El aspecto revolucionario
del método de LaRouche
Introducción
por Lyndon H. LaRouche
27 de abril de 2005.
Este informe trata de una clase específica de desórdenes
mentales, de desórdenes que son la causa más típica de los
principales desastres más comunes, de origen humano en las
economías modernas hoy día.
Pregúntate: ¿por qué nos encontramos, en tanto
nación y en tanto mundo, en el atolladero tan peligroso y cada vez peor
en el que estamos hoy? Dado que los seres humanos no somos animales, sino que
somos capaces de hacer los descubrimientos que nos permiten mejorar las
condiciones de vida en las naciones y entre ellas, ¿por qué hemos
permitido el derrumbe de esta civilización del modo en que ha ocurrido en
las últimas tres décadas y media desde que alguien eligió a
Richard M. Nixon como Presidente de los Estados Unidos. ¿Cuál es la
falla en las mentes de tantos de nuestros conciudadanos que los ha llevado a
permitir que la presente situación mundial tan peligrosa se desarrolle
como lo ha hecho?
Las causas de esta situación mortal actual son conocibles. Si
estudiamos esas causas, podemos descubrir cómo pudiéramos parar
ahora el empeoramiento de la situación mundial, del mismo modo en que la
elección del presidente Franklin Roosevelt salvó al mundo de lo
que hubiera sido el inevitable ascenso del sistema nazi de Adolfo Hitler al
poder mundial, o la amenaza similar que representan esas criaturas desgraciadas,
tales como nuestra belicosa chusma de llamados “neoconservadores”
hoy día.
El diagnóstico y el remedio a esta amenaza presente está
disponible, siempre y cuando dediquemos el tiempo y la energía a pensar
en ello.
La experiencia con la obstinación de ciertos bloques mentales,
incluso entre científicos dotados y maduros, ilustra las causas de la
incapacidad a veces sorprendente de incluso tales profesionales, de comprender
lo que debería ser la demostración obvia de lo absurdo de la
pretendida refutación tan pobre de Lagrange al ataque de 1799 de Carl
Gauss contra sus insensateces, o su falla en reconocer el sofismo todavía
más crudo del razonamiento del “límite” de Cauchy. La
misma clase de incompetencia sistémica, pertinaz, sostiene la incapacidad
de la mayoría de los economistas profesionales de hoy, hasta los
más veteranos, que no les permite ver la función de esos
principios físicos universales que gobiernan los procesos
económicos en la vida real.
Por tanto, cuando ataco la misma clase de incompetencia que muestran
Lagrange, Cauchy y demás, la cual predomina entre la mayoría de
los economistas acá, debo proceder de tal modo que refleje mi
conocimiento anticipado de la clase de problema mental que también
encontraré entre los economistas y los dirigentes políticos
pertinentes, quienes rehúsan tercamente comprender hasta lo más
básico del reto que representa la crisis monetario–financiera
mundial que hoy embiste. La raíz de este problema de los economistas y
los dirigentes políticos es, en lo axiomático, la misma necedad
que atacó Carl Gauss en su devastadora refutación de las
tonterías de D’Alembert, Euler, Lagrange, etc., en 1799, la misma
tontería sistémica que identificó Bernhard Riemann de modo
más profundo en su disertación de habilitación de
1854.
Mi entendimiento de la naturaleza de los bloques mentales en tales casos
me motiva a ubicar aquí la discusión del bloque mental que existe
entre los economistas y personalidades políticas, al presentar el hecho
de su existencia aquí, frente al trasfondo que ofrece el repetir en parte
ciertos aspectos del razonamiento que he presentado en otras publicaciones
recientes sobre las implicaciones económicas, en vez de las
psicológicas, de la crisis actual, como en el presente
informe.
Por tanto, el lector debe estar advertido de que no simplemente repito
aquí las cuestiones que he planteado en esas publicaciones anteriores.
Más bien, ubico un tema diferente, el de un fenómeno
psicopatológico colectivo responsable de la crisis mundial actual, frente
al trasfondo de lo que ya debiera ser un marco familiar de la presente urgencia
en la formulación de la política económica.
