Internacional
LaRouche a Hillary: ¡Encabeza la
campaña para enjuiciar a Cheney!
por Michele Steinberg y Jeffrey Steinberg
“Si Hillary Clinton se decidiera a tocar el
clarín del juicio inmediato al vicepresidente Dick Cheney, podría
ganar la presidencia casi por aclamación”, dijo el estadista y
economista estadounidense Lyndon LaRouche el 13 de julio, al reflexionar sobre
la respuesta abrumadora de la base demócrata a la mera mención de
un juicio para destituir al vicepresidente estadounidense Dick Cheney. El 12 de
julio, en un foro de candidatos que tuvo lugar en la convención anual de
la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP) en
Detroit, Michigan, el congresista y precandidato presidencial demócrata
Dennis Kucinich fue ovacionado con un largo y ensordecedor aplauso cuando
habló de enjuiciar a Cheney, idea que Kucinich ya sometió al
Congreso como la propuesta 333 de la Cámara de
Representantes.
Dos días antes, en una
entrevista radiofónica en el programa de Ed Shultz, la senadora
demócrata Barbara Boxer también ganó amplio apoyo cuando le
dijo a Shultz que el juicio político debía ponerse “sobre el
tapete”. Los comentarios de la senadora Boxer fueron un claro rompimiento
con la política vigente de la dirigencia demócrata en el Congreso
—en particular con la de la presidenta de la Cámara de
Representantes Nancy Pelosi—, que de manera explícita y reiterada
ha insistido que un juicio está “fuera de
discusión”.
El 6 de julio
American Research Group, Inc. dio a conocer una encuesta que muestra que 54% de
todos los estadounidenses, 51% de los votantes independientes y 76% del
electorado demócrata registrado favorecen el juicio inmediato al
Vicepresidente. Incluso 17% de los republicanos registrados para votar abrazaron
la idea de enjuiciarlo, lo que indica el grado al que se extiende el clamor
nacional que exige su salida.
En apoyo a los
hallazgos de American Research Group, LaRouche dijo que cuando los congresistas
estuvieron en sus distritos durante el receso del 4 de julio, “su
electorado los vapuleó” exigiéndoles que enjuicien a Cheney.
A su regreso a Washington, las intervenciones de Kucinich y Boxer reflejaron su
respuesta a la demanda apabullante de la ciudadanía. LaRouche
comentó que la acogida que tuvo Kucinich en el debate de la NAACP, en
respuesta a su propuesta 333 para destituir a Cheney, fue aun más
importante que los detalles de lo que dijo, y que otros congresistas, entre
ellos los candidatos presidenciales demócratas, también lo
notaron.
Así que, si la senadora
Clinton “toca el clarín” del enjuiciamiento inmediato de
Cheney sin vacilar, podría “ganar la presidencia casi por
aclamación”, repitió
LaRouche.
La verdad es que hasta ahora, con
excepción del llamado de Kucinich para sacar de inmediato a Cheney, los
aspirantes presidenciales del Partido Demócrata le han sacado la vuelta a
las cuestiones fundamentales que determinarán el futuro de Estados Unidos
y del mundo. Esto, ha repetido LaRouche una y otra vez, es una receta para el
desastre político, en particular para Hillary, la dizque
favorita.
La oportunidad de
Kennebunkport
El asunto de botar de inmediato
a Cheney está ligado ahora, de manera inextricable, a la oportunidad
estratégica que surgió el 1 y 2 de julio en Kennebunkport, en la
reunión del presidente George W. Bush, el ex presidente George H.W. Bush
padre y el presidente ruso Vladimir Putin. Ahí, Putin propuso una
colaboración estratégica entre Rusia y Estados Unidos, junto con
Europa, para establecer un sistema de defensa contra proyectiles que abarque a
casi toda Eurasia.
Varios días antes
de la llamada “Reunión Cumbre de la Langosta”, el ex
presidente Bill Clinton asombró a los participantes en un foro
estratégico en Yalta, Ucrania, al instar directamente a revivir la
Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) del presidente Ronald Reagan del
23 de marzo de 1983, de una cooperación ruso–estadounidense para
montar un escudo mundial de defensa contra proyectiles que le pondría fin
a la era de la destrucción termonuclear mutuamente asegurada. Como todo
el mundo sabe, la propuesta de la IDE del presidente Reagan nació de la
colaboración con Lyndon LaRouche, quien planteó por primera vez en
1977 la idea de un acuerdo de cooperación global para perfeccionar los
sistemas de defensa con base a “nuevos principios físicos”
(ver artículo siguiente).
En su
discurso en Yalta, Clinton dijo que quisiera ver a Estados Unidos y Rusia
compartir los beneficios de tales avances tecnológicos, y
ridiculizó el incompetente e innecesariamente provocador plan
estadounidense de dizque defensa contra proyectiles, con tecnología
atrasada, que el Gobierno de Bush promueve con la idea de instalar sistemas de
radar y contra proyectiles en Polonia y la República
Checa.
Las gestiones de los ex presidentes
Bush y Clinton —junto con las del presidente ruso Putin— reflejan un
firme deseo institucional, tanto en Moscú como en Washington, de evitar
la suerte de “nueva Guerra Fría” o algo peor que pretende
propagar Cheney.
