Cheney atiza una tercera guerra mundial
por Jeffrey Steinberg
El Gobierno estadounidense de Bush, encabezado por el vicepresidente Dick Cheney, ha intensificado de nuevo su campaña de acciones militares insensatas contra Irán mediante nuevas sanciones unilaterales en contra del Cuerpo de Guardias Revolucionarias iraníes, y una nueva ola de propaganda que encabezan personalmente el Vicepresidente y el Presidente, con el objetivo de provocar a Teherán para tener el pretexto de emprender la guerra. Al mismo tiempo, las fuerzas que se oponen a la guerra a nivel mundial —entre ellas el presidente ruso Vladimir Putin y algunas facciones dentro del mismo Gobierno de Bush— han tomado medidas extraordinarias con el fin de evitar un ataque a Irán, que casi con toda certeza se saldría de control hasta convertirse en una guerra global general.
Uno de los ataques más contundentes a los planes de guerra de Cheney lo hizo el 17 de octubre en Washington Wesley Clark, un general retirado de cinco estrellas y ex precandidato presidencial por el Partido Demócrata.
Ante varios cientos de expertos árabes y estadounidenses que participaban en la XVI Conferencia Anual del Consejo Nacional sobre Relaciones Árabe–Estadounidenses (NCUSAR), Clark exhortó a iniciar un debate público vigoroso sobre la situación en Irán que lleve a un nuevo diálogo diplomático con Teherán, y denunció la política belicista del Gobierno de Bush como parte de un “golpe de Estado político” de la Casa Blanca, que empezó después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Clark acusó que, después del 11 de septiembre, un pequeño grupo dentro del Gobierno de Bush impuso una estrategia nueva, sin debatirla, sin la autorización del Congreso y sin consultarla con los aliados de Estados Unidos. Clark narró una conversación privada que tuvo en mayo de 1991 con el entonces funcionario del Pentágono Paul Wolfowitz y con su segundo de a bordo, Lewis Scooter Libby. Clark relató el ataque que hizo Wolfowitz al entonces presidente George H.W. Bush por no haber concluido la operación Tormenta del Desierto con el derrocamiento de Saddam Hussein. Wolfowitz le dijo a Clark que, en los próximos 5 a 10 años, EU tenía que derrocar a una sarta de ex Estados clientes de la antigua Unión Soviética, entre ellos Siria, Iraq e Irán. Wolfowitz le dijo al pasmado general que EU tendría esa ventana de oportunidad para “usar la fuerza militar impunemente”, antes de que surgiera una nueva “superpotencia” aún desconocida que desafiara la hegemonía militar global estadounidense.
El general Clark dijo que cuando el entonces secretario de Defensa Dick Cheney, junto con Wolfowitz y Libby, le habló sobre su proyecto “Imperio Romano” al asesor de seguridad nacional Brent Scowcroft y al presidente Bush padre, fueron reprendidos con dureza. Clark denunció que Cheney y Wolfowitz revivieron el plan después del 11–S, pero nunca se lo informaron a la población estadounidense ni al Congreso, porque “se hubieran reído de ellos” y los hubieran denunciado por “vivir en la fantasía”. Sin embargo, informa Clark, poco después del 11 de septiembre circuló en el Pentágono un plan escrito por Rumsfeld, con una lista de siete gobiernos que debían ser derrocados en los próximos cinco años: Iraq, Siria, Líbano, Irán, Libia, Sudán y Somalia. Ahora, concluyó Clark, “estamos viviendo las consecuencias”, entre ellas los gastos por 800 mil millones de dólares —hasta la fecha— en Iraq y Afganistán. “Estados Unidos está más débil y nuestros adversarios más fuertes”.
En respuesta a una pregunta de EIR, Clark instó a usar la diplomacia tanto con Irán como con Siria. “Busquemos intereses comunes, evitemos la guerra, y ayudemos a nuestros amigos en la región”, planteó Clark, y se preguntó: “¿No somos lo suficientemente grandes como para hacer esto?” La alternativa, advirtió, es una campaña de bombardeo de dos o tres semanas, que convertirá a Irán en un “Estado fallido”, pero con las consecuencias más terribles para EU y para el mundo.
Putin encabeza la campaña para evitar la guerra
El mensaje del general Clark resonó durante los dos días de la conferencia de los expertos, y se vió también reflejada en una ola creciente de iniciativas para evitar la guerra, provenientes de figuras internacionales descollantes como el presidente Putin de Rusia.
El mandatario ruso ha emprendido una ofensiva diplomática, empezando con su reunión cumbre de dos días en Moscú a principios de este mes con el presidente francés Nicolás Sarkozy.
Sarkozy, a su arribo a la reunión de Moscú, ya se había unido al coro de Cheney, lanzando amenazas de que la supuesta sed de armas nucleares de Irán iba a llevar a la tercera guerra mundial. Pero, en la reunión con Putin, Sarkozy, según fuentes de inteligencia informadas de EUA, se inclinó hacia el campo de los que quieren evitar la guerra, bajo el peso de la presión simultánea de los rusos y de círculos dentro de las propias instituciones militares y de inteligencia francesas.
Putin después fue anfitrión del secretario de Defensa estadounidense Robert Gates y de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, durante varios días de conversaciones con sus contrapartes rusas. Putin invitó al jefe del Pentágono a que hablara en la Academia de las Fuerzas Armadas rusas, y en privado indicó que la propuesta estadounidense de arreglar la disputa sobre el despliegue de sistemas de cohetes contra proyectiles balísticos (ABM) que se tiene planeado en Polonia y la República Checa, era un paso positivo, aunque insuficiente. Según fuentes de Washington, Gates propuso que observadores militares rusos pudieran estar presentes en los emplazamientos de cohetes de defensa de Europa Oriental, así como también en las instalaciones del comando estadounidense.