En la actualidad el mundo está en medio de una zona de creciente
turbulencia monetario–financiero–económica que camina hacia
un nuevo derrumbe ahora inevitable, inminente y general del presente sistema
monetario–financiero. Hasta ahora, si no por mucho más, de seguro
podríamos sobrevivir este derrumbe en lo físico con medidas
súbitas que emularan las exitosas medidas de recuperación
económica del ex presidente Franklin Roosevelt; pero el propio sistema
mundial, el mentado “sistema de tipos de cambio flotantes” instalado
entre 1971 y 1975, no sobrevivirá esta crisis presente, ni podría
hacerlo.[1] Podríamos
sobrevivir si escogiéramos una nueva “arquitectura
financiera” antes de que hiciera erupción la última fase de
ese derrumbe; pero la única opción funcional realmente disponible
en ese momento, sería regresar al modelo del sistema de Bretton Woods de
la posguerra, de los tipos de cambio fijos, que empezó bajo la
conducción del presidente Franklin Roosevelt. Hoy tenemos que
añadirle a esa reforma algunos aspectos que no requería la crisis
anterior; pero en cualquier caso el remedio sería el mismo en
términos generales.
En la medida en que esas políticas fracasadas al presente, que las
naciones relevantes le han impuesto al resto del mundo desde, de forma
más notable, el intervalo de 1964–1982, la responsabilidad
inmediata de esta calamidad atroz y global que nos acomete, recae sobre todo en
la insensatez de las opciones que llevaron al establecimiento del sistema de
tipos de cambio flotantes en 1971–1975. Tales fueron las opciones, como la
elección del primer Gobierno del primer ministro Harold Wilson en el
Reino Unido y del presidente Richard Nixon en los Estados Unidos de
América, en combinación con los efectos de los continuos errores
en apoyo a ese sistema de tipos de cambio flotantes que cometieron la
mayoría de los pueblos de las naciones relevantes, tales como los pueblos
de los EUA y Europa.
Sin embargo, mi materia en esta presente comunicación no son, en
esencia, las tontas medidas económicas de los EU que he abordado en otras
publicaciones; el tema al cual llamo tu atención aquí, es la clase
específica de desorden psicológico colectivo que ha permitido que
esas tontas medidas económicas continúen hasta este
momento.
No sólo es importante, sino urgente, destacar que las causas de esta
calamidad, la desintegración y el derrumbe del sistema original de
Bretton Woods, son los hábitos mentales que fomentaron ese cambio en las
políticas que venían del período de Franklin Roosevelt, un
cambio que la mayoría de las poblaciones de los principales miembros de
la Mancomunidad británica y de los EUA, entre otros, han optado por
continuar en las últimas cuatro décadas. Sin embargo, dejando de
lado los tecnicismos de esas decisiones como tales, cuando oigas la tormenta de
esta catástrofe descender sobre ti ahora, deberías preguntarte:
¿por qué hoy, a pesar de lo que deberían de ser las duras
lecciones de la experiencia anterior del mundo desde los 1930, no debería
culpársete como uno de la mayoría de los estadounidenses que, por
sus preferencias o por su complicidad indiferente, ayudó a acarrear el
derrumbe que ahora nos cae a todos en la cabeza?
Ésa, en breve, es la cuestión de psicología —¿o, deberíamos decir, psicopatología?— que abordo aquí.
Por tanto, si quieres entender por qué la mayoría de la
demás gente en tu sociedad se comporta con tanta necedad como lo ha hecho
en cuestiones de política económica nacional en las últimas
décadas, tienes que buscar las pistas importantes de ese mal
comportamiento colectivo en ciertos aspectos axiomáticos del
engaño de que has sido víctima en los últimos años,
una victimización que viene de los hábitos mentales heredados del
intervalo de 1895–1933 y antes. La diferencia entre esos tiempos pasados y
hoy, es que ahora las pruebas son patentes para quienes entienden la
situación actual, de que la economía de los EU ha venido decayendo
de forma continua de los niveles que tenía a mediados de los 1960, hacia
la amenaza de una “Nueva Era de Tinieblas” como la del siglo 14 en
Europa, misma que hoy arremete.
Vivir a expensas de nuestro capital
Cuando tomamos en consideración todos los hechos pertinentes, el
comienzo de la declinación real neta en la economía física
de los EU se ubica en algún momento entre el inicio de la guerra oficial
de los EUA en Indochina y la sandez que cometió el presidente Nixon el
15–16 de agosto de 1971. Los ciudadanos ilusos tenderán a negar que
la declinación neta comenzó tan pronto como esa fecha. Su
negación muestra que dichos ciudadanos no toman en cuenta el hecho de que
hemos estado viviendo de un agotamiento neto del capital físico acumulado
de nuestro país, y de otros países, por más de 35
años. Dado que los ciclos de vida de la inversión de capital
físico de los principales elementos de la infraestructura
económica básica van de 25 a 50 años, una nación
puede agotar su capital debido a la falta de reparación y
sustitución a lo largo de una generación, o un poquito más,
antes de que la alcance la realidad, como le ha sucedido a nuestra
república hoy.
