El LYM llega a Zimbabue para pelear por África
por Portia Tarumbwa y Sergej Strid, miembros del LYM
Los ataques periodísticos contra el Gobierno de Zimbabue se han vuelto cada vez más estridentes, conforme se aproxima la reunión cumbre de la Unión Europea y África programada para diciembre. Este amarillismo histérico indica la importancia estratégica de la pelea por la verdadera independencia y la justicia para África en estos tiempos de crisis mundial. Algunos artículos incluso piden que se arreste de inmediato al presidente Robert Mugabe en cuanto ponga un pie en territorio de la Unión Europea. Otros se han rebajado a exigir el retiro de la ayuda a todo país africano que apoye a este régimen que ha caído de su gracia, ¡cosa que mataría de hambre a millones de inocentes en una ofensiva recolonizadora a la Cecil Rhodes!
En la antigua Rhodesia, el yugo del dominio colonial llegó en la forma de empresa privada, la llamada Compañía de Sudáfrica británica, que tenía el visto bueno de la monarqía para no tener que rendirle cuentas a nadie, más que a las leyes del libre comercio. La política de Rhodes entonces era precisamente la de eliminar a los africanos de África para abrirle paso a un lujoso centro vacacional sólo habitado por unos cuantos negros como servidumbre.
Así que los gritos rabiosos que piden el cambio de régimen con palabras en clave como “buen gobierno” y el “imperio de la ley”, adquieren un tono aun más siniestro cuando el aumento de la violencia, incluso entre las filas del famoso partido de oposición de Zimbabue, el Movimiento por el Cambio Democrático (MCD), amenaza con desembocar en la anarquía desenfrenada. La destrucción del sistema de salud que instigó el FMI a principios de los 90 ha elevado la tasa de mortandad en Zimbabue a niveles alarmantes, donde tan sólo las enfermedades relacionadas con el vih/sida cobran 170.000 vidas al año. Al mismo tiempo, los recortes forzosos a los subsidios gubernamentales a los productos básicos le han permitido al sector privado, que en gran medida está en manos extranjeras, controlar los precios, lo que le ha permitido a la inflación florecer. El legado imperial de Rhodes pervive.
Como dijo el presidente sudafricano Thabo Mbeki hace poco en una conferencia de la Comunidad Sudafricana de Desarrollo en Tanzania:
“La pelea contra Zimbabue es una pelea contra todos nosotros. Hoy es Zimbabue; mañana será Sudáfrica, será Mozambique, será Angola, cualquier otro país africano. Y a todo gobierno que se perciba con fuerza y que resiste a los imperialistas se le convertirá en un blanco y lo socavarán.”
Un sistema genocida
Tal como ahora la realidad está obligando hasta a los escépticos más reconocidos o a los moradores de fantasilandia a aceptar, este sistema financiero mundial se está desintegrando. El pútrido aroma que esparce por el orbe el desplome reciente de la burbuja de apuestas hipotecarias de Estados Unidos es el último recordatorio de la bancarrota de un sistema que viene pudriéndose por adentro desde hace demasiado tiempo. La destrucción del sistema de Bretton Woods en 1971, su remplazo por un casino global de paridades flotantes y la política posterior de tasas de interés altísimas coinciden, de modo nada sorprendente, con la adopción de directrices genocidas contra naciones africanas. La “aritmética de los banqueros” multiplicó la deuda del Tercer Mundo, ¡la cual tiene que pagarse a costa de miles de vidas humanas diarias!
Los jóvenes miembros del nuevo capítulo del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) en Zimbabue están sembrando la semilla de la esperanza en África para los años venideros, pues los siglos de sangre derramada, guerras innecesarias y opresión de los pueblos africanos a manos de extranjeros y, con frecuencia, de las suyas propias, no acabarán realmente sin que surja un movimiento dentro de la misma cultura africana que afirme el significado de ser humano. (Foto: EIRNS). |
A los dirigentes del Tercer Mundo que se rehusaron a cumplir las condiciones impuestas, al exigir el desarrollo de sus países antes que pago alguno, se les despachó con cambios de régimen. John Perkins describe en Confesiones de un sicario económico[1] cómo, si fallaba la presión económica, se desplegaba a los “chacales” para que el dirigente en cuestión “tuviera un accidente”, como en los casos de Jaime Roldós de Ecuador y Omar Torrijos de Panamá. Si los chacales también fallaban, una invasión es el siguiente paso, como en el caso reciente de Iraq.
