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Los próximos cincuenta años de la Tierra

Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 8
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... Versus el idioma para progresar

La definición explícita de los principios de los que ha dependido el diseño del Estado nacional republicano soberano moderno, la conocemos hoy principalmente a través de esa tradición clásica llamada griega, relacionada con sus cimientos en la obra de personajes como Tales, los pitagóricos, Solón de Atenas y Platón. Sin embargo, como lo ilustra Tilak de India, como una suerte de “Dante Alighieri” de la India moderna, los principios de los que ha dependido el Estado nacional soberano moderno los han rastreado, él y otros de forma más convincente, al estudio de los antiguos Vedas. En verdad, hasta donde nuestro conocimiento explícito de esta materia alcanza, los cimientos de lo que hemos de reconocer como el surgimiento de la civilización moderna actual fueron tendidos en el desarrollo antiguo interrelacionado de los fundamentos de la astronomía, según nos la definen ahora los fragmentos provenientes del Egipto, la India y la China antiguos, a través de los asuntos concomitantes de la navegación transoceánica y la espacial relacionada, y de los orígenes patentemente antiguos del uso de los principios de la ironía propios de la poesía clásica en tanto instrumento mnemotécnico de la memoria colectiva de un pueblo culto.
Sin embargo, las raíces del descubrimiento europeo del concepto del Estado nacional soberano basado en el principio del sometimiento de la voluntad del gobernante al principio del bienestar general de todo el pueblo, tiene un aspecto diferente, una idea europea.[76]

El origen de esta noción está arraigado en cómo el concepto griego traducido como poderes define las ideas de una forma comparable al uso que Herbart y Riemann hacen del término alemán Geistesmasse, término cuyo significado encuentra una aproximación más bien imperfecta en la psicología de la Gestalt de Wolfgang Köhler. Esta noción, que se remonta a Grecia desde la astronomía egipcia (la geometría esférica), es implícitamente inseparable del concepto de monoteísmo. Es, del modo que he venido destacándolo una y otra vez en este informe, el concepto del verbo vivo; es el concepto de Grecia del “dios desconocido”, del dios del universo de Prometeo, quien de forma implícita es el adversario del Olimpo y de la secta nominalmente pro satánica (por ejemplo, la pitonisa) del Apolo de Delfos.

Estos avances antiguos, del modo ejemplificado en la función que la antigua astronomía egipcia tuvo para los antiguos griegos en la esférica, aportaron la base del surgimiento sucesivo y del desarrollo constante de la civilización europea moderna alrededor de esas nociones del concepto conocible de lo universal, del que, en sus orígenes, es típico el conocimiento que para el hombre implicó el legado egipcio inherente a la obra de Tales, los pitagóricos y Platón en la tradición europea. Este conjunto de nociones geométrico–constructivas de los universales físicos (poderes), en tanto distinto de las meras fórmulas algebraicas usadas como sustitutos de los principios, es producto de un proceso que he definido como la generación de verbos vivos, una noción que coincide con el campo de aplicación que tiene el uso que Riemann hace de la Geistesmasse en la ciencia.

Para el propósito de enseñar los rudimentos de principio que aplican, los ejemplos más claros a usar son los inherentes a la influencia de los métodos astronómicos egipcios adoptados por los pitagóricos, tales como Arquitas, del modo que Platón empleó esos ejemplos en sus diálogos socráticos para comunicar la noción de lo que la traducción convencional del griego al castellano llama poderes. Esta noción de poderes implica el mismo significado que uno expresa mediante lo que aquí he descrito como verbos vivos, y como el uso del concepto de un dominio complejo físico, más que uno meramente formal en lo matemático. Esta última distinción es la que Riemann deja en claro en la diferenciación de ese uso de las Geistesmassen que, de hecho, aparece en su disertación de habilitación de 1854, y de forma más extensa en su elaboración de las implicaciones de fondo de las funciones abelianas.

A partir de ese enfoque de la definición de los principios físicos universales, estamos equipándonos para desempeñar la función de principio que hoy la ironía expresa con mucha mayor eficacia en la composición artística clásica, que cualquier otra cosa. La principal dificultad con la que topa este enfoque del arte es que, una vez que reconocemos la función del principio artístico clásico en esta forma, las nociones contrarias de composición artística quedan implícitamente relegadas a los burdeles de una u otra clase, a los de índole académica inclusive.