Estos ciudadanos son la clase de personas que creerán que estaban
viviendo “como ricos”, hasta el día en que los bancos
embarguen sus casas, y descubran que el presidente George W. Bush
pretendía robarles la mayor parte de su pensión del Seguro Social
y de su seguro médico, quien ya había expresado la total locura
personal de prometer incumplir las obligaciones de los bonos gubernamentales del
Tesoro de los EU, y que, casi inmediatamente después de hacer esa
declaración, le había aconsejado a los ciudadanos que se
aproximaban a la edad de jubilación ¡invertir en bonos sus fondos
del Seguro Social a ser
privatizados![2]
Lo que ha sucedido en el último cuarto de siglo, es aun más
devastador en sus efectos que el derrumbe de las inversiones de capital
esenciales en nuestra propia economía nacional. La doctrina
económica en práctica del Gobierno de los EUA desde fines de los
1960, ha sido reducir el nivel físico verdadero de los salarios reales y
los precios, en tanto que se lleva la producción de bienes para el
consumo estadounidense afuera del país, a los llamados mercados de mano
de obra barata en el exterior. Como lo mostraré en su debida oportunidad
en el cuerpo de este informe, esta destrucción de la economía de
los EU y, también, de Europa, ha ocurrido en lo principal a través
de una orgía ideológica del dogma del “libre comercio”
propio del culto a Mandeville de la Sociedad Mont Pelerin y a Adam Smith. La
reducción de los precios relativos en los EU lograda de esa manera, es
más que nada resultado del desplome en los niveles de ingreso real
(físico) neto de las familias, el agro, las empresas y la infraestructura
económica básica en los mismos EU. La ciudadanía tiende a
pasar por alto estos hechos sobre la realidad de la economía de nuestra
nación, al cambiar el tema de la realidad a la fantasía, con su
insistencia de que se espera que el índice del mercado bursátil
suba la próxima semana o, en el peor de los casos, el próximo
año.
La ilusión de prosperidad —la ilusión
psicopatológica popular de prosperidad— se ha mantenido pasando por
alto el desplome acelerado de los niveles de ingreso real y la
destrucción de la inversión de capital esencial en el ahorro, la
capacidad productiva y la infraestructura económica básica. Las
ilusiones populares de hoy deberían recordarnos la locura colectiva que
campeaba a principios del siglo 18 en Inglaterra y Francia, hasta que estallaron
de súbito las burbujas de “John Law” de esa época, de
la bolsa de valores de 1929, y la locura del “club de las
pirámides” de inversión de corta duración de tu
tío en los EU a fines de los 1940.
Este proceso de autocanibalización
físico–económica de nuestra nación y otras partes,
aceleró con el proceso de destrucción del sistema original de
Bretton Woods en 1971–1975 a favor del presente sistema de tipos de cambio
flotantes, con el cual los EU hemos saqueado a nuestros vecinos americanos del
sur a través de canales tales como el FMI y el Banco Mundial, para que
ayuden en este robo. Los niveles de infraestructura económica
básica en las Américas y Europa fueron agotados gracias al efecto
combinado del “libre comercio” y lo que llegó a conocerse
como la política de la “globalización”, mientras que
el viraje dentro de los propios EU, del empleo productivo tradicional hacia los
servicios, redujo nuestra productividad nacional a niveles que ahora han llegado
a ser catastróficos.
Por un tiempo, las partes inmediatamente a la vista del derrumbe de los
niveles de ingreso físico estaban limitadas a las familias que
dependían del bienestar público y a las comunidades que
representaban a las familias de menor ingreso, el 80 por ciento del total. Cada
vez más de las regiones otrora prósperas de los estados, hasta
regiones enteras de la nación, se han arruinado por los efectos de la
desregulación instituida por el asesor de seguridad nacional Zbigniew
Brzezinski. La base electoral reconocida de influencia política se
concentró entonces más y más en el 20 por ciento de las
familias de mayores ingresos, incluso con una categoría de nuevos
súper ricos derrochadores, tales como los de Enron. Desde el desplome de
la “burbuja de la informática”, hemos dado un giro hacia lo
que ahora está deviniendo en un derrumbe acelerado a escala
total.
