El aspecto revolucionario
del método de LaRouche
5. La alternativa prometedora que tenemos
por Lyndon H. LaRouche
27 de abril de 2005.
De proseguir el derrumbe actual de General Motors y Ford al ritmo que ahora vemos, los EUA dejarían de existir en tanto economía nacional funcional aun en el corto plazo relativo del período venidero. La pérdida de las capacidades de máquinas–herramienta y otras estrechamente relacionadas con el extremo tecnológico superior de esa industria, significaría la caída repentina de los EUA, y de casi toda su población, a la virtual condición de una nación tercermundista.
Lo que le pase a la superestructura actual y a su administración de dichas industrias, no es algo que tenga una relevancia particular. La supervivencia de la base productiva y de las estructuras sociales de la población asociada con esa base, es de la mayor importancia para la supervivencia de nuestra nación en este momento de crisis existencial.
En vez de considerar estas capacidades productivas y a las comunidades asociadas con ellas como elementos de la industria automotriz como tales, mejor enfrentemos la realidad de que ya no requerimos producir automóviles a la escala que lo habíamos hecho hasta últimas fechas. Centrémonos en la capacidad de la industria, en vez de en su relación con cualquier conjunto de productos dado. Lo que caracteriza a esa industria es su organización en torno al núcleo de su factor de máquinas–herramienta. El problema estratégico que plantean las crisis representativas de General Motors y Ford, es el hecho de que, a menos que conservemos ese componente de las máquinas–herramienta de dicha industria, los EU ya no representan una economía moderna. En ese estado, pronto dejaríamos de ser una potencia mundial bajo las condiciones de la embestida del actual desplome monetario–financiero mundial general.
Tenemos una necesidad tremenda de una producción que requiere de la función coadyuvante de las mismas capacidades productivas que ahora están concentradas en la industria automotriz. Por consiguiente, tenemos que actuar para proteger a la industria entera mediante la intervención necesaria del gobierno, y diversificando al mismo tiempo el mercado para incorporar la calidad característica de su capacidad de producción a un grado tal, que siga aprovechándose a cabalidad.
Los principales mercados inmediatos para emplear la capacidad ahora en apariencia excedente de esa industria, están más que nada en el dominio de la infraestructura económica básica a gran escala. Nuestra falta de mantenimiento, en tanto nación, a esta infraestructura, así como a la generación y distribución eléctrica, la gestión de aguas, al transporte colectivo y demás, ha llegado ahora a un grado de escasez que, a menos que le pongamos remedio, significaría la pronta desintegración generalizada de nuestra economía y de las condiciones de vida de nuestra población.
La porción de la industria automotriz que está disponible, de forma implícita, para atender mercados nuevos en el dominio de la infraestructura económica básica, es enorme. Las obras públicas en áreas en las que la necesidad es enorme y crítica, y cuyos requisitos coinciden con las capacidades especiales de adaptación de la industria automotriz existente, pondrían a la economía estadounidense por encima del umbral actual de rentabilidad económica, al tiempo que taparía los huecos a menudo peligrosos que tiene ahora nuestra infraestructura económica básica.
Aquellos que pudieran preguntarse qué es lo acabo de implicar a modo de propuesta general, debieran detenerse a pensar en cómo estaba organizada nuestra otrora economía agroindustrial entre nuestros territorios y ciudades en general, en los pueblos y el campo de toda nuestra nación. Las industrias de cierto pueblo forman parte integral de esa economía, pero también son representativas de las relaciones entre las distintas variedades de empleo y los hogares de cada comunidad. El mantenimiento de la estructura de distribución de las clases cruciales de empleo a lo largo de todo el territorio de nuestra nación, y dentro de las regiones de nuestra nación, representa un aspecto fundamental de nuestra seguridad económica nacional. El desempeño real de una economía nacional ha de medirse, per cápita y por kilómetro cuadrado, por área por condado, a lo largo de la nación entera. Así es como puede medirse de manera competente nuestra salud económica nacional. Tenemos que pensar en las implicaciones de cómo es que la función de la industria automotriz yace dentro de la estructura de los condados y demás, de las regiones y de la nación en su conjunto.
Por tanto, suceda lo que suceda, tienen que adoptarse la siguiente medida de emergencia.
El gobierno federal tiene que poner el potencial productivo de la industria automotriz bajo su protección, a reserva de que surja, esencialmente intacta en tanto capacidad laboral productiva, en algún futuro cuando pueda regresársele a un grupo renovado de propietarios privados. Tiene que conservarse la estructura, incluida la estructura social de la industria, y tiene que usarse una serie de programas necesarios que le asignen tareas a los potenciales tecnológicos específicos de la industria, a fin de mudar la capacidad de la industria que de otro modo está ociosa, a tareas asignadas que sean congruentes con los potenciales tecnológicos de la misma.
Por encima de todo, tiene que reconocerse que dicha medida de emergencia es algo que tenemos que hacer nosotros ahora, nuestro gobierno, y muy pronto. Si no, nos convertimos en una especie de nación del Tercer Mundo o algo peor, con muchísima rapidez.
La lección más amplia, en la que ubicamos el desafío de la crisis inmediata de la industria automotriz, es que tenemos que darle marcha atrás con rapidez a las tendencias en la toma de decisiones, que han equivalido a desviarse a una mentada sociedad “posindustrial”. Tenemos que emprender estas reformas poniendo el acento en leyes y acuerdos que no saquen de la necedad de una economía “librecambista”, hacia una de “comercio justo”. Tenemos que poner de nuevo un fuerte acento en la infraestructura económica básica, y en reconstruir lo que ya no tiene arreglo, pues ya no existe para que lo arreglen.
No hay razón práctica alguna por la que no pueda hacerse lo que he propuesto. Podría hacerse, si de veras lo quisiéramos. La pregunta para muchos es: ¿estás dispuesto a sobrevivir, aun si eso significa cambiar tu forma de ser de vuelta a como solíamos comportarnos, antes de que decidiéramos tomar lo que la experiencia ahora nos demuestra fueron algunos errores terribles?
______________ FIN _____________