Nada caracteriza mejor la situación actual en el plano político–económico que la palabra “pánico”. Todas las promesas complacientes que los banqueros hicieron a lo largo de todos estos años se han esfumado, sólo para verlas remplazadas por la histeria y la excusa de que “nadie podía haber sabido” que semejante crisis de desintegración podía siquiera llegar a ocurrir.
Todo eso son puras mentiras. Nadie sabía mejor que la comunidad bancaria internacional y la élite política que Lyndon LaRouche no sólo lleva décadas pronosticando el desenlace actual de esta tragedia (de no adoptarse sus propuestas para efectuar una reforma), sino que ha puesto sobre el tapete alternativas viables. Los “expertos” financieros prefirieron no encarar la realidad, y ahora estamos donde estamos.
Tras bambalinas, podemos asegurarle al lector, hay todo un frenesí que apunta a pedirle su consejo a LaRouche. Vemos reflejos significativos de esta tendencia en el ámbito internacional. No sólo son de notar los informes prominentes de los órganos de difusión rusos, sino también los que han aparecido en idiomas como el español, el árabe y el chino. En la mayoría de los casos, el mensaje evidente es que LaRouche advirtió desde hace años precisamente contra semejante crisis, y que debió habérsele hecho caso entonces.
En Estados Unidos, la gran prensa ha continuado su política, que externó de manera explícita el diario Washington Post hace más de 20 años, de no darle ninguna publicidad a las actividades de LaRouche o de su movimiento, a menos que sea negativa. Pero el 11 de octubre hubo una pequeña excepción a esta regla, pues un artículo del New York Times sobre los individuos y las instituciones que están criticando con todo vigor y, en algunos casos, hasta con una satisfacción maliciosa las medidas de rescate del Gobierno estadounidense de George Bush, incluyó los siguientes comentarios sobre LaRouche:
“Un grupo que apoya a Lyndon H. LaRouche se paseaba con un cartel que preguntaba: ‘¿Quién seguirá?’ Repartían volantes que citaban al señor LaRouche instando a declarar en bancarrota todo el sistema financiero del dólar y a reorganizarlo proscribiendo las transacciones con derivados financieros. Sin semejante medida, advertían, ‘este planeta está condenado a entrar en una horrible edad oscura’ ”. LaRouche comentó que ésta era la primera vez desde 1988 que el New York Times hablaba de él sin pelos en la lengua.
Una referencia tal es de plano pobre en comparación con el verdadero historial de LaRouche, pero representa un paso en la dirección correcta y, de hecho, puede que ayude a darle animos a algunos entre la élite política y financiera que saben que LaRouche tiene razón sobre lo que hay que hacer en medio de esta crisis, pero que temen ser blanco de represalias brutales si llegan a decir en público esta verdad.
De manera que, por lo pronto, el pánico general irá in crescendo. La realidad es que nadie, aparte de LaRouche, tiene el conocimiento económico e histórico profundo necesario para saber qué hacer para que este sistema económico y financiero no se pulverice hasta quedar inmóvil, y que luego no pulverice la vida de miles de millones de seres humanos en este planeta. La gente no entiende el concepto de reorganización por bancarrota, que fue un elemento plenamente reconocido del Sistema Americano de economía política a lo largo de la historia de Estados Unidos, y mucho menos entiende la naturaleza de la propia actividad productiva.
Pero, si estás dispuesto a luchar y a apoyar las ideas de LaRouche, no hay necesidad de que cunda el pánico. Él está ahí, listo para compartir su conocimiento cuando la gente haga de tripas corazón para pedirle su consejo. Conforme las fuerzas perversas que moran entre los banqueros vayan cayendo cada vez más en el descrédito y se debiliten, tendremos la oportunidad de actuar. Piensa, actúa, pero no caigas presa del pánico.