Estudios estratégicos
Sodoma y mañana:
Acá los compas somos gente sencilla
por Lyndon H. LaRouche
5 de octubre de 2006.
. . . Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.—Lucas 19:40.
Con frecuencia en momentos de desorden en los asuntos de las naciones, hasta los que antes pudieron considerarse como los instrumentos más improbables han de clamar, cual en protesta contra una gran injusticia. Eso es lo que ha surgido esta semana con los acontecimientos en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en cuanto al asco generalizado que expresa la que se ha considerado como la preciada base electoral de Karl “Elmer Gantry” Rove, por esas instituciones republicanas a las que vieron encubrir al ex representante republicano estadounidense Mark Foley (por Florida).
Estos sucesos en torno al vocero de la Cámara de Representantes de EU, Dennis Hastert, de pronto amenazan —aunque sólo remecen, más que sacuden— con derribar la estructura entera de los afanes de esta presidencia actual de Bush, con sus arranques de perro rabioso frente a las cámaras, por asestar el virtual golpe de Estado con que al presente pretende convertirse en una tiranía fascista.
Lo que acaba de suceder no puede evaluarse de manera competente sin tomar en cuenta los siguientes elementos más profundos como telón de fondo.
A principios de los 1980, cuando los informes médicos sobre la propagación de lo que ahora se llama “sida” brotaban por montones, yo propuse, con gran amplitud y energía, un programa federal de emergencia de 40 mil millones de dólares para EU, de medidas de investigación de salud y tratamiento de una enfermedad infecciosa que representaba una amenaza potencialmente pandémica, antes desconocida, para toda la humanidad: una epidemia retroviral humana llamada “sida”. Al mismo tiempo advertí que la propagación de esta epidemia produciría una reacción colectiva contra la contracultura del rock, las drogas y el sexo que había encabezado el hiperactivo elemento anticientífico de dicha contracultura, tomado en gran medida de esa porción de los “sesentiocheros” que salieron de la población estudiantil loca por el sexo que se asocia con las universidades más destacadas de los 1960 y 1970 (ver "LaRouche tuvo razón en cuanto al sida").
A pesar de la reacción histérica contra mis advertencias y propuestas, las disposiciones del caso, aunque del todo inadecuadas, se adoptaron como las medidas de EU (y de otros), de tratamiento y control del ritmo de contagio de esta nueva epidemia tanto en América como en Europa, aunque su diseminación en el sur de África se alentó, arrasando prácticamente con gran parte de la clase media africana de la que dependía la independencia y desarrollo de las naciones pertinentes.
Así, no todos desatendieron mis advertencias de que no enfrentar con eficacia la epidemia del sida acarrearía una reacción, motivada por el miedo a la misma, contra la contracultura del rock, las drogas y el sexo de la generación del “68”. No las desatendieron los círculos que vinieron a ser representativos de la función que desempeñó Karl “Elmer Gantry” Rove en redefinir el perfil político de la nación. Rove encarna a aquellos que entendieron las implicaciones de mi advertencia, que aprovecharon el reconocimiento del hecho de que tuve razón para erigir un movimiento político de fanáticos religiosos derechistas al que se convocó, de manera más notable, de entre la aterrada generación “sándwich”.
En el transcurso de las últimas dos décadas, esa nueva forma de “fundamentalismo” derechista, que hoy incluye al sintomáticamente pertinente presidente y cabecilla George W. Bush hijo, devino en una suerte de factor marginal decisivo en la vida electoral de lo que fue nuestra república constitucional hasta antes de él.
