Internacional
¿Avance en las
relaciones ruso-estadounidenses?
¡La IDE de LaRouche
está de nuevo sobre el
tapete!
por Helga Zepp-LaRouche
Un acontecimiento potencialmente muy positivo
tuvo lugar en la llamada “Reunión Cumbre de la Langosta”, que
se celebró en el centro vacacional de la familia Bush en Kennebunkport,
Maine. En presencia del ex presidente George H.W. Bush padre, el presidente ruso
Vladimir Putin le presentó al actual presidente Bush una propuesta que
podría cambiar las relaciones entre Estados Unidos de América y
Rusia, para apartarlas de los roces actuales y que vuelvan a fundarse en la
cooperación estratégica. En su conferencia de prensa conjunta,
Putin planteó la misma propuesta que presentó en junio en la
reunión cumbre del G–8 en Heiligendamm, Alemania: usar la actual
estación de radar “Gabala” en Azerbaiyán como un
sistema mutuo ruso–estadounidense de defensa contra proyectiles, en vez
del que EU pretende instalar en Polonia y la República Checa. Como un
elemento nuevo, Putin también propuso modernizar las instalaciones de
radar Azerí, una instalación de radar adicional en el sur de
Rusia, y la creación de centros de intercambio de información en
Bruselas y Moscú, y dejarle todo el proceso de cooperación al
Consejo OTAN–Rusia.
Lyndon LaRouche ha
hecho hincapié en el potencial enorme de esta propuesta. Aunque no hay
ninguna garantía, el resultado podría ser muy esperanzador,
siempre que la combinación correcta de demócratas y republicanos
prestantes decida reaccionar a esta propuesta como es debido. El propio Putin
subrayó en la conferencia de prensa qué tanto alcance tiene este
potencial:
“En cuanto al futuro, como
ya mencioné, estamos hablando ahora de una posibilidad de elevar nuestras
relaciones a un nivel totalmente nuevo, que implicaría un diálogo
muy privado y muy, digamos, sensible, sobre todas las cuestiones que
atañen a la seguridad internacional, entre ellas, por supuesto, el tema
de la defensa contra proyectiles. . . De manera gradual, nuestras
relaciones evolucionarían hacia las de una verdadera asociación
estratégica. Significaría elevar y mejorar el nivel de nuestra
interacción en materia de seguridad internacional, lo cual
llevaría a una mejor interacción y cooperación
política, en la que el efecto final sería, por supuesto, evidente
en nuestras relaciones económicas y en la situación en general.
Bueno, básicamente podríamos decir que las cartas están
sobre la mesa, y venimos a jugar. Y tengo la gran esperanza de que estemos
jugando el mismo juego”.
Las propuestas que el presidente Putin le presentó a George W. Bush en Kennebunkport, en el estado de Maine, son un reflejo consciente de la alianza histórica que ha existido entre Rusia y EUA con los presidentes Lincoln y Franklin Roosevelt. Putin (der.) y Bush (izq.) pasean en yate, en compañía de Bush padre. (Foto: Oficina de Prensa e Información de la Presidencia rusa).
Es
típico que los órganos de difusión occidentales no hayan
mencionado ni una sola vez en sus informes la propuesta de Putin, que
potencialmente podría hacer época, sino distorsionado la respuesta
que el viceprimer ministro Serguéi Ivanov le dio a los reporteros en
Tashkent, sobre el estado de las relaciones ruso–estadounidenses en
relación con el sistema de defensa contra proyectiles a instalarse en
Polonia y la República Checa, y sólo comentaron que Ivanov
amenazó a Occidente. Con esto se referían a su afirmación
de que Rusia reaccionaría con medidas asimétricas, de no aceptarse
su oferta. En cualquier caso, el resultado sería la garantía de la
seguridad de Rusia al 100%.
Pero lo que estos
medios no han informado hasta ahora, es la declaración mucho más
importante de Ivanov, de que las propuestas rusas significan un cambio
fundamental en las relaciones internacionales, y podrían acabar con los
chismes sobre una nueva Guerra Fría. “Si se aceptan nuestras
propuestas”, dijo Ivanov, “Rusia ya no necesitará colocar
armas nuevas, entre ellas proyectiles, en la parte europea del país,
incluyendo a Kaliningrado”. Otros políticos rusos importantes
subrayaron la oportunidad histórica que implica esta propuesta, pero que
exige una respuesta inequívoca.