Gates, a su vez, le dijo a los reporteros durante una escala en Europa para asistir a la conferencia de la OTAN y Rusia, que era posible que EU retrasara la activación de los emplazamientos ABM, dependiendo de que pudiera comprobarse de manera fehaciente que Irán poseía cohetes capaces de llegar a Europa. Mientras Gates pronunciaba estas palabras esperanzadoras, Bush había dado el mensaje de que EUA estaba absolutamente decidido a desplegar los sistemas ABM en la frontera con Rusia.
Durante el viaje histórico de Putin a Teherán, para asistir a la reunión de jefes de Estado del mar Caspio, fue claro en que Rusia se opondría vigorosamente a cualquier intervención militar estadounidense contra Irán, a la vez que presionaba al Gobierno iraní para que evitara cualquier provocación que le pudiera dar a Cheney el pretexto para atacar. Supuestamente en su reunión privada con el dirigente supremo de Irán, Alí Jamenei, y con el presidente Moahmoud Ahmadinejad, Putin no escatimó palabras para advertir que el Gobierno de Bush y Cheney emprendería un bombardeo devastador contra Irán si se le daba el pretexto. Es obvio que Rusia no quiere otra guerra estadounidense en sus fronteras.
Según fuentes de inteligencia de EUA, en Teherán hay ahora una pelea política enorme tras bambalinas sobre la forma de responder a las provocaciones de EUA y a la intervención de Putin. El 25 de octubre Rice y el secretario del Tesoro Henry Paulson anunciaron la última de las provocaciones de Cheney: sanciones económicas contra las Guardias Revolucionarias iraníes.
La retórica de una tercera guerra mundial
En respuesta al discurso totalmente provocador que dio el vicepresidente Cheney en la conferencia anual del Instituto Washington de Política para el Cercano Oriente (WINEP) el 21 de octubre, donde insinuó que se emprenderían ataques militares contra Irán, Putin dió una respuesta igual de dura, al marcar un paralelo entre el despliegue planeado de los sistemas ABM de EUA en Europa Oriental y la crisis de los proyectiles cubanos de 1962.
En su discurso en el WINEP, Cheney le advirtió a Irán que habría consecuencias serias si no abandonaba su programa de enriquecimiento nuclear y su intervención en Iraq.
Retando prácticamente a Irán a responderle, Cheney despotricó que, “dada la naturaleza de los gobernantes de Irán, las declaraciones del presidente iraní y los problemas que está creando el régimen en toda la región —como la participación directa en el asesinato de estadounidenses—, nuestro país y toda la comunidad internacional no pueden quedarse quietos mientras un Estado que apoya el terrorismo cumple con sus ambiciones más agresivas. El régimen de Irán tiene que saber —concluyó Cheney— que si mantiene su curso actual, la comunidad internacional está preparada para acarrearle consecuencias serias”.
En una advertencia clara al Gobierno de Bush y Cheney, Putin le dijo a los reporteros en Lisboa, Portugal, durante una cumbre anual ruso–europea, que el despliegue de ABM por parte de EUA era “similar en lo tecnológico” a la crisis de los proyectiles cubanos de los 1960. “Déjenme recordarles cómo se configuraron las relaciones en una situación similar a mediados de los 1960”, le dijo Putin a los reporteros. “Acciones similares por parte de la Unión Soviética, cuando desplegó proyectiles en Cuba, provocaron la crisis caribeña. Para nosotros, en lo tecnológico, la situación es muy parecida”. Sin embargo, Putin concluyó que no había peligro de que la situación se intensificara hasta salirse de control, porque Rusia y EU “ya no son enemigos”, y el presidente Bush es su “amigo personal”.
Apenas unos días antes Bush había balbuceado a los reporteros que si Irán buscara hacerse del “conocimiento” para construir una bomba nuclear, podría desatar una tercera guerra mundial. “Le he dicho a algunas personas que si están interesadas en evitar una tercera guerra mundial, pareciera que debieran estar interesadas en evitar que Irán obtenga el conocimiento necesario para construir un arma nuclear”, amenazó el Presidente.
La jugada israelí de Putin
Días antes de su excursión a Teherán, Putin invitó al primer ministro israelí Ehud Olmert a sostener conversaciones en Moscú, también con el objetivo de enfriar la hiperretórica de una tercera guerra mundial.
Inmediatamente después de sus conversaciones, Putin despachó una delegación rusa de alto nivel a participar en una semana de conversaciones en Israel. La delegación, presidida por el vicecanciller Alexander Saltanov y por el enviado de paz especial al Medio Oriente Serguéi Yakovlev, le aseguró a los israelíes que Rusia estaba igualmente decidida a evitar que Irán obtuviera una bomba nuclear, pero advirtió, según el diario israelí Ha’aretz, que “la diferencia entre ustedes y nosotros es que ustedes se basan en estimaciones, mientras que nosotros nos basamos en información precisa. Cuando veamos que la situación es lo suficientemente peligrosa, sabremos cómo parar a los iraníes y, de quererlo, podremos hacerlo sin mayor problema”.
En ningún momento de la historia reciente había habido una diplomacia de tan alto nivel dirigida a evitar una guerra mundial. Pero, del mismo modo, el golpe de Estado político que dio después del 11 de septiembre el equipo de lunáticos que encabeza Cheney en la Casa Blanca, no se ha derrotado, y, por tanto, por el momento no puede subestimarse el peligro de una conflagración mundial.