En las islas de la Reina hay puros caimanes muertos
Desde hace mucho las islas del Caribe han sido clave en la embestida del Imperio Británico contra Estados Unidos. Los británicos establecieron los centros bancarios de ultramar en el Caribe para abrirle paso al auge del narcotráfico en Iberoamérica, y luego usaron esas ganancias para apoderarse del sistema financiero estadounidense. El producto de esta guerra cultural, política y financiera de los británicos y sus piratas del Caribe es la creación de la burbuja financiera más grande de la historia, un casino gigantesco que ahora se viene abajo.
El más importante de los centros financieros del Caribe es el de las islas Caimán, un territorio británico de ultramar a cargo de un gobernador real que asigna la reina Isabel II. Con escasa población y un territorio diminuto, las islas Caimán son más que nada una dirección de fachada y una zona desregulada, un lugar que le da la bienvenida al dinero sucio y donde se hacen pocas preguntas. Un 80% de los fondos especulativos del mundo están registrados allí, al igual que bancos internacionales, aseguradoras y empresas. Aunque algunos de los fondos más grandes del orbe en realidad se manejan desde Nueva York y Conecticut, se registran en las islas Caimán para aprovechar las exoneraciones fiscales, la escasa regulación y la confidencialidad que ofrecen los británicos.
Este sistema ha tenido un éxito extraordinario en ayudarle a EU a cometer suicidio económico al pugnar por la desindustrialización, la desregulación y la globalización, pero dicho éxito sembró la semilla de su propia destrucción. Hoy, con el sistema financiero mundial en llamas, los depredadores de las islas Caimán mueren junto con él.
Narcotráfico, S.A.
Quienes están a cargo del orden público saben muy bien que el narcotráfico se ahogaría con rapidez en su propia liquidez si una parte importante del sistema financiero mundial no se dedicara al lavado de dinero, y si los centros de ultramar en el Caribe no se hubieran establecido para facilitar el narcotráfico sudamericano y no hubieran crecido junto con él.
La historia de cómo los británicos establecieron este negocio en el Caribe, con Canadá como su base, la documenta el explosivo libro de EIR, Narcotráfico, S.A. Dicha historia implica tanto a la élite bancaria canadiense de los británicos en el Caribe, como al aparato del crimen organizado que nació a partir del control que ejercían los británicos sobre el tráfico de licor durante la llamada “prohibición”.
Lo que en EU se conoce como crimen organizado es en gran medida un vástago de las leyes de la prohibición del consumo de alcohol de los 1920, cuando se formaron pandillas de delincuentes para importar y vender el licor; la principal proveedora era la pandilla de Bronfman de Canadá, subordinada a la inteligencia británica. La principal figura del crimen organizado después de la Segunda Guerra Mundial era Meyer Lansky, quien supervisó la transformación de la pandilla en una estructura más empresarial. El auge de Las Vegas y, después, de Atlantic City como grandes centros de apuestas —y de lavado de dinero— fue en gran parte obra de Lansky, quien estaba al servicio de la Dirección de Operaciones Especiales británica que dirigía sir William Stephenson.
Ya en 1960 Lansky puso en ejecución su plan de establecer un “Hong Kong occidental” en el Caribe. Lansky, con el apoyo de redes financieras británicas, tomó control de Mary Carter Paint Company y a la larga la convirtió en Resorts International. Construyó un hotel y casino en las Bahamas, otro territorio británico, y luego aprovechó una serie de escándalos para tomar las riendas de las islas. En este plan de Lansky participaron el Banque de Crédit Internationale de Tibor Rosenbaum, la agencia británica de asesinatos Permindex, y lo que quedaba del centro de lavado de dinero Investors Overseas Service de Bernie Cornfeld.
Se creó una empresa llamada International Intelligence (Intertel) como fachada para la maquinaria de Lansky. La directiva de Intertel, para citar a Narcotráfico S.A., “parece un directorio de agentes de la inteligencia británica, la mafia y la Mossad”, y también incluía a varios ex funcionarios de la red de seguridad y de inteligencia de EU. Intertel también estuvo bien metida con Howard Hughes en la compra de una serie de casinos de Las Vegas, conforme las viejas operaciones de la mafia avanzaron hacia una estructura más empresarial.
Las colonias de la Corona
España le cedió las islas Caimán a Gran Bretaña con el tratado de Madrid de 1670, y fueron gobernadas como una sola colonia junto con la isla cercana de Jamaica hasta 1962, cuando ésta se “independizó” y devino en miembro de la Mancomunidad Británica, y las islas Caimán fueron declaradas territorio británico de ultramar.
En 1993, como parte de una reorganización global del sistema financiero, se tomó la decisión de convertir a las Caimán en un importante centro financiero de ultramar. Se aprobó la ley de Fondos Mutuos, que facilitó la constitución y el registro de fondos y otros mecanismos especulativos. Los principales beneficios de registrarse en las Caimán eran lo barato de hacerlo, la ausencia de gravámenes, los reducidos requisitos contables y la estricta confidencialidad.
Las consecuencias eran predecibles: para fines del año pasado las islas Caimán albergaban a más de 8.000 fondos especulativos, y su sistema bancario contaba con 1,4 billones de dólares en depósitos, lo que lo convertía en el cuarto centro bancario más grande del mundo, después de EU, Japón y Gran Bretaña. También devino en un paraíso importante de las aseguradoras, con más de 30 billones en valores aun más especulativos de este sector.