Efectos similares, o hasta mucho peores, han de verse por todas las
Américas, o en el genocidio adrede que ahora abarca a todo el sur de
África, o en el derrumbe de las antes orgullosas economías de
Europa Occidental y Central, y entre el 70 por ciento de los de menores ingresos
que representan los desesperadamente pobres de la mayor parte de Asia. Algunos
estratos de Asia han prosperado a partir de este arreglo ruinoso, pero la
abrumadora mayoría, de un 70 por ciento o más, no lo ha hecho, ni
podría hacerlo nunca.
Ahora pagamos el precio de la necedad
Por más de tres décadas hemos venido consumiendo y agotando
las condiciones físicas de producción y de vida de las que
dependía nuestro otrora orgulloso nivel de vida de la posguerra, de los
1950 y los 1960. Hemos estado viviendo de consumir nuestros ahorros y nuestras
inversiones esenciales de largo plazo en mejorar el capital de la
infraestructura económica básica, la producción y las
condiciones básicas de la vida familiar y comunal.
Al interior de los EU, como en Europa, nuestras otrora agradables regiones “centrales” de aldeas, pueblos y ciudades ennegrecen y se
destartalan, en tanto que nuestra gente subsiste de escarbar en los basureros y
tiraderos económicos virtuales conocidos como cadenas de comida
rápida y Wal–Marts.
Hemos llegado a la fase en que, como el presidente George W. Bush y el
Congreso, ahora estamos raspando el fondo del barril de las finanzas federales.
Hemos ido rumbo a la ruina por más de tres décadas; nosotros
—la mayoría de nosotros, en especial los de las filas de las
mamás suburbanas y los papás con carros todoterreno— tan
sólo hemos pretendido no darnos cuenta de la realidad de la
situación que se apilaba a nuestro alrededor.
¡Esa conducta suya, queridos hermanos y hermanas, es prueba de una
enfermedad mental!
Sería improbable que salgamos de lo que al presente es una
caída en picada acelerada en las regiones más profundas de la
miseria, a menos que ubiquemos las causas de este fenómeno colectivo en
el comportamiento mental autodestructivo de los miembros típicos de
nuestra sociedad, quizás incluso también en tu propia
conducta. Las pruebas sugerirían que el presidente George W. Bush
hijo quizás no es el único miembro de nuestra sociedad con una
seria incapacidad mental.
¿Por qué el proverbial “Mingo Revulgo” se hizo ese
daño tan terrible a sí mismo? ¿Fue una necedad cometida a
causa de un rasgo irresistible de la “naturaleza humana”? ¿O
tú o tus predecesores de los días de los Gobiernos de Coolidge y
Hoover tenían una alternativa de conducta menos necia de lo que ha sido
hasta ahora?
Cambia la pregunta de este modo. Aunque no hayas podido resistir tales
impulsos en ciertos momentos del pasado, ¿eres ahora capaz, no obstante, de
resistir a tales instintos autodestructivos como esos? Quizás si
descubrieras la voluntad necesaria para evitar tales errores horribles como esos
del pasado, la humanidad podría esquivar la terrible era de tinieblas que
ahora la amenaza.
De hecho, sí tenías una alternativa. Todavía la
tienes, si actúas para cambiar esta situación lo bastante
pronto.
La suma de las pruebas pertinentes arroja que toda persona con una
fisiología “normal” es representativa de algo único
entre las especies vivas conocidas, una persona con esas potencialidades
creativas de que carecen todas las demás especies vivas conocidas. La
distinción que hace V.I. Vernadsky entre la biosfera y la noosfera, no es
más que una expresión de la prueba crucial a este
respecto.[3] Sin embargo, haciendo a
un lado el caso del presidente Bush por el momento, hay una distinción
importante entre el potencial creativo de incluso toda persona en apariencia
normal, y las personas relativamente escasas que han activado dicho potencial
para, en esa medida, lograr expresar una cualidad saludable de ser, en lo
primordial, una personalidad creativa.
Probablemente ése ha sido tu problema hasta ahora. Ésa es la
clave para que elijas salir de la catástrofe global que ahora arremete.