Un cambio radical y
positivo
De hecho, si el Gobierno de EU
aceptara la propuesta de Putin, representaría un cambio drástico y
positivo en la situación estratégica. LaRouche ha hecho
hincapié una y otra vez en que la salida a las diferentes crisis
existenciales que el mundo encara ahora, depende de una nueva calidad de
cooperación entre las naciones clave EUA, Rusia, China e India. Dicha
cooperación es tan necesaria para superar la crisis financiera mundial
que ahora estalla, como para acabar con los conflictos militares que se propagan
por su propia cuenta. Putin definitivamente ha dado ahora el primer paso hacia
semejante cooperación de una cualidad distinta, y a un nivel
absolutamente fundamental. Ahora es esencial una respuesta positiva del
presidente Bush a esta propuesta; es una oportunidad estratégica que no
debe desperdiciarse, si es que el mundo ha de tener una
oportunidad.
Aunque Bush aún no ha
aceptado directamente la propuesta de Putin, el hecho de que la reunión
cumbre de la Langosta pudiera celebrarse en una atmósfera constructiva se
debe a la circunstancia de que el vicepresidente Cheney, quien desde la
ciberconferencia histórica de LaRouche del 21 de junio ha enfrentado una
andanada de artículos que exigen su renuncia, no estuvo presente. En
cambio, según fuentes que estuvieron la reunión, se dio un
intercambio muy constructivo entre Bush padre y Putin sobre el considerable
desarrollo económico que Rusia ha tenido en el período reciente, y
sobre la evolución de una Mittelstand (pequeña y mediana industria) ahí. Dirigentes republicanos
comentaron después que esto dejó aun más claro por
qué Cheney tuvo que ausentarse, pues su presencia hubiera imposibilitado
semejante diálogo.
Un indicador
importante que apuntaba a un cambio estratégico, fue el discurso que dio
el ex presidente Clinton unos días antes del encuentro de Kennebunkport,
en la reunión del cuarto aniversario de la Organización de
Estrategia Europea de Yalta, en la que participaron otros políticos de
alto nivel de Europa Occidental, Ucrania y Rusia, e incluso el ex canciller
alemán Gerhard Schröder. Clinton destacó que en repetidas
ocasiones ha tomado partido por la Iniciativa de Defensa Estratégica
(IDE) que propuso el presidente Ronald Reagan el 23 de marzo de 1983. Le
dejó claro entonces al presidente Boris Yeltsin, así como
también al presidente Putin hoy, que EU compartiría con Rusia y
todas las demás naciones estas tecnologías en cuanto se
desarrollaran, para tener una defensa real, por ejemplo, contra el terrorismo
nuclear. Clinton habló con vehemencia en contra de la instalación
en Polonia y la República Checa de los sistemas tradicionales de defensa
contra proyectiles, cuya eficacia es muy cuestionable y que sólo crea una
crisis innecesaria con Rusia.
Clinton
aludió a la IDE y, con ella, a un cambio estratégico de largo
alcance en las relaciones este–oeste. Como es bien sabido, Reagan no
sólo ofreció repetidamente desarrollar de manera conjunta armas de
rayos defensivas fundadas en nuevos principios físicos, que hubieran
vuelto obsoletas las armas atómicas, sino que EU le ayudaría a la
Unión Soviética a aplicar estas nuevas tecnologías en la
esfera civil. Todos saben que Lyndon LaRouche fue el autor de la IDE, y que
él encabezó las llamadas discusiones extraoficiales con
representantes del Gobierno soviético a nombre del de Reagan por
más de un año, antes de que Reagan anunciara la IDE como la
política oficial estadounidense. Por tanto, hubo, y hay, una
facción del Partido Republicano que tiene una actitud positiva hacia
dicha cooperación estratégica con
Rusia.
Como le han informado fuentes rusas a EIR, el
presidente Putin ya había recibido el 25 de abril la invitación
para reunirse en Kennebunkport, cuando los ex presidentes estadounidenses Bush
padre y Clinton asistieron al funeral de Boris Yeltsin en Moscú y, en ese
marco, tuvieron intensos intercambios con Putin. Exactamente en este
período, también tuvo lugar el diálogo de LaRouche con
connotados científicos rusos sobre la realización del túnel
por el estrecho de Bering, como una estrategia consciente para evitar las
guerras. La conferencia sobre este gran proyecto, que prevé la
construcción de un túnel de casi 100 km por debajo del mar,
así como una conexión ferroviaria de 6.000 km entre Siberia y
Alaska, ocurrió el 24 de abril, y, al mismo tiempo, Putin tenía
intensas discusiones al respecto en su gabinete. Varios días
después, el 27 de abril, Putin pidió la creación de un
nuevo “grupo de trabajo estratégico”, con el nombre de
“EUA–Rusia, un Vistazo al Futuro”, entre cuyos miembros
estaban, entre otros, el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger
y el ex primer ministro ruso Yevgueni Primakov.
