Los próximos cincuenta años de la Tierra |
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Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 8
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La ciencia competente o una búsqueda de veras eficaz de un diálogo de culturas, siempre parte de suponer que la totalidad del credo actual de cualquier cultura nacional, de cualquier cuerpo doctrinario, contiene una gran cuota de equívocos. De ahí que el primer principio de la ciencia debiera ser considerar el problema de la falsedad sistémica de lo que, al presente, quizá incluso sea una opinión, científica o de otra clase, defendida con orgullo. Esto implica prestar una atención particular a esas clases especiales de paradojas que yacen en los linderos de cualquier cuerpo existente de creencias generalmente aceptadas, tal como los linderos que separan los sistemas abiótico, viviente y cognoscitivo humano de la noosfera de Vernadsky, en su carácter esencial y sus distinciones respectivas en tanto sistemas físicos universales de los que está compuesto todo el universo conocido; eso, en tanto cualidad riemanniana de un sistema integrado.
El permiso para emplear este método no debe depender de las indicaciones previas definidas de cualquier equívoco específico en la creencia actualmente aceptada. La buena salud no sólo es cuestión de una ausencia patente de enfermedad, sino también de detectar y prevenir la existencia de una clase de enfermedad que aún no hemos reconocido como la amenaza que de hecho representa, como ha sido el caso de los trastornos retrovirales humanos. Éste es el método mediante el cual podemos descubrir la existencia de equívocos, aun en lo que no ha encontrado reparos en tanto creencia generalmente aceptada. Esto no es un mero botiquín al cual recurrir sólo al detectarse opiniones equivocadas; es una manera de pensar que debe remplazar a todas las demás, en todo momento.
El método de aprender de nuestra experiencia del futuro, mismo que identifiqué en la introducción de este informe, no es nuevo. Es cosa vieja. Es notable que, para la ciencia física como tal, este método esté implícito en el de las esféricas que los pitagóricos y Platón, entre otros griegos clásicos[29] antiguos, infirieron del desarrollo astronómico de Egipto. De hecho, todas las corrientes competentemente clásicas de pensamiento científico europeo desde entonces, han manifestado un retorno a este método como el medio escogido para eludir el decadente método contrario pertinente de los de la ralea de los eleáticos, los sofistas y otros reduccionistas filosóficos. Éste es, por ejemplo, el método de Kepler, como lo refleja al encargarle a los futuros matemáticos la tarea de desarrollar la clase de cálculo diferencial infinitesimal que, de hecho, vino a desarrollar Leibniz con una originalidad única.[30]
Ese descubrimiento que hicieron, de manera sucesiva, Kepler, Leibniz y Bernouilli, Gauss, Riemann, etc., es la demostración del método por el cual la humanidad arriba a las advertencias que descubre y, así, a cierta clase de conocimiento vivido del futuro aún por experimentar. Esto depende de la noción clásica griega de poderes que los pitagóricos, Platón, su Academia y demás emplearon,[31] la noción de lo que con justicia podemos considerar un principio físico universal. El desarrollo de Vernadsky de las nociones de la biosfera y la noosfera, es un ejemplo de la aplicación del mismo método clásico de los poderes.[32]
Como demostraré en este informe, esa óptica ofrece el único enfoque confiable del tema de un diálogo de culturas. El caso de la referida labor de Vernadsky brinda dicho punto de referencia necesario para abordar los retos de la economía política moderna, al atacar dichos temas desde la perspectiva superior del dominio de lo Sublime.
De común, todos esos descubrimientos fundamentales de semejantes poderes en la ciencia han demostrado que la mayor concentración de equívocos a menudo adopta el disfraz de supuestos, que los desorientados representantes de una cultura defectuosa han estado inclinados a adoptar a modo de cualidades inamovibles de creencias tradicionales, entre ellas cosas como los supuestos a priori. El conjunto cartesiano de definiciones, axiomas y postulados a priori de los empiristas o el truco aristotélico de la astronomía del estafador del Imperio Romano, Claudio Ptolomeo, son típicos de lo que a menudo no sólo es un error intelectual fatal, sino un fraude descarado.[33] Así, la ciencia siempre tiene que buscar una perspectiva ventajosa de la existencia práctica en el universo, que esté ubicada fuera del marco de referencia en el que el presunto error de suposición puede ocultarse, un marco de referencia fuera del alcance de la creencia acostumbrada actual del investigador. Para este propósito, de abordar los asuntos que conciernen a la naturaleza del ser humano individual, y a la humanidad en general, el concepto de Vernadsky de la noosfera es extraordinariamente útil y, en la actualidad, el punto de partida más importante para entender los problemas a reconocer y dominar en los tiempos que se nos avecinan en lo inmediato.
