En los EU y Europa inician un
giro contra la globalización y el fascismo
El Movimiento de Juventudes Larouchistas (MJL) organiza en París el voto
del “no” a la Constitución europea. (Foto: EIRNS).
por Nancy Spannaus y Molly Kronberg
Lo acontecido en los Estados Unidos el 23 de mayo, cuando un grupo
bipartidista de senadores impidió que el Gobierno de George W. Bush diera
un golpe contra la Constitución, y el 29 y 31 de mayo, cuando los
respectivos electorados de Francia y Holanda repudiaron de forma abrumadora los
planes de imponer una dictadura de los banqueros en Europa al votar en contra de
la propuesta Constitución europea, ha creado una nueva situación
económica y estratégica en el mundo. De modo implícito,
este cambio significa darle la espalda a la era de feudalismo mundial conocida
como la “globalización”, que ha tenido al mundo en sus garras
cada vez más desde principios de los 1970, y de forma más
férrea desde la caída de la Unión Soviética,
así como un giro hacia el establecimiento de un mundo donde reine la
cooperación entre Estados nacionales comprometidos al progreso industrial
y científico a largo plazo, y dispuestos a usar su poder para
lograrlo.
Discurso de LaRouche por internet
Lyndon LaRouche, quien tuvo un papel destacado en crear el impulso para
este cambio, comentó inmediatamente después de la decisión
del Senado que, a medida que las naciones de Europa Occidental y Rusia, en
especial, vieran las pruebas empíricas de que en los EU había
surgido una oposición eficaz contra la pretendida dictadura del Gobierno
de Bush, empezaría a haber cambios. De hecho, apenas días
después de lo del Senado vino el voto de los electores franceses y
holandeses en contra de la Constitución europea, con lo que le propinaron
un golpe mortal.
“Ésta es la primera victoria pública en grande contra
la oligarquía de las finanzas y la burocracia, y tendrá serias
implicaciones políticas para toda Europa”, comentó sobre el
referendo francés el profesor ruso Serguei Markov. “Tiene
razón”, dijo LaRouche, quien escribió una extensa
evaluación sobre las implicaciones de la votación en Europa (ver
artículo: ¿A dónde va Europa ahora?).
LaRouche ha identificado la coyuntura de los choques políticos
propinados por los sucesos en Washington y Europa, y de la rápida
desintegración del sistema monetario mundial, como un momento de
oportunidad para regresar a la cordura en la política económica
trasatlántica. Para aprovechar esta oportunidad, LaRouche PAC, su
comité de acción política, programó que LaRouche
pronunciara un discurso de difusión internacional por internet el jueves
16 de junio a la 1:00 p.m., para explicar cómo revivir las pautas del
Sistema Americano que empleó Franklin Roosevelt en los EU y el mundo. El
discurso, con interpretación simultánea al español,
sería difundido por www.larouchepac.com y www.larouchepub.com, y, en
conjunción con el mismo, habría reuniones públicas en
Washington, D.C., y otras ciudades de los EU y Europa.
Para entender la naturaleza del cambio cualitativo en marcha, lo primero es
evaluar como es debido el significado de lo que pasó en el Senado de los
EU el 23 de mayo.
Lo que hicieron los 14 senadores— 7 republicanos y 7
demócratas— fue descarrilar el plan del vicepresidente Dick Cheney
de cambiar las reglas del Senado, cosa de convertir a ese cuerpo legislativo en
un mero apéndice del Ejecutivo, en vez de funcionar como su freno y
contrapeso como establece la Constitución de los EU.
El motivo de que el Senado volviera a hacer valer su poder constitucional,
y aun de forma más explícita, de que Francia y Holanda repudiaran
la Constitución europea, y de que el electorado alemán le
infligiera una derrota a la coalición rojiverde de Gerhard Schröder,
es el “elefante en la sala” del que no quiere hablarse: la crisis de
desintegración financiero–económica que arremete contra el
mundo.
Ante la perspectiva de un desastre económico total, como lo refleja
la quiebra de General Motors; la implosión que amenaza a importantes
instituciones financieras; y la depauperización de millones, ciertos
dirigentes y poblaciones han decidido decir “no”.
Eso no quiere decir que tengan claro qué hacer en remplazo de la
globalización, ni que haya un consenso respecto a una alternativa. Pero
lo que sí han hecho estos sucesos es transmitir el mensaje claro de que
son las instituciones de la nación, no las supranacionales o
dictatoriales, las que tendrán que asumir la responsabilidad por el
bienestar nacional, y algunos dirigentes están dispuestos a romper las
reglas que han imperado en los últimos 30 años —el
librecambismo, la mano de obra barata y la desregulación— para
lograrlo.
