Internacional
Sólo cuatro potencias
pueden evitar una guerra
mundial
por Jeffrey Steinberg
Hay que decir, por justicia, que cuando la
dirigencia del Partido Demócrata en el Congreso de Estados Unidos
capituló de manera desvergonzada ante el vicepresidente Dick Cheney, y
abandonó su cometido de imponerle a la ley de financiamiento
complementario de la guerra en Iraq un plazo para el retiro de las tropas, nadie
ahí fue consciente de que su acto de cobardía acercaría
mucho más al planeta a la Tercera Guerra Mundial. Aunque no entendieron
las consecuencias de lo que hacían, la triste verdad es que el mundo
está ahora mucho más cerca de una “guerra permanente,
revolución permanente” de lo que lo ha estado desde la muerte del
presidente estadounidense Franklin Delano
Roosevelt.
En un punzante comentario sobre el
malogro de la dirigencia demócrata en el Congreso, Lyndon LaRouche
advirtió en una declaración el 23 de mayo, que “la
dirigencia demócrata ha perdido la confianza de su propia base
política dura” al negarse a enjuiciar a Cheney. “Y no
están dispuestos a dar los únicos pasos con los que la
recuperarían. No puedes movilizar la opinión pública
—continuó LaRouche—, sin movilizar a la base del Partido
Demócrata”. El juicio para destituir a Cheney, concluyó,
“es el tema nacional fundamental. Toda la política estadounidense
en este momento se centra en botar a Cheney”. LaRouche explicó que
al vigorizar a la base demócrata exigiendo el enjuiciamiento de Cheney,
se crearían las condiciones políticas en las que un gran
número de republicanos se sumaría a la ofensiva y la
destitución del Vicepresidente sería un hecho antes de que
terminara el 2007.
El marco estratégico más
amplio
Para ubicar como es debido la batalla
por el enjuiciamiento de Cheney y la menaza de la Tercera Guerra Mundial, es
necesario explicar algunas características clave de la actual
situación mundial.
Primero que nada,
el sistema financiero entero que siguió al de Bretton Woods agoniza.
Ninguna reforma del sistema actual de tipos de cambio flotantes
funcionará. Aunque el antiguo presidente de la Reserva Federal
estadounidense Alan Greenspan “pospuso lo inevitable”, de octubre de
1987 en adelante, con la política hiperinflacionaria de erigir un
“muro de dinero”, que aún podría alargar unas semanas
o meses más el día en que reviente la liga, la perspectiva de que
el sistema financiero actual permanezca incólume en los próximos
12 meses es, en el mejor de los casos, remota. Más aun, el monopolio
creciente que los fondos especulativos y de inversión privados de
ultramar ejercen sobre las economías físicas de Europa y las
Américas, ha dañado tanto la producción física
mundial, que cualquier otra demora en aplicar un cambio sistémico
fundamental tendrá consecuencias inimaginables. Con los fraudes
anticientíficos como el “calentamiento global” de Al Gore y
el etanol erosionando aun más las menguantes capacidades productivas del
planeta, el mundo enfrenta la hambruna, enfermedades y otras crisis obra del
hombre a una escala sin precedentes.
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La falta de agallas de los demócratas para enjuiciar al belicista vicepresidente estadounidense Dick Cheney empuja al mundo más cerca de una “guerra permanente” de lo que jamás haya estado desde la muerte de Franklin Delano Roosevelt. Cheney gruñe el 21 de febrero de 2007 a bordo del USS Kitty Hawk en Yokosuka, Japón. (Foto: Todd P. Cichonowicz/Armada de EU).
Segundo,
la política de guerra preventiva de Cheney, incluso de guerra nuclear,
que ha sido la orientación que Londres le ha impuesto a la
“facción belicista de Washington desde que Cheney era secretario de
Defensa del Gobierno de George H.W. Bush padre, no sólo va dirigida
contra el dizque “eje del mal” (Iraq, Irán y Corea del
Norte). Los verdaderos blancos son Rusia, China y, a un grado apenas un poco
menor, India, las tres grandes potencias eurasiáticas. Medidas
unilaterales recientes de EU y la OTAN, como los planes de desplegar sistemas de
proyectiles antibalísticos en Europa Central y los países
Bálticos, las “revoluciones arcoiris” que patrocinan la
Unión Europea y Washington en todas las fronteras inmediatas de Rusia, y
las amenazas de emprender ataques preventivos contra el vecino sur de este
país, Irán, constituyen un “enfrentamiento mundial
forzado”, en el que tanto Moscú como Pekín se consideran
como el objetivo último de una nueva Guerra Fría o algo
peor.