¿Cómo podrías convertirte en la clase de personalidad
creativa que la crisis que hoy embiste al mundo requiere de nuestros ciudadanos?
¿Cuál es el antídoto necesario para la clase de
desórdenes mentales que provocaron esta crisis?
Veme a mí, por ejemplo
La creatividad humana no se otorga por arte de magia. Está al
alcance de casi toda persona, probablemente con algo de ayuda, si saben
cómo proceder. En esencia, es cuestión de los principios
científicos conocidos pertinentes. Me explico.
Empecé a reconocer que yo expresaba cualidades que son
típicas del caso excepcional de la personalidad creativa desarrollada,
más o menos en el momento en que experimenté el conflicto que
surgió en ese cierto primer día en la clase de Geometría
Plana, un conflicto que he referido en escritos en varias
ocasiones.[4] Recuerdo vivamente mi
asombro ante la reacción general de mis condiscípulos a
cómo respondí al desafío del profesor. Ésa fue la
primera ocasión en que pude, como dice el dicho, “poner el
dedo” en lo que para mí era una cuestión decisiva de
diferencia sistémica comprobable entre mi perspectiva social y la de las
personas típicas de entre mis compañeros y los adultos de la
generación de mis padres y otras aun mayores. En retrospectiva,
resumiría la acumulación de mi experiencia a ese respecto diciendo
que nosotros, de forma colectiva y a escala mundial, vivimos hoy en un
conjunto de culturas, con sus sistemas educativos respectivos, cuyo
propósito, como por diseño, ha sido el de aplastar el potencial
creativo natural de casi todo miembro de la
sociedad.[5] Si reconocemos y
entendemos este hecho fundamental, los problemas pertinentes pueden
remediarse.
El ejemplo de referencia de esa clase de geometría de los 1930
ilustra la forma característica de ese generalizado estado
patológico inducido de la mente popular. La función de una
creencia inducida en los supuestos axiomáticos en apariencia
“autoevidentes”, de la que es apenas típico el caso de una
geometría euclidiana o cartesiana, tiene el efecto de mover al individuo
víctima de esa costumbre a suprimir cualquier impulso que tendería
a elevar las facultades creativas de la mente individual a una pauta de
activación voluntaria autoconciente.
Como lo ilustra el Prometeo encadenado de Esquilo, la
aceptación de la instrucción de que uno no debe enseñarle a
los humanos a usar el “fuego”, le impide a esa sociedad seguir
cualquier pauta de progreso que distinguiría al pueblo de semejante
cultura de una colonia de simios. El conjunto de definiciones, axiomas y
postulados de una geometría euclidiana o cartesiana tiene, en potencia,
esa clase de efecto. Creatividad significa usar la capacidad singularmente
humana de ver más allá de los linderos de los supuestos
axiomáticos corrientes de cariz “instintivo”, para descubrir,
probar y adoptar nuevos principios cuyo efecto es revolucionar el modo en que la
sociedad piensa y actúa. La supresión de ese factor de
creatividad, como el cruel Zeus olímpico le exigía a su
víctima Prometeo, es lo que ha hecho posible el “lavado
cerebral” de la población estadounidense para que acepte la
autodestrucción de nuestra economía en el período reciente
de más de tres décadas.
La gestión de las culturas, incluyendo la educación de
algún estrato o de toda la población, a fin de impedir el uso de
ciertas potencialidades humanas naturales, como tuvo lugar mediante el
“lavado cerebral” infligido por empiristas como D’Alembert,
Euler y Lagrange, es reflejo de una de las características principales de
las culturas antiguas, medievales y modernas por igual. La táctica
más significativa empleada en las prácticas de mayor éxito
relativo de dicho “lavado cerebral”, consiste menos en condicionar a
la víctima a creer en algo, que, como lo ordenaba el Zeus
olímpico, en condicionar al sujeto a no reconocer ciertas cualidades
específicas de una facultad mental, como la capacidad de reconocer dentro
de sí la aptitud de usar el “fuego”.
Esta suerte de “lavado cerebral” es una causa típica de
la clase de desórdenes mentales en la conducta económica colectiva
que son el objeto de este informe.
Así, por ejemplo, Euler cometió el fraude de relegar
“la raíz cuadrada de menos 1’ ” al dominio
vacío de “lo imaginario”. Con esta farsa, Euler creyó
haber excluido el universo real, el de los principios físicos
universales, del dominio del formalismo matemático de los empiristas como
él. Así, defendía la pureza de las matemáticas de
torre de marfil del dominio de la ciencia
física.[6] El impacto de este
lavado cerebral de Euler es típico de la causa más común de
los peores desórdenes sistémicos hoy comunes entre las naciones
europeas y los EUA.