Es la aplicación del principio de la ironía poética clásica, del modo que he esbozado esto en secciones previas de este informe, lo que le ha permitido a la humanidad desarrollar un modo de comunicación premeditado de la noción de la universalidad del hombre, tal como se expresa a través del medio que aquí he definido como el verbo vivo. La separación arbitraria entre estos principios de la ironía poética en el arte clásico y la noción de los universales en la ciencia física, del modo que C.P. Snow observó ésta dicotomía, es lo que ha representado la gran maldición que una y otra vez ha azotado el desarrollo de la civilización europea, desarrollo que es típico del uso que los pitagóricos y Platón hicieron de la tradición egipcia de la esférica al definir las nociones de los universales y sus clases.

Aquí nuestro tema es el origen de la forma soberana moderna del Estado nacional republicano, en un concepto artístico clásico del idioma mismo. Aunque ese objetivo está implícito en las reformas que condujo Solón de Atenas, y en la reprimenda que éste dirigió después a sus conciudadanos descarriados, los medios por los cuales cobró existencia la república moderna durante el Renacimiento de Europa en el siglo 15, es una cuestión mucho más compleja que la que implicaría la lectura de una traducción del poema inspirador de Solón. Esto tiene una importancia especial aquí y ahora, porque las culturas asiáticas por lo general no tienen una idea eficiente de la forma en que se desarrolló esta noción en la civilización europea. La ausencia de dicha idea tiende a alimentar nociones peligrosamente simplistas en cuanto a los orígenes europeos del Estado nacional soberano, error del cual tenemos que sacar a nuestros socios pertinentes de diálogo.

En la cultura clásica europea moderna actual el nacimiento exitoso de la civilización moderna se remonta, a un grado muy significativo, a la explicación de Dante Alighieri sobre el desarrollo y el uso del idioma italiano, que es la base de su razonamiento a favor del Estado nacional soberano en su De monarchía, del modo en que Petrarca, de manera notable, le dio continuidad a este concepto del idioma. Este es un ejemplo descollante de la importancia de las formas de ironía que están mejor adaptadas, con mucho, para conducir la comunicación de los verbos vivos, como no pudo haberlo hecho y, en efecto, fracasó en hacerlo el latín en tanto lengua franca imperial romana.[77]

La idea del Estado nacional soberano europeo moderno, como surgió en este y otros modos relacionados que hasta ahora he descrito en este informe, también representa un verbo vivo. Ese verbo expresa los procesos que son característicos de la forma de sociedad que aquí he descrito en resumen. Expresa el contrapunto de las ironías que constituyen los aspectos vivos, más que sólo formales de la cultura de un pueblo soberano. Es un concepto del aspecto del verbo vivo de una cultura que corresponde con la idea de principio del monoteísmo. Ésta no es la noción de un Dios no terrenal que anda flotando fuera del universo, sino de la personalidad del Creador dentro del universo que Él sigue generando. De ahí lo apropiado de la traducción al castellano del Evangelio de Juan, que al comienzo afirma: “En el principio era el Verbo”. Es la noción de una convergencia del desarrollo de los verbos vivos en la totalidad transfinita del proceso de generación de verbos vivos válidos. Refleja, en tanto teología, el reconocimiento de esa creatividad conforme ocurre en la experiencia humana exitosa de las ideas de la calidad de los verbos vivos. La creatividad como la conocemos le es específica a la soberanía inviolable de la voluntad creativa individual. Por tanto, es inevitable que reconozcamos al Creador vivo y morador de este universo como una personalidad, como una voluntad individual de una creatividad eficaz, que mora en el dominio de lo que he identificado como los verbos vivos.

Así, la autoridad que de forma apropiada pudiéramos atribuirle a un Estado nacional tiene esta forma, una autoridad que está condicionada a su conformidad con la implicación de esta forma. El resultado de eso es el concepto de la ley natural universal, en tanto depositaria del principio que subyace en la expresión de la lucha de la sociedad por salirse de la infancia de la humanidad, hacia una reflexión madura de sí misma, de sus orígenes, de sus obligaciones y de sus intenciones.

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[76]Como resume la singularidad de este principio descubierto el discurso de Gettysburg del presidente Abraham Lincoln en 1863.

[77]En la historia de la lucha medieval por el establecimiento del Estado nacional soberano antes del siglo 15, ver Die Geburtsstunde des souveränen Staates, de Friedrich von der Heydte. (Regensburg, Alemania; Druck und Verlag Josef Habbel, 1952).