En vista de lo que está en juego, en medio de esta desintegración del sistema monetario–financiero mundial, la obsesión desmedida de la oligarquía con Zimbabue no es ninguna coincidencia. Irónicamente, hasta ahora la eficacia del servicio secreto del país, que fue adiestrado por los británicos, y la negativa de los países vecinos a permitir que bases aéreas británicas y estadounidenses se asienten en sus territorios, han impedido el cambio de régimen por alguno de los medios que describe Perkins. En consecuencia, la mafia imperial ha recurrido a la táctica igual de probada de la guerra cultural; en otras palabras, a estupidizar a la población al grado que crea que su esclavizador es su mejor amigo. En el caso de Zimbabue, esto ha permitido vender una política de virtual recolonización británica con etiquetas tales como la “democratización” y la “liberalización”.
Un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos muestra con sorprendente claridad la horrible complicidad del Gobierno de Bush y Cheney en la violación británica de Zimbabue:
“Para alentar un debate público más amplio sobre el restablecimiento del buen gobierno en el país, Estados Unidos patrocinó asctividades públicas que presentaron análisis económicos y sociales que desacreditaban las excusas del gobierno para sus políticas fallidas.
“Para fortalecer aun más a los elementos a favor de la democracia, el Gobierno estadounidense sigue apoyando las gestiones de la oposición política, los órganos de difusión y la sociedad civil para crear y defender el espacio democrático, y para apoyar a personas que criticaban al gobierno”.[2]
En defensa de la soberanía
Han pasado casi diez años desde que el Gobierno británico de Tony Blair renegó de la obligación de sus predecesores (el acuerdo Lancaster de la Cámara de los Lores de 1979) de financiar la redistribución de la tierra en Zimbabue. La entonces secretaria de Estado de Blair para el Desarrollo Internacional, Clare Short, le escribió una carta al Ministerio de Agricultura de Zimbabue en 1977, que decía:
“Debo dejar claro que no aceptamos que Gran Bretaña cargue con una responsabilidad especial de pagar el costo de la compra de tierras en Zimbabue. Somos un nuevo gobierno con antecedentes diversos sin nexos con los antiguos intereses coloniales”.
La carta terminaba con una amenaza:
“De esto se desprende que nos sería imposible apoyar un programa de adquisición rápida de tierras como el que ahora parecen tener en mente. Sé que muchos de los amigos de Zimbabue comparten nuestra preocupación por el daño que esto pueda causarle a la producción agrícola de Zimbabue y sus perspectivas de atraer inversión”.
Las sanciones vinieron dos años después, luego de las llamadas “invasiones de tierras”, y una Gran Bretaña escandalizada comtempló a sus antiguos vasallos desobedecer las órdenes imperiales.
Primero, en septiembre de 1999 el FMI le suspendió toda ayuda financiera, y en octubre del mismo año la Asociación Internacional de Desarrollo detuvo todos los préstamos, créditos y garantías para Zimbabue. En 2000 se congelaron todos los préstamos para proyectos en marcha que ya se habían aprobado, pero la puntilla no se la darían sino hasta diciembre de 2001, cuando el Senado estadounidense aprobó la ley que eufemísticamente se llamó de “Democracia y Recuperación Económica para Zimbabue de 2001”, que pedía que toda institución de préstamo internacional en la que Estados Unidos participara tratará de manera indefinida con la punta del pie a a este país, así como a cualquier negocio o empresa relacionado con él.
Para un niño durante este período, ésta era la primera vez que el pan costaba más de 100 dólares de Zimbabue, cuando sólo unos años antes costaba menos de uno. Era la primera vez que los productos básicos desaparecían de los anaqueles de las tiendas y los padres de familia llegaban a sus casas a pie, porque el automóvil se había quedado sin gasolina y las gasolineras estaban vacías. La luz se iba más seguido, en tanto que la escasez de agua se volvió algo común; la gente moría más joven y las pandillas de niños de la calle huérfanos tomaban las ciudades.