En el ambiente de
Kennebunkport, en ausencia de “Dick”, el presidente Bush
respondió bien —y con cordura— a la oferta de Putin, que en
esencia alteraría la trayectoria actual de enfrentamiento mundial y
sentaría los cimientos de una colaboración estratégica de
largo plazo cimentada en Estados Unidos y Rusia, pero que también
incluiría a China, India y muchas otras
naciones.
Como le dijo a EIR un
alto funcionario de la inteligencia estadounidense, “en cuanto el
avión del presidente Putin abandonó suelo estadounidense,
estalló una feroz pelea faccional al seno de la Casa Blanca sobre la
propuesta colaboración estratégica, en la que Dick Cheney
encabezó la oposición a la oferta de Putin”. Un colaborador
cercano del ex presidente Bush secundó la observación, y
añadió que la conducta de Bush hijo en Kennebunkport por fin lo
había convencido de que Cheney fue el factor que empujó al Presidente a las políticas suicidas de
enfrentamiento de los últimos 7 años, y de que tenía que
irse si es que había alguna esperanza de que Bush deje “un
legado” que no sea el del peor presidente en la historia de Estados
Unidos.
Lamentablemente, sus observaciones se
vieron confirmadas. Una vez que Bush regresó a la Casa Blanca y al
entorno de Cheney, recobró su perfil demente y beligerante. En un
discurso que dio el 11 de julio en Cleveland, Ohio, y en una conferencia de
prensa en la Casa Blanca al día siguiente, Bush tronó contra los
demócratas en general, y contra todo el que dudara de lo sabio de la
invasión y ocupación de Iraq, y de la estrategia actual de
aumentar las tropas. Sólo unas horas antes de que diera su discurso en
Cleveland, el Washington
Post informó en su primera plana que
se esperaba que el Presidente indicara un cambio en la política hacia
Iraq. Cuando esto no ocurrió, la conclusión casi unánime
fue que Cheney había “agarrado” al Presidente y le
había llenado la cabeza de disparates belicistas.
Guerra o
paz
Como para subrayar que lo de Cheney de
verdad es una cuestión de guerra o paz —que quizás se decida
antes de que termine el tercer trimestre del año—, tan pronto como
Bush regresó a la Casa Blanca se tomaron varias medidas para redoblar la
marcha hacia la guerra con Irán. Primero, el ministro de Asuntos
Estratégicos de Israel, el ultraderechista Avigdor Lieberman,
viajó a Bruselas para conferenciar con funcionarios europeos y
estadounidenses, y a su regresó a Israel anunció que contaba con
el apoyo de Europa y Estados Unidos para realizar un ataque preventivo
israelí contra Irán. “Si emprendemos operaciones militares
contra Irán por nuestra cuenta”, le dijo Lieberman a Radio
Ejército el 11 de julio, “Europa y Estados Unidos nos
apoyarán”.
Ese mismo día
el senador independiente Joseph Lieberman, un aliado íntimo de Cheney,
propuso enmendar el presupuesto de defensa, exigiendo que los servicios
militares, diplomáticos y de inteligencia de Estados Unidos presenten
informes cada 60 días sobre las actividades iraníes en Iraq.
Lieberman escribió el borrador original de la enmienda de modo tal, que
podría interpretarse como una autorización para que el Presidente
declare la guerra; sin embargo, el senador demócrata Carl Levin, quien
preside la Comisión de las Fuerzas Armadas, insistió en que se le
añadiera explícitamente que nada en la medida “habrá
de interpretarse para autorizar o de otro modo hablar del uso de las Fuerzas
Armadas contra Irán”. No obstante, cuando el Senado aprobó
la enmienda por 97 votos contra 0, todos lo consideraron como una
capitulación a Cheney y la facción belicista del gobierno que
pretende atacar a Irán, quizás tan pronto como este mismo agosto,
mientras el Congreso toma un mes de
receso.
Las faramallas de Lieberman en el
Senado también se coordinan con el despliegue silencioso de un equipo de
la Casa Blanca a Bagdad para fomentar la propaganda antiiraní desde el
frente de batalla. En junio se despachó a la capital iraquí al
general Kevin Bergner, quien hasta hace poco era el segundo del director militar
del Consejo de Seguridad Nacional para el Oriente Medio y principal aliado
neoconservador de Cheney, Elliot Abrams, junto con otra ex funcionaria del
consejo, Meghan O’Sullivan, para redoblar una campaña de embustes
que tiene dos objetivos principales: satanizar a Irán y sentar las bases
de un ataque contra la República Islámica, y difundir la idea de
que el aumento de tropas está dando resultados y debe continuar en el
futuro previsible.
El 13 de julio, en
respuesta a la demencia creciente de la Casa Blanca, los senadores republicanos
John Warner y Richard Lugar anunciaron que presentarán una enmienda al
mismo presupuesto de defensa, al declarar que el presupuesto original de octubre
de 2002 para la guerra contra Iraq ya no era válido, y exigir una
revisión a la política estadounidense hacia Iraq. Se ha hablado en
general del senador Warner, que es una voz institucional de la Armada de Estados
Unidos y otros servicios militares, como el hombre que debe pedirle a Bush la
salida de Cheney, tal como el senador Barry Goldwater fue con Nixon y
forzó su renuncia como presidente.
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