por Javier
Almario
La
justicia social y económica, el bienestar general, el progreso
económico real, el mejoramiento de los niveles de vida de los
trabajadores, la dignidad del trabajo y, en general, la doctrina social de la
Iglesia católica y la armonía de intereses entre trabajadores y
empresarios, estuvieron siempre presentes en todas las acciones de Jorge
Carrillo Rojas, ya fuera como polémico líder sindical, ya como
ministro de Trabajo, activista político, analista, embajador o director
administrativo de la Caja de Compensación Familiar Campesina (Comcaja),
el último cargo que asumió en el 2003, y con el cual
murió.
Jorge
Carrillo iba a cumplir 70 años de edad el 9 de abril de 2005.
Nació en Bogotá, Colombia, en 1935, aunque su familia es de
Bocayá y vivió la mayor parte de su niñez y juventud en
dicha provincia. Según las anécdotas que a él le encantaba
contar, cuando era niño un amigo de su padre lo llevaba todos los viernes
a escuchar al dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien
curiosamente murió el día de uno de sus
cumpleaños.
Debido a
que su desempeño escolar no era el mejor, su padre decidió que
“este muchacho no sirve para doctor, así que tiene que aprender un
oficio”, y lo matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de
Chiquinquirá. El padre de Carrillo murió cuando él
tenía 14 años, lo cual, según contaba, “lo
obligó a ponerse las pilas con el estudio”. Se graduó de
mecánico en la Escuela de Artes y Oficios, y consiguió empleo como
tornero de tercera en la siderúrgica Acerías Paz del
Río.
Posteriormente
se fue para Bogotá, donde trabajó en varios talleres de
ornamentación y pasó por varios empleos, hasta que
consiguió trabajo en la desaparecida empresa Cauchosol. Allí
ingresó al sindicato en 1955, donde organizó una serie de
competencias deportivas en las que participaban principalmente los
jóvenes. Allí conoció a su esposa, María
Ramírez. Estos mismos jóvenes le dieron la votación para
hacerse miembro de la junta directiva del sindicato, en el cargo de secretario
general. Este sindicato estaba afiliado a la UTRACUN (Unión de
Trabajadores de Cundinamarca) y a la UTC (Unión de Trabajadores de
Colombia).
Participó
en los cursos sindicales que organizaban los jesuitas en el Universidad
Javeriana, en donde enseñaban contabilidad, administración,
liderazgo, economía solidaria y la doctrina social de la Iglesia. Desde
muy temprano entendió que aunque había que luchar por los
trabajadores, el objetivo del sindicalismo no era la guerra de clases, sino que
tenía que haber una “armonía de intereses” entre
trabajadores y empresarios.
Devino en
activista sindical de la UTRACUN y participó en la creación de 40
sindicatos. Luego fue elegido secretario general de la UTC, cargo que
desempeñó durante 10 años. Más tarde fue secretario
de Asuntos Políticos y vicepresidente de la central obrera.
Carrillo entra en
la política
Sin
olvidar sus obligaciones sindicales, una disidencia del Partido Liberal,
encabezada por Consuelo de Montejo, lo eligió diputado a la Asamblea de
Cundinamarca en 1968. En 1970 apoyó al candidato presidencial Belisario
Betancur, quien hizo campaña contra el candidato del Frente Nacional, el
ex presidente Misael Pastrana Borrero. En 1974 fue elegido por 4 años a
la Cámara de Representantes, en donde presentó un proyecto de ley
para obligar a los empresarios a pagar intereses sobre las
cesantías.
Desde el
Congreso apoyó el Paro Cívico Nacional de 1977, con el que por
primera vez las centrales obreras (UTC, de orientación conservadora; CTC,
liberal; CSTC, comunista; y CGT, democratacristiana) se unieron en una
acción común. Es posible que desde ese momento ya hubiera pensado
en la creación de la Central Unitaria de Trabajadores, para agrupar a
todos los sindicatos en una sola organización.