Fue entonces que el gobierno, para resarcir los agravios a la población, adoptó la política de una reforma agraria acelerada, pero la pelea ha sido cuesta arriba desde entonces.
Sembrar o no sembrar, he ahí el dilema
En respuesta a una pregunta de un miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) desde Harare, la capital de Zimbabue, Lyndon LaRouche dijo:
“Desde que empezó la liberación de Zimbabue, de Rhodesia, el asunto era si íbamos a permitirle a la población africana nativa, que eran agricultores, el acceso a las tierras de labranza y a desarrollarlas para la producción. La idea sencillamente es que tienes a un agricultor africano y a uno europeo enseguida de él; ¿tendría el agricultor africano la oportunidad de elevarse a las mismas condiciones de producción que el europeo, al mismo sistema, las mismas ventajas? La respuesta era ‘no’”.
Así que el problema con Zimbabue era que los británicos se dispusieron históricamente, con la complicidad de un Gobierno estadounidense corrupto, a oprimir a los zimbuabuenses para, en pocas palabras, tratar de llevar el lugar a la quiebra. E hicieron que los demás Estados africanos cooperaran con los británicos, porque éstos tenían miedo y, por ende, colaboraron con ellos; ¡porque los británicos matan! Es su especialidad. No saben construir, saben cómo destruir. . .
A Zimbabue, aunque tiene independencia política, en realidad no se le da el derecho a ejercerla y tiene que ver con el control británico de la producción agrícola y de otras cosas en Zimbabue. ¡Quieren destruir al gobierno! Y al Estado. Es un crimen de lesa humanidad.
Semabrando las semillas de la esperanza
La solución para África está claramente definida en lo que LaRouche propugna como el legado de Franklin Delano Roosevelt, mismo que el Congreso de Estados Unidos podría retomar en cualquier momento. Un nuevo orden económico que tome como modelo el sistema de Bretton Woods aseguraría el crédito de largo plazo para todo el continente africano, el cual podría canalizarse para obras de infraestructura, como sistemas de transporte ferroviario, energéticos e hidráhulicos a gran escala. El hecho de que Sudáfrica esté construyendo los mejores reactores nucleares de lecho fluído de uso comercial del mundo por todo el Continente es un peldaño en esta dirección.
Pero más allá de la reconstrucción económica de África, debe haber una orientación intelectual hacia la misión de forjar un futuro para el continente, libre de la tradición oligarca de los de la ralea de Rhodes. Los siglos de sangre derramada, guerras innecesarias y opresión de los pueblos africanos a manos de extranjeros y, con frecuencia, de las suyas propias, no acabarán realmente sin que surja un movimiento dentro de la misma cultura africana que afirme el significado de ser humano. Tal como el surgimiento de Bach y Leibniz, luego del siglo en que Europa fue un campo de matanza, reavivó los ideales apasionados del Renacimiento italiano, un LYM incipiente está sembrando la semilla de la esperanza en África para los siglos venideros.
Esto comenzó la tarde de un domingo el 22 de julio, cuando celebramos la primera de varias reuniones con otros cuatro jóvenes que después se comprometieron a fundar el LYM en Zimbabue. A pesar de los problemas de transporte por la escasez de gasolina, los aspirantes a “larouchistas” eran todo sonrisas mientras posaban orgullosos para la cámara con sus ejemplares de la revista EIR en mano. Acababan de tener una discusión de tres horas sobre historia, ciencia, economía y música.
Lo más probable es que aunque no tuvieran luz en casa esa noche y aunque faltara otra vez el pan en la mesa al día siguiente —y la leche, y el azúcar, y. . .—, lo que ocupó sus pensamientos fue el legado de Roosevelt para la reconstrucción de África y el motete Jesu, meine Freude de Bach, así como también la manera en que un tal Kepler pudo descubrir el principio de la gravitación universal a principios del siglo 17.
[1]. San Francisco: Berrett–Koehler, 2004.
[2]. “Supporting Human Rights and Democracy: The U.S. Record 2006” (En apoyo de los derechos humanos y la democracia: El historial de Estados Unidos, 2006), que está disponible en www.state.gov/g/drl/rls/shrd/2006/80586.htm.