En los EU el nuevo paradigma cobra realidad en torno a los planteamientos
de Franklin Roosevelt, quien demandaba que las recetas de la explotación
financiera sin trabas se echaran al basurero, y que los poderes del gobierno se
emplearan para resolver los problemas que agobiaban al pueblo. Esto significaba
créditos del gobierno para programas de infraestructura a largo plazo y a
gran escala, además de medidas para no dejar desprotegida a la
población en medio del desplome financiero. LaRouche, quien lleva
décadas demandando que vuelvan a aplicarse las medidas de Roosevelt, ha
aportado el ímpetu y un flujo continuo de ideas para ganarse al Partido
Demócrata y al país a la perspectiva rooseveltiana.
Es distinto en Europa
En Europa, el asunto de que los gobiernos asuman la responsabilidad de
actuar en aras del bienestar general es un poco más complejo, debido al
poder de la oligarquía financiera y al sistema parlamentario. Por ello,
cuando los franceses acudieron a las urnas por millones el 29 de mayo, no
sólo estaban rechazando una Constitución (¡de 325
páginas!) que ni habían leído, hecha de retazos bajo la
dirección del ex Presidente francés, sino que estaban decidiendo
si permitirían que una alianza de oligarquismo feudalista y rapacidad
librecambista, la globalización, dominara a Europa y acabara con la red
de protección social establecida desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial.
En toda Europa, pero en especial en los dos países más
relevantes de la Unión Europea, Francia y Alemania, la decadencia, y en
muchos casos el desplome económico, han encogido la capacidad productiva
y subido la tasa de desempleo por encima del 10%. En los últimos 18 meses
los Gobiernos de ambos países empezaron a imponer medidas
drásticas de austeridad. En Alemania, las llamadas reformas “Hartz
IV” atacaron a los desempleados, mientras que “Agenda 2010”
destazaba el presupuesto. En Francia, la austeridad asociada con el ministro de
Finanzas Nicolas Sarkozy, entre otros, apuntó contra el Seguro Social, la
atención médica, las condiciones de trabajo y las prestaciones de
los trabajadores.
Los esfuerzos de los europeos por romper con el paradigma posindustrial
también tienen que sobreponerse a la fuerza institucional de los partidos
“verdes” ecologistas, que a cada paso bloquean cualquier intento
racional de reindustrialización, y que además promueven la
austeridad fiscal fascista. De allí la importancia de los resultados de
las elecciones del 22 de mayo en Renania Septentrional Westfalia, un estado
alemán de tradición socialdemócrata, pero que esta vez
votó en contra del partido de Schröder para castigarlo por las
destructivas políticas de austeridad que ha tratado de imponer. Los
socialdemócratas le achacan la derrota en el estado —el
único que quedaba con un gobierno estatal rojiverde— en parte al
Partido Verde, por lo que se prevé que se distanciarán de los
verdes, lo que sería el principio del fin de éstos.
Lo mismo aplica al non de los franceses a los destazadores
presupuestales y librecambistas de París y Bruselas, sede de la
Unión Europea. El rechazo vino sobre todo de los barrios más
pobres y de las zonas obreras y campesinas. Luego de la votación, el
presidente Jacques Chirac despidió al primer ministro Jean–Pierre
Raffarin y nombró en su remplazo al ministro del Interior Dominique de
Villepin.
“El rechazo del pueblo francés al
referendo–ultimátum europeo le pone fin a 35 años de deriva
neoliberal y de promoción del desempleo”, dijo Jacques Cheminade,
ex candidato a la Presidencia de Francia y estrecho colaborador de LaRouche.
Cheminade añadió que la votación “refuerza la
tendencia rooseveltiana revitalizada por Lyndon
LaRouche. . .
“Cuando aparezcan los informes de junio, la crisis de los fondos
especulativos y en los mercados de bienes raíces revelará el grado
de crisis del sistema monetario mundial. Ése será el momento de
levantarse por el cambio, pero no sobre la base de arreglos diplomáticos
y burocráticos”.
Más bien, insistió Cheminade, es necesario un sistema de
bancos nacionales —no bancos centrales— europeos, que emitan
crédito para invertir en la infraestructura y la creación de
empleo. La unificación de Europa, añadió, debe ser en torno
a la gran meta de desarrollo económico mundial a gran escala que plantea
la propuesta del Puente Terrestre Eurasiático de Lyndon y Helga
LaRouche.
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