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La 'información' contra la humanidad...
Esta calidad de comunicación, cuya característica la expresa de forma adecuada el intercambio que tiene lugar a través del medio irónico de los verbos vivos, le permite a la gente elevarse por encima de la bestialidad relativa de ese mero “intercambio de información” al que el dogma malicioso de la “teoría de la información” ha buscado degradarla. Estamos hablando de tales dogmas reduccionistas maliciosos que han tendido a bestializar al individuo y sus relaciones sociales en el transcurso de las últimas tres generaciones, aproximadamente, desde lo que conocemos como la “Segunda Guerra Mundial”.
Esa doctrina de la “información” fue diseñada adrede como lo hicieron Bertrand Russell del Reino Unido y sus seguidores, con la intención de destruir esta capacidad de acceso al uso de una lengua culta, y para regresar la práctica de las relaciones sociales humanas a condiciones similares a las que eran típicas en Europa bajo el sistema medieval ultramontano. El daño cultural intrínseco que el Congreso a Favor de la Libertad Cultural (CFLC) le infligió a la civilización, y a las recientes generaciones de Europa y las Américas, es típico de este propósito maligno aun hoy.
Toma el caso de la Alemania contemporánea.
Todos los logros positivos de la cultura alemana, como los ejemplifica el legado de Cusa, Leibniz y Bach, en esencia estaban encarnados en la tradición humanista clásica de la que son típicos Kästner, Lessing, Mendelssohn, Haydn, Mozart, Schiller, Beethoven y los célebres hermanos Humboldt. El renacimiento posterior a 1945 de la reforma de Humboldt en la educación humanista clásica, es típico de los esfuerzos exitosos por reconstruir a Alemania que emprendieron dirigentes tales como Konrad Adenauer. Sin embargo, la destrucción del renacimiento moral de Alemania al término de la guerra, a manos de una partida de hienas que fueron convocadas desde los EUA y el Reino Unido, y redesplegadas a Europa bajo la dirección de tipos de la estirpe del alto comisionado de la ocupación John J. McCloy, así como del CFLC, ha desembocado ahora en la destrucción casi total de una cultura viva en Alemania.
Un ejemplo son los últimos quince años de historia de la parte de Alemania que otrora estuviera bajo la ocupación soviética. Esta ocupación no interfirió con el fomento a la educación y la cultura clásicas, sino que lo alentó. No obstante, en cuanto el famoso Muro de Berlín cayó, los apóstoles del CFLC invadieron a Alemania Oriental como aventureros, como las hordas de Gengis Kan, destruyendo así el potencial productivo de esa parte de Alemania a un grado tal, que lo que le hicieron a la parte oriental del país, como a Sajonia, ha tenido efectos que hoy amenazan con desintegrar a toda Alemania, a menos que se haga la corrección necesaria. A aquellos que conocemos algo de la historia pertinente, nos recuerda la epidemia de decadencia contracultural existencialista, moral e intelectual, que golpeó a la Alemania de Weimar previa a Hitler, la cual le abrió paso, en lo cultural, a la tiranía nazi.
Hoy, esa clase de destrucción moral e intelectual de la cultura clásica de Europa continental, coincide con los efectos de las maquinaciones utópicas de Bertrand Russell y H.G. Wells para destruir la civilización. Dichas maquinaciones traen a la mente la condena y tortura de Prometeo a manos del Zeus olímpico. La propagación de esa sífilis llamada “teoría de la información”, es un elemento crucial de esta destrucción del intelecto y la moral de una civilización otrora próspera, aunque, según sabemos, contaminada.
Como señalé en una sección previa de este informe, la base del razonamiento de Russell era perfectamente congruente, en lo axiomático, con la doctrina del empirismo que introdujo ese seguidor declarado de Guillermo de Occam, Paolo Sarpi. Esta doctrina, que más tarde Russell suministró de una forma más radical e incluso decadente, la diseminaron por toda la Europa moderna el lacayo personal de Sarpi, Galileo Galilei, y tales acólitos de Sarpi y Galileo como sir Francis Bacon y Thomas Hobbes. Russell, con orgullo, hubiera estado de acuerdo conmigo en cuanto a esa verdad, aunque sólo fuera en mi calidad de su enemigo mortal respecto a este aspecto inmediato del conflicto entre nosotros.
