Otros artículos importantes
De nuestros archivos (Vol. XVI, nums. 15-16, agosto de 1999):
El "Grasso Abrazo"
5. Los nuevos aliados de Wall Street y el Departamento de Estado: el 'Tercer Cartel' colombiano
por Dennis Small y Gretchen Small
- Documentación: El presidente de la bolsa neoyorquina defiende sus negociaciones con las FARC
- Legalizar el narcotráfico a como dé lugar, quieren Wall Street y el FMI
- Documentación: Un funcionario del FMI da clases de narcocontabilidad
- Sin los bancos, no habría narcotráfico
- Los nuevos aliados de Wall Street y el Departamento de Estado: el 'Tercer Cartel' colombiano
- Del archivo de EIR: la oligarquía financiera patrocina el narcotráfico
Como dice el dicho: si parece pato, camina como pato y grazna como pato, debe ser un pato.
Siguiendo esa regla se puede decir que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) son narcotraficantes. No "combatientes de la libertad" con los que se puede discutir, sino narcotraficantes. De hecho, son el "Tercer Cartel" de Colombia, que sustituye a los carteles difuntos de Medellín y de Cali de los ochentas y los noventas.
Pero la única voz oficial que en Washington se ha atrevido a llamar pato al pato ha sido la del general Barry McCaffrey, asesor de la Casa Blanca en materia de drogas, quien desde 1996 ha dicho de las FARC y el ELN: "Protegen drogas, transportan drogas, cultivan drogas... Son una fuerza narcoguerrillera, punto".
Empecemos por la realidad
¿Cómo sabemos esto? Echémosle un vistazo a la imagen que de la creciente producción de drogas en Colombia nos ofrecen las siguientes gráficas.
La materia prima para elaborar la cocaína es la coca. Toda la coca que se cosecha en el mundo proviene de sólo tres países sudamericanos: Bolivia, Colombia y Perú. Hasta mediados de los noventas, Colombia tenía el tercer lugar en producción de hoja de coca, aunque siempre fue el principal elaborador de cocaína refinada para la exportación. Desde entonces, bajo los gobiernos de Ernesto Samper (19941998) y Andrés Pastrana (1998), Colombia ha conquistado el primer lugar en área de cultivo, que se ha duplicado en los últimos tres años, de 51.000 hectáreas en 1995 a 102.000 hectáreas en 1998 (gráfica 1). Colombia cosecha en la actualidad el 53 por ciento de toda la superficie cultivada del mundo (gráfica 2).
La producción colombiana de cocaína (medida en toneladas equivalentes de hidrocloruro, el ingrediente psicoactivo de la coca) también se ha disparado, aumentando en 154 por ciento en los últimos cinco años (gráfica 3). Mientras que Bolivia y Perú han librado exitosas campañas de erradicación y la guerra contra el narcoterrorismo en el caso de Perú, el narcotráfico colombiano está desbocado. La producción de cocaína se elevó de 125 toneladas en 1997 a 165 toneladas en 1998, un aumento de 32 por ciento en solamente un año.
Aunque Colombia tiene mayor superficie dedicada al cultivo de coca que Perú, históricamente este último ha producido más cocaína por unidad de superficie cultivada, debido al mayor rendimiento de sus cultivos y a la mayor potencia de su coca. Pero esto también está por cambiar. Un informe publicado en junio de 1999 por la Oficina General de Contabilidad de los EU, titulado "Sigue creciendo la amenaza del narcotráfico de Colombia", dice:
"La nueva coca [cultivada en Colombia], sumada a los sembrados ya existentes, podría aumentar la producción potencial de la cocaína colombiana de las 165 toneladas métricas que se calcula que alcanzó en 1998 a entre 195 y 250 toneladas métricas, o sea, hasta un 50 por ciento, en los próximos dos años. Según la DEA, la producción podría ser aún mayor si los laboratorios son más eficaces en producir cocaína de la nueva hoja de coca que sus contrapartes de Perú y Bolivia".
El mismo informe de la OGC afirma que, entre su propia coca procesada y lo que refina de la que procede de Perú y Bolivia, Colombia es la fuente de alrededor de tres cuartos de la cocaína que se introduce a los Estados Unidos cada año. Además, los narcotraficantes colombianos "son ahora capaces de producir 'cocaína negra' [agregándole carbón y otros productos], que es de más difícil detección, y han mejorado sus capacidades de transporte fabricando embarcaciones capaces de transportar hasta dos toneladas de cocaína a alta velocidad".