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El ciego guía de ciegos, de Peter Bruegel. “Quienes hicieron las veces de núcleo sólido de apoyo de Karl Rove a la presidencia de Bush tienen saturadas las narices con el tufo que despide el hecho de que los usaron a mansalva y los traicionaron hondamente”. (Foto: clipart.com). |
Sin embargo, entre los bramidos de triunfalismo de los círculos de la nueva generación de fanáticos de Bush también operaba otra realidad. El núcleo de la base electoral de derecha sobre la que en gran medida se ha erigido la fama reciente de Karl Rove, no es precisamente lo más granado de esta camada que digamos. Centra en especial tu atención en el estrato sándwich de estos compas, el núcleo de la muy cacareada base especial de electores de Rove. Observa cada parámetro pertinente de la vida económica y social relacionada de cada comunidad de la nación en la que se ubican los votantes especiales de Rove y, también de manera notable, Anne Coulter.
Mira, como es típico, lugares tales como la Florida del representante Mark Foley, hace poco azotada por huracanes, y los vestigios de las reacciones absolutamente inmorales del presidente George W. Bush hijo ante el reconocimiento de su Gobierno de lo de Katrina, antes, durante y después de que aconteciera. Puede que la base populista derechista de Karl “Elmer Gantry” Rove entre los sándwiches odie lo que percibe como liberales altaneros y desdeñozos, y, a ese respecto, quizás apoye las presentes locuras sadistas del presidente Bush, pero también está henchida de odio por la serie de mentiras y promesas rotas del Gobierno de Bush en cuanto a salud, en cuanto al desplome de las condiciones económicas de vida de su clase, y a su sentido de horror por el olor a destrucción que despide tanto el llamado Oriente Medio despedazado por la guerra como el horizonte económico nacional en general.
Para estos populistas, no sólo el representante Mark Foley, sino también el vocero de la Cámara Dennis Hastert, son típicos de que quienes hicieron las veces de núcleo sólido de apoyo de Karl Rove a la presidencia de Bush tienen saturadas las narices con el tufo que despide el hecho de que los usaron a mansalva y los traicionaron hondamente. El caso de las transparentes intentonas del vocero Dennis Hastert por encubrir los deslices del ex representante Mark Foley, fue la gota que derramó el vaso del artilugio electoral de Karl Rove.
Para los republicanos bushistas, de pronto parece que el tiempo mismo repentinamente ha dado marcha atrás, y que su mundo político está patas arriba en la víspera de una elección intermedia general (no se atreven siquiera a pensar en el término “erección”). Las carreras de Karl Rove y George W. Bush en Washington, D.C., se construyeron sobre el cimiento de temas sexuales, y ahora el desmoronamiento de ese cimiento está tumbando la causa republicana.
Teología y política
Cualquier historiador competente hubiera reaccionado a estos acontecimientos con algo al efecto de: “Qué sorpresa”. Lo que hizo Karl Rove es típico de cómo en la historia los “Elmer Gantry” y los de su calaña han abusado de la religión. Una vez más agarraron al predicador detrás de la carpa del movimiento de renovación, por así decirlo, jugando al gallo con la gallinas. Todo estaba bien hasta que el diácono encontró a su propia esposa detrás de la carpa, como hasta que al vocero Dennis Hastert lo agarraron en su propia versioncita de sermoneo y mentiras detrás de la carpa de renovación.
En todo el arco de la historia europea desde el surgimiento de la secta pitia de inclinación satánica del Apolo délfico, la jugarreta acostumbrada que se gastan los tiranos ha sido lo que el novelista ruso Fiódor Dostoievski describió como la traición satánica del Gran Inquisidor —o sea, de Tomás de Torquemada— contra Jesucristo. Siglos antes de Dostoievski, éste fue el truco que el gran dramaturgo Esquilo describió en su Prometeo encadenado como la prohibición del Zeus olímpico a compartir el conocimiento de principios físicos universales con hombres y mujeres ordinarios. La de Zeus era la misma práctica perversa de los seguidores aristotélicos de la secta de Delfos que Filón de Alejandría condenó. La sofistería que emplearon quienes acusaron a Filón, era el mismo fraude que se enseñaba como fundamento de la geometría euclidiana: el silogismo, el fraude de que, como Dios es perfecto en todo lo que hace, lo que ha creado, el universo, es tan perfecto que el propio Dios no puede hacer nada para alterarlo.