Como he señalado, la diferencia entre el neoaristotelismo veneciano de ese consejero matrimonial de Enrique VIII de Inglaterra y enemigo de Nicolás de Cusa, el Francesco Zorzi de “la vieja facción” veneciana, y el Sarpi de la “nueva facción”, es que Sarpi reconocía que no podía vencerse la existencia del Estado nacional moderno, del modo que lo estableció el Renacimiento del siglo 15, simplemente tratando de regresar de forma explícita a los tiempos del sistema ultramontano medieval que reventó durante la Nueva Era de Tinieblas del siglo 14.
Como indiqué aquí antes, Sarpi reconoció que, en razón de los solos requisitos estratégicos, el efecto del progreso científico y tecnológico que desencadenó el Renacimiento no podía simplemente “meterse de nuevo a la botella”, por así decirlo, como lo habían prescrito sus rivales aristotélicos derechistas de la “vieja facción” de Venecia.[73] Sarpi y Galileo concordaban en que tendría que tolerarse el progreso tecnológico en contra de esas criaturas del pantano cultural que siguió consagrado a la memoria del timador Claudio Ptolomeo, pero, en cualquier caso, tiene que quitársele de las manos (y de la mente) ese conocimiento de cómo han de generarse los principios fundamentales de la ciencia, aun a aquellos que trabajan con los materiales del progreso tecnológico. El empirismo, del que son típicos el trabajo y el legado de Descartes, deviene así en el dogma religioso pertinente de la facción veneciana francesa y liberal angloholandesa del siglo 18, siendo esta última la corriente faccional que aun hoy día domina en lo político al liberalismo europeo.
El trampolín para lo que Russell hizo para lanzar el fraude de la llamada “teoría de la información”, fue la ideología británica, que es lo mismo que el empirismo de esos seguidores de Paolo Sarpi también conocidos como el liberalismo angloholandés asociado con la facción veneciana del siglo 18 en Gran Bretaña.
Russell, junto con su cómplice H.G. Wells, sobrepasó a Sarpi y compañía en su empeño, no sólo de detener la historia, como hicieron los empiristas de costumbre, sino de iniciar el regreso del reloj de la historia hacia una virtual Edad de Piedra, y tan pronto como fuera posible. Las características de su perspectiva eran la eliminación de una dedicación de principio de los Estado nacionales soberanos al progreso científico, pero, irónicamente, con ayuda de súper armas de destrucción, tales como las de la guerra biológica y atómica, y de catástrofes naturales alimentadas, del modo que lo propusieron tanto Wells, primero, como su cómplice el aristócrata de primer orden Russell, después y aun con más fuerza. A este respecto, presentaban sus políticas como el poder para concretar esa inversión en la dirección tanto de la historia europea moderna como de la mundial.
El meollo intelectual de la contribución práctica de Russell al mal, fue su desarrollo de lo que vino a conocerse en el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial como la “teoría de la información”. El principio subyacente del plan de Russell apareció, en una primera aproximación en tanto principio, como su participación en la producción del Principia mathemática de Russell y Whitehead. El desarrollo continuo de ese plan surgió en el período de las conferencias Solvay de los 1920, como una continuación del ataque brutal que los seguidores de la ideología lógica positivista de Ernst Mach le asestaron al físico Max Planck. Esta disputa, que estalló en la Alemania y el Imperio Austrohúngaro durante la guerra, continuó después con el nombre del asunto de la “entereza” en el plan de Russell para un diseño del universo, el asunto que apartó a los círculos relacionados de Kurt Gödel de Russell, y de partidarios de éste como John von Neumann, Norbert Wiener y sus cómplices y seguidores. Un resultado notable de estos timos, además de la autoría de Russell de la doctrina de la “guerra nuclear preventiva”,[74] fue el fraude conocido como la “teoría de la información”, fraude que derivó de las opiniones radicalmente positivistas que Russell expresó en su sección del Principia mathemática.
Lo que hicieron seguidores de Sarpi tales como Russell y compañía, fue suprimir la existencia de la noción de un principio físico universal que identificara tales principios en tanto una expresión del acto cognoscitivo de generar, de hecho, una solución de principio a una paradoja ontológica, tal como el descubrimiento de Kepler de la gravitación. El método de Russell en las matemáticas era llevar al extremo el ataque contra el descubrimiento de Leibniz del cálculo infinitesimal universal que lanzaron, en especial, Euler, Lagrange, Cauchy, etc., quienes negaron la existencia física eficiente de lo que D’Alembert, Euler, Lagrange y demás rechazaron como lo que dizque sólo era “imaginario”; en efecto, era el rechazo de la realidad física del dominio complejo a favor de un formalismo numérico de torre de marfil que fuera hostil de forma explícita a los blancos señalados de Russell: Leibniz, Carl F. Gauss, Wilhelm Weber y Bernhard Riemann.