Una batalla política
enorme
Por ende, puede concluirse que en
estos días se libra una batalla política enorme tanto en el
Partido Demócrata como el Republicano, sobre cómo reaccionar a la
propuesta de Putin. Luego de que Reagan presentó su iniciativa en 1983,
los oponentes de la IDE, después de varios meses, por fin triunfaron en
enterrarla. Y, como es natural, el lado soviético también la
rechazó. Oficialmente, los soviéticos le respondieron a LaRouche
que la IDE sería más ventajosa para Occidente que para la
Unión Soviética. En realidad, a la dirigencia de Yuri
Andrópov y Mijaíl Gorbachov no le interesaba la destrucción
de los bloques —la OTAN y el Pacto de Varsovia— que hubiera
acarreado la IDE; estaban casados con la idea geopolítica de los
“dos imperios” de la Guerra Fría. También
tenían el plan Ogarkov (llamado así en honor del jefe del estado
mayor de las Fuerzas Armadas) de superioridad estratégica, que
incluía planes de agresión contra Europa y cuya existencia se
descubrió tras el desplome de la RDA (Alemania Oriental). En ese entonces
LaRouche pronosticó que la Unión Soviética se
derrumbaría en lo económico en cinco años, si se aferraba
al concepto del rearmamento estratégico. No fueron cinco, sino seis
años los que pasaron antes de que se desintegrara la Unión
Soviética, pero en esencia LaRouche tuvo
razón.
Ver ampliación
Ronald Reagan, Presidente de Estados Unidos, el 23 de marzo de 1983, cuando anunciaba la Iniciativa de Defensa Estratégica.
Si el presidente Putin le
ofrece hoy a EUA una cooperación estratégica en el espíritu
de la IDE, ésa es una oportunidad enorme para el mundo entero. Porque
Putin, en los últimos años, y éste mismo, también ha
dejado claro en repetidas ocasiones que quiere establecer unas relaciones
ruso–estadounidenses fundadas en la tradición de Franklin Delano
Roosevelt, que no sólo quiere una política como la del Nuevo Trato
para Rusia, sino que es el mundo entero el que necesita un Nuevo Trato. Hablar
de este asunto cobra mayor urgencia en vista de las señales de la
tormenta que se avecina para el sistema financiero mundial. La prensa
financiera, ella misma preocupada por la “psicología de los
mercados”, está cambiando a saltos agigantados con sus advertencias
sobre la crisis sistémica, la cual podría desatarla el desplome de
unos cuantos fondos especulativos.
El
concepto estratégico de LaRouche, de que sólo la
combinación de EUA, Rusia, China e India, unidos para decidir la
creación de un nuevo sistema financiero mundial, un nuevo Bretton Woods
en la tradición de Roosevelt, puede encontrarle salida a la crisis, ha
encontrado gran resonancia, no sólo en Rusia, sino también en EUA,
entre varios grupos políticos importantes. Pero también en altas
esferas de otras naciones del mundo hay interés por este proceso de
diálogo ruso–estadounidense.
En
oposición total a quienes se suscriben a la tesis de que no hay
alternativa a la globalización o, en su defecto, de que uno tiene que
esperar hasta que la “crisis financiera” acabe con el poder de EU,
es muy posible que el orden mundial se reagrupe en torno al concepto de las
cuatro naciones del que habla LaRouche. Si estos cuatro países acuerdan
crear un nuevo sistema financiero y un Nuevo Trato, difícilmente
habría un rincón del mundo que no se integrara gustoso a esta
nueva dinámica.
Esto es así,
porque en la tradición de Roosevelt yace su promesa para el orden de la
posguerra, después de la Segunda Guerra Mundial, y que por desgracia no
pudo realizar debido a su muerte prematura; a saber, que debía acabar la
era del colonialismo. Y esta promesa de Roosevelt se fundó a su vez en la
política del presidente John Quincy Adams y su idea de que el orden
mundial debe fundarse en una comunidad de principio entre Estados nacionales
perfectamente soberanos, a los que unan los fines comunes de la
humanidad.
Si esta visión se realiza
—y el presidente Putin ya dio un paso gigantesco en esa
dirección—, entonces, por ejemplo, Alemania también
tendría la oportunidad de liberarse de la garra asfixiante del tratado de
Maastricht y del control supranacional de la Unión Europea, y, junto con
las otras “patrias europeas” de las que hablaba DeGaulle, de
participar en un nuevo orden mundial
justo.
La oferta de Putin abre la posibilidad
de un cambio estratégico en esta dirección. Pero tiene que
aprovecharse pronto la oportunidad, antes de que
desaparezca.
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