Por el contrario, en el judaísmo, el cristianismo y el islamismo del Génesis 1:26–31, el hombre y la mujer están hechos a semejanza del Creador, y obligados a transformar el universo en tanto instrumentos de la práctica misma del Creador de alterar Su Propia Creación, del modo que Él ha hecho que el Sol otrora solitario creara los planetas del sistema solar. El aumento del poder del universo para autodesarrollarse es la expresión de su perfeccción, a la manera en que Platón se hizo eco del célebre Heráclito a este respecto.
La intención de los límites que de forma fraudulenta le imponen al Creador aquellos que semejan al Zeus olímpico délfico, es remplazar a Dios el Creador con una oligarquía de inclinación satánica, como Dostoievski identificó la función del Gran Inquisidor. La intención de este fraude délfico y de otros parecidos cometidos en nombre de la teología, ha sido hacer de la clase gobernante la dueña del poder de la vida y la muerte sobre el individuo común. Por ejemplo, este fraude délfico inevitablemente rechaza la noción de que el preámbulo de la Constitución federal de EU sea el principio jurídico principal de nuestra república constitucional. Este fraude délfico es típico de lo que se ha constituido en el sistema del imperio oligárquico de una minoría privilegiada que, en toda manifestación de esa clase, ubica la posesión de la propiedad privada por encima de la obligación de la nación con el bienestar general de la población.
Desde la perspectiva de la teología, la proscripción délfica del Zeus olímpico, del ordenamiento de la sociedad para que se desarrolle acorde a la obligación voluntaria del hombre de fomentar el progreso científico y tecnológico en su beneficio, y para gloria del Creador, de conjunto, implica negar que existe un Creador, implica remplazar a ese Creador, en la mente de los incautos, con un virtual Satanás, la oligarquía reinante, como a través del imperio arbitrario de un emporio financiero ladrón, del modo que se le ha hecho últimamente a la propia industria automotriz estadounidense con la autoridad del Gobierno de Bush.
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El asco se ha generalizado entre esos fundamentalistas cristianos de la generación sándwich, considerados “como la preciada base electoral de Karl ‘Elmer Gantry’ Rove (en la foto), por esas instituciones republicanas a las que vieron encubrir al ex representante republicano estadounidense Mark Foley”. (Foto: www.illinoisleader.com). |
Así, el mito que se promueve con el nombre de “Revelación” ha presentado el sueño del apóstol cristiano Juan sobre el Imperio Romano de su tiempo como “la puta de Babilonia”, de manera fraudulenta, como la promesa de un Creador impotente de cumplir en algún futuro cierta promesa inflexible predeterminada. “¿Quién, entonces, obligará a dicho Creador impotente a cumplir semejante promesa?” Como bien dijo un sabio y célebre rabino: “¡Dios enviará al Mesías cuando Él, Dios, lo decida!”
Cuando los necios creen en una religión absurda en la que les enseñan a ser un Dios impotente, entonces, ¿a quién o a qué están sirviendo, en vez de a Dios el Creador? Dostoievski dijo que el dios falso es el Gran Inquisidor, la suma de lo que el vicepresidente Cheney pretende ser, cuando su conspicua esposa pretenda consentirlo.
De modo que, aun entre a quienes se ha inducido a someterse a las teologías absurdas del no necesariamente sincero Karl “Elmer Gantry” Rove, subsiste una chispa potente de humanidad, del modo que la define el Génesis 1:26–31. Así, la naturaleza verdadera del hombre y la mujer, de la manera que la describe ese pasaje con una validez científica verificable, puede brotar aun entre aquellos tan desorientados como las víctimas recientes de Rove. De repente, al verse traicionados por Hastert y su pandillas, pronto ya no creerán en Rove ni en George W. Bush.