Una armonía
de intereses
A partir
de 1978 empieza a convertirse en el principal contradictor de la política
económica del Fondo Monetario Internacional y de los ministros de
Hacienda de turno. Combatió la idea de que la inflación se
controlaba bajando los salarios de los trabajadores o aumentándolos a
ritmos inferiores a la inflación. Propuso crear un frente común de
trabajadores y empresarios para obligar a los bancos a bajar las tasas de
interés, las cuales estaban ahorcando “a empresas y
trabajadores” por igual.
Estudió
la historia de los Estados Unidos para entender cómo ese país
tenía los salarios más altos del mundo, y al mismo tiempo generaba
las mayores ganancias a las empresas. Mencionaba que Henry Ford, aunque era
enemigo acérrimo del sindicalismo, siempre mantuvo en sus fábricas
los salarios más altos de los EU, y eso mismo incentivaba la
productividad y la capacidad de innovación. En efecto, el creador del
automóvil moderno decía que la industria automotriz sólo
tenía futuro “en la medida en que los trabajadores automotrices y
de las demás industrias tengan la capacidad de comprarse un
Ford”.
A quienes
propusieron eliminar el salario mínimo, eliminar las prestaciones
sociales y las conquistas de los trabajadores, eliminar la Comcaja, medidas que
algunos empresarios y economistas proponían como un mecanismo para crear
más empleo, Carrillo los acusó de querer regresar a la humanidad
siglos atrás y convertir a los trabajadores en esclavos. Afirmó en
muchas ocasiones que la inflación se combatía produciendo
más, con mejor tecnología, con empleos más calificados y
combatiendo la usura.
Estudió
a profundidad la deuda colombiana y latinoamericana, y concluyó que esta
deuda ya se había pagado varias veces y que su crecimiento se
debía a las manipulaciones financieras. Apoyó la idea de declarar
una moratoria colectiva de la deuda externa latinoamericana formando un cartel
de deudores, y de que la economía de los países de la
región se integrara mediante grandes obras de infraestructura
física, idea que originalmente expuso el economista estadounidense Lyndon
LaRouche en su estudio Operación Juárez.
En 1982,
después de que la UTRACUN se desafilió de la UTC, organizó
con su entrañable amigo Pedro Ignacio Rubio la Unión de
Trabajadores de Bogotá y Cundinamarca (UTRABOC), para convertirla en la
organización regional de la UTC.
El
Gobierno de Betancur organizó en Cartagena una reunión en 1983
para discutir el problema de la deuda externa latinoamericana, y amagó
con usar la bomba de la deuda para presionar una negociación conjunta.
Sin embargo, a última hora dio marcha atrás, de seguro porque el
apoyo de los demás países latinoamericanos no fue suficiente, y la
reunión de Cartagena pasó de ser la de un cartel de deudores a la
de uno de pagadores. El gobierno entonces accedió a imponer un
drástico programa de ajuste, en donde la devaluación de la moneda
colombiana pasó de ser de gota a gota, a chorros. Fue entonces que
Carrillo se convirtió en el principal contradictor de la política
económica del gobierno y de su ministro de Hacienda, Roberto Junguito
Bonnet.
Ministro de
Trabajo
Cuando el
presidente Betancur anunció que Carrillo sería ministro de
Trabajo, el debate fue candente. “¿Cómo se le ocurría
al Presidente nombrar al mayor contradictor de la política
económica de ajuste?” El ex presidente Alfonso López
Michelsen acusó al gobierno de intentar imponer un modelo
“peronista”, en referencia a la alianza de Perón con la
confederación laboral argentina CGT. El ministro Junguito estuvo a punto
de renunciar. La revista Semana auguró que el experimento
duraría muy poco. Las organizaciones de empresarios alegaron que Carrillo
se parcializaría a favor de los trabajadores, y éste
concedió que, en efecto, eso es lo que haría.