Esta perspectiva que acabo así de expresar, brinda el único
modo posible de mostrarle a los ciudadanos (incluyendo a grupos prominentes del
gobierno) cómo y por qué fue inducida la destrucción de la
economía mundial mediante el fomento del “libre cambio” y la
“globalización”, para embaucar a la mayoría de la
población a que aceptara la degeneración inducida de la
civilización europea en las últimas cuatro
décadas.
Ahora, considera cómo funciona la suerte de “lavado
cerebral” que acabo de identificar, para acarrear las terribles crisis
económicas como la que las décadas recientes nos han endilgado
ahora.
Cómo les lavaron el cerebro
El rasgo más característico de esa degeneración moral
y física de la economía de los EUA y del mundo en su conjunto que
ha tenido lugar en esas últimas décadas, es el uso de la
“globalización” en combinación con los dogmas
radicales del “libre cambio” de la pro fascista Sociedad Mont
Pelerin, para reducir la densidad relativa potencial de población de todo
el mundo, cambiando el equilibrio de la producción mundial, de las
regiones con una concentración de desarrollo de la infraestructura
económica básica, a las de mano de obra barata basada en la
supresión relativa del desarrollo de la infraestructura económica
básica. El efecto hoy, como he subrayado, es reducir el ritmo de la
productividad potencial de las tecnologías mejoradas reduciendo el nivel
del desarrollo de la infraestructura económica básica en las
regiones seleccionadas para dicha
producción.[7]
Por ejemplo, este efecto lo echaron a andar de manera intencional al final
de la Segunda Guerra Mundial. En general, el propósito era manipular la
dirección de la evolución de la cultura de los EUA y Europa lejos
de los valores tácitos asociados más tarde con la función
de liderato que aportó el presidente estadounidense Franklin Roosevelt.
Dado que esta manipulación consistió en un programa de guerra
cultural contra la victoriosa cultura de los EUA en tiempos de guerra que
Roosevelt condujo para salir de una depresión económica mundial,
de comienzo el cambio pretendido no pudo llevarse a cabo del todo. De hecho,
fueron necesarias más de dos generaciones para rebajar a los EUA al
estado de ruina cultural y económica que hoy tenemos con el presidente
George W. Bush hijo.
Dos de las medidas que tomó la facción antiestadounidense
serán prueba suficiente del modo en que ha funcionado el lavado cerebral
posterior a 1945, de un modo particular, al interior de las Américas
así como de Europa Occidental.
Una de estas medidas fue la propia formación de la Sociedad Mont
Pelerin. La activación del programa de depravación asociado con el
Congreso a Favor de la Libertad Cultural, es un segundo caso estrechamente
relacionado con los impulsos neofascistas de la Sociedad Mont Pelerin.
De continuar esta tendencia, el mundo está ahora al borde de
hundirse en una “nueva Era de Tinieblas” planetaria, cuya
implicación sería una caída de la densidad relativa
potencial demográfica del mundo a niveles medievales, a sustancialmente
menos del 20 por ciento del nivel actual de la población mundial, con su
respectiva reducción del nivel cultural y la desaparición
concomitante de algunas de las culturas lingüísticas nacionales que
hoy existen.
Es claro que esa tendencia de decadencia es la intención de quienes
orquestan, de forma vertical, la composición y el comportamiento de
Gobierno actual de Bush, y de muchas otras víctimas de su influencia.
Ése es el efecto de la política actual de influyentes tales como
George Pratt Shultz de los EUA; la prueba es que eso es lo que se ha impuesto,
de manera vertical, como la intención conciente de las necias
políticas del ridículo Gobierno actual de George W. Bush
hijo.
Por tanto, es importante que encaremos la realidad de este fenómeno
patológico de reduccionismo, y que discutamos la
“arquitectura” de cómo opera al interior de la
civilización europea moderna.
La comprensión de los motivos por los que nosotros, en tanto
nación, nos hemos destruido del modo en que los acontecimientos ahora
visibles que nos embisten dan fe de los resultados, consiste en pensar en lo que
nos dice el comportamiento que he descrito hasta ahora sobre cómo
pensamos acerca de nosotros mismos. ¿Qué debiéramos querer
decir cuando afirmamos, “soy un ser humano”? ¿Cuál es la
diferencia entre tú y algunas especies de formas de vida inferiores?