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“La proscripción délfica del Zeus olímpico, del ordenamiento de la sociedad para que se desarrolle acorde a la obligación voluntaria del hombre de fomentar el progreso científico y tecnológico en su beneficio, y para gloria del Creador . . . implica negar que existe un Creador, implica reemplazar a ese Creador . . . con un virtual Satanás, la oligarquía reinante”. |
Los ‘sándwich’ y los adultos jóvenes
Al tiempo que una reacción nacional viceral contra la liga de los Elmer Gantry de Bush amenaza con iniciar una avalancha que tumbe a su maquinaria actual, dicha liga pretende contrarrestar su pérdida de apoyo de la base sándwich de Rove atacando dos frentes: con la compra del gran segmento sobornable de entre la dirigencia del votante afroamericano (que mantiene las finanzas familiares mandando a su hermana a prostituirse), como vemos funcionar ahora esta operación en apoyo de la reelección del senador republicano George Allen en Virginia. Al mismo tiempo, también procura apartar a los adultos jóvenes en edad universitaria de las elecciones de noviembre, como vemos que es el caso en las operaciones de John Train para usar a criaturas tales como las del equipo de intrigantes universitarios prácticamente sicóticos del calumniador David “Horrorwitch” (“Bruja de horror”, juego de palabras con su verdadero apellido, que es Horowitz—Ndr.), y comprar y darle un sesgo de 180 grados a publicaciones noticiosas otrora independientes, tales como Village Voice de Nueva York.
El John Train cuyos registros financieros han documentado en abundancia que ejemplifica lo que escoria pura financiada por la derecha, tal como Dennis King y “Búfalo Chip” Berlet, ocultaba en realidad tras lo que antes se conocía como la American Family Foundation (Fundación de la Familia Estadounidense), está en el centro financiero de la red de financiamiento de lo que prácticamente son propagandistas locales a la “Josef Goebbels, como lo ejemplifica su apoyo a los boletines universitarios locales y otro tipo de prensa, y a instrumentos enrolados en universidades importantes y otros lugares de todo el país con la misión asignada de evitar que los adultos jóvenes universitarios salgan a votar en las próximas elecciones intermedias. Justo en medio de este Train de lo que sea, está la lady MacBeth de la vida real del Gobierno de Bush y Cheney, que no es otra que la Lynne Cheney de quien se rumora que por las noches mantiene a su maridito el Vicepresidente encadenado, como perro, afuera de las habitaciones del Observatorio Naval.
Una vez que las masas populistas percibieron el tufo del caso del representante Mark Foley en sus fosas nasales, y que vieron quién ha estado encubriendo ese atascadero, desde el vocero de la Cámara de Representantes para abajo, pero muy, muy abajo, reaccionaron como el compa que de pronto descubrió que lo habían estado traicionando y usando todo este tiempo. Así que, a su vez, son sus pasiones las que se han encendido. Las raíces de este escándalo se extienden hondo, a principios de los 1980, cuando advertí por primera vez con amplitud de este fenómeno, hasta el presente, desde hace 25 años y antes.
Como la historia debiera recordarnos, de eso es que están hechas las revoluciones y cosas parecidas. Cuidado con los compas; se los conoce por reaccionar, tarde o temprano, en contra de quienes intentan confundirlos y usarlos.
Nuestra mejor arma en la lucha por rescatar a nuestra república, e incluso a todo nuestro planeta, de la amenaza inmediata de sumergirnos, como los lemmings, en un virtual infierno, es reconocer el hecho de que el universo está organizado como Kepler, Leibniz y Riemann lo entendían, no como el mundo mecanicista fantástico de Descartes y el experto en magia negra Isaac Newton. Por tanto, ellos, nuestros enemigos, cometen los errores inevitables, al modo de los lemmings meramente legendarios, a los que sus propias creencias los inducen. Fracasaríamos, sólo de faltarnos la confianza para actuar con decisión conforme a nuestro conocimiento a mano en cuanto a esto.
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