Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 22

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Iberoamérica

López Obrador toma posesión como Presidente legítimo de México

por Cynthia R. Rush

Ante casi un millón y medio de mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, el ex candidato de la Alianza por el Bien de Todos en la elección presidencial del 2 de julio, tomó posesión como “presidente legítimo” del país el 20 de noviembre en el Zócalo, la plaza principal de la Ciudad de México. AMLO, como se le conoce, le prometió solemnemente a sus partidarios que nunca negociará ni se someterá a la “oligarquía neofascista” que apadrina a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), quien reclama la Presidencia de México fundado en un fraude electoral flagrante.

No entraremos “en el molde”, dijo López Obrador en su discurso, y por eso la élite oligarca nos teme. “El propósito fundamental del gobierno legítimo, reitero, será proteger los derechos del pueblo, defender el patrimonio de todos los mexicanos y la soberanía nacional”, afirmó.

Es más, dijo, los que han dado su apoyo deben seguir haciéndolo e integrar una estructura política nacional que respalde al “gobierno legítimo”, para que si la derecha intenta imponer algo contrario al interés general, “convocaríamos a la movilización nacional. . . Es la capacidad que tenemos de hacer realidad el cambio profundo, verdadero. No esperemos nada de los de arriba, cumplamos con nuestro deber ciudadano”.

Las palabras de López Obrador son útiles y apropiadas, en su medida. Su posición firme en defensa del bienestar general del pueblo mexicano y su identificación del enemigo oligarca sin duda han estremecido a las élites financieras internacionales, las cuales pretenden imponer en México al “usurpador” Calderón en contra de la voluntad popular. Él ha movilizado una fuerza de masas contra el “golpe de Estado” del PAN, y el saqueo librecambista y las políticas de privatización que los amos sinarquistas de Calderón esperan que aplique en el instante mismo que tome el poder el 1 de diciembre.

El factor LaRouche

Pero le correspondió al animado contingente de 40 personas del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) comunicarle a la gran multitud los conceptos vitales que AMLO no tocó. Con dos grandes mantas que decían, “LaRouche: autor de la derrota de los amos de Calderón en EUA” y “No permitas que este tiempo grande se encuentre con gente pequeña: ¡Nuevo sistema económico ya!”, el LYM repartió 1.500 ejemplares de este periódico y 3.000 volantes con el mensaje claro que envió Lyndon LaRouche el 16 de noviembre (ver Resumen ejecutivo de la 2a quincena de noviembre de 2006).

Primero que nada, no puede eludirse la realidad de que el sistema monetario mundial ya está reventando. Esto exige que jefes de Estado y otros dirigentes cobren la decisión y las agallas políticas para actuar como el estadista LaRouche ha propuesto, para crear un nuevo sistema monetario internacional que tome como modelo el viejo sistema de Bretton Woods. Cualquier idea de amoldarse a la globalización es un engaño peligroso, porque el sistema ya no tiene salvación. Éste es un momento revolucionario que demanda coraje, no pequeñez.

Segundo, la población estadounidense que movilizó el LYM y el movimiento de LaRouche, en particular la juventud universitaria, fue la responsable de la victoria arrolladora del Partido Demócrata en las elecciones intermedias del 7 de noviembre en Estados Unidos. El LYM enarboló las cuestiones que los demócratas cobardes tenían demasiado miedo o eran demasiado corruptos como para abordar, y remoralizó y elevó a la gente al ofrecerles un sentido de orientación a una misión, en especial al decisivo electorado joven.

Tales resultados electorales le proporcionaron a las fuerzas de la resistencia en México una palanca política que antes no tenían. El aparato sinarquista que controla a George Bush y Dick Cheney —el mismo que tira de los hilos de Calderón y el PAN— recibió un duro golpe. Pero no hay tiempo que perder. En su demencia, contemplan una guerra contra Irán o alguna otra atrocidad internacional que hunda al mundo en un caos irreparable y la guerra perene.

Andrés Manuel López Obrador toma posesión como Presidente legítimo de México el 20 de noviembre en el Zócalo, la plaza principal de la Ciudad de México. (Foto: sitio electrónico de Andrés Manuel López Obrador).

El LYM le recordó a los mexicanos que LaRouche fue el “autor de la derrota de los amos de Calderón”. Ahora los patriotas deben aprovechar la oportunidad creada por el resultado de la elección estadounidense, para avanzar con decisión en la dirección que LaRouche ha señalado, y al mismo tiempo apoyar su batalla por restaurar la cordura en el Gobierno de EU con el enjuiciamiento inmediato de Bush y Cheney.

Iberoamérica observa

Esto tampoco fue sólo un suceso mexicano. El desenlace de esta batalla tendrá un efecto profundo en el resto de Iberoamérica. Dirigentes como los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Néstor Kirchner de Argentina saben qué tan importante es que López Obrador se haya identificado como adversario de la oligarquía financiera internacional, al haber padecido ellos mismos a manos de esas mismas fuerzas.

