Estudios estratégicos
Cambia el mapamundi
político
Mendeléiev
estaría de acuerdo
por Lyndon H. LaRouche
Este discurso lo pronunció el doctor
Jonathan Tennenbaum el 24 de abril, en representación de Lyndon LaRouche,
en la conferencia de Moscú sobre “Un vínculo de transporte
eurasiático–americano transcontinental vía el estrecho de
Bering”, mismo que se publicó en ruso y en inglés en FORUM International. La reunión la patrocinó la
Academia de Ciencias de Rusia y el Consejo para el Estudio de las Fuerzas
Productivas (SOPS), junto con el Ministerio de Desarrollo Económico y
Comercio (MERT), el Ministerio de Transporte, Ferrocarriles de Rusia, y los
gobiernos estatales de Siberia y el Lejano Oriente ruso.
La intención de crear un sistema
ferroviario transiberiano que de manera implícita se extienda a
través del estrecho de Bering hasta Norteamérica, data
expresamente de la visita que hizo Dimitri Ivánovich Mendeléiev a
la Exposición del Centenario de EU en Filadelfia, en 1876. La derrota que
le infligió el presidente estadounidense Abraham Lincoln al plan de lord
Palmerston para destruir a Estados Unidos, difundió en Rusia la
influencia de lo que se conocía como el Sistema Americano de
economía política, así como las reformas de Bismarck en
Alemania, y la industrialización de Japón y otras partes. Estos
llamados acontecimientos mundiales geopolíticos del intervalo que
siguió a 1865–1876, han representado el foco de propagación
de todas las grandes guerras por el mundo, desde la manipulación
británica de la primera guerra de Japón contra China en
1894–1895, hasta la muerte del presidente estadounidense Franklin
Roosevelt en 1945.
En su mensaje a los participantes, Lyndon LaRouche afirmó que, “el puente por el estrecho de Bering se convierte ahora en el centro del renacimiento de una nueva economía mundial”. (Foto: Stuart Lewis/EIRNS).
En el ir y venir de la
historia económica y geopolítica mundial, hasta la fecha, la
realización de las intenciones de Mendeléiev para el desarrollo de
Rusia sigue siendo un aspecto decisivo de esa historia continua del mundo
después de 1865–1876, hasta el momento. El restablecimiento de su
intención original ahora, se renueva como la cualidad fundamental adjunta
de un rasgo de importancia decisiva para el mundo entero
hoy.
El mismo ímpetu hacia nuevas
guerras mundiales persiste con nuevos disfraces hoy. Al presente, el mundo
está en garras de lo que amenaza con convertirse, muy pronto, en el
desplome monetario–financiero más grande de toda la historia
moderna hasta el presente. La propagación de la guerra y conflictos
relacionados desde el Sudoeste de Asia, no es otra cosa que un reflejo del mismo
impulso —así llamado— geopolítico continuo que ha
incitado toda gran guerra en el orbe, desde el tratado de París de 1763,
pero con más fuerza desde que Estados Unidos de América se
convirtió en un problema para el sistema monetario liberal
angloholandés en 1865–1876.
La
embestida de este derrumbe del hoy hiperinflado sistema
monetario–financiero mundial que se desintegra, exige la pronta
intervención concertada de emergencia de las principales naciones
responsables. Para esto, urge un cambio súbito de la tendencia
política estadounidense que retome la tradición del presidente
Franklin Delano Roosevelt. Semejante cambio en la política de EU ha de
realizarse mediante una cooperación de emergencia que encabezaría
un concierto de las principales potencias del mundo. Entre éstas debe
contarse a EUA, Rusia, China e India, como el eje que fomente una nueva sociedad
entre las economías de Estados nacionales perfectamente
soberanos.
En dicha cooperación, debe
extenderse una gran red de los sucesores modernos de las viejas formas de
transporte ferroviario por toda Eurasia continental y, a través del
estrecho de Bering, hacia las Américas. El desarrollo económico
eficiente de regiones hoy improductivas y de otro modo vedadas,
participará en el urgente progreso futuro de todo el
planeta.
Semejante plan ya fue formulado,
entre 1990 y 1992, bajo la dirección de mi esposa Helga
Zepp–LaRouche, quien sigue siendo la principal dirigente política y
cultural entre mis colaboradores en Europa y más allá. Esta
perspectiva ha de revivirse ahora para que devenga en una realidad
mundial.
En lo tecnológico, el
principal aliciente del progreso científico se ubica en la obra sucesiva
de personalidades ejemplares tales como Mendeléiev y el académico
V.I. Vernadsky, y en el trabajo del máximo experto pertinente, aunque muy
poco aplaudido, en este mismo campo, el pionero estadounidense William Draper
Harkins.
Esto exige pactar acuerdos
diplomáticos de largo plazo entre las naciones, crear un nuevo sistema de
tratados para acordar tipos de cambio relativamente fijos, con tasas de
interés preferencial muy bajas, a plazos diferidos de entre 25 y 50
años. Estos períodos abarcan la mitad de la vida
económico–financiera útil de las principales inversiones de
largo aliento en la construcción de esa infraestructura económica
básica que demandan las necesidades de las generaciones presentes y
futuras de los pueblos de estas
naciones.
Así, hemos entrado a una
época que se mide con el reloj del desarrollo de la fuerza de la
fisión nuclear y termonuclear, en la que dejó de ser una propuesta
práctica aceptable la larga historia de dominación de las
potencias marítimas real o implícitamente imperiales sobre las
extensiones terrestres del planeta. En cambio, lo que imperará en
cualquier forma exitosa de desarrollo civilizado de las relaciones entre las
naciones soberanas del planeta, será la modalidad de un motor
científico con uso intensivo de capital en el mejoramiento de la
infraestructura económica básica y el nivel de vida de los
pueblos. Para ello, las fuerzas del progreso tecnológico animado por la
ciencia, de las facultades productivas ampliadas del trabajo, han de conquistar
las tundras y desiertos de nuestro planeta. El desarrollo debe proceder ahora
desde los márgenes del Ártico hacia el sur, hacia la
Antártida.
Así, el puente por
el estrecho de Bering se convierte ahora en el centro del renacimiento de una
nueva economía mundial.
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