturas que, si no las mataron, pero por ser varones les cortaron las manos, tiranía que ni entre los bárbaros se ha visto.[6] [. . .]
“Saquearon y mataron (los conquistadores ingleses) sin distinguir edad. Al delito común, robo, incendio, asesinato, agregaron las profanaciones a los lugares sagrados, templos y conventos, aún de clausura como el famoso pillaje a las catalinas. . . No perdonando en su furor ni lo más sagrado de los templos, llevándose los vasos sagrados, custodias, cálices y demás alhajas y finalmente, violaban a las mujeres a la fuerza siendo muy pocas las casas por donde pasaban que se libraron de su codicia e infernal furia”.[7]
Lo transcrito es el método que los británicos emplearon para comenzar la conquista de Hispanoamérica, que se inició con la toma de Buenos Aires en 1806. El primer objetivo financiero fue coetáneo con el bestialismo narrado. El virrey Rafael Márques de Sobremonte intentó salvar el Tesoro de la Real Hacienda y los caudales de la Compañía de Filipinas (cuya casa matriz estaba en Buenos Aires) remitiéndolos a Córdoba. Un cuerpo del ejército custodiaba la retaguardia de este transporte. El mismo fue detenido en Luján por un tropel de fuerzas británicas, que impusieron por un correo al virrey Sobremonte que, si no se entregaban los caudales, la población seguiría siendo diezmada y continuaría el saqueo casa por casa. Para impedir esto y salvar muchísimas vidas, el virrey Sobremonte ordenó que se entregara el tesoro a los británicos. Inmediatamente fue embarcado en el navío Narcisus, que arribó a Portmouth. El 17 de septiembre de 1806 fue desembarcado y transportado a Londres en ocho carros que transportaban cada uno cinco toneladas de oro y plata amonedadas y eran arrastrados por seis caballos. Esta carga totalizaba, por lo tanto, cuarenta toneladas de moneda. (El cálculo de ese botín de guerra, actualizado al año 2006, con intereses a una tasa equivalente al empréstito Baring Brothers de 1824, ha sido estimado por el doctor Néstor Forero en 87.000 millones de dólares norteamericanos, virtualmente la deuda pública externa de Argentina).
[Ver ampliación] Derrota de los británicos en la gran reconquista de Buenos Aires, que aconteció el 12 de agosto de 1806.
Distinciones decisivas de vocabulario
Para poder analizar integralmente la conquista británica de Argentina iniciada en 1806 y 1807 —y consumada jurídicamente el 2 de febrero de 1825 por el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que continúa vigente y que ningún gobierno ha tenido nunca ni el conocimiento ni el coraje de “denunciar” (es decir, “rescindir”, para que deje de tener vigencia en sus cláusulas de sometimiento para el país)—, se impone esta distinción. Las acciones militares británicas de 1806 y de 1807 contra Buenos Aires, no han sido una invasión esporádica y decidida intempestivamente, sino el inicio de una conquista bien programada. La misma se halla instrumentada en estos planes oficiales del gobierno británico:
I. Plan estratégico de 1711: “Una propuesta para humillar a España”. Su autor se ocultaba detrás de esta frase: “Escrita en 1711 en Gran Bretaña por una persona de distinción”.
El trabajo que analizamos señala la necesidad de separar la estructura minera del Alto Perú (hoy Bolivia) y de Chile, de la zona de praderas de Buenos Aires y Banda Oriental, de la que provenía la carne vacuna necesaria para nutrir la fuerza humana que realizaba y sigue realizando (en el siglo 21) la durísima tarea del laboreo de los yacimientos minerales. Se indica también que es imprescindible separar la zona del Paraguay, donde se cultiva la yerba mate, para impedir que la infusión de la yerba depurara el organismo de los mineros de las impurezas que absorbía en las entrañas de la tierra.