Tercero, de resultas del ataque
combinado de las operaciones financieras privadas de ultramar que dirige Londres
y el “choque de civilizaciones” que fomenta el doctor Bernard Lewis
de la oficina de asuntos árabes británica contra el sistema del
Estado nacional, la mayoría de las naciones pasan hoy por una crisis de
ingobernabilidad. En muchas partes del mundo esto cobra la forma de una guerra
asimétrica sectaria y comunal. Buena parte de África, el Sudoeste
de Asia e Iberoamérica enfrenta esta crisis en este
momento.
Incluso en EU, el intento de
arreglar la elección presidencial del 2008 con el financiamiento de
candidatos preseleccionados por parte de los fondos especulativos, y el truco de
definir a los candidatos de ambos partidos para los primeros dos meses del
año entrante mediante una cargada desde el comienzo de las primarias,
podría desencadenar la furia popular y el caos social. El desplome en
marcha de la burbuja hipotecaria amenaza a sectores enteros de EU con embargos y
desalojos en masa, lo cual refuerza el potencial de que se extienda la
intranquilidad social por el país.
El enfrentamiento contra
Irán
En este ambiente general, merece
atención especial la pretensión de Dick Cheney y sus
patrocinadores londinenses de montar un enfrentamiento militar contra
Irán antes de que termine su período de gobierno. Las inspecciones
recientes que ha hecho el Organismo Internacional para la Energía
Atómica (OIEA) confirman que Irán ha desarrollado la capacidad de
enriquecer combustible nuclear. El doctor Mohammed ElBaradei, director del OIEA,
ha exigido que Occidente negocie directamente con Irán para establecer un
régimen de inspecciones que garantice que su programa nuclear no se
“armamentice”.
Con las mismas
técnicas propagandísticas con las que le vendió al Congreso
el cuento de que era necesario invadir Iraq, la facción belicista de
Cheney pretende ahora convertir el programa nuclear iraní en un casus
belli que justifique un bombardeo preventivo
que, en última instancia, podría involucrar el uso de miniarmas
nucleares. Como señaló una fuente en Washington, “tiene
varios meses que viene llegándose la hora” de un enfrentamiento con
Irán.
Fue en este marco que LaRouche
advirtió el 24 de mayo que ningún arreglo
“convencional” sobre las capacidades nucleares de Irán, en el
ámbito tradicional de las inspecciones del OIEA, el Tratado de No
Proliferación Nuclear (TNP), y las diligencias diplomáticas
europeas, rusas y chinas, podrá evitar un conflicto, mismo que pronto
podría desembocar en una guerra
mundial.
Nada menos que una revolución
en la situación mundial, con centro en una nueva colaboración
entre las grandes potencias —EU, Rusia, China e India—, podrá
evitar un enfrentamiento asimétrico mundial desastroso, insistió
LaRouche.
La buena nueva es que el presidente
ruso Vladimir Putin ha dejado claro, en una serie de gestos recientes, que
entiende esta situación y que está buscando una contraparte
estadounidense que lo ayude a evitar la guerra. A últimas fechas, Putin
habló (durante el funeral de Boris Yeltsin) con el ex presidente
estadounidense Bill Clinton sobre su deseo de colaborar con un EU dedicado a
revivir los principios del presidente Franklin Delano Roosevelt, según
indicaron algunas fuentes. Le ha dado su apoyo a la propuesta de construir un
túnel bajo el estrecho de Bering, que una el lejano oriente ruso con
Alaska, e integre por primera vez las economías de Eurasia y las
Américas.
La pregunta sobre el tapete
en Washington es: ¿Encontrará Putin un socio en este esfuerzo por
evitar la guerra? Sólo una alianza estratégica, con Washington y
Moscú como ancla, puede contrarrestar el poder de la oligarquía
financiera privada de ultramar, que es más visible en los fondos
especulativos que están saqueando la riqueza agrícola e industrial
de Europa y las Américas. Con el apoyo adicional de China e India, junto
con el de la gran mayoría de los Estados nacionales más
pequeños del sector en vías de desarrollo, el mundo pronto
podría cambiar de dirección, de una marcha segura hacia la guerra,
a la de un mundo de Estados nacionales soberanos comprometidos, en lo colectivo,
con el progreso físico–económico, para beneficio de
todos.
Mientras Cheney siga en el poder,
semejante colaboración es imposible. Destituyamos a Cheney y
remplacémoslo con una personalidad competente y bienintencionada que
procure crear esta alianza de las cuatro potencias, y la visión de
Roosevelt de crear un mundo próspero, libre de la plaga del colonialismo
y el imperialismo, puede hacerse
realidad.
Tal es la importancia
estratégica del problema que Cheney representa hoy.
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