El grave daño que el dogma de la “teoría de la información” le inflige a las facultades mentales de los estratos de la población que reciben una educación superior, estuvo concentrado en la pérdida extendida en la capacidad de desarrollar y expresar ideas verdaderas; en otras palabras, en menoscabar, e incluso, con suerte, hasta destruir la capacidad de desarrollarse y comunicarse de las clases más educadas, en términos de lo que aquí he definido como los verbos vivos. Esta clase de enajenación de las clases educadas y otras del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, continuó en ese tenor, aun en la enseñanza de la ciencia física, de la mano con la campaña organizada de virtual atrofia cerebral voluntaria realizada por lo que se conoció como el CFLC.
La tendencia aun de las víctimas menos atrofiadas cerebralmente de semejante condicionamiento de este legado de la influencia de Russell, es que tales víctimas conocen, al igual que Lagrange y Cauchy, la marca que señala dónde debe ocurrir el descubrimiento de un principio físico universal, pero insisten que no podemos conceptualizar el descubrimiento mismo. Los seguidores de Lagrange y Cauchy conocían la fórmula algebraica que puede aproximar el número asociado con una singularidad físicofuncional a un grado finamente cercano, pero no el principio físico como tal. Eso representa un estado mental en el uso del lenguaje y el pensamiento relacionado, comparable en sus aspectos formales al de la esquizofrenia crónica. Ésta es una forma más inmunda de la misma atrofia cerebral virtual por la cual la disertación de Gauss de 1799 atacó a Euler, Lagrange y demás.
En la órbita de la intensa actividad propagandística del CFLC, semejante brutalidad no dejó ni un ápice de la composición artística clásica sin mancillar. Por ejemplo, ve la forma en que seguido desplegaron a Europa a la Orquesta Sinfónica de Boston[75] en nombre de la causa del CFLC, como parte del esfuerzo por ahogar la tradición musical clásica en la estridencia modernista y posmodernista. El efecto de tal adoctrinamiento generalizado de amplio espectro ha sido el de provocar que la población degenere, cada vez más, en un remedo de los Beatles o los yahoos de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, que para poco son buenos si no es para fornicar como mandriles decorticados en una zanja (ya sea con alguien, con algo, o con el aire): esa es la moderna cultura estadounidense del entretenimiento de masas.
En tanto, los seguidores de los partidarios de Russell, Norbert Wiener y John von Neumann, tales como los profesores Marvin Minsky y Noam Chomsky del Laboratorio de Investigación en Electrónica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y almas afines en muchas otras partes con un parecer similar, trabajan, al igual que el mítico doctor Moreau de H.G. Wells, en un intento por sintetizar la “inteligencia humana” en máquinas, o a ese pobre y atormentado chimpancé, ¡“Noam Chimpsky”!
La gente que tolera semejante conducta como la típica de Wells, Russell y sus seguidores, obviamente no ha de considerarse como colaboradores en intento alguno por definir los objetivos de un diálogo de culturas. El diálogo tiene que restringirse a los que han de llamarse “seres humanos con credencial”. A otros puede observárseles, como podríamos observar a los monos en un zoológico.
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[73]Por ejemplo, la receta de Francesco Zorzi (alias Giorgi), el consejero matrimonial de Enrique VIII de Inglaterra que odiaba a Cusa, es típica del “partido viejo” de Venecia.
[74]Russell, quien fue la figura descollante de un círculo pertinente de científicos, fue el autor principal de la doctrina a favor del uso de armas nucleares en una “guerra preventiva” contra la Unión Soviética de los 1940. Propuso esto como lo repitió en un artículo que publicó en la edición de septiembre de 1946 de The Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de los científicos atómicos). Después del descubrimiento soviético de un arma termonuclear móvil, Russell abandonó la guerra preventiva, pero viró, con una aplicación pertinente al secretario general soviético Nikita Serguéievich Jruschov que se anunció en una conferencia pública en Londres, hacia una doctrina de gobierno mundial (por ejemplo, la doctrina de Russell y Wells hoy llamada “globalización”), mediante la amenaza de la destrucción termonuclear mutuamente asegurada.
[75]Capital del estado estadounidense de Massachusetts.