Sin carne vacuna y sin yerba mate, la minería del Alto Perú y de Chile sufriría un duro revés por la falta de resistencia y de salud en los hombres que debían trabajarla. La separación de estos tres factores productivos, en tres países distintos (Chile, Bolivia y Paraguay) en el siglo 19 permitió reducir la producción minera de Sudamérica.
El profesor Zorraquín Becú considera a este plan el primer anticipo de la política rioplatense de Inglaterra. El plan de conquista británica de Buenos Aires calcula que con un ejército de 2.500 hombres podía verificarse la conquista de América del Sur. Para tomar Buenos Aires, que sólo cuenta con 500 casas, serían suficientes 400 hombres para comenzar el saqueo. Logrado esto, se llegaría al interior del continente a través de los ríos.
A Buenos Aires le corresponde remplazar a Lima —que debía su poder a las vinculaciones marítimas con Filipinas, Japón, China e India— como centro comercial y financiero. Logrado esto, Buenos Aires será la colonia más importante que Gran Bretaña haya tenido, acota con precisión el estudio estratégico. Y en verdad constatamos en el siglo 21 que el plan se cumplió: en efecto, en la obra de Harry Ferns, catedrático de la Universidad de Birmingham, leemos que el 50% de las inversiones del Imperio Británico fuera de Inglaterra estaban en Argentina en el siglo 19.[8] Complementa este estudio una obra en tres tomos de Emilio Manuel Fernández Gómez, publicada en 1998.[9]
II. Plan táctico de 1804: es conocido como Plan Pitt, nombre del primer ministro que lo encomendó en esa fecha, o como Plan Maitland, que es el nombre del general que lo redactó.
Este plan determina rigurosamente: después de tomar Buenos Aires, formar un ejército de nativos. Que ese ejército acampe en Mendoza y se incorporen más nativos. Con este ejército así aumentado, asaltar Chile y, desde allí, con la flota británica, atacar el Perú.
Durante los festejos del bicentenario de la reconquista de Buenos Aires, se llevaron a cabo representaciones de las históricas batallas y otros sucesos importantes en la capital argentina.
Simultáneamente tomar Caracas (Venezuela) y formar un ejército de nativos. Conquistar así Nueva Granada (Colombia) y, desde allí, con la flota británica, tomar el Perú junto con el ejército que viene de Buenos Aires.
En 1806 el operativo táctico tuvo principio de ejecución: sir Arthur Wellesley, luego duque de Wellington, debía tomar Buenos Aires. Empero, como la situación en Europa continental dominada por Napoleón se complicó para los británicos, Wellesley, el mayor estratega inglés en esa época, fue enviado al continente a luchar contra Napoleón. En su lugar, fue enviado a Buenos Aires William Carr Beresford, muy vinculado a Wellesley, y que sería su jefe de Estado Mayor posteriormente. Para Venezuela fue enviado Francisco de Miranda.
Beresford, gobernador de Buenos Aires
Uno de los primeros decretos de Beresford, gobernador de Buenos Aires, fue designar a José Martínez de Hoz —antepasado del ministro José Alfredo Martínez de Hoz— administrador de la aduana de Su Majestad Británica en el puerto de Buenos Aires.
Cumpliendo las instrucciones recibidas, Beresford, según el profesor Harry S. Ferns de la Universidad de Birmingham, organizó dos logias masónicas operativas de los intereses británicos: “Estrella del Sur” y los “Hijos de Hiram”. Allí se agruparon los exportadores de cuero que hasta entonces habían actuado como contrabandistas.
¿Quién es el profesor Julio González?
El doctor Julio Gonzalez fue secretario legal y técnico del Gobierno del presidente argentino Juan Domingo Perón, y luego de Isabel Duarte de Perón (1973–1976). En el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 fue encarcelado por la Junta militar, y recuperó su libertad física con el retorno de la democracia. Hoy es profesor en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en Buenos Aires, en donde dirige su cátedra de Estructura Económica.