La fiscalización del sistema financiero de las Caimán es coto de agentes imperiales. El gobernador real Stuart Duncan Jack es un caballero y comandante de la Real Orden Victoriana. La Administración Monetaria de las Islas está a cargo de Timothy Ridley, a quien se invistió como caballero de la Orden del Imperio Británico por su participación en la creación de los fondos especulativos y su infraestructura durante los 1990. El Centro para el Crecimiento Económico lo dirige Richard Rahn, un integrante de la oligárquica Sociedad Mont Pelerin.
El auge de las Caimán y otros centros bancarios de ultramar, como las Islas Vírgenes británicas y las Bermudas, también tiene que ver con lo que el ex banquero George Ball de Lehman Brothers llamó la empresa mundial. En 1968 Ball esbozó el proyecto de la empresa mundial para la reunión anual de la Sociedad Bilderberg, de la cual era un alto funcionario. La idea, dijo Ball, es usar la estructura empresarial como mecanismo de control global, para remplazar al “arcaico” Estado nacional. La idea era explícitamente maltusiana, y se fundaba en el argumento de que la combinación de una sobrepoblación mundial y una escasez de recursos naturales exigía un proceso administrativo más eficiente que el que las naciones, con sus prejuicios políticos, podían proporcionar.
El blanco principal de la empresa mundial era EU, cuyo flexible sistema político había frustrado las intentonas británicas por reapresar a su ex colonia. Cuando Ball dio su discurso, Lehman Brothers y su aliada íntima Lazard Frères participaban activamente en erigir las sociedades de inversión conocidas como conglomerados, a modo de modelo de lo que vendría. A principios de los 1970 el banquero de Lazard, Félix Rohatyn, encabezó un equipo anticrisis de la Bolsa de Valores de Nueva York para reestructurar varias firmas de corretaje de Wall Street en apuros; Lazard y Rohatyn se convirtieron en los especialistas en fusiones por excelencia de Wall Street, en donde “fusiones” y “adquisiciones” eran eufemismos para referirse a la creación de carteles. Al mismo tiempo se introdujo el proceso que John Perkins describe en su libro Confesiones de un sicario económico para endeudar a las naciones del sector en vías de desarrollo, como un mecanismo para controlar sus actividades y limitar su desarrollo.
Las instituciones de EU facilitaron este proceso. En 1971 el presidente Nixon finiquitó el sistema de Bretton Woods de paridades fijas, abriéndole paso a los especuladores. El encargado de este proyecto fue George Shultz, quien metió a Pete Peterson para que encabezara el equipo que justificó tal decisión. A Peterson, cuyo patrimonio se mantuvo en un fideicomiso ciego de Félix Rohatyn mientras estuvo en Washington, lo instaló luego George Ball como presidente de Lehman Brothers; más tarde fundó Blackstone Group, una de las firmas de inversión privada más grandes. Cuando Blackbone salió a la luz pública hace poco, lord Jacob Rotschild se sumó a su directiva.
La Reserva Federal de EU, bajo la dirección de Paul Volcker, empeoró las cosas al disparar las tasas de interés hasta la estratosfera en 1979–1980, lo que dificultó el crecimiento de las empresas comunes y corrientes, y le puso todo en bandeja de plata a los especuladores. El Congreso fue aun más allá, al cambiar el Derecho fiscal para favorecer la especulación, y desregular el sistema bancario y, en particular, los mecanismos de ahorro y préstamo. La consecuencia predecible fue el ascenso de los asaltaempresas, que se financian con bonos chatarra, lo cual no sólo llevó a la toma de varias firmas, sino también a que muchas otras cayeran a los brazos abiertos de los banqueros inversionistas, que ofrecían “protegerlos” de los asaltaempresas. Una de las “defensas” favoritas que proponían los banqueros era que las empresas que eran el blanco potencial de una toma se endeudaran tanto que ningún comprador las quisiera. Cuando el crac bursátil de 1987, el sector de ahorro y préstamo estaba en ruinas, el sistema bancario de Texas había empezado a desintegrarse, y el nacional estaba en bancarrota.
A fines de 1989 la Reserva Federal, con Alan Greenspan, sistemáticamente empezó a reducir las tasas de interés para rescatar al sistema bancario, y a fines de 1990 secretamente también tomó control de Citicorp, que entonces era el banco más grande de EU. En 1991 organizó una serie de fusiones en las que participaron los 12 bancos más grandes de EU y cerró el Banco de Nueva Inglaterra, en lo que fue el primer desplome de un banco de derivados importante (tomó un año limpiar tan sólo 36 mil millones de dólares en derivados). Con el presidente George H.W. Bush, el Departamento del Tesoro le ordenó a los auditores de la banca federal que pasaran por alto los créditos malos, a pesar de la promesa que se hizo tras la debacle del sistema de ahorro y préstamo de que se ajustarían las normas.
La situación empeoró en septiembre de 1992, cuando bancos británicos y estadounidenses, escudados en el fondo especulativo Quantum de George Soros, le declararon la guerra monetaria al Mecanismo de Tipos de Cambio (ERM) europeo; se robaron miles de millones de dólares de Citicorp (al que había intervenido la Reserva Federal) y de otros bancos en quiebra. A Soros vino a conocérsele, falsamente, como “el hombre que quebró a la libra esterlina”, y Joe Lewis, el hombre que rescató a Bear Sterns, también cobró fama por las ganancias que obtuvo con ese saqueo.
Con el saco del ERM, nació la era de los fondos especulativos, que se convirtieron en arietes contra la oposición política y financiera a las directrices imperiales. Fue para facilitar y ampliar esta operación que las islas Caimán de la Reina se convirtieron en el hogar de los fondos especulativos, desde donde podían realizarse ataques contra los Estados nacionales.
Este sistema ahora está reventando, y la única salida a la crisis es dar contramarcha, abandonar la globalización y la desregulación, y recurrir a los principios del Estado nacional soberano.