Hasta ahora estos dos presidentes, junto con los Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Chile y el Mercado Común del Sur (Mercosur), han venido cooperando en un “Club de Presidentes” informal, para forjar una alternativa al mortífero programa librecambista del Fondo Monetario Internacional y las jugarretas de los cheneyacos para sembrar la discordia en la región, o incluso la guerra. El ausente en el grupo ha sido México, que en 1982 —tras un virtual golpe del FMI— abandonó su papel histórico como líder continental en la lucha por el desarrollo económico y la defensa de la soberanía nacional, y se alineó en cambio con la oligarquía financiera que procura destruir los Estados nacionales soberanos.

La limitación del Club de Presidentes es que a sus miembros los une en gran medida lo que rechazan, más que una perspectiva positiva de desarrollo que parta de la realidad del desplome monetario mundial. Han visto a los banqueros sinarquistas destruir a sus economías nacionales, y a sus poblaciones degradadas al nivel de bestias. No obstante, con excepción de Kirchner, ninguno ha encontrado las agallas para oponérsele a los financieros. Hasta Kirchner aún habla de insertar “de manera inteligente” a Argentina en la globalización, como si eso fuera posible.

Por eso las huestes de LaRouche están interviniendo a escala continental para machacar la realidad de la embestida del crac financiero, y presentar la alternativa programática que estos gobiernos temen debatir en público. Este factor es el que, en el nuevo ambiente revolucionario generado por los resultados electorales en EU, puede ayudar a los dirigentes iberoamericanos a encontrar el valor de actuar con decisión.

El ambiente cambiante se refleja en lo que dijo el presidente Lula en Caracas el 13 de noviembre, donde, de manera extraordinaria, dejó de lado el discurso que tenía preparado para atacar a los banqueros depredadores. Recién elegido a un segundo período de gobierno, durante el cual recibió los ataques violentos de facciones financieras, Lula acusó a los banqueros de preferir gobiernos como los “que imperaron por siglos y no les importaba la gente”.

El Presidente brasileño también advirtió que “no hay solución para ningún país latinoamericano por sí mismo. . . En nuestro segundo mandato, todos nosotros, los presidentes de países sudamericanos y latinoamericanos, tenemos que trabajar por la integración como nunca antes lo hemos hecho”.

Actuemos ahora

La situación mexicana es bastante móvil. La propia toma de posesión de Calderón el 1 de diciembre está en duda, pues las huestes de López Obrador afirman que la impedirán por medios pacíficos. Nadie sabe lo que pasará el 1 de diciembre, al tiempo que ambos bandos aprestan sus fuerzas en torno a la cuestión de quién gobernará. Si Calderón se las arregla para tomar posesión, se encontrará en la posición nada envidiable de tratar de seguir las órdenes de Wall Street de imponerle una austeridad aun más profunda a un pueblo que la aceptará. El único desenlace posible de semejante acto será lo que el nuevo presidente de la Confederación Nacional Campesina advirtió que sería una “revolución social”.

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El Movimiento de Juventudes Larouchistas se une a la celebración de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador. (Foto: EIRNS).

Pero los dementes amos de Calderón pretenden seguir adelante con sus planes, como lo indica la selección de seis de los miembros del gabinente que se anunció el 21 de noviembre. Responsables de la política económioca, los seis son rabiosos proponentes del libre comercio, la desregulación, las reformas estructurales y la privatización de la infraestructura.

Como secretario de Hacienda está Agustín Carstens, el “Chicago Boy” prodigio que hasta hace un mes era el número tres al mando del FMI, regirá el gobierno para los financieros internacionales. Toda su carrera ha transitado entre la Universidad de Chicago, el banco central de México y el FMI. El mentor de Carstens en Chicago era Michael Mussa, posterior economista en jefe del FMI por diez años, cuya idea de la función del gobierno, informa Carstens, es que “los principios fundamentales de la economía estadística están tan muertos como el monje ruso Rasputín (quien, ustedes recordarán, fue envenenado, estrangulado, apuñalado, disparado, cortado en pedazos, quemado hasta convertirlo en cenizas y lanzado con un cañonazo)”.

Carstens anunció el 20 de noviembre que el sector financiero será el motor del crecimiento con Calderón, en lo que “deberán ser los seis años de la infraestructura”.

Según Luis Téllez, el hombre de Calderón para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, esto significa que la infraestructura se le entregará al capital privado. Íntimo del sinarquista de hueso colorado y expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, Téllez también fue codirector del Grupo Carlyle en México, y estuvo en la directiva de Sempra Energy y del banco de propiedad española Bancomer, entre otras multinacionales.

El próximo secretario de Economía, Eduardo Sojo, es un ex funcionario del Banco Mundial y del Gobierno de Fox, quien se jacta de que convertirá a México en uno de los “mejores destinos” para el capital extranjero, con la desregulación de la energía, las finanzas, las telecomunicaciones y los mercados laborales.

Georgina Kessel, nombrada secretaria de Energía, encabezó programas de desregulación en la paraestatal petrolera Pemex, y anunció su intención de hacerla “moderna y eficiente”. La gente de Calderón ya despachó a un equipo a estudiar Petrobras de Brasil, la petrolera estatal que, como quedó demostrado hace poco en Bolivia, sólo es “estatal” de nombre, pues se maneja como una multinacional privada, con capital privado.

El futuro secretario del Trabajo, Javier Lozano, anunció que su prioridad será reformar las leyes laborales, al estilo de lo que se hizo en Chile durante la dictadura del ahora finado fascista Augusto Pinochet, para volver a México atractivo para el capital privado.