Luego viene la heroína
Encima de eso está la heroína. Colombia se ha convertido en los últimos dos años en el abastecedor número uno de heroína del este de los Estados Unidos.
Veamos el mapa. ¿Dónde se produce y se procesa la droga? ¿Quién domina esas zonas? ¿Quién produce todo este veneno? Son las FARC y el ELN, los nuevos aliados de Wall Street y el Departamento de Estado de los EU. Por 15 años, este servicio informativo ha documentado el vínculo orgánico entre el terrorismo y el tráfico de drogas. En 1996, el ejército colombiano, encabezado entonces por el general Harold Bedoya, (posteriormente despedido por el gobierno de Samper), publicó en inglés y en español un libro titulado El cartel de las FARC, que documenta que las FARC constituyen el mayor cartel colombiano. Ahora lo mismo se puede leer hasta en el cauto estudio de la OGC ya citado:
"Las nuevas zonas de cultivo están, en su mayor parte, en manos de los insurgentes", o sea, las FARC y el ELN, asegura el informe. "En la zona donde ocurre la mayoría de las actividades del narcotráfico, funcionarios de la embajada de los EU aseveraron que los narcotraficantes y los insurgentes se han vuelto prácticamente la misma cosa... la DEA informó que la presencia de unidades de las FARC en las planicies del este de Colombia y en el zona selvática del sureste era especialmente inquietante. Según la DEA, en esas zonas se ubica la mayor parte del cultivo de coca y amapola y la mayoría de las principales instalaciones para la producción de enervantes".
¿Paz o legalización del cartel?
Así que ¿cómo diantres justifica el Departamento de Estado su respaldo a las negociaciones del gobierno de Pastrana con el Tercer Cartel? ¿Cómo puede aprobar el que en cinco municipios en el sur de Colombia se haya eliminado toda presencia del gobierno, y hayan pasado a manos de las FARC?
Muy sencillo. Se justifica como parte de una estrategia... ¡para combatir al narcotráfico! Es que, ¿sabe usted?, se les ha tomado la palabra a las FARC: el hecho de que trafiquen drogas no quiere decir que estén metidas en el narcotráfico. No, señor: lo hacen por motivos "políticos" e "ideológicos". Y hasta han hecho una "oferta": si se les entrega la mitad del país (particularmente las zonas de cultivo y producción de drogas) como parte de las "negociaciones de paz", harán el favor de reducir la producción de drogas ahí un día a condición, por supuesto, de que se satisfagan todas sus otras demandas.[1]
¿Cree el lector que exageramos? Vaya a la biblioteca y busque el número de julio-agosto de 1999 de la revista Foreing Affairs, del Consejo de Relaciones Exteriores, vocero por excelencia de la casta gobernante angloamericana. Michael Shifter, jefe del programa de "gobernabilidad democrática" del Diálogo Interamericano, sacó ahí un artículo sobre Colombia en el que dice:
"Los dos grupos [las FARC y el ELN] tienen ingresos totales de cerca de 900 millones de dólares al año, unos 500 millones de los cuales derivan de impuestos a los productores de coca, y el resto, del secuestro y la extorsión. Sería un error, sin embargo, considerar a los grupos guerrilleros delincuentes comunes o mafias narcotraficantes (aunque algunos de los frentes de las FARC parecen que casi dan el ancho). Sus actividades delictuosas les permiten sostener un plan político. Y tampoco son ideólogos rígidos, resistentes a la razón. En vez de eso, hay que considerar a los rebeldes fundamentalmente actores pragmáticos, empeñados en hacer triunfar intereses políticos, económicos y estratégicos".
Shifter afirma que no sabe cuáles son los objetivos políticos de las FARC y el ELN, y admite que no han dado señales de que deseen la paz. Pero, sostiene, los EU deben asegurar que las conversaciones de paz continúen, aunque "resulten en combates intensos y continuo derramamiento de sangre".
El mismo argumento desvergonzado esgrimió Shifter el año pasado, en una audiencia del Congreso, celebrada el 5 de agosto, sobre "Conflicto Regional: la insugencia de Colombia y las perspectivas de solución pacífica", patrocinada por la subcomisión del Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes.