Julio es, en Argentina, uno de esos patriotas que nunca se rindieron, y dedica su vida a dejar bien claro que el enemigo continuo de la nación argentina, desde el mismísimo día de su nacimiento, es el sistema del Imperio Británico, y no Estados Unidos en tanto república soberana.
En el Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) en Argentina, conforme crecemos en nuestra misión como estadistas y organizadores, mantenemos un diálogo continuo con Julio, por ser quien mejor entiende en nuestro país que la historia es la manifestación de una lucha entre dos sistemas económicos opuestos: república u oligarquía.
—por Emiliano Andino, miembro del LYM.
Durante el Gobierno de Beresford y luego, a partir de septiembre de 1809, con el virrey Cisneros —que emitió el edicto de Libre Comercio con la nación inglesa hasta el 18 de mayo de 1810—, éstos pasaron a constituir la British Commercial Room, que congregaba al sector que se dedicaba en forma exclusiva y excluyente a manejar el comercio exterior de importación y exportación. La envergadura del comercio exterior se manifiesta en este comentario: Hacia 1800 tres ciudades europeas eran las destinatarias del contrabando de cueros desde Buenos Aires: Ámsterdam (Holanda), Hamburgo (Alemania) y Londres (Gran Bretaña). La cantidad de cueros que se exportaban desde Buenos Aires era 1.000.000 (un millón) por año. Su precio al vendedor en Buenos Aires era de un peso fuerte y su precio al comprador en El Havre, cuatro pesos fuertes. El cuero era en aquella época la materia prima del mundo; todo lo que hoy se hace empleando goma o plástico, en esa época se fabricaba con cuero: ropas, muebles, arneses para carruajes y sillas de montar, zapatos y botas (para calzado de los enormes ejércitos en guerra en Europa), juntas para las máquinas a vapor que comenzaron la revolución industrial, etc. De ahí que el sector exportador–importador constituyera el sector económicamente dominante y, por ende, el que regía la política del país.
El libro de Gillespie
El capitán británico Alexander Gillespie fue comisionado por Beresford para invitar a los principales exportadores de cuero a través del contrabando, a que adoptasen en secreto el carácter de súbditos británicos firmando una obligación hacia Su Majestad Británica. En sus investigaciones en el Foreign Office (el Ministerio de Relaciones Exteriores británico—Ndr.) después de 1955, Atilio García Mellid halló un memorando donde se consignaba que 58 personas habían aceptado ser súbditos británicos. El libro del capitán Gillespie donde se hallaba el nombre, apellido, domicilio y profesión de quienes pasaron a ser súbditos ingleses en secreto, nunca fue encontrado. Gran Bretaña ampara muy bien a los ejecutores de sus políticas económico–financieras y comerciales, que administran a sus territorios vasallos de manera ostensible o encubierta.
Bernardo Lozier Almazán sintetiza en su obra[10] un hallazgo ulterior del Foreign Office: tanto Juan José Castelli como Cornelio Saavedra fueron de esos cincuenta y ocho porteños que estamparon su firma en el libro que registraba las lealtades a Su Majestad Británica. Así lo determina Gillespie cuando en su nota a Perceval de fecha 3 de septiembre de 1810 le menciona que, “observo en comparación con la lista de los que componen el actual gobierno de aquella ciudad los nombres de Castelli y Saavedra. . . de este último dice el jefe. . . persona muy capaz ha visitado Europa y Norte América, habla inglés con facilidad y es muy afecto a este país (Gran Bretaña). Es natural de Lima y tiene visión muy comprensiva sobre la política y el comercio”.
Liborio Justo señala que Alexander Mackinon, presidente de la British Commercial Room, fue quien redactó la lista de los miembros de la Junta del 25 de mayo de 1810, uno de los cuyos secretarios —Mariano Moreno— era el abogado de esa organización comercial.