El 2 de
septiembre de 1985 Carrillo asumió el cargo de ministro de Trabajo, y
puso como su asesor a Maximiliano Londoño Penilla, el representante de
las ideas de Lyndon LaRouche en Colombia. Desde sus primeras intervenciones en
los conflictos laborales, Carrillo demostró que era un gran negociador e
intelectual, y un visionario. También demostró que era un
excelente administrador. Aprovechó cuanta oportunidad tuvo para convencer
al país y al mundo de que el desempleo sólo se resolvía con
grandes inversiones en el desarrollo económico tanto del Estado como del
sector privado. Argumentó que promover la microempresa como presunta
solución al desempleo tan sólo fomentaría la informalidad,
en donde los trabajadores no obtienen ni siquiera el salario
mínimo.
Impulsó
la construcción del canal Atrato–Truandó, la
construcción de obras de infraestructura vial y de salud, y obras para
integrar las naciones latinoamericanas. Con la excepción de una huelga en
Caracol, que Carrillo se negó a declarar ilegal a pesar de las presiones,
durante su ministerio hubo una paz laboral que hacía mucho tiempo el
país no vivía, ganándose los elogios tanto de los
trabajadores como de los empresarios. Carrillo quedó en la historia de
Colombia con el honroso título del “Ministro Obrero”.
Unificando el
movimiento laboral
Apenas
finalizó su labor en el Ministerio, se dedicó por completo a
unificar las centrales obreras en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), con
la idea de que los trabajadores se unieran en una poderosa central
independientemente de las ideologías políticas que tuvieran.
Carrillo fue su primer presidente, hasta 1988, cuando renunció al cargo.
Como presidente de la CUT, desarrolló una gran amistad con el ahora
presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien entonces
presidía la CUT.
Más
tarde fue asesor de la Consejería de Paz, delegado oficial del Gobierno
colombiano en las reuniones anuales de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), y embajador de Colombia en Guatemala en 1994.
Carrillo
también intervino en varios foros mundiales. En 1980 participó en
la creación de una organización mundial llamada El Club de la
Vida, dirigida por la líder alemana Helga Zepp–LaRouche, cuyo
propósito era combatir el creciente maltusianismo mundial. En 1984
participó en la creación del Instituto Schiller, también
dirigido por Zepp–LaRouche. Fue idea de él y de Pedro Rubio
organizar una Comisión Sindical del Instituto Schiller para luchar por un
nuevo orden mundial más justo.
En 1998
firmó, junto con el ex presidente mexicano José López
Portillo, el economista estadounidense Lyndon LaRouche y otras personalidades de
todo el mundo, una declaración de amplia difusión internacional en
la que se pregonaba una unión de Estados soberanos para reorganizar el
sistema monetario y financiero mundial, y crear un orden económico
mundial justo.
Participó
en la campaña presidencial del actual presidente colombiano Álvaro
Uribe Vélez, y desde 2003 hasta su muerte fue director administrativo de
la Comcaja. Carrillo siempre pensó que Comcaja era el mejor mecanismo que
existe para que el gobierno ejecute su política social.
Por esas
cosas de la cultura empresarial colombiana, en Comcaja le dejamos de decir
“compañero Jorge” o “compañero Carrillo”,
para decirle doctor Jorge Carrillo, como acostumbra llamarse a un director
administrativo o a un gerente general en los medios empresariales. Su principal
logro en Comcaja fue transformar a una empresa al borde de la liquidación
en una empresa viable.
En medio
de su enfermedad, Carrillo siempre estuvo lúcido; y a pesar de que su
cuerpo no podía más, siempre estuvo brillante, aportando ideas
para mejorar el desempeño de Comcaja, ideas de cómo mejorar al
país, y siempre analizando la situación del mundo y de Colombia.
Quienes tuvimos la ocasión de visitarlo o escucharlo desde su lecho de
enfermo, sentíamos siempre su optimismo, firmeza y bondad, y vimos de
manera empírica la existencia de un alma inmortal alojada en un cuerpo
cada día mas débil.
Murió
plenamente conciente. Unos meses antes de morir, pensaba que el presidente
Álvaro Uribe lo nombraría embajador en algún país en
donde el gobierno necesitara un personaje con su perfil. Hubo muchas conjeturas
sobre cual sería ese país. Pero el viaje no fue a ningún
lugar de este mundo, y el domingo 20 de marzo de 2005 Dios le pidió que
culminara su estadía en el universo material.