Shifter explicó calmadamente que las FARC y el ELN "ahora obtienen su financiamiento primariamente de las drogas ilícitas y el secuestro. No están ya interesados en un plan socialista... sino, de hecho, en fortalecer sus posiciones y extender su presencia por todo el país. En muchos lugares se desempeñan como Estados sustitutos". Pero, acto seguido, se puso a gorgear que "no hay que considerar a las guerrillas delincuentes comunes o mafias de narcotraficantes, como algunas veces se las caracteriza... Son actores políticos con intereses y planes. Son pragmáticos y están muy vinculados a la estructura económica y a los productos de su país (el petróleo en el caso del ELN, y la coca ilícita en el caso de las FARC)".
De Shifter se hizo eco en las audiencias el ex director de un proyecto del DI sobre la violencia en Colombia, el profesor Marc Chernick, adiestrado por Brzezinski en la Universidad de Georgetown. Chernick también instó al Congreso a apoyar la paz con las FARC, argumentando:
"Quiero decir con toda claridad que las FARC no son un cartel... Es un grupo insurgente que ejerce autoridad en ciertas zonas rurales de Colombia, en particular en regiones de cultivo de coca... Ganan mucho dinero. Todo indica que no ahorran mucho. En los últimos diez años han invertido la mayor parte de sus ingresos en construir una mayor capacidad de combate, en vez de ahorrarlos. Esto no es un narcocartel; es una máquina de combate que invierte su dinero en sostener la insurgencia".
Los carteles de Medellín, Cali y las FARC
No es inusitado que la "máquina de combate" de las FARC hiciera la oferta mencionada. Todos los carteles y los "caballeros insospechables" que les sirven de testaferros han hecho ofertas semejantes. En los ochentas, el cartel de Medellín sugirió que podría pagar la deuda externa de Colombia y abandonar el tráfico de drogas, a cambio de mantener su riqueza y no sufrir castigo alguno.
Luego le tocó al cartel de Cali. Gilberto Rodríguez Orejuela ofreció que, merced a su dominio sobre el tráfico, podría "reducir significativamente" el narcotráfico de Colombia, quizá hasta en un 60 por ciento, siempre que a él, su familia y sus secuaces se les garantizara el derecho a llevar una vida "normal" de honrados hombres de negocios.
Tampoco es sorpresa que la oferta del Tercer Cartel recibiera el apoyo de Diálogo Interamericano (DI) y sus paniaguados. Después de todo, el DI comenzó a hacer campaña por la legalización de las drogas desde los ochentas, para que los bancos puedan manejar legalmente el dinero de la droga.
Pero el DI, aliado de Londres y apéndice de los banqueros, domina la política de EU hacia Iberoamérica: el Departamento de Estado se ha puesto a la cabeza del intento de legalizar al cartel narcoterrorista de las FARC. Como señala el informe de la OGC, funcionarios del Departamento de Estado ponen en duda los cálculos del Departamento de Defensa de que los "insurgentes" obtienen entre 500 y 600 millones de dólares al año por tráfico de drogas, diciendo que es un dato "no confirmado". Ciertos funcionarios del Departamento de Estado le declararon a EIR el pasado septiembre que "solamente" de un 7 a un 10 por ciento de las FARC está involucrado en las drogas.
La Embajada de los EU en Colombia, de hecho, lleva un año organizando "retiros" privados, donde prominentes colombianos oyen pláticas en las que se promueve la idea de la paz con los narcotraficantes. El jefe de la oficina de Asuntos Andinos del Departamento de Estado se reunió personalmente en diciembre pasado con Raúl Reyes, jefe de finanzas de las FARC y flamante socio de Wall Street, para discutir la "oferta" de las FARC. En cada oportunidad, los funcionarios del Departamento de Estado repitieron, como lo hizo el vocero Thomas Foley el 6 de julio, que esa dependencia avala las negociaciones de Pastrana con las FARC, porque "el progreso en el proceso de pacificación le posibilitará al gobierno colombiano, con nuestro apoyo, acelerar los esfuerzos antinarcóticos, contra la producción y el tránsito de cocaína y heroína".
Y no son meras palabras. El informe de la OGC revela que los gobiernos de Colombia y los EU a están tan adheridos a esta orientación que han llegado a "no permitir ciertos vuelos de reconocimiento a través de las zonas desmilitarizadas, por ejemplo sobre las zonas de cultivo de coca [en manos de las FARC]", debido a las "promesas" que les hizo el gobierno de Pastrana a las FARC.