Por ejemplo, a fin de que podamos superar con mayor facilidad los prejuicios que han creado un corrupto muro ideológico que separa el arte de la ciencia, interrumpamos aquí esta introducción al tema de la ciencia física aplicada para comparar el caso de la ironía clásica en el inglés, u otra clase de poesía y drama. Después de todo, el meollo de un diálogo de culturas es la cultura en la mayor extensión de la palabra. Lo que es cierto en cualquier parte de la cultura como un todo, también tiene que ser demostrablemente cierto en cualquiera de sus partes.
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[29]El término “clásico”, como lo uso a lo largo de este informe, no tiene nada que ver con la noción popularizada de lo que es sólo tradicional, como en el uso analfabeta del término “clásico” en los EUA hoy. La norma combinada de Pitágoras, Tales, Solón de Atenas, Platón y la escultura clásica griega, a diferencia de la arcaica, son ejemplares, como en el caso de Cicerón de Italia y del Renacimiento pro clásico griego del siglo 15, contra la vulgaridad en otro sentido característica de la cultura latina, en especial de la imperial romana y su tradición.
[30]Los argumentos de los seguidores del abad Antonio Conti de Venecia, de que su pelele adoptado Isaac Newton había descubierto un cálculo, no sólo es francamente falso, sino también absurdo de por sí. Un caso típico de una demostración clásica del cálculo de Leibniz, a diferencia de los argumentos de los dudosos admiradores de Newton, lo proporcionó el descubrimiento de Gauss de la órbita del asteroide Ceres, un descubrimiento que fue el precursor de los principios generales de la curvatura de Gauss, y que constituye una demostración rigurosa de la necesidad del cálculo de hecho infinitesimal que todos los pervertidos apologistas del supuesto de Newton del siglo 18 y después, como D’Alembert, Euler y Lagrange, rechazaron como si no correspondiera a nada existente en el universo real. Alegar, como los admiradores de Newton, que éste descubrió la existencia de algo, lo infinitesimal, que todavía alegan, junto con sus crédulos seguidores, que no existió, es un extraordinario sofisma, uno de veras digno de charlatanes tales como François Quesnay o de su plagiario, Adam Smith.
[31]Como Aristarco de Samos y Eratóstenes, y Nicolás de Cusa después (por ejemplo, en De docta ignorantia).
[32]Ver The Economics of the Noösphere (La economía de la noosfera. Washington, D.C.; EIR, 2001), de Lyndon H. LaRouche. Por tanto, es una ironía de lo más deliciosa que quizás el más significativo de todos los científicos soviéticos, Vernadsky, el sucesor de Mendeléiev más destacado y fundador de la física nuclear soviética aplicada, debió ser uno de los más grandes científicos del siglo 20, un científico que por ende es, según las nomenclaturas soviéticas del “materialismo dialéctico” y el “materialismo histórico”, un idealista de la tradición platónica, mientras que la “objetividad” filosófica soviética de la tradición de Engels fracasó de forma tan absoluta y miserable, con sus errores de una corrupción sistémica en el dominio de la práctica económica aplicada a su sector productivo civil. Esto demuestra, entre otras cosas relacionadas, esa crisis de la cultura del siglo 20 que el notable C.P. Snow de Gran Bretaña identificó como la paradoja de las “dos culturas”, la dicotomía que separaba de modo hermético el pensamiento social del de la ciencia física. En una cultura dominada por la coexistencia de la ciencia física reduccionista con modos de suyo irracionalistas del pensamiento anticlásico, son de esperarse los fracasos en el proceso de la civilización, no sólo en los EUA, sino también como sucedió en el sistema soviético.
[33]La “hipótesis solar” que refiere Nicolás de Cusa, ya la había demostrado y documentado Aristarco de Samos antes de la época de Eratóstenes. Claudio Ptolomeo conocía estos registros, y a sabiendas falsificó las pruebas usadas para apoyar su razonamiento a favor de esa fantasía ptolomeica que de nuevo Kepler terminó de destruir científicamente.
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