¿Qué nos dice el comportamiento colectivo de nuestro pueblo
de las últimas más de tres décadas, sobre cómo hemos
llegado a considerarnos nosotros mismos? No somos meros animales, pero a menudo
nos hemos comportado, en lo individual y en lo colectivo, como si lo
fuésemos.
Nuestro problema tiene su raíz en el modo en que nos han
condicionado a pensar acerca de la naturaleza humana. La lección a
aprender es que, si piensas en tu vecino, y en ti mismo, como si sólo
fuera otra especie de mono, probablemente encuentres que sólo eres otra
bestia chillona y aterrada que salta de rama en rama, en lo que se ha convertido
en otra selva más, una de tu propia hechura.
__________________________________________________
[1]La
interacción del brote simultáneo de varias de las que no son sino
unas cuantas de las principales burbujas financieras, tales como la de la
industria automotriz internacional que ahora está lista para que la
revienten, bastaría para desatar una profunda caída súbita
del valor del dólar estadounidense, la denominada moneda de reserva del
mundo. A su vez, esa clase de desplome del dólar bastaría para
iniciar otro generalizado de reacción en cadena del sistema monetario
entero en todo el orbe. Esto sería varios órdenes de magnitud peor
que la situación internacional de los 1930. Semejante posibilidad es
ahora inminente; tienen que darse pasos preventivos con su debido sentido de
urgencia.
[2]La
conferencia de prensa del presidente estadounidense George W. Bush que fue
televisada el 28 de abril del
2005.
[3]Ver
The Economics of the Noösphere (La economía de la
noosfera) de Lyndon H. LaRouche (Washington, D.C.: EIR News Service, Inc.,
2001).
[4]“La
ciencia: el poder de prosperar”, por Lyndon H. LaRouche, en Resumen
ejecutivo de la 2a quincena de junio de 2005, págs.
2–17.
[5]Como
he recalcado en otras ocasiones, hubo ciertos liberales estadounidenses que se
opusieron a la esclavitud antes y que, no obstante, respondieron al fin de la
esclavitud emprendiendo un ataque brutal contra las políticas educativas
asociadas con Frederick Douglas, insistiendo que los hijos de los ex esclavos no
recibieran una educación más allá de los requisitos que
exigía su destino asignado de trabajadores domésticos. Los ataques
contra la política de Douglas, y contra las llamadas normas culturales
“caucásicas” entre algunos estadounidenses de descendencia
africana, aun hoy, tienen ese origen perverso. Sin embargo, esto no es sino
típico de la forma en que se usan las políticas educativas y
culturales, de forma más amplia, como instrumentos de control social
dirigidos a estupidizar las potencialidades cognoscitivas del estrato de la
población escogida como blanco. Las doctrinas de D’Alembert, Euler,
Lagrange y demás, que Gauss atacó en 1799, son ejemplos
primordiales de las políticas culturales diseñadas para
“lavarle el cerebro” a las poblaciones de estudiantes tomadas como
blanco a fin de erradicar ciertos potenciales creativos de entre sus capacidades
mentales.
[6]Así,
Riemann liberó a las matemáticas para reincorporarlas al universo
de la ciencia física, eliminando del dominio físico la
contaminación de las definiciones, axiomas y postulados “de suyo
evidentes”, así como también la noción de
“imaginario” de las expresiones competentes reconocibles de la
ciencia física. El notable lema de Isaac Newton, “Hypotheses non
fingo”, pretendió proscribir las hipótesis de las
matemáticas, con el pretexto de que todo podía deducirse de
conjuntos euclidiano–cartesianos de definiciones, axiomas y postulados a priori. La labor de Leibniz, Gauss y Riemann ha restaurado la
posición central de la hipótesis, acabando así con las
definiciones, axiomas y postulados empiristas en la ciencia física. Como
demostró John Maynard Keynes al dar a conocer la colección de
virtual vudú encontrada en el famoso cofre de escritos de Newton, no
había pruebas de que Newton hubiera realizado ninguna labor seria de
veras científica. Newton era un fraude, en gran medida creado a
través de la red del cartesiano abad veneciano Antonio Conti, que
tenía su sede en
París.
[7]Op.
cit.