El 26 de mayo de 1810 a las once de la mañana el almirante De Courcy, jefe de la flota naval británica apostada frente a Buenos Aires, fue recibido junto con otros oficiales por la Junta, y su presidente Saavedra le expresó que “es la intención y deseo de esta Junta continuar la más firme alianza con Gran Bretaña”. Enrique Williams Álzaga, en su obra “La fuga del general Beresford”, destaca que la bandera de la Junta de 1810 fue la bandera española con la bandera inglesa juntas.
No podemos concluir esta investigación, a la que hemos dedicado gran parte de nuestra vida, sin señalar estas cuestiones:
1) El gobierno surgido de la Revolución Militar del 4 de junio de 1943, restauradora del Estado de Derecho, estableció el 12 de agosto de cada año como día de la Reconquista. Día feriado festivo nacional con ceremonias conmemorativas en las unidades militares, bases navales, bases de la Fuerza Aérea. y escuelas y colegios de todo el país. El lema de dicho gobierno fue: la era del fraude ha terminado. A la cárcel los ladrones públicos y restauración de los bienes mal habidos.
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Emiliano Andino, dirigente del Movimiento de Juventudes Larouchistas. (Foto: EIRNS). |
2) El 12 de agosto de 1946 el presidente de la Nación, general Juan D. Perón, enterró en un monolito en la Plaza de Mayo un mensaje para los argentinos, que debía ser abierto el 12 de agosto de 2006. Desgraciadamente, producido el derrocamiento del Gobierno de Perón el 16 de septiembre de 1955, ese mensaje fue desenterrado y arrancado por manos anónimas. Empero, en el libro Inglaterra y mi caída el general Perón sienta esta frase decisiva:
Quizás un error nuestro fue no haber advertido que nuestro gobierno fue una etapa en la lucha ancestral con Gran Bretaña, iniciada el 12 de agosto de 1806.
Ésta es la respuesta que después de cuarenta y un años de cátedra universitaria damos al diario La Nación, en el que una persona dice que, “los acontecimientos de 1806 fueron una especie de 2001” (choques de cacerolas con cucharitas por el “corralito” a los depósitos bancarios), y donde un súbdito británico afirma que, “el nacionalismo que se quiere destacar es una forma parcial de hacer historia”.[11] Quien expresa esto último es Graham Yool, del Buenos Aires Herald, autor de “La colonia olvidada”, publicado en 2005. Para el autor, la colonia olvidada de la comunidad británica es Argentina. De ahí el empeño en falsificar la historia y permitir una historia boba donde se oculta el 12 de agosto de 1806, la fecha de nuestra proveniencia.
Esta página condensa la proveniencia histórica y la prognosis del futuro que las juventudes larouchistas argentinas han comenzado a transitar para este siglo 21. En el mismo, habrá de lograrse el hemisferio americano en el cual la vida podrá vivirse en sus dos realizaciones máximas: procrear vidas nuevas y crear intelectualmente.
[1]Diario de Buenos Aires 1806–1807, de Alberto M. Salas, pág. 187 (Editorial Sudamericana: Buenos Aires, 1981. La cronología diaria está fundada en documentos del Archivo General de la Nación.
[2]Op cit., pág. 206.
[3]Ibíd, pág. 206.
[4]Ibíd, pág. 169.
[5]Las invasiones inglesas, de Roberto Marfani (Editorial Theoria: Buenos Aires, 1960).
[6]Biblioteca de Mayo, tomo IV, 3196 (Congreso de la Nación: 1960).
[7]Ibíd.
[8]Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, de Harry S. Ferns (Editorial Hachette: Buenos Aires, 1974).
[9]Argentina gesta británica, de Emilio Manuel Fernández Gómez (Universidad de Londres).
[10]Beresford gobernador de Buenos Aires, de Bernardo Lozier Almazán (1994).
[11]La Nación, sección Enfoques (domingo 11